Internacional

Caza, conservación y… supervivencia

359 - Mozambique

El movimiento se demuestra andando. El tema de la caza solidaria, que tantas veces hemos apoyado en estas páginas, es clave a la hora de mostrar a la sociedad urbanita los valores de la práctica cinegética. Sin caza, sobre todo en las regiones más deprimidas del planeta, como lo es África, no existe la mínima posibilidad de obtener recursos y se condena a sus pobladores al castigo del hambre.

Madrid, Dubai, Lusaka (Zambia) y, al fin, Zumbu (Mozambique). Después de varias horas de vuelo y algunas otras de coche llegamos a Zumbu, Antonio Reguera, nuestro professional hunter (PH) y dueño de Mozambique Safaris, Mario, Jesús y yo.

Una agradable sorpresa

Fuimos a Zumbu, desde Zambia, situado en el cruce de dos ríos míticos de África: el Luangua y el Zambeze. Cruzando este último en barca, llegamos a un nuevo país, Mozambique, donde hicimos el trámite de los pasaportes y las armas. Antonio tenía una reunión con una especie de ‘ministro de fauna’, de la región en la que tiene un área de caza de 450.000 hectáreas.

Y, para nuestra sorpresa, éste nos pidió que cazáramos un elefante para la gente más necesitada y así poder repartir carne y proteínas a tres poblados que viven en esta área de caza, supliendo así sus carencias más elementales.

Con esta nueva tarea, además de las que teníamos previstas, y acompañados de Tomeum, el Fiscal, montamos en un barco de nuevo para descender por el Zambeze. En hora y media llegamos a nuestro destino, un campamento perfectamente mimetizado con el lugar.

Corrió el rumor, como la espuma, entre la población, de que cazaríamos un elefante para el pueblo, así que, mientras estábamos buscándolo, a la vez que cazábamos otros animales, teníamos a tres poblados haciéndonos las labores de pisteros.

Tras seis días de caza no podíamos quejarnos. Ya contábamos con un bushbuck, un leopardo y un cocodrilo, y con la colaboración de un PH nuevo, llamado Pavel, de nacionalidad cubana, que estaba con Jesús. Su aprendizaje lo realizó en Camerún, en mi opinión el mejor país donde se puede aprender a ser un buen cazador profesional. Antonio, Mario y yo salimos a cazar en coche, Jesús y Pavel salieron, por el contrario, en barco, a la caza del hipopótamo.

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No hay nada más hermoso que la sonrisa de un niño jugando… aunque sea con la miseria. Quizá él también sabe que esta noche habrá comida donde no siempre la hay… Antonio Reguera observa a unas gentes que agradecen su gesto. Las miradas lo dicen todo… sobre todo las de los niños. El Coronel al mando del poblado agradece a Mario la comida proporcionada a su pueblo. Antonio Reguera y el autor de este reportaje, Ramón Garoz, posando con el elefante abatido. El orgullo, en esta ocasión, por la pieza abatida no es precisamente su trofeo.

Un elefante para comer…

Seguimos nuestro camino cuando el chófer recibió una llamada telefónica, sorprendente y alucinante: ¡íbamos a cazar un elefante para dar de comer al poblado y en éstos, con sus casas construidas de adobe y paja, había muchos habitantes que tenían teléfono móvil!, ¡increíble! Pero, gracias a la tecnología, llegamos cerca de uno de ellos en el que habían visto una manada de cinco animales, entre ellos un macho, que iban a beber al río. Podíamos intentar hacerlos el rececho, con Antonio como PH, Zacarías como pistero, Mario con la cámara, y yo, una mezcla de cazador y PH.

Les entramos y empezamos a caminar muy despacio. Estaban en una zona muy cerrada, con poca visibilidad, por la que no dejaban de moverse. Llevábamos dos horas detrás de ellos y, por fin, pensamos que iban a salir a un claro.

