Internacional

En los territorios de nanook en Canadá

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá por John Sauro

Dos años después de hacer la reserva, por fin, llegó el día de la partida. Tras hacer todos los trámites, con mi amigo Gustavo, cogimos el avión con destino Frankfurt para enlazar con el vuelo de Air Canada hasta Montreal. 

Llegamos en hora, pero nos retrasamos con el papeleo de las armas perdiendo la conexión con Ottawa, pero cogiendo el siguiente. Allí nos estaba esperando John Sauro, uno de los dueños de la orgánica. Persona amable, ya entrado en los cincuenta, biólogo de profesión, que nos contó cómo acabó adquiriendo Canadá North a su anterior propietario. Tras acomodarnos en el hotel, salimos a dar una vuelta por Ottawa y durante la cena nos mostró fotos de osos y nos detalló cómo se desarrollaría nuestra cacería en Resolute.

Historia de una mentira

Resolute tiene una población de unas 240 personas, de las que el 90 % son inuits. Tiene iglesia, supermercado, dos hoteles, cuartel de la Policía Montada, colegio, polideportivo y un edificio de correos. Situada al sur de la isla de Cornwallis, debe su nombre al primer barco que atracó en la bahía a mediados del XIX. Su nombre en lengua innuit es Quaasuitug (el lugar donde no existe la aurora). Allí nos estarían esperando Martha –una bella innuit de unos 65 años, amable y cariñosa que es una loca de la caza– y su marido. John nos explica que al día siguiente Gustavo irá hacia el este con dos guías, siempre dos por seguridad, y yo en dirección opuesta con otros dos.

1 Grande En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Saldremos a una distancia de un día o dos, ya que los locales siempre cazan los osos más cercanos. El transporte lo haremos con la tienda sobrepuesta en un trineo y enganchada a la motonieve. Tiene forma heptagonal para que no se enganche entre los hielos y dormiremos en ella. Una vez hecho el recorrido, comenzará la caza utilizando los perros del trineo. La media de osos está entre los 8,5 y los 9,5 pies, aunque todos los años se matan tres o cuatro de diez y, cada dos años, uno de once pies.

John nos comentó que esta época es la mejor, dado que los osos polares, entre marzo, abril y mayo, es cuando más comen, obteniendo en estos tres meses el 80 % de su peso. Además de coincidir con la mayor depredación, también es época de celo, por lo que los machos recorren mucha distancia para buscar hembras, –más de 60 kilómetros al día–.

Los innuits

A polar bear swimming in the ocean water

Respecto a los innuit, nos contó que era un pueblo muy tranquilo porque para ellos el futuro no era demasiado importante, ya que tienen todo solucionado, pues el estado les da una buena pensión, por lo que no necesitan mucho para vivir.

En los años cincuenta se produjo un fenómeno que marcaría su destino. EEUU quería controlar el paso del noroeste catalogando a estos mares como aguas internacionales, y así poder tener un mejor control en la Guerra Fría con la URSS. Canadá se negó a declarar sus aguas como internacionales y como había pocos habitantes y necesitaba establecer poblaciones para confirmar su dominio, decidió llevar familias para repoblar. Dada la hostilidad del lugar, debían traer a quienes fueran capaces de sobrevivir y eligieron innuits del norte de Quebec, a los que prometieron buenas casas y zonas de caza a cambio de que se estableciesen en núcleos como Resolute.

Cuando llegaron no encontraron las ansiadas casas ni nada de lo prometido, quedando a su suerte y viviendo en cavernas de anteriores pobladores. Para colmo, y evitar que pudieran emigrar a otros lugares, el gobierno los trasladó en pleno octubre, cuando la noche dura 24 horas, por lo que no pudieron escapar.

Finalmente, y no hace tanto tiempo, el gobierno canadiense ha tenido que pagar cuantiosas sumas para resarcir los daños. Ésta es una de las razones por la que los innuits cuentan con tantas ayudas. Por otro lado, también puede ser una explicación a su modo de vida cómodo y fácil, totalmente desmotivado y, por supuesto, con el mayor índice de suicidios del planeta. A esto se le suma el consumo de alcohol y drogas que, aunque prohibidos, son fáciles de encontrar en el mercado negro.

