Europa Internacional

Descubriendo los Cárpatos: oso pardo en Rumanía

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“Los osos pardos son animales fascinantes para los cazadores. Son el símbolo del salvajismo, de la libertad, de la naturaleza en su estado más puro, y uno de los animales que peor soportan el progreso y la llegada de la civilización”

Del libro Caza Mayor Internacional, de Ramón Estalella.

oso pardo rumaniaEs Rumanía un país con gran potencial para los amantes de la caza y la naturaleza. Un lugar de gentes hospitalarias donde las tradiciones se compaginan con la modernidad. Lugar de misteriosos bosques y con un noble pasado. Su arquitectura plagada de innumerables iglesias e inexpugnables fortalezas hacen que nos encontremos ante un escenario de marcado misticismo.

Como de costumbre, comenzamos a forjar aquella aventura con casi un año de antelación. Tanto había leído sobre este bello país que ‘su veneno’ corría por mis venas hacía ya algún tiempo. Al comentarlo con mi compañero de muchas aventuras tanto nacionales como internacionales, Antonio Lozano, recibí una respuesta breve y concluyente: «Organízalo, Alfonso, que me voy contigo sin dudarlo». Y con ello me puse, consultado toda la oferta que había en el mercado para este tipo de viaje. Había recopilado información en la feria Cinegética del pasado año y tenía buenas referencias de algunas orgánicas ‘serias’.

Una gran tradición cinegética

Fue una tarde de abril cuando, compartiendo un agradable almuerzo con Juan Carlos Rufo y Antonio, llegamos a la conclusión de que confiaríamos en su orgánica para emprender nuestra aventura carpática. A pesar de ser Arpad Sarkany el orgánico más conocido del ‘jardín de los Cárpatos’, nuestro consultor trata en aquella zona con otra empresa, justificando algo que, después tuvimos la oportunidad de comprobar; era un perfecto binomio de profesionalidad y buen hacer.

Había elegido Rumanía para realizar un viaje combinado con la intención de cazar el rebeco carpático y el oso pardo, cacerías éstas que se podían compatibilizar, hasta cierto punto, por desarrollarse la primera a durante las primeras horas posteriores al amanecer y, la segunda, durante las primeras horas de la noche, si bien es cierto que habíamos sido advertidos del cansancio que acumularíamos.oso pardo rumania

Pero, como sarna con gusto no pica, hacia allí nos dirigimos con nuestras maletas llenas de sueños para descubrir el país europeo que, junto con España, ofrece un mayor número de especies cinegéticas de caza mayor.

Es por muchos reconocido que la berrea del ciervo rojo en aquellos majestuosos bosques es, posiblemente, la modalidad de caza de este cérvido más espectacular de mundo. Junto a éste, destacar igualmente otra de sus especies emblemáticas, como es el urogallo, aunque hoy su caza está prohibida pese a disponer de unas poblaciones más que destacables.

En el caso del oso, sus poblaciones van aumentando año tras año debido a una buena gestión por parte de la Administración de Medio Ambiente. Baste decir que para una población estimada de unos 8.000 animales, se conceden al año no más de 200 permisos para su abate.

Atrás quedaron, gracias a Dios, los tiempos en que el dictador Nicolás Ceaușescu utilizó todo el territorio rumano como su particular coto de caza. Es bien conocido que en sus fastuosas cacerías, a las que fueron invitados personajes como Nikita Khrushchev, Gaddafi o Josip Broz Tito, entre otros, se llagaron a abatir un total de más de 4.000 osos en la más absoluta de las impunidades.

Destaca el posicionamiento que ha sufrido la nación con respecto a la caza, reconociendo esta actividad como algo tradicional e histórico, en un país donde más del treinta por ciento de su superficie son bosques.

Como anécdota, la primera asociación de cazadores rumana fue fundada en Bucarest en el año 1880..

Llano y tortuoso

oso pardo rumaniaDesde el año 1930, Rumanía pertenece, como miembro fundador, al CIC (International Council for Game and Wildlife Conservation) y desde el año 2000 es miembro de la FACE (Federation of Associations for Hunting and Conservation of the EU).

El control de los bosques se lleva a cabo por los guardas forestales, también conocidos por el nombre de padurar, supervisados por un ingeniero de montes o inginer silvic.

Salimos de la Terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas el día 4 de noviembre. Volábamos con la compañía rumana Tarom, hacia Bucarest. El viaje se me hizo muy ameno, ya que la compañía de mi buen amigo Antonio siempre hace que nuestros tiempos de espera sean muy llevaderos, inundando nuestras conversaciones de temas cinegéticos, culturales, y, cómo no, de nuestro día a día.

