Siempre pasa igual. De camino al cazadero salen las inevitables preguntas sobre la calidad de los trofeos, las distancias de tiro, piezas y lances pasados. Raro es el cazador que no deja claro, en esos momentos previos, sentados en la comodidad del vehículo, su decisión firme de tirar sólo a un gran trofeo: «¡¡De oro para abajo, nada de nada!! ¡¡De oro para abajo, yo no tiro…!!».
Parar el todoterreno, poner las botas en el suelo y acometer la primera peña, acaban en un instante con la férrea pretensión, comenzando a servir casi todas las piezas que vamos viendo. Nuestro cuerpo se resiente y el cerebro pide acabar con el sufrimiento lo antes posible. Y es que la montaña es el reto por sí misma. A la dificultad de la pieza se une ahora algo tan evidente como llegar allá arriba, donde viven, con la obligación de superación personal que convierte a la modalidad en la reina de los recechos. Condición física debe ir unida a una no menor estabilidad mental, capaz de superar en ocasiones esa lucha interna para no abandonar.
El cazador de montaña sabe que en esa constancia recae precisamente el éxito y, por ello, la elección del equipo debe ser hecha con total meticulosidad. Todo lo superfluo sobra, es peso, es lastre que nos aleja del objetivo marcado. Cuantas veces, en plena subida, con la mochila y el rifle que parece que nos entierran en cada paso, repasamos todo aquello que sobra, comenzando, cómo no, por el arma elegida. Será éste, precisamente, el tema de estas letras de hoy, un recorrido por el rifle de montaña, sus características deseables, aquellas premisas que hacen de él un arma distinta pensada especialmente para generarnos sólo el sufrimiento justo, entregándonos todas las prestaciones necesarias.
¿Que debe tener un rifle de montaña?
El perfecto rifle de montaña debe ser ligero y suficientemente preciso, potente y tenso…, nada más y nada menos. No hablaremos en esta ocasión, sin embargo, de cartuchos, es tema para otras notas. Recapitulemos, por tanto, un instante sobre lo dicho en estas pretensiones y verá como realmente lo único que estamos pidiendo es poder llegar, primero, hasta el cazadero y, luego, hasta la pieza.
La caza de montaña es un rececho puro, su desenlace debe ser en forma de pocos tiros y precisos, con tiempo generalmente para apuntar con toda precisión. Aquí sobran las capacidades de repetición, de captación de puntería, el poder de parada. Estamos ante la modalidad, junto al varmint, más cercana al tiro de precisión, más técnico, con la salvedad de una previsible ‘paliza’ antes de llegar a meter la pieza en la cruz.
Ello deja claro los sistemas, reduciéndolos fundamentalmente a dos: cerrojos y monotiros, ambos capaces de ofrecer potencial precisión con las premisas físicas necesarias. El tiro será en muchas ocasiones lejano; en otras, con un gran ángulo vertical, poniendo al cazador frente a un nuevo reto: su capacidad técnica.
Pero hoy no estamos hablando de trigonometría ni gravedad, hoy tocan sólo rifles y visores. Surgen, entonces, lo que podríamos definir como las dos corrientes fundamentales en el rifle de montaña, la clásica y la moderna, diferenciación fundamental en base a sus materiales y diseño.
Antes de acometer cada una de ellas no está de más diferenciar la idea de compacto, modelos que pueden servirnos, pero que, estrictamente, no son rifles de montaña. ¿Por qué? Por la longitud del cañón. ¿Ha visto cómo nunca hasta ahora he hablado de tamaño? Efectivamente, ésa es la diferencia. Peso y longitud, en este caso, son dos características que no tienen por qué ir unidas. Los clásicos compactos, scout y stutzen, son rifles con cañones muy cortos. Algunos de ellos, con tubos dentro de lo aceptable para sacar un buen rendimiento, pueden ser utilizados, manteniéndose sólo dentro de la categoría si conservan la ventaja de la ligereza. Me refiero con ello a algunos ultraligeros, rifles cortos que han sido trabajados para eliminar todo el peso posible, armas que no debemos confundir con las diseñadas para batidas y recechos en monte cerrado.
¿Qué defino como corriente clásica? Aquellos rifles de madera y acero que consiguen ligereza a base de robar material, diseños que no se apartan excesivamente de lo que podría ser un rifle para este cometido realizado en los años sesenta. Culatas estilizadas, tubos muy finos, incluso con esqueletizaciones de la acción. ¿Un ejemplo?: el Winchester 70 Featherweight e, incluso, su versión compacta. Evidentemente, a poco que se mire el modelo amado por Jack O´Connor, uno encuentra la notable diferencia que existe entre este tipo de armas y los actuales realizados en sintéticos e inoxidables.
Así es, la segunda de las tendencias se sumerge de lleno en la modernidad, echando mano para su realización de un universo de materiales resistentes y ligeros, capaces de conformar armas que se amoldan a la perfección al trabajo en la montaña sin tener que renunciar a tubos muy largos. Sintéticos, fibras de carbono, inoxidables, titanio, flotados, consiguen parir armas ligerísimas capaces de entregarnos toda las prestaciones de la que son capaces los cartuchos que las recamaran. Es innegable que la lucha es cuando menos complicada, pues, siendo sinceros, el romanticismo se espeta de frente contra la eficacia.
Falta todavía un complemento que viene a inclinar más a balanza. Sume a ello los visores actuales con torretas balísticas e, incluso, con calculadores y compensadores integrados, y convertiremos en un principio el combate en un abuso, al menos desde la perspectiva de la eficacia. ¡Quieto, quieto! Se nos olvida el deportista, se nos olvida que no siempre tiramos a 450 metros; de hecho, muy pocas veces realizamos esta clase de disparos.
Hace poco realizaba una prueba que algunos de han leído ya. Aún trabajando en aquella ocasión con sintéticos, emulaba de alguna manera las dos corrientes, un sencillo .308 Winchester con una 3-9×42, frente a toda una bestia, un .30-378 Weatherby Magnum con una 6-24×56. Acabé tirando con el primero a algo más de 300 metros con un resultado absolutamente demoledor, evidenciando que, en la gran mayoría de las ocasiones, con un rifle sencillo y medio, podemos enfrentarnos hasta ese rango de distancias sin mayores problemas. ¿Qué necesitaremos?: regular bien el rifle, conocer lo que traemos en las manos, y hacer correctamente lo que nos toca: apuntar. Hombre, está claro que usando un moderno ultraligero en 6,5-300 Weatherby Magnum con cañón de 26″ y un supervisor, también debería haber cobrado aquella rebeca sin problemas, pero no deja de ser reseñable que no necesite nada más que un sencillo B14 con puntas Evo Green de 136 grains. ¿Ambigüedad? No, sólo un intento por poner los pies en el suelo, por no perdernos únicamente en cifras y catálogos, la caza es caza y así debe ser. Técnica sí, pero caza, también, ¡siempre!