Mal tiempo

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Por fin llegó la mañana del 15 de abril. Los trámites en el aeropuerto –una simple caseta prefabricada– fueron rápidos y embarcamos en el primer vuelo con destino a Iqaluit, capital de Nunavut.

Cuando nos anunciaron la salida de nuestro vuelo para Resolute, pasamos por la pista de aterrizaje hasta nuestro pequeño avión de hélices. Tras tres horas y media de vuelo, hicimos una pequeña parada para repostar en Artic Bay. Al llegar a Resolute nos esperaban Martha y su marido, quienes nos explicaron que nos dejarían en el hotel para quedar al siguiente día y acompañarnos a la oficina de Wild Office para recoger los precintos. La idea era salir por la tarde con nuestros guías. Al llegar al hotel de Inns North, el encargado nos contó en la cena que en el pueblo daban al año unos 35 precintos y que todos se realizaban por un sorteo. Afirmó que es muy común que los osos entren en los pueblos en busca de perros o basuras y que cada día, por turnos, salían en parejas sobre las 06:00 h., antes de que los niños fuesen a la escuela, por si algún oso se había colado en el pueblo.

Tras la cena, y como aún era pronto, nos preparamos para dar una vuelta por el pequeño pueblo, aunque se me olvidó la máscara de la cara, por lo que el intenso frío me cortaba las mejillas como si de un cuchillo se tratase. Volví de inmediato al hotel.

El día 16 amaneció claro. Durante toda la noche hubo luz aunque no se veía el sol. Martha vino al hotel sobre las once y nos comentó no saldríamos por el tiempo. Según el parte meteorológico habría mucho aire, lo que dificultaría mucho la visibilidad; sin embargo, a partir del viernes daban buen tiempo.

Desde el hotel nos acompañó a la oficina de Wild Life de Nunavut donde nos extendieron las licencias y los precintos para oso polar, foca y zorro ártico.

El viernes 17 transcurrió sin pena ni gloria esperando a que nos dijesen algo. El tiempo seguía sin mejorar y no quedaba más remedio que seguir esperando, pasando el tiempo entre charlas y libros.

El sábado 18 amaneció un poco oscuro. Martha nos vino a avisar de que yo salía de inmediato y Gustavo sobre las 15:30 horas, aproximadamente.

Por el mar helado

Tanto las mujeres como los críos, habían salido a despedir a sus maridos. Una de ellas llevaba en la capucha de su abrigo otro niño con un añito. Con silencioso cariño se despidieron besándolas. Con los niños la escena fue más tierna, pues les arrimaron las naricillas, frotándoselas. Me pareció una escena tierna y bella que, a buen seguro, se ha repetido durante miles de años atrás, cada vez que sus ancestros se iban a cazar. En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Mis guías no contaban más de treinta años. Su estatura era igual que los inuits que había visto por el pueblo, no pasando del 1,65 m. El mayor, Gregor, dirigía, mientras el ayudante, Jimmy, era algo más joven. Les saludé al tiempo que pasaban mi saco de dormir y mi mochila dentro de la tienda-trineo que engancharon a la motonieve. Detrás, atado, iba el otro trineo con las pieles de caribú.

Nos dirigimos, en caravana, fuera del pueblo. Debía de ser ya mar helado, pues pasamos al lado de varias barcas. Enseguida nos detuvimos en unas pequeñas casetas donde había diez perros. Todos estaban separados unos quince metros unos de otros, supongo que para evitar que se agrediesen. Gregor desató el trineo de la caravana y empezó a disponer largas cuerdas para atarlos por parejas, poniéndoles los arneses y atándolos a la cuerda del trineo. Finalmente, monté en la motonieve con Jimmy, pues, según me sugirió Gregor, iríamos más ligeros y los perros aguantarían más al llevar menos peso.

