Internacional

Al Caprivi… ¡A por un gran elefante! (Segunda parte)

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«Son grupos de hembras y animales jóvenes, pero de tamaño mastodóntico. Nos llama la atención que los colmillos no se corresponden con el tamaño de los animales… En nuestra inexperiencia, deberían tener mayor volumen…».

En Botswana este año no se cazan elefantes. Y éstos, al parecer, van de un lugar a otro y, según nos dicen, ‘hay una plaga’.Nos informan también de que los gobiernos de Zambia, Botswana y quizá de Angola, piensan abrir de nuevo la caza de paquidermos el año próximo.

Santiago ha contratado una compañía Camel Thorn Safaris, que opera en el área de Bamunu Conservation (350.000 ha). En esta reserva, en la que Santiago no ha trabajado todavía, permiten un limitadísimo cupo de capturas de elefante (tres trofeos y dos ‘sin trofeo’ por año), ocho búfalos y poca cosa más. Como ocurre casi siempre, las áreas que tienen abundante caza, lo son porque están anexas a una reserva más o menos importante. Ésta está anexa a la fantástica reserva de Botswana llamada Chobe Conservation National Park, de la que le separa un riachuelo (el río Chobe) que en algunos puntos tiene tres metros de ancho.

Cuarenta grados a la sombra…

El viaje, como siempre, ‘un rollito’ largo. Barcelona-Frankfurt, Frankfurt-Windhoek y finalmente Windhoek-Katima Mulilo… Con paciencia, todo se pasa….

El aeropuerto de Katima Mulilo es de una sencillez extrema. Se trata de un barracón con divisiones. Una de ellas es una cantina y lo demás son dependencias de personal que habitualmente está a la ‘fresca’ de un árbol en las cercanías. Parece que llega y parte un aeroplano cada dos o tres días.ponla seguro

Pasamos sin control las armas y el equipaje. Todo funcionó como una seda. Todo hasta que buscamos a los empleados de Camel Thorn Safaris que debían de esperarnos. El contrato se firmó nueve meses antes y nadie conocía personalmente a ninguno de sus miembros… No se veían por ninguna parte. No estaban.

Nos asaltaron todas las dudas del mundo. Tres tipos tirados en un rincón despoblado del mundo, a 40 grados a la sombra… No conocemos a nadie. Nadie responde al teléfono… (¡sorpresa, hay cobertura!). Cada uno de nosotros imagina un escenario distinto, a cual más tétrico.

Cuando ya buscábamos la estrategia para viajar con el montón de maletas y armas a buscar un hotel, pensión o tienda de campaña, y después de una espera de una hora y pico, aparece un hombre con una pickup de caza, atiborrada de paquetes, donde no cabe ni una hoja de afeitar. Botellas, latas, bidones, galletas, etcétera… apiladas hasta en los asientos… Se presenta como el responsable del campamento donde vamos a convivir.

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Bajo estas líneas, Santiago Escobedo de Custom Gig Five Safaris, organizador de esta aventura.

Nos acogemos a la política de ‘pelillos a la mar’ y nos vamos al campamento. El trayecto dura más de hora y media. Polvo, polvo, polvo. Carreteras y chinos construyéndola. Allá donde vamos, en África, nos encontramos con este binomio… En los últimos cinco kilómetros, atravesamos una extensa área de pantano (swamp) con el agua estancada llegando al borde de la ventanilla. Calor, mucho calor.

Al llegar al campamento, Ralph, el responsable del campamento, nos cuenta que Félix, PH copropietario de la empresa (socio en Namibia) que hemos contratado, está en otra reserva. Nuestro PH no tiene licencia en Namibia, por ello han contratado a otro PH que llegará ‘mañana por la tarde’. Nuevo contratiempo. Al precio que se pagan los daily rates diarios, dejar de cazar medio día es renunciar a un dinero previamente pagado y una falta de respeto a unos clientes que han realizado 20.000 km para cazar… ¡Cabreo!