Pero… el aire no estaba a nuestro favor, no cesaba de remolinear y, al final, los elefantes salieron al claro, pero muy pegados a la parte tupida y muy lejos de nosotros. Volvieron a meterse en la zona cerrada. Desistimos e intentamos darles la vuelta quedándonos en una zona abierta del camino, esperando.

De pronto, viene un señor con una bicicleta muy acelerado y nos dice que cerca del poblado, bueno, relativamente próximo, había un grupo de elefantes. Pensamos que eran estos cinco, pero, cuando llegamos, cuál sería nuestra sorpresa al ver una manada de ¡casi cincuenta elefantes! Antonio me miró y me dijo, seguro de sí mismo:

–¡Vamos…!

La manada, que era tremenda, iba en fila, pero apelotonados unos contra otros. Pasaban tranquilos por un claro extenso y decidimos ponernos en la linde de una zona cerrada, quedando bastante camuflados. El aire era perfecto. Antonio me comenta que repita el tiro con él. Afortunadamente, teníamos que cazar el elefante macho más grande de cuerpo y no de colmillos, ya que buscábamos carne.

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El poblado con sus niños. Zacarías, el pistero. La ‘caravana’ de mujeres que van a recoger su alimento y… la enorme belleza de África.

Gratitud…

Nos acercamos a aquella tremanda manada. Yo, llevaba un express .500 y Antonio un .416 Rigbi. Localizamos el macho más grande. Antonio dispara, repitiendo yo el tiro, y me sorprende un golpe impresionante en mi hombro. La manada, en estampida, se da la vuelta.

Antonio, siguiendo sus pasos, vuelve a tirar dejando al elefante sentado de culo. La manada se diluye, encarándose algunos hacia nosotros, y otros ayudando al macho a levantarse. Abro el rifle para meter la bala que no he gastado y salen las dos, cargo y, en ese momento, nos vemos sorprendidos por los elefantes que vienen en estampida hacia nosotros. Los pisteros salen corriendo, muy nerviosos, y Mario y yo, con ellos, no nos quedamos atrás.

Pero, entonces, nos damos cuenta de que Antonio se ha quedado ahí, parado. Regresamos a su lado y los elefantes se dan la vuelta juntándose con la otra manada para irse de nuevo a la zona cerrada. ¡Bufff…!

Una vez tranquilizados todos, comento que creo que he perdido una bala al descargar. Cambiamos los rifles y nos encaminamos a ver al elefante abatido. Llegamos al lugar del lance… ¡y no estaba!

Nos abrimos con los rifles preparados y a cien metros divisamos al animal de pie. No le dimos ocasión: Antonio disparó, pegándole el rifle un retroceso impresionante, y yo, con el .416 con mira, apunté a la cabeza y apreté el gatillo. No sé si fue la tensión o tal vez la adrenalina, pero hice un tiro precioso. Descubrimos que el rifle express .500 disparaba los dos tiros, 900 grains de un golpe.

En cuestión de minutos llegaron todos los vecinos con el Coronel al frente –el alcalde del poblado–.

Fue un momento precioso y muy emotivo. Mujeres y niños nos daban las gracias, sus miradas llenas de gratitud y alegría, con esos cantos que nos ofrecían, nos hizo sentirnos unos privilegiados, ¡parecíamos auténticos héroes!

No me lo podía creer, un poblado entero agradeciendo a unos cazadores el haber abatido un elefante. ¡Sin palabras¡, esto es África…

Si este acontecimiento hubiese tenido lugar en Europa… la población no sé qué nos habría hecho… ¡Destronarnos!, seguro. ¡Gracias, África!

359 - Mozambique (2)
Antonio observa el resultado del lance. El Coronel celebrando el triunfo que supone poder alimentar a su gente. Ramón con algunos nativos posando con un trofeo que esta vez tiene un mejor destino que la taxidermia. Y, de nuevo, ¡África, que hermosa eres!

 

Por Ramón Garoz.

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