Llegamos al aeropuerto de Otopeni, Bucarest, a eso de las 17:00 horas. Tocaba entonces recoger nuestro equipaje junto con los maletines donde llevábamos nuestras armas y municiones. Solventamos el trámite con sorprendente celeridad debido a unos buenísimos tratos policiales y aduaneros, que nos sorprendieron muy gratamente.

En el hall del aeropuerto nos esperaba nuestro organizador Valentín. Profundamente culto y de rostro triste, demostró ser siempre un gran anfitrión y un experto conocedor de su profesión aunque, en ocasiones, se le pudiese percibir como algo distante.

Nada más entrar en nuestro moderno vehículo, salió a la luz una conversación que actualmente se está convirtiendo en bastante cotidiana en el día a día del ciudadano de a pie. La tan degradada clase política salía de nuevo a la luz con la dimisión del primer ministro rumano Víctor Ponta, y la de su gobierno en pleno tras multitudinarias protestas por la muerte de más de 30 personas en un incendio de un club nocturno en Bucarest durante el fin de semana. Junto a esto, otro caso candente, como el del alcalde de Bucarest, en prisión por diversos delitos derivados de la corrupción, tales como el cobro de comisiones y demás, al que ya nos tienen más que acostumbrados en nuestra querida España.

Durante nuestro viaje hasta una coqueta casa rural situada en las proximidades de Sinaia, recorrimos extensísimas llanuras que se perdían en el horizonte, cubiertas todas ellas de una rica tierra negra a la que mi queridísimo padre, en su condición de amante de los frutales y hortalizas, habría vuelto literalmente loco.

Con estas sensaciones íbamos consumiendo nuestro trayecto hasta que, después de dejar un trazado totalmente recto, pasamos a un tortuoso camino lleno de curvas de todos los ángulos posibles. Era el lugar ideal para mi maltrecho oído y su vértigo, que me produce mareo cada vez que me encuentro en este tipo de encrucijadas. Tuve que, pese al frío reinante, abrir una de las ventanillas y hacer un auténtico ejercicio de sugestión para intentar no echar mi primera papilla en tierras rumanas.

Cuando, por fin, paramos en la casa forestal en la que pernoctaríamos las próximas cuatro noches, casi me pongo de rodillas y doy un beso al suelo como si de un sumo pontífice se tratase.

En el paraíso del rebeco

Nuestra primera mañana de caza la utilizaríamos para hacer nuestra primera visita a las montañas Bucegi, uno de los paraísos mundiales para la caza del rebeco. Según la estadística del CIC, seis de los diez primeros trofeos oficialmente reconocidos en Europa, provienen de este monte, con una superficie de unos 300 kilómetros cuadrados y estimación poblacional de unos 800 animales. 

rebeco rumaniaA pesar de ser las 03:45 horas y haber descansado escasas cuatro horas, me levanté como impulsado por un resorte. Quería vivir en primera persona aquellas historias que había podido leer de otros tantos cazadores que quedaron embelesados por aquel mítico bosque.

Aún de noche cerrada, pude comprobar la bajada drástica de las temperaturas con un cielo completamente despejado y plagado de estrellas. De lo que no era consciente era de lo que iba a suponer hacer un trayecto en coche de algo más de hora y media por aquella orografía caprichosa de centenares de curvas seguidas, donde los trayectos rectos parecen no existir. Como estaría la cosa que, a pesar de estar algunos grados por debajo de cero, tuve que abrir la ventanilla y comentar con mi conductor que, a pesar de tener espíritu de piloto de rallyes, disminuyera drásticamente la velocidad, a lo que accedió al ver mi rostro color blanco ultratumba.

“Destaca el posicionamiento que ha sufrido la nación con respecto a la caza, reconociendo esta actividad como algo tradicional e histórico”

La claridad empezaba cuando llegamos al que sería nuestro punto de recogida una vez finalizado nuestro rececho. Comenzamos a ascender por una de las caras de la montaña, siguiendo las sendas utilizadas por los alpinistas y excursionistas extremos para ir ganando altura. A los pocos minutos me sobraba prácticamente toda la ropa y sudaba a pesar de la baja temperatura existente.

Con éstas, fuimos descubriendo varios grupos de animales, pero ninguno de ellos con ejemplares representativos para aquella zona. Eran principalmente hembras con crías acompañadas de algún macho joven. Un paisaje tapizado de rala hierba amarilla con innumerables farallones de piedra de imposibles pendientes. En más de una ocasión, el maldito oído me jugaba alguna mala pasada sintiendo un vértigo que me llegaba a bloquear por completo.