Yo llevo mi guerra a otro terreno. Joan contrató hace ocho meses su bull de elefante. Yo pretendo negociar con el responsable de la concesión (¿?) la caza de un elefante sin –exportar– trofeo, de los dos que les han otorgado y que deduzco que no han vendido. Estos elefantes, con algún colmillo roto, no tienen permiso Cites para viajar, con lo cual no puedes poner el trofeo al lado del televisor. A lo sumo, bien medido y fotografiado, un taxidermista en España te puede confeccionar una réplica… No encuentro con quien hablar…

Nos muestran el campamento, muy sobrio. Hay dos cabañas aparte, en mitad de la sabana, elevadas un metro del suelo, construidas con cañas, sin puertas ni ventanas, con techo al estilo zimbawés, una para Joan y otra para mí. El resto de las estructuras, comedor/estar, cocina y viviendas de auxiliares, son dignas.

Cenamos sobriamente y a dormir. Por la noche, un gallo macanudo que se paseaba por el campamento, se desgañitó para que no pudiéramos pegar ojo. Al día siguiente, Ralph, con un rifle del 22, intentó cambiar su estado de rey del gallinero por el del príncipe de la cazuela. No se salió con la suya. Tuvo que ser todo el personal de color del campamento el que, en pie de guerra, consiguió reducirlo

Día 1. Noche ‘toledana’ en Namibia

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Desayunamos al estilo anglosajón. Empieza un tira y afloja por si salimos o no de caza. Finalmente, Ralph consiente, visto el cariz que tomaban los acontecimientos, en salir de caza…

Nos meten en una pickup semejante a un furgón de presos. Más tensión y discusiones. Protestas. Salimos hacia el embarcadero donde nos espera una sólida embarcación con un motor fuerab
orda. Unos dos kilómetros. Por el camino vemos, a lo lejos, elefantes y búfalos.004-001

Después de probar el rifle de Joan, nos montamos en la embarcación y nos vamos río abajo. Embarcamos: Ralph, un único pistero/policía (¿?), nuestro PH, Joan y yo, en una zona de caza. Desde el mismo momento que pusimos el pie en tierra firme, coincidimos con Joan que, no habiendo huellas ni excrementos recientes de elefantes, nos habían sacado a dar un paseíllo a la espera de que llegara el PH namibio… Volvimos al campamento y Joan manifestó a Ralph que, para salir por la tarde a pasear por el campo sin posibilidad de disparar a un elefante, estábamos bien descansando en el campamento y que tomara buena nota que el día uno de cacería, allí no había cazado nadie.

Van pasando las horas y el PH namibio brilla por su ausencia. Finalmente, nos anuncian que no iba a llegar hoy. Lo haría ¡mañana! entre las 08:00 y las 09:00 horas. Después de varios tira y afloja conseguimos hablar con él por teléfono, y nos informó de que venía conduciendo su automóvil desde Windhoek (¡1.400 km!). Que lo habían contratado ¡esa misma mañana! y que llegaría mañana, cuando pudiera…

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«Este apriorísticamente privilegiado lugar, está en ‘la ceja’ de Namibia. Un corredor en el noreste del mapa, que queda entre Angola y Zambia por el norte y Botswana por el sur…».

El único representante de la empresa gestora de caza era Ralph. Le llovió, ló
gicamente, el chorreo correspondiente, máxime cuando nos informó que el pistero/policía que nos había acompañado por la mañana, no era ‘el bueno’. Éste todavía no había llegado.

Finalmente anduvimos paseando por las cercanías del campamento. Poco a poco y de lejos se empezaron a oír bramidos de elefante. La fiesta fue a más y los empezamos a ver a unos 1.000 metros. Se van acercando unos grupos en avanzadillas. Son grupos de hembras y animales jóvenes, pero de tamaño mastodóntico. Nos llama la atención que los colmillos no se corresponden con el tamaño de los animales… En nuestra inexperiencia, deberían tener mayor volumen…

Al principio nos ha parecido que se avistaban unos trescientos ejemplares, pero se fue montando una nube de polvo en el horizonte, mientras iban llegando cada vez más. Montaban una algarabía importante y dedujimos que había más de quinientos animales. A todo esto, nos anuncia Ralph que ya había llegado el segundo e importante pistero. Santiago habla con ambos pisteros y pacta salir mañana por la mañana de caza… haya llegado o no el PH namibio. Aceptan.

