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Lances en el paraíso. Nuevo récord de java rusa deer atípico

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En multitud de ocasiones, además del lance vivido, guardado en nuestra memoria por la transcendental importancia que tiene para el que se siente cazador, hay otras sensaciones que se viven, se disfrutan, y que también forman parte de esta maravillosa forma de vida que es la caza. Una de esas sensaciones no es otra que el sentirse en contacto pleno con la propia naturaleza, y si ésta es tan hermosa que te hace creer que estás cazando en el paraíso, que no te quepa duda, estás cazando en Isla Mauricio. Por algo la llaman la isla más bonita de África…

La República de Mauricio, que comprende, además de Isla Mauricio, las islas de San Brandón o Cargados Carajos, Rodrigues y las Islas Agalega, y, junto a la isla francesa de La Reunión, forman el archipiélago de las Islas Mascareñas, en honor al marinero portugués Pedro de Mascarenhas que les puso nombre allá por el año del Señor del 1507.

A Mauricio los navegantes árabes, en la Edad Media, la llamaron Dina Arobi, mientras que en los primeros mapas de navegación portugueses aparece con el nombre de Cirne, dicen que en honor al pájaro dodo (pájaro tonto), ave no voladora que abundaba en las deshabitadas islas descubiertas por los marinos lusitanos. No fue hasta 1598, con la llegada de navegantes holandeses, al mando del almirante Wybrand Van Warwyck, que desembarcaron en Grand Port, cuando recibió el nombre de Mauricio, en honor al príncipe Mauricio de Nassau, estatúder (algo parecido a lugarteniente) de lo que fuera la República Holandesa.

Telfair Resort Bel Ombre
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Los franceses, que también fue colonia gala, cambiaron su nombre por el de Íle de France, pero, tras la derrota de Napoleón, el 3 de diciembre de 1810 fue cedida a los ingleses que volvieron a su antiguo y definitivo nombre de Mauricio.

La independencia se logró en 1968 y se convirtió en república, dependiente de la Commonwealth, en 1992. Cabe destacar que ostenta un récord muy positivo en la defensa de los derechos humanos.

Por su situación intertropical, Mauricio disfruta de un clima cálido moderado por influencia oceánica. La combinación de alta humedad y temperatura cálida ha generado una vegetación densa de tipo tropical, con multitud de palmeras que, junto con sus excepcionales playas de aguas cristalinas y arenas finas, su montañosa orografía y sus cielos azules infinitos… la convierten en un auténtico paraíso.

Del pâon al rusa

Apenas hacía quince días que habíamos regresado de las últimas cacerías en Bulgaria y Macedonia y ya teníamos preparada la siguiente aventura en un nuevo país al que nunca antes había acudido –a pesar de las excelentes referencias escuchadas sobre él–: la República de Mauricio. La intención posterior era continuar hacia Namibia. A esta nueva y desconocida cacería me iba a acompañar, una vez más, mi escudero y amigo de tantos años atrás –quizá ya treinta–, el inseparable Fernando Blázquez.

Para Mauricio había adquirido, hacía ya tiempo, en una subasta, una cacería del ciervo rusa (Javan rusa deer). Lo cierto es que en la isla sólo se podía cazar esa especie –aunque en sus dos versiones, la tipical y la non tipical– y un jabalí –el jabalí marrón–, al parecer ambos introducidos por los holandeses, en el año 1639, desde la isla de Java. Se trataba, pues, de tres nuevas especies para incrementar la larga lista de especies diferentes abatidas en mi dilatada vida cinegética. Existía, además, la posibilidad de cazar un pâon, o pavo salvaje, que, en breve, podría ser una nueva especie, para lo que estaban trabajando Lionel Berthault, el cazador profesional con el que había contratado la cacería –a través de mi amigo Joan Catalá– y el gran artífice de que existiera la caza salvaje autorizada en este país para extranjeros desde doce años atrás, junto con el SCI.

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Antes de que nadie pueda imaginarse que pueda haber una especie nueva, el pâon, me gustaría hacer un aclaración muy pertinente. Cuando escuché ese nombre tengo que reconocer que me sonaba, aunque no lograba relacionarlo, pero en cuanto llegué al lugar en el habíamos ido a cazarlo, me vino todo a la cabeza. Se trataba, ni más ni menos, que de un pavo real, que se encuentran en la isla en abundancia, sin saber a ciencia cierta cómo llegaron a la misma, al parecer desde hace siglos. Estos preciosos animales se pavoneaban a sus anchas y, como es más que natural… no estaba en disposición moral de abatirlo, por mucha especie nueva que pretenda el SCI hacer al haber sido cazada por los dos últimos Premios Weatherby.