Ya de vuelta al coche, por estar bien avanzada la mañana y comenzar a verse excursionistas por todas partes, mis guías decidieron hacer un alto en el camino para saludar al agente de protección civil. El día había salido inmejorable y las vistas de las montañas tapizadas en zonas bajas y medias por un exuberante bosque de colores verdes y amarillos, era como vivir dentro de una postal.

Persona ésta muy agradable y cortés, nos invitó a degustar un café de puchero al calor de su chimenea. Fueron una batería de preguntas y una decena de respuestas largas que mostraban una experiencia infinita en aquella cordillera de caprichosa y extrema orografía. Nos comentaba que el año pasado, un excursionista de nacionalidad inglesa, al ver a una gran osa transitando por una de estas cumbres en compañía de su osezno, tuvo la ‘infeliz’ idea de acercarse más de la cuenta para poder fotografiarla con su pequeño. Pueden imaginarse el fatal desenlace que tuvo la historia ya que, como si de una película de terror se tratara, aquel insensato pagó con su vida un craso error de principiante.

Una muy tensa espera

Tras nuestra jornada matutina, y un trayecto menos infernal que el de ida, llegamos nuevamente a nuestros cuarteles generales con el tiempo relativamente holgado. Tras una buena comida y tertulia, incluso pudimos descansar algo más de una hora. Preparamos nuestros bártulos y salíamos para los puestos de espera a las 15:45 horas, ya que sabíamos que sería completamente de noche a eso de las 18:00. Según me comentaba mi guía, Ion Domnsa, inspector de caza de la zona conocida como Silvica Prahova, los osos acuden a los cebos relativamente pronto, debido a su feroz apetito después de haber pasado la jornada matutina descansando en la espesura del bosque.

Serían las 16:30 horas cuando aparcamos el coche en el borde de un camino paralelo a un río. Nos adentramos entonces en un bosque muy espeso en sus copas que apenas permitía entrar a la ya debilitada luz del atardecer.oso pardo rumania

Andando despacio, muy despacio, con miedo a pisar, fuimos llegando a nuestra caseta. El silencio era absoluto y el lugar era como me lo había imaginado una y otra vez al empezar a forjar mi idea de intentar cazar un oso pardo en espera. Mi espíritu estaba lleno de ilusión.

Con la esperanza encendida, la tarde se fue agotando y el sol se escondió para dejar paso a la tenebrosidad de la noche en el bosque. Había reconocido el terreno desde mi pequeña ventana y lo intenté aprender de memoria. Si viene por allí, le dejo llegar al claro, y si viene por la izquierda, dejo que pase y sortee aquel tronco seco y se aproxime al comedero… Con estas cavilaciones comenzó el aguardo.

“Nos comentaba que el año pasado, un excursionista de nacionalidad inglesa, al ver a una gran osa transitando por una de estas cumbres en compañía de su osezno, tuvo la ‘infeliz’ idea de acercarse más de la cuenta para poder fotografiarla”

Y con la espera, mi mente fresca a la que no acompañaba mi cuerpo cansado por la gran paliza que me pegué por la mañana tras los pasos de los rebecos, se decido a imaginar cómo sería mi futuro lance. El tiempo transcurría fugaz y los minutos se descolgaban rápidos del reloj a pesar de la falta completa de luz y actividad.

La ilusión y la esperanza son los pilares en los que se sustenta la espera. En muchas ocasiones, como ocurre en las tierras del cono sur, son variados los visitantes de nuestro apostadero mientras que en aquellos majestuosos bosques centroeuropeos, rara vez puedes contemplar algún otro animal salvo los hambrientos cochinos.

El reloj marcaba ya las siete de la tarde cuando la misteriosa y sobrecogedora oscuridad se apoderó de nuestro apostadero. Intentaba sin éxito, revisar todos los ángulos posibles cada cinco minutos con los prismáticos. Tenía que hacer un auténtico ejercicio de imaginación para identificar las siluetas que a principio de la tarde aparecían totalmente nítidas.

Estaba yo en plenas meditaciones, haciendo volar mi imaginación, cuando, como salido de la nada, escuché un ruido muy claro procedente del interior del bosque. Intenté sin éxito ver que ocurría afuera, pero el ángulo de visión de mi apostadero era insuficiente. Una cortante tensión invadió aquel, hasta entonces, tranquilo ambiente.