A las 11:45 h. noto que algo o alguien toca las frágiles cañas que configuran la pared de mi cabaña, por la parte de fuera. Sobresaltado, me despierto. Alguien ‘husmea’. Una aspiración escalofriante. Ruido, más ruido… Golpes tremendos a los árboles contiguos a mi habitáculo. Bramidos y paseos de elefantes por todas partes. El roce de los paquidermos a veinte centímetros de mi piel, a dos palmos de mi oreja, me tiene inmovilizado. El cualquier momento pienso que va a entrar por la frágil pared un colmillo que me va a pinchar como una aceituna para ponerme en su Martini…

Santiago nos avisó de que, si llegaban los elefantes a las cabañas, no nos moviéramos. Yo lo entendí así y estuve tieso en la cama durante ¡dos horas y media! Cuando se fueron, vi luz desde la cabaña de Joan. Él se ‘atrevió’ con ellos, enfocándoles una linterna de largo alcance. Cuando se hizo el silencio, a dormir. Mañana será otro día…

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Día 2. En marcha…

Hora del desayuno. Llega Joan y, con su manera de contar las cosas, que deja para el final el solomillo, explica que a la media hora de acostarse, un animal de considerable peso se paseó por el techo de su cabaña. Para él, se trataba de ‘un gran gato’ porque se desplazaba rompiendo cañas que le caían a él sobre la cabeza y que, cuando él iba para un lado, el ‘espantoso animal’ lo hacía en su misma dirección. Encendió todas las luces. El bicho seguía allí por encima del techo. Enfocó finalmente la linterna a la puerta, le corrió el cerrojó el rifle y allí estuvo pendiente de descerrajarle una bala si se le ocurría hacerle una visita (recuérdese que nuestras cabañas carecían de puerta y de ventana). A todo esto, llegaron los elefantes y el ‘espantoso animal’ (para Joan se trató de un leopardo) se desvaneció. Cambió de escenario por la tangana ya descrita de árboles al suelo, barritadas, pipís interminables…001-047

Una vez retirados los elefantes, hacia las 02:30, Joan ‘fareaba’ las cercanías de la cabaña y observó lo que era un mapache a unos metros. ¿Fue éste el ‘espantoso animal’? Nunca lo sabremos.

Después de desayunar, aparece el coche que nos trajo del aeropuerto, cargado con dos pisteros/policías, preparado para salir de cacería. Ralph se esfuma… Él ‘no podía’ autorizar una caza ilegal. Nos llevan los pisteros a realizar ‘otro paseo estéril’. A las 11:00 h. ya estábamos de vuelta al campamento. Con todo, aún vimos una manada grande de búfalos y una veintena de elefantes. Ninguno con colmillos de trofeo. Fue entonces cuando llegaron Ralph con el PH namibio, llamado Bond. Con su llegada, al parecer, se apaciguaron discretamente los ánimos. Comimos y… ¡a cazar, que es a lo que habíamos venido!

La salida de la tarde ha sido espectacular. Hemos ido con la embarcación río arriba y, aún sin estar por la labor de disparar (esto se nota), vimos más de 40 elefantes machos (bull, en su lenguaje) bien armados de marfil. Quizá no había ningún big one. Lo que sí ha ocurrido es que los hemos tenido, algunos de ellos, a menos de 10 metros. Unos barritando y los otros mudos. Unos en Botswana y otros en Namibia (recuérdese que cada una de las orillas pertenece a un país distinto). Unos tienen defensas simétricas y potentes, otros algunos colmillos rotos. Pero todos los adultos son descomunales. Mucho mayores que los que cazamos el año pasado en la región del Tete, en Mozambique…

Medio limpiamos un atasco del río que nos hizo perder una hora y aquí se acabó el día. Medio de paseo y medio de caza.

Espagueti bolognese y a dormir. Un vino bivarietal sudafricano, merlot/cabernet sauvignon alegró la fiesta.

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«En los últimos cinco kilómetros, atravesamos una extensa área de pantano (swamp) con el agua estancada llegando al borde de la ventanilla. Calor, mucho calor…»

Día 3. Muchos elefantes

Esperábamos levantarnos a las 06:00 horas, y a las 05:00 vienen a llamarnos. Mientras tomo el café, llega Joan. Me pregunta: «¿no has oído esta noche el pollo que he montado?» «No. ¿Qué ha pasado?» Me cuenta: «A las 02:00 empiezo a oír ruido y peleas. Cada vez más cerca de mi cabaña. Me levanto, enciendo la linterna, me olvido de las gafas con las prisas, monto el Blaser y salgo a la balconada. Me están observando decenas de ojos. Más de 25 animales. A unos 40 metros de mi cabaña. Les doy la luz, bato palmas, grito… y nada. Cada vez se acercan más. Pensé que se trataba de facocheros o bushpigs, pero deduje, por la forma de moverse, que eran hienas…».

