África Internacional

Cazadores de leyenda: la historia… casi se repite

1 tony sanchez ariño

Hace varias años me encontraba cazando en Zimbabwe y, mientras esperaba al próximo cliente, viejo amigo mío con el que había realizado ya muchos safaris por diversos países africanos, aproveché unos días para hacer una prospección y ver como estaba la situación de los elefantes en la zona donde pensábamos cazar.

Por experiencias pasadas no me fío ni un pelo de las ‘supuestas informaciones’ dadas por unos y por otros, asegurando esto y lo otro, que al final todos son mentiras, fantasías e incongruencias que en lugar de ayudar sólo hacen que fastidiar y complicar las cosas.

elefanteComo dijo cierto santo, «ver para creer’», y esa es la política que siempre seguí sin hacer caso a ‘los cantos de sirenas’ pretendidos por los ‘técnicos de cafetería…’, lo que, dicho sea de paso, me dio siempre los mejores resultados.

Un homenaje póstumo

La zona donde se realizaría el safari, especialmente para elefante, estaba en el noreste de Zimbabwe, hacia los confines de Mozambique, y allí marché acompañado de mi equipo y un  miembro del Departamento de caza, que vigilaría y controlaría todo según lo reglamentado. De momento utilicé como base la casa de un amigo mío cazador profesional, que me ayudaría en el safari, pues él conocía perfectamente la zona y yo no, dicha sea la verdad.

Una vez todo organizado hicimos la primera prospección, saliendo después de comer  hacia un lugar que solía ser visitado por viejos elefantes, a no más de una hora de distancia con el Toyota. Una vez dejamos la carretera principal, sorteando milagrosamente decenas de enormes camiones conducidos por ‘homicidas potenciales’, en sus viajes de ida y venida de Mozambique cargados con mercancías, nos metimos por una pequeña pista donde recuperamos la ‘tranquilidad vial’, pues con aquellos irresponsables al volante se jugaba uno la vida más que si se pretendiera cazar un elefante con un arma del 22 Long Rifle…

Tranquilamente comenzamos a dar vueltas internándonos por un terreno de colinas bastantes despejado, quedando tan sólo espesa la vegetación en el fondo de los pequeños valles formados por las referidas colinas. Por fin llegamos a donde había un gran árbol baobab y mi amigo me enseñó la placa que había colgada a un lado de él en memoria de un cazador profesional que hacía poco había muerto por culpa de un elefante allí  mismo.

La placa sobre el baobab frente al que un elefante mató al cazador profesional Alan Lowe.
La placa sobre el baobab frente al que un elefante mató al cazador profesional Alan Lowe.

Se llamaba Alan Lowe quien, por lo visto, no pudo para la carga del animal que atacó de forma imprevista, pues no había sido herido ni acosado, lo que es un comportamiento muy extraño en un elefante, a no ser que algún insensato o furtivo lo hubiera tiroteado antes dejando al animal dolorido y furioso. En fin, allí estaba la placa de un triste y desafortunado recuerdo la cuál quise fotografiar para mi archivo de estos temas, no sin antes rezar unas oraciones por el alma de aquel pobre desdichado.

Colmillos para llavero…

Estaba aún metiendo la cámara fotográfica en su funda cuando uno de os nativos nos dijo que acababa de ver la espalda de dos elefantes que se metían por la vegetación del próximo valle, a unos cien metros tan sólo a nuestra izquierda. Subidos de pie en lo alto del Toyota aún pudimos ver un elefante desapareciendo en la maleza. Después de medir el viento, para que no pudieran olfatearnos, nos dirigimos hacia allí andando, dejando el coche donde estaba para no hacer ruidos que pudieran  asustar a los elefantes.

La intención era poder verles los colmillos, si valían la pena o no, pues como límite mínimo me habían fijado siempre no tirar un elefante con menos de 50 libras por punta (22,5 kilos), pues me parece un crimen matar un animal tan hermoso, una obra maestra de la naturaleza, si el trofeo no compensa ese acto de ‘maldad cinegética’, como está sucediendo ahora que se asesinan pobres elefantes con unos colmillos como para hacerse un llavero… ¡Ay, Dios!

tony sanchez ariño 2Siempre con el viento de cara, o como dicen los ingleses, down the wind, nos fuimos acercando hasta entrar en el vallecito, que tenía en el medio un corredor de vegetación densa y muy despejado a los lados, con plena visibilidad. Habríamos adelantado unos quince o veinte metros cuando vimos salir un elefante delante nuestro subiendo por la pendiente del lado izquierdo, lentamente y muy tranquilo… al parecer.