Lionel había conseguido, después de grandes esfuerzos, que el Gobierno abriese esta caza, siendo él mismo quien redactó la ley para que fuese aprobada y regulada.

Como quiera que el viaje había sido muy largo, estábamos bastante cansados, más aún después de una hora de viaje hasta el hotel, decidimos comer algo y retirarnos a descansar. A la mañana siguiente, Lionel nos recogería sobre las 13:00 horas para ir de caza, ya que antes de las 14:00 los ciervos no salían de los bosques para alimentarse. Por lo tanto, tendríamos, desde que nos levantásemos, hasta el final de la mañana, tiempo para bañarnos y tomar el sol en la preciosa playa… a los pies de la habitación.

A la hora convenida apareció Lionel para llevarnos al cazadero, que apenas se hallaba a media hora del hotel. Entonces comprendimos por qué estábamos en la parte sur de la isla, en la que los hoteles que, aunque eran de cinco estrellas, no eran los mejores, según nos confesó poco a poco el propio Lionel. Al norte de la isla, cerca de la capital, Port Louis, había una superior calidad de turismo, pero se encontraba a más de dos horas de la zona de caza, por lo que él había preferido instalar a sus cazadores en esta parte, en la que también vivía él.

Entramos en faena

Cuando se presentó para recogernos, venía provisto de un Blaser .30-06, uno de los seis rifles que me dijo que tenía siempre a punto para los cazadores que venían a cazar con él. Las autoridades, en ese sentido, eran muy estrictas y no dejaban introducir armas en el país, salvo para casos muy especiales, como de vez en cuando ocurre con cazadores que sólo quieren cazar con sus armas. Como ése no era mi caso, recibí de buen grado el arma y nos dirigimos inmediatamente hacia la zona de Bel Hombre, que sería nuestro cazadero para el Java rusa deer.

ce harpail est a moi

Nos adentramos, apenas media hora después, en unos preciosos valles muy verdes, en los que podíamos distinguir a lo lejos grupos de ciervos machos y hembras mezclados. Lionel me dijo que las dos mejores fechas para cazar eran ésta en la que estábamos –porque todavía no se había realizado ni un solo disparo, aunque los ciervos tenían todavía las correas en algún caso– y en la berrea.

Estaba muy claro que los animales por el momento no estaban fogueados, ya que permitían una cierta aproximación con los coches. Así pudimos acercarnos para intentar localizar un gran ciervo de más de 35 pulgadas y, al mismo tiempo, ver la posibilidad de abatir un animal atípico que mereciese la pena.

Como mi intención –aprovechando la bonanza del terreno que permitía andar sin demasiados problemas– era cazarlo a rececho, hicimos varias entradas a pequeños grupos entre los que antes habíamos visto alguno que merecía la pena. Tardamos bastante en encontrar alguno, que Lionel aconsejase tirar, y, cuando creímos que había llegado el momento, unas inoportunas hembras dieron al traste con la aproximación.

Así estuvimos durante más de tres horas hasta que, ¡por fin!, y con mucho sigilo, pudimos aproximarnos, casi gateando, a un pequeño grupo metido en una vaguada que estaban comiendo sin ninguna hembra que pudiese dar la alarma.

Se trataba de unos magníficos ejemplares, a cual mejor, que poco a poco iban apareciendo y que dejábamos pasar sin precipitarnos, ya que, aunque huyesen, lo iban a hacer hacia una arboleda no muy espesa que, una vez sobrepasada, nos iban a dar una segunda posibilidad de tiro. Cuando por fin vimos cuál era el mayor y decidimos que había que disparar, esperé a que saliese del pequeño grupo de árboles y, apuntando a pulso, alcancé al animal en el codillo, dando con él en el suelo en apenas unos segundos. Me pareció un gran trofeo, como pudimos comprobar cuando lo tuvimos a nuestros pies. Tenía más de 35 pulgadas, que era lo que perseguíamos, y era un animal ya entrado en años y con cuernos muy simétricos.

Cerf et martin

Hicimos muchas fotos, como todo el mundo puede imaginar, antes de cargar con el animal en un coche que acudió inmediatamente al lugar en el que nos encontrábamos. El primer objetivo había sido alcanzado, por lo que regresamos al hotel dando por terminada esta primera jornada de caza.

La medición posterior del animal, por parte de Lionel, lo situaba como el tercero que aparecería en su día en el Record Book como Rusa deer typical de la Isla Mauricio.

Un ciervo especial

Tras el magnífico resultado obtenido el día anterior, íbamos a seguir cazando en la misma zona, Bel Ombre, que es donde tendríamos más posibilidades de encontrar un ciervo muy especial, al que Lionel conocía desde hace un par de años.