Se va sumando gente a la mesa del desayuno y se monta un debate general de los fantasmas que rodearon la cabaña de Joan. Hienas, muchas son veinticinco o more… Al final, hemos ido a por las huellas. Las había de búfalo por todas partes. Unas cuantas risas y… a cazar.

La mañana ha sido otra vez de embarcación. Dos PH, dos pisteros (Benet y Nicolás), Joan y yo. El pistero que ayer era tan importante (Hans), hoy no está. Hemos estado en varios sitios distintos bajando de la lancha. Hemos desembozado el río (siempre hay conflicto en el mismo lugar). Ha llovido. Hemos podido observar, en el lado de Botswana, dos muy buenos elefantes. No parecían dispuestos a atravesar el río. Esto pinta mejor. Sándwich y por la tarde volvemos…002-028

Por la tarde hemos ido en otra dirección con la embarcación. Hacia el oeste. Ha estado bien. El tiempo anduvo revuelto. Ha llovido un poco. Quizás por esto, hemos visto muchos menos elefantes. Con todo, habrán sido 20 o más. Les he hecho fotos en todas las posturas. Cruzando el río, dándose un baño de arena, enseñándonos las orejas… También hemos avistado un sinfín de animales que aún no habíamos visto. Un rebaño de cebras, una docena de facocheros, un hipopótamo grande que ha salido del agua y nos ha acompañado en la dirección de la barca durante un buen rato. Hecho que nos ha permitido poderle sacar un buen puñado de fotografías. Hemos podido observar con todo detalle una hembra de waterbuck, un cocodrilo visto y no visto, muchos babounes, gallinas de Guinea, francolines…

Uno de los elefantes que hemos divisado, en mi ignorancia, me ha parecido perfecto de defensas, tamaño y edad para cazarlo. Pertenecía a un grupo de seis machos sueltos y a los PH’s no les ha parecido suficiente trofeo. Lo han llamado ‘elefante del último día…’ Hay que decir aquí que una cacería con dos PH’s, aun conservando unas formas intachables, como fue en nuestro caso, se convierte a menudo en un conflicto. Dos personajes con perfil de aventureros, atléticos, en un trabajo de riesgo elevado y con un oficio donde la formación tiene un gran componente de self made man, las opiniones suelen ser divergentes. No es raro que de vez en cuando, salten salvas de cohetes luminosos… Ha sido una tarde muy relajada e interesante. Ya casi era de noche (18:30 h.) y hemos tenido cuatro elefantes grandotes a diez metros. De uno en uno.

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Los protagonistas de esta aventura, Joan y Josep, sobre estas líneas, Joan, en la lancha remontando el río y en la fotografía de la derecha con Escobedo en el campamento.

A las 8.00 pm cenamos y… a dormir. A esto de las 11:30, nos vamos a las cabañas y quince minutos más tarde oigo gritar a Joan. Santiago, que todavía andaba por allí, corrió a la cabaña de Joan. Al poco volvió y le pregunté qué había ocurrido y me contestó: «¡Nada, nada!». Me acerqué a la cabaña de Joan y me contó que había ahuyentado media docena de búfalos, pero que quedó una hiena rondando y no había manera de que se fuera…

Día 4. Aparece un bull…

Tocan diana a las 05:30. Mientras preparamos el café, nos avisa Ralph que han llamado unos pastores trashumantes (que vimos un par de días antes por el este y que son los únicos que tienen permiso para atravesar esta área de caza) y han dicho que han visto un bull.

Salimos zumbando hacia allí. Al llegar nos cuentan que el grupo de elefantes con el macho grande, ya se había ido.

Hemos dado un gran paseo a pie y otro con la embarcación. No hemos visto ningún animal. A las 11.00 horas ya habíamos vuelto al campamento.

A las doce hemos tomado un sándwich, siesta de una hora y… a la caza. Por cierto, los sándwiches eran muy vulgares. Pan hecho en el campamento sin sal, un trocito de queso de color azafrán, una rebanada de tomate de supermercado y arandelas de cebolla picantes. Le hemos pedido a la cocinera un par de latas de atún y con un poco de aceite de oliva hemos levantado la calidad del condumio.