Sin darnos cuenta, una gran sombra se había instalado en las proximidades del comedero. Tenía que ser el gran plantígrado, ya que apareció en aquel marco incomparable de forma clandestina aunque, por un momento permanecía totalmente inmóvil. Tal vez intentaba descubrir el peligro o escuchar algún ruido sospechoso que lo pusiese en alerta. Estaba a escasos centímetros del punto de comida pero con un ángulo de disparo no muy bueno, ya que nos daba la espalda.

Mientras tanto, mi experimentado guía procedió a abrir con absoluto sigilo la pequeña ventana corredera por la que observábamos el lance. Había acordado con éste que, sin mediar palabra, me posicionaría hasta encontrar una situación óptima de disparo que permitiese algo fundamental para este tipo de animal: encajar el primer impacto en una zona vital de la bestia, ya que pistear un oso herido en plena noche es una tarea que roza la locura.

Saqué mi rifle muy despacio, sin un solo ruido, con una templanza impropia del que escribe estas líneas. No quería asustar ni al aire. Mi lentitud estaba más que justificada, ya que nuestro oponente no distaba más que tres decenas de metros de nosotros. El animal en aquel momento realizó un pequeño giro, parándose de nuevo perfectamente ladeado ofreciéndome un buen flanco. Intenté buscar sin éxito el cruce de las agujas, pero no veía con claridad la cruz del anteojo. Cogí aire y, al soltarlo tan lentamente como pude, rocé el gatillo del Blaser para verme sorprendido por la detonación.

Un animal excepcional

Retumbó el trallazo del rifle y aquel gran plantígrado acusó el disparo de forma clara, dejándolo por segundos totalmente aturdido. En el tiempo que me dio para volver a cerrojear y alojar un nuevo proyectil en la recámara de mi .375, aquella enorme mole de pelo había comenzado a correr buscando la protección del bosque.

Tal y como había planeado mil veces, pude volver a disparar como si de un cochino en montería se tratara. Al sonar la segunda detonación, el oso pareció no acusar el impacto despareciendo en la oscuridad y, de pronto, se hizo un absoluto silencio.

Fue entonces cuando mi compañero de espera soltó toda su tensión acumulada en forma de abrazo hacia mí, que bien pudiera haber sido como el famoso ‘abrazo del oso’ por su potencia y violencia. Incluso me llegó a dejar unos segundos sin poder respirar. Parecía más que convencido de que el trabajo estaba hecho y muy bien hecho.

Dejamos pasar unos minutos de rigor, comentando como se había desarrollado el lance, hasta que decidimos bajar de nuestro apostadero para acudir al lugar de autos. Con mil precauciones nos acercamos al claro. Avanzaba tenso, con el rifle montado, tratando de ver el bulto del animal entre los arbustos. La angustia y la ansiedad aumentaban. Oía desde fuera mi propio corazón.

oso pardo rumaniaCon la ayuda de las linternas fuimos cubriendo todos los ángulos hasta que tuve el placer de descubrir mi soñado trofeo yaciendo inerte en aquella cama de hojas secas. Me parecía enorme, pero mi criterio era totalmente nimio.

Cuando llegué, le toqué con la punta del cañón con algo más que respeto y su inmovilidad junto con la tranquilidad que trasmitía mi guía, me confirmaron que estaba muerto. Sin lugar a dudas era el gran señor de aquellos bosques llenos de leyendas. Su pelo era suave, aunque a simple vista parecía áspero. Sus zarpas eran potentísimas y destacaban unas enormes uñas. Tenía unos impresionantes incisivos, detonando su clara vocación depredadora. Mi compañero no paraba de repetir decenas de veces las palabras very big e incluso me llegó a reconocer que no era el oso que ellos estaban esperando, sino otro de porte muy superior que habría echado al primero de su querencia.

Me comentaban mis anfitriones, al hablar sobre la especie, que los casos de furtivismo según su dilatada experiencia en el país eran prácticamente inexistentes. Las únicas bajas que se producían en las poblaciones más que saludables de aquellos inmensos bosques, venían por los encontronazos de estos grandes carnívoros con el ganado, principalmente ovejas, de los habitantes de aquellas aldeas que, al ver al gran oso ‘robando’ su sustento, no dudaban en disparar sus escopetas y rifles contra ellos, ya que estos animales suelen ser muy querenciosos a la hora de buscar alimento.