Cuando estuvo todo dispuesto, salimos. La estampa, preciosa, eran los perros tiraban eufóricos del trineo. Nuestra dirección, por el sol, era hacia el suroeste, pasando frente a la base militar de Resolute. Cuarenta minutos después de nuestra salida por el mar helado, paramos para dejar descansar los perros. Continuamos la marcha, el tiempo era soleado y estaba disfrutando de la experiencia ártica. Mis botas parecían funcionar a la perfección y con mi ropa no pasaba frío. Por el contrario, protegía mi cara y cabeza del aire con una máscara, gafas de ventisca y un gorro de lana, además de ponerme el gorro del abrigo.

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Por la posición del sol habíamos cambiado ligeramente a oeste. A las 18.00 horas, y tras cuatro horas de marcha, paramos a tomar un té y descansar. El viaje a través de la superficie helada del mar era bastante monótono, pues en el horizonte se mezclaba el cielo grisáceo con el mar helado. Paramos de inmediato cuando en el horizonte divisamos un punto negro. Jimmy se subió a lo alto del trineo con los gemelos, mientras Gregor nos alcanzaba con su trineo y los perros. Me dijo que subiera y me señaló el punto en el horizonte, fue ahí donde distinguí que ese punto negro se movía en forma de zigzag en dirección a unos montículos de hielo.

Aparece nanook

Mientras intentaba distinguir su color, Jimmy pronunciaba por primera vez una preciosa palabra: «¡Nanook!». Gregor nos alcanzó con los perros, subió al trineo-tienda y observó también al oso. Me comentaron que se iban a acercar con la motonieve para intentar cortarle la huella y poder aproximar su tamaño. Desengancharon la motonieve de la tienda-trineo y partió en su dirección. En ese momento, y mientras esperábamos, me dijeron que cogiese el rifle y lo cargase, pues si las noticias eran buenas saldríamos en el trineo con los perros a cazarlo.

Mi corazón empezó a bombear fuerte mientras intentaba cargar con las manos heladas, por la excitación y el frío, las tres balas que entraban en el cargador del rifle. Gregor me comentó que el oso tenía unos 8,5 pies y una piel bonita. Jimmy, con entusiasmo, me dijo que fuéramos a por él, pues un 8,5 pies era un buen oso. No me convenció demasiado y pedí nuevamente si podía mirarlo con los prismáticos. Observé que su piel era un poco amarilla, señal, según había leído, de que se trataba de un oso joven. Pregunté sobre la piel y me respondieron que era muy buena y un tanto amarilla, lo que despejó mis dudas. Les dije que era el primer día y creía que podíamos cazar un oso mejor, al menos con nueve pies, algo así como tres metros.

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Les hice entender que no sólo era venir y cazar, sino compartir y aprender con ellos vivencias de todo tipo. Creo que lo acogieron de buen grado, pues Gregor me miró y dijo que era un oso con porvenir y se le veía joven. Entonces, con una sonrisa, dije: «Dejemos que siga creciendo y vayamos a por un buen oso…».

Ambos se miraron y con una sonrisa supe que habían aceptado de buen grado mi decisión, lo que me gustó, aunque me sembró la duda de si había hecho bien y encontraríamos algo mejor.

Eran ya cerca de las 22:40 horas cuando continuamos el viaje, dirigiéndonos a unos salientes de hielo situados en el extremo de una pequeña isla. Aunque el sol todavía nos iluminaba, los perros estaban cansados, por lo que me indicaron que acamparíamos. Jimmy dispuso la tienda, desenganchó la motonieve y me pidió que le ayudara a sacar las neveras. Mientras, Gregor ató una extensa cadena amarrándola por los laterales al hielo del suelo y dejándola lo más tensa posible. De ella, y de dos en dos, iban saliendo tramos más cortos donde fue disponiendo las colleras de los perros.

La palabra mágica

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Por razones de seguridad, frente a las posibles visitas de osos, y para evitar condensación, mi rifle, según me explicaron, se quedaría fuera. Otro rifle siempre dentro de la tienda, y el otro, del calibre 30/30, en la puerta de la tienda donde dormíamos, pero en el exterior. Al ver el rifle de palanca del calibre 30/30 me sorprendió su estado: le habían cortado la culata dejándole sólo un muñón para agarrarlo. Tanto el alza como el punto de mira los habían quitado también, por lo que le daba al rifle un aspecto de auténtica hojalata vieja e inservible. Jimmy me dijo que era de su padre y lo utilizaban para aguardar en los respiraderos a las focas, disparándolas a bocajarro cuando asomaban el morro para respirar.