Esta mañana, cuando cogimos la embarcación para volver al campamento, los pisteros/policías o lo que sean, han decidido volver andando con idea de buscar huellas. Antes de salir por la tarde, ha llegado información de los pisteros y de Ralph, que también se fue por su cuenta a buscar huellas. Ambas informaciones eran coincidentes. Todos vieron rastros de un día de varios elefantes. Había uno que dejaba una macrohuella de 2,5 pies ‘físicos’. Por cierto, Ralph llegó hecho polvo. Los pisteros, como si se levantaran de una siesta…004-012

Con esta información salimos el equipo completo. Dos PH’s, dos pisteros, Joan y yo. Cogimos la embarcación y nos dirigimos al oeste. No habíamos hecho más que salir, empezamos a ver grupos de elefantes. Tres, cuatro, doce, uno suelto… Los conté. Cuando pasé de los 110, dejé de contar. Seguro que fueron más de 250. He hecho más de cien fotos. Ha sido espectacular. Electrizante para un fotógrafo aficionado. Elefantes barritando a escasos 10 metros, con las orejas abiertas y la trompa en ristre… Entrando al agua, saliendo del agua…

Aparte de los paquidermos, hemos visto un búfalo viejo solitario (un dagaboy), un cocodrilo, un facochero, un impala, una hembra de waterbuck… Un problema técnico que nos limita en esta concesión, es el geográfico. Estamos en un río, el Chobe, que en esta época del año discurre con poquísima cantidad de agua. En algún lugar tiene escasamente tres metros de ancho. Como ya hemos avanzado, una de las orillas pertenece a Namibia. Concesión Bamunu, donde hemos contratado la cacería del elefante. La otra orilla pertenece a otro país, Botswana, en el que esta temporada no está autorizada la caza del elefante y, para más complicación, el área que bordeamos es el Chobe Conservation National Park, zona que al parecer hace muchos años tiene prohibida la caza de los elefantes… Pero no acaba aquí. Al parecer hay una densidad alta de furtivos y la policía, con la ayuda de helicópteros, protege los paquidermos. Si descubre furtivos, dispara a matar… Nosotros con nuestra lanchita, miramos de reojo cada helicóptero que nos sobrevuela…

El Chobe NP Botswano está esquilmado de vegetación. Se la han comido los elefantes. Es un gran erial. Los pocos árboles que hay los han derribado para comer las hojas… En el río se bañan, arrancan cañas y se comen las raíces. En el pantano (swamp) se revuelcan en el barro y siguen comiendo cañas. Cuando encuentran un árbol, lo derriban y a por sus hojas. Ciertamente, dividen su tiempo entre ambos países.

Ya era tarde, casi las 18:00 horas, cuando aparece un bull en la orilla de Botswana. Los pisteros interpretan que intenta entrar al río y cruzar a nuestro cazadero. Tardó en decidirse a cruzar y nos fuimos. Cuando ya le dábamos la popa de la embarcación, los pisteros, de pie sobre los asientos, vieron como entraba… Era un elefante soberbio. Elegante y grande. Los expertos le atribuían 50 libras por colmillo de peso. Un bull de verdad. Damos la vuelta con la canoa y… a por él. Después de comentar tamaños de colmillos y visto que este era, con gran diferencia, el más grande que habíamos visto, los PH’s deciden que puede ser el trofeo que buscamos. Nos hemos tenido que esconder del bull porque, después de atravesar el río, se ha quedado un rato en la misma orilla. Montados los rifles, la expedición (sin mí) se pone a la búsqueda y abate –si es posible- del bicho. Han hecho más de tres kilómetros detrás del macho, que ha cruzado por la mitad de un grupo de 30 hembras y crías, y han desistido. Era muy tarde y había mucho peligro transitando por este lugar.006-283

De vuelta era ya muy oscuro y la navegación era muy complicada. Seguimos viendo elefantes y, en una angostura del río, ha faltado muy poco para que atropelláramos a un elefante joven. Hemos pasado a menos de un metro de su cuerpo.

A las 20:15 horas se cena. Macaroni, ensalada, salsa de champiñones y carne de órix. Una charla corta y… a dormir.

 

 

Continuará…

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  Por Josep Giné i Goma

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