Aquel ejemplar tenía un ’seguro de vida en la boca’, al menos conmigo, pues los colmillos no llegarían a las 35 libras (15,800 kilos) cada uno.

Entonces nos quedamos para ver el otro elefante, al cual pudimos escuchar delante al romper unas ramas para comerse las hojas. Más que despacio fuimos acercándonos hacia aquellos ruidos, pero sin ver nada. Por si acaso yo había cargado mi rifle del .500 Jeffery con el seguro puesto y balas blindadas de 535 grains (34,5 gramos), que es un verdadero ‘antitanque’ contra los elefantes, pues nunca se sabe lo que puede pasar.

Elefante a la carga1 elefante en Botswana

Por el ruido que hacía comiendo calculamos que el elefante debería estar delante, a unos veinte o veinticinco metros, pues la visión seguía siendo nula.

Quieto y con las orejas como pantallas tratamos de centrar al animal en su exacta posición, cosa que él nos facilitó al romper varias ramas con el chasquido clásico. Andamos un poco más y ante nosotros apareció  un espacio bastante despejado dentro de aquel laberinto vegetal, parándonos nuevamente allí para seguir escuchando.

De pronto, cuando menos lo podíamos esperar, escuchamos un fuerte barrito del animal y ruido de vegetación rota en nuestra dirección como si fuera aquello un huracán. Quitándole el seguro al .500 vi aparecer hacia nosotros, hecho una furia, un elefante más que cabreado…

Al llegar a ocho metros, como luego medimos, le hice un disparo por encima de la línea entre los ojos, pues ya venía con la cabeza baja embistiendo, que lo derribó, quedando muerto en el acto, pues ya no hizo falta ningún otro disparo. La verdad es que fue impresionante ver aquel animal salir de estampida entre la maleza, sin dudarlo un segundo, hacia nosotros, una situación más que apurada que, afortunadamente, solucionó perfectamente el potente .500 Jeffery.

Excelentes resultados

Después del susto, que todo hay que decirlo, estuvimos mirando y remirando el cuerpo del elefante pero no pudimos ver ninguna herida vieja ni nada que hubiera podido enardecer al animal, que tampoco pudo olfatearnos pues siempre tuvimos el viento a favor como fui comprobando a cada paso…

La reacción de aquel animal fue un verdadero misterio y hoy día, después de tanto tiempo, aún no me lo explico. El elefante era un macho adulto, bien alimentado y, a la vista, en perfecto estado de salud, Los colmillos quedaron en 36 y 37 libras  cada uno, lo que fue una pena tener que matarlo, pero la verdad es que no me dejó otra alternativa, o él o nosotros, con lo cuál no había la menor duda…

Tony con su rifle de calibre .500 Jeffery y el elefante abatido a ocho metros de distancia.
Tony con su rifle de calibre .500 Jeffery y el elefante abatido a ocho metros de distancia.

Afortunadamente venía también  el Game Scout del Departamento de Caza, que las pasó ‘de todos los colores’ según confesó, quien hizo el correspondiente atestado explicando que fue un lance en verdadera defensa propia sin la menor escapatoria posible, con lo cual todo terminó felizmente, menos para el desgraciado elefante, dicho sea de paso… La carne del animal se repartió entre la población local, como es la costumbre y los colmillos quedaron en propiedad del Departamento de caza.

En los últimos años se han dado el caso de varios cazadores profesionales muertos por elefantes, el último en mayo de 2015 en Zimbabwe, donde por lo visto este pobre no pudo parar la carga del elefante que lo hizo trizas, mientras el cliente estaba sentado en el coche esperando que le indicara si valía o no la pena el trofeo. Nunca sabremos lo que pasó, pero mucho me temo que fue una combinación de errores, producto de poca experiencia práctica, como fue acercarse demasiado pensando que ya dominaba el tema…

Mi amigo y gran cazador de marfil de los viejos tiempos, George Rushby, siempre decía que cuando uno haya cobrado su elefante número cien es entonces cuando sabrá  ‘algo’ sobre la caza de este animal, en lo cual le doy toda la razón pues sirva como ejemplo mi persona, que después de haber cobrado más de mil trescientos elefantes todavía aprendo algo cada vez que me afrento a ellos…

¡Y Dios me libre de confiarme! CyS

Por Tony Sánchez Ariño

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