El domingo, 19 de abril, fue el segundo día de caza. Son las 10:30 horas, he dormido como un lirón, pero ellos siguen durmiendo. El saco ha ido a la perfección, aunque creo que el mérito es de una pequeña estufa a gasolina que han dejado toda la noche. A mediodía reanudamos la marcha, esta vez vamos siempre en dirección al oeste.

Sobre las 14:30 horas paramos y preparamos té, tomando como almuerzo una sopa de las que sólo hay que añadir agua caliente. Después de este descanso giramos totalmente al sur. En una de las paradas he oído la palabra mágica, ¡nanook!. Intento buscarle con mis prismáticos pero no lo distingo y es Gregor el que, montado en el trineo, nos dirige gesticulando su mano hacia la dirección que debemos tomar. Seguimos unas millas hasta que volvemos a dar con él, viendo claramente que es una hembra con crías, por lo que cambiamos dirección y la dejamos tranquila.

Son las 9:00 horas del lunes 20 cuando me despierto. Nuevamente, mis guías siguen durmiendo hasta que, a las once, empiezan a desperezarse. En cuanto salimos, cogemos una hilera de estas formaciones de bloques y la vamos siguiendo cuando en una de las paradas, Jimmy grita: «¡Nanook!». Cuando nos aproximamos, descubrimos que es una osa con su pequeño. Continuamos en paralelo siguiendo la formación de los bloques de hielo cuando vemos unas huellas de oso que se cruzan. Paramos y las examinamos poniendo la mano estirada para saber el tamaño que puede tener el oso. Jimmy y Gregor le calculan unos ocho pies, por lo que continuamos.

Nueva parada y nuevamente mis oídos escuchan la palabra mágica. Mi corazón se acelera al saber que son frescas y antes de que podamos examinarlas, Gregor desengancha la moto y marcha para cortarle el paso. Cuando vuelve nos dice que es pequeño y que por el tamaño cree que es una hembra solitaria.

Es a las 18:35 horas, en una de las paradas cuando Jimmy grita de nuevo. Aunque ha sido la tónica del día, mi corazón no deja de palpitar con fuerza cuando la escucho. Escudriñamos el horizonte hasta que comprobamos que se trata de otra hembra con un solo pequeño detrás, por lo que cambiamos completamente de rumbo.

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

¡Lets go for the bear! 

Martes 21, cuarto día de caza. Estoy ilusionado por la cantidad de osos vistos ayer, ¡cerca de 23 entre hembras jóvenes y crías! Amanece un día despejado y sin nada de viento, sin duda, el mejor que hemos tenido desde que estoy aquí. Hablo nuevamente con España y me indican que Gustavo ha matado su oso el primer día. Indico que si llama le digan que yo aún sigo cazando y que se vuelva a España.

A las 14:20 horas nos ponemos en marcha, dando con una huella a la media hora. Me comentan que está en torno a los nueve pies, lo que produjo de inmediato en mis oídos música celestial.

Tras comprobar la medida de la huella con mi mano extendida, puse una bala del .375 H&H dentro para fotografiar la huella y así poderla comparar visualmente.

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Sin perder tiempo seguimos en la dirección que había tomado el oso para parar al poco tiempo, descubriéndole a través de los prismáticos andando delante de nosotros. Parecía que le habíamos ganado terreno a la vez que mi pulso comenzaba a elevarse. Jimmy decidió desenganchar la moto y aproximarse al oso para verle mejor. Cuando volvió nos comentó que le parecía un buen oso, pero que no sabía a ciencia cierta si pasaba de los nueve pies, lo que me hizo dudar, pero me tranquilizó al decirme que estaría muy cerca. Lo que confirmó es que tenía un precioso pelo y que era un macho maduro; total, que la decisión era mía. Respiré hondo, miré al cielo encomendándome a mis santos y pronuncié un lets go for the bear! (¡vamos a por el oso!).