En realidad y aunque los atípicos no eran demasiado raros, había una gran diferencia entre los mismos en cuanto a la medición. Es de pura lógica, ya que no podía medir lo mismo un animal con sólo dos, tres, cuatro o cinco puntas, que otro que fuese no típico pero con muchas más.

Lionel había visto uno que tenía siete puntas, tres en la cuerna derecha y cuatro en la izquierda, pero esa cuarta… era muy larga.

Los animales se encontraban más huidizos, por lo que no quedaba más remedio que pararnos a otearlos desde la distancia.

Hicimos unas largas aproximaciones, para intentar localizarlo, pero sin resultado alguno. Además, empezaba a oscurecer, por lo que decidimos dar por terminada la cacería aproximándonos al lodge para cazadores, en el que se encontraban los guardas ocupados con el venado del día anterior.

Ya era casi de noche cuando nos despedíamos para regresar al hotel. Lo que menos nos podíamos esperar es que, a la siguiente curva, casi detrás del lodge, aparecieran a contraluz dos grandes machos y… ¡uno de ellos era el que habíamos estado buscando toda la tarde!

Lionel hizo retroceder el coche hasta llegar a las casas. Echamos pie a tierra y, con mucho cuidado, intentamos llegar andando hasta los animales que continuaban pastando tranquilamente.

A pesar de que Lionel quería que me apoyase en el trípode, hice caso omiso, me eché el rifle al hombro, apunté cuidadosamente al animal, que todavía podía distinguir con los últimos rayos de luz, puse la cruz en el codillo y disparé con la seguridad de que no podía escaparse. Como así ocurrió.

El animal acusó el impacto, pegó un salto y huyó ladera abajo hacia un riachuelo cercano. Cuando nos acercamos, disparé el tiro de gracia y apenas pude ver que, efectivamente, se trataba del magnífico ejemplar atípico que habíamos estado buscando todo el día. No hay duda, cuando, y donde, menos lo esperas, ¡salta la liebre!

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Dejamos las fotos para el día siguiente. Las hicimos camino de un club privado de la costa para pasar el día pescando. La sesión fue espectacular, pues habían colocado al animal de forma que aparecía el mar de fondo… Pensé enseguida, a la espera de las medidas del trofeo, que podría ser portada de Caza y Safaris.

Cuando conocimos la medición realizada por Lionel, supimos que era el nuevo récord del SCI de esta variedad de atípicos, con una diferencia de más de veinte puntos con el segundo.

Mar adentro

No podíamos dejar pasar un día de pesca en este paraíso de arenas finas y  de aguas azules y transparentes. Lionel nos había preparado un barco de pesca deportiva que nos recogería en un puerto privado del norte de la isla al que llegamos sobre las 10:00 horas.

Tengo que aclarar que Fernando no las tenía todas consigo, ya que la idea de la pesca no iba con él. Al ser de tierra adentro, el mar sólo lo concebía como para darse un baño en una playa y en aguas tranquilas.

Nos estaban esperando y enseguida nos alejamos unas quince millas con las nueve cañas al agua. La verdad es que había un poco de mar y el barco se movía algo por lo que el pobre Fernando estaba cada vez peor.

No nos vamos a extender demasiado, ya que, entre que el mar andaba algo picado y los peces que apenas picaban, decidimos dar por terminada la pesca antes de tiempo, y con tan sólo tres piezas cobradas, regresamos a tierra, que se está más seguro. Por lo menos lo habíamos intentado y no podíamos dejar la isla sin esta excursión.

El cochon marrón

La verdad es que este último día de caza estaba destinado, en principio, a cazar el famoso y citado pâon, y un jabalí, seguramente introducido en la isla siglos atrás, y al que el SCI denomina Feral boar african introduced.

Para trasladarnos a la zona, llamada Valriche, tuvimos que recorrer varios kilómetros. Se trataba de otra concesión en la que Lionel podía cazar a sus anchas y en la que se encuentra el animal. También estaba llena de pavos, como comprobamos. Decidimos que lo mejor era encontrar un sitio resguardado en el centro del valle al que los jabalíes bajaban a comer y beber al atardecer. Estuvimos varias horas sin que apareciese ninguno grande, por lo que decidimos tirar a uno pequeño, ya que no me quería irme sin esta especie.

La cacería en esta tan impresionante como paradisíaca Isla Mauricio, a la que sin duda volveré, había concluido con un buen bagaje: un número tres del Java rusa deer típico, el nuevo récord del Java rusa deer atípico y un cochon marrón (feral boar) representativo.

Y, sobre todo, con la hermosa sensación que te queda en el alma tras haber cazado en pleno contacto con la maravillosa naturaleza, de haber podido realizar… lances en el paraíso. CyS

Por Marcial Gómez Sequeira

 
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