El paisaje no podía ser más bonito. El único ‘pero’ que se puede poner es la suciedad que se va encontrando en aquel paraíso de bosques debido a los numerosos turistas”

Nos hicimos un millar de fotos de todas las formas y posturas, no sin antes atender al ritual de colocarle una ramita de abeto en la boca y entregarme a mí otra manchada de su sangre para colocarla, a continuación, en mi sombrero. Una muestra más del respeto que muestran estas gentes ante la naturaleza que les rodea.

Luego tocó avisar al resto del equipo para, tras un gran esfuerzo de todos, poder cargar aquella mole peluda en una pick up con mucha experiencia en la materia a juzgar por los años que tenía. El acontecimiento de la caza de aquel oso había congregado en nuestro hotel rural a algunos aldeanos.

Según me comentaba Antonio, que estaba presente cuando fue limpiado el animal, las heridas que habían causado mis proyectiles de 300 grains habían sido escalofriantes. Las balas, a pesar de los diferentes ángulos en que habían sido disparadas, traspasaron el corazón del oso para alojarse caprichosamente la una a escasos centímetros de la otra.

Recuerdo con cierta confusión aquella cena rodeado de parabienes y con un montón de rostros sonrientes en cada esquina del comedor. Una ducha reparadora, ropa limpia, una larga conversación sobre todo lo ocurrido y un ir y venir de tzuica, el típico licor de ciruelas con el que los lugareños alegran sus días, propiciaron que aquella noche, Morfeo me acogiese entre sus brazos a los escasos minutos de acostarme.

Maravillosa naturaleza

El tiempo que restaba de viaje lo utilicé para seguir disfrutando del rececho del rebeco en las montañas Bucegi, donde pude ver un macho de porte extraordinario al que no tuve la oportunidad de disparar y donde, después de una última jornada con un fallo infantil a un buen ejemplar que pasaba sobradamente los cien puntos, pude resarcirme con un buen disparo sobre una vieja hembra a 312 metros medidos con mi telémetro.oso pardo rumania

Las impresionantes vistas desde su ‘Cruz de los Caídos’, hacen que puedas ver los pequeños pueblos a lo largo del valle Prahova (como son Azuga, Sinaia, Tapului, Bușteni, etcétera…). En una de sus verticales aristas pétreas pude observar un fantástico ejemplar de rebeco a no más de setenta metros de nosotros. El ‘único’ problema es que se encontraba durmiendo en una superficie pétrea de medio metro cuadrado y con una más que posible caída libre de unos cien metros.

“Por otro lado, mi buen amigo Antonio Lozano tuvo un trabajo muy duro hasta que consiguió, en el último momento, un bello ejemplar de oso en uno de los puestos situados en las cercanías del municipio de Brasov”

Aquellas montañas cubiertas de hayas, robles y pinos me habían conquistado. El paisaje no podía ser más bonito. El único ‘pero’ que se puede poner es la suciedad que se va encontrando en aquel paraíso de bosques debido a los numerosos turistas, irrespetuosos con el medio ambiente, que visitan aquellas tierras en pleno corazón de los Cárpatos. Era curioso, ya que, hasta en los sitios más recónditos de sus escarpadas cumbres, pude observar la existencia de vidrios rotos, plásticos y un sinfín de basura que rompía el bello sueño de poder pisar naturaleza virgen. Ojalá que, con buen hacer y ganas de hacer, se ponga remedio a esta lacra que lleva a lo terrenal un lugar que, por su belleza y magnificencia, bien podía alojarse en nuestros más bucólicos sueños.

10oso pardo rumaniaPor otro lado, mi buen amigo Antonio Lozano tuvo un trabajo muy duro hasta que consiguió, en el último momento, un bello ejemplar de oso en uno de los puestos situados en las cercanías del municipio de Brasov, en aquellos bosques que albergan el Castillo de Bran, conocido también como el Castillo de Drácula, por el parecido que guarda con el de la famosa novela del escritor Bram Stoker. Antes de que eso ocurriera, se hartó literalmente de hacer kilómetros por todo el país siguiendo las huellas de este poderoso animal después de muchas horas de frío y espera.

Acaricié la idea de volver a aquella tierra para cazar un venado en berrea, e incluso volver a intentar marchar tras los pasos del rey de las alturas y acantilados, el famoso rebeco de los Cárpatos.

Ya han pasado dos meses desde nuestra visita y estoy convencido que si el futuro de me brinda de nuevo esa posibilidad, volveré a aquel paraíso para la caza auténtica que representa Rumanía y sus apoteósicos montes Cárpatos. CyS

Por Alfonso Mayoral

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