Cogí de inmediato mi rifle, metiéndole una bala más en la recámara y monté junto a Gregor en el trineo. Al sentarme pensé que la partida de cartas había comenzado, que, fuera grande o pequeño, ya daba igual, la caza había comenzado. Los canes parecían saber que la acción estaba servida y, más que correr, volaban. Poco a poco íbamos ganando terreno y fue apareciendo una mota negra delante de nosotros. Jimmy nos adelantó con la motonieve mientras ese punto negro, en un principio indefinido, fue ganando forma hasta transformase en la figura de un oso. Como pude me quité las manoplas mientras intentaba que el rifle no se me cayera.

Con la mano derecha iba haciendo las fotos que buenamente podía, mientras con la izquierda sujetaba con fuerza el rifle. Cuando faltaban escasamente cien metros, Gregor soltó a todos los perros a la vez mientras nuestro trineo seguía deslizándose por su propia inercia hasta pararse. Salté lo más rápido que pude, y le entregué la cámara de fotos para que hiciera tantas fotos como le fuese posible. Cuando levanté la cara, los perros ya estaban envolviendo al oso. El primero en tirarse fue el perro líder. Intentaba guardar todas las imágenes e impactos que mi mente podía recibir, pues el momento lo merecía. El oso se transformó en una gran y feroz masa blanca revolviéndose y repartiendo zarpazos a diestro y siniestro.

Una tempestad de furia

En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

Toda la acción estaba envuelta en una gran nube de polvo de nieve que saltaba, a la vez que la excitación de los ladridos aumentaba la tensión de la escena. Quité el seguro y me aseguré de que los aumentos estaban al mínimo, respirando hondo a la vez que me dirigía andando a la pelea. Realmente lo que estaba presenciando era único y fascinante, una batalla ancestral entre perros y el mayor depredador que hay sobre la tierra. Mientras unos perros esquivaban los zarpazos del oso por delante, otros perros le mordían por detrás, haciendo que éste se revolviese hacia ellos. Vi grabados en los rostros de los canes, la rabia y el valor de la defensa, del ataque y del coraje.

En un rápido giro del oso, vi volar de un zarpazo a uno de los canes junto a un chillido desgarrador. Tal sería el golpe que el perro estuvo tumbado y fuera de combate unos segundos para no arrimarse más. En otra de las embestidas, el oso debió pisar la cuerda de otro de los canes, atrapándole con sus mandíbulas por la mitad del lomo. Gregor me empezó a gritar: «¡El perro, el perro!», al tiempo que el perro se revolvía chillando de dolor.

No podía esperar más y me acerqué buscando el ángulo que acabase con aquella tempestad de furia. La refriega era tal, que no veía momento de concluirla sin riesgo para los perros. Finalmente sonó la detonación y el oso liberó de inmediato al perro para revolverse sobre el costado donde había recibido el impacto. Un chorro de vapor salió de la herida, mientras la detonación y el olor a sangre, enaltecía nuevamente a los perros a cargar sobre la bestia.

oso polar En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

El oso, aún con fuerza, seguía revolviéndose para vender cara su vida hasta que poco a poco sus fuerzas fueron menguando para quedar tendido al pie de sus enemigos. Gregor me abrazó mientras una respiración honda me hacía soltar toda la adrenalina contenida. Jimmy se acercó a felicitarme, había seguido toda la acción desde la motonieve a escasos metros. Los perros estaban tumbados al lado del oso, jadeantes y comiendo nieve para refrescarse. Gregor se acercó a reconocer a los dos perros que habían sido heridos. Al preguntarle sobre el estado de ambos, me dijo que creía que se salvarían con algunos cuidados. Mirándole, pregunté el nombre de los dos valientes heridos y su respuesta me dejó más helado aún: «No tienen nombre, normalmente no pasan de los siete u ocho años».

Retirados los dos perros heridos, hicimos varias fotos para inmortalizar el momento vivido. Mientras ellos quitaban la piel al oso antes de que se congelase, saqué ese anciano whisky de más de dos lustros que había traído para la ocasión. Le acompañaba otro buen amigo de las grandes celebraciones, un puro habano. Llené el vaso con un poco de nieve y hielo. Busqué un montículo helado donde sentarme y con el vaso alzado y el puro habano encendido, me dispuse a brindar por la muerte de tan bravo animal.

Más osos y… más sueños

Según Gregor, fue a las 15:40 horas cuando abatí al animal. Tras recoger todo, nos dispusimos a volver atando los perros al trineo, todos menos uno, que viajaría dentro del cajón. Estábamos a dos días de Resolute, por lo tanto, intentaríamos acampar esa noche en la misma isla en la que lo habíamos hecho hacía dos.

A las 17:30 horas los perros empezaron a ladrar y alguien pronunció la palabra «oso». Cuando miré, vi a los dos pegando un bote sobre los colchones, lo que inmediatamente mi cabeza interpretó reaccionando con el mismo acto reflejo. Mientras Jimmy miraba por la ventana para localizar al oso, y yo intentaba ponerme las botas, Gregor ya había sacado su rifle de debajo de los colchones e intentaba como podía hacer lo mismo. Cuando abrimos la puerta y salimos, los perros estaban como locos ladrando y tirando de las cadenas en dirección al oso. Los guías empezaron a gritarle para ver como éste, simplemente, cambiaba su dirección y se iba.oso polar © SCI

Parecía que todo había quedado en calma cuando los perros comenzaron a ladrar otra vez a las 18:40 horas. El bote que dimos fue de admiración, digno de medalla en cualquier olimpiada. Repetimos la operación con más rapidez que la anterior. Esta vez, observé como Gregor acerrojaba el rifle a la vez que lo sacaba de la funda. Jimmy nos dijo que el animal estaba como a ciento cincuenta yardas de los perros, parado, sin saber qué hacer, mientras los perros ladraban histéricos lanzándose a por él. Al salir, Jimmy cogió su rifle y metió una bala. Saqué mi rifle de la funda, que estaba fuera en el lateral del trineo entre las neveras. Mientras no apartaba la mirada del oso para ver su posible reacción, quité el seguro y acerrojé mi rifle metiendo una bala en la recámara, dejando el arma en salvaguarda mientras me levantaba.

Con los nervios a flor de piel, pregunté a Gregor si le tiraba, a lo que me dijo que esperase, y que tirase sólo si atacaba a los perros o bien si cruzaba hacia nosotros. Gregor indicó a Jimmy que arrancase la motonieve y diese acelerones para asustarle, y el oso dio media vuelta y, con paso rápido, se fue. Solté un resoplido que se debió de oír hasta en las islas Cayman. Tardamos unos minutos en tranquilizarnos para volver dentro y meternos en nuestros sacos. Pensé que esa noche no volvería a dormir, pero la calma fue reinando y quedé definitivamente dormido.

Por la mañana nos levantamos tarde, desayunamos y preparamos todo para volver. Hacía muy buen día y tuve oportunidad de ver varias focas que, en la superficie del hielo, tomaban plácidamente el sol. Llegamos con tiempo de sobra para la cena. Martha vino a por mí en su coche y me dejó en el hotel diciéndome que me acompañaría al día siguiente para legalizar el trofeo en la oficina de Wild Life.

 

A la mañana siguiente me levanté tarde, desayuné con Martha y me comentó que me había cambiado los billetes para salir de Resolute el viernes con destino a Ottawa. Sólo me quedaba llamar a Nuria, de Globeland, para que me cambiase los billetes a Madrid. Después fuimos a la oficina de Wild Life para legalizar mi oso.

Comencé el regreso saliendo, como estaba previsto, de Resolute a Ottawa. Todo fue tranquilo y sosegado. Esa noche dormí estupendamente, aunque algo me despertó a las cinco de la mañana haciendo que me incorporase de repente de la cama. Vi entre sueños una gran montaña nevada llena de carneros azules, ¡el Himalaya! Respirando profundamente me volví a quedar dormido, de nuevo había empezado a soñar, ¿será que otra aventura está en marcha?
En los territorios  de nanook Resolute, Nunavut, Canadá

 Por Short Magnum, SCI Castilla y Picos de Europa Chapter

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