Europa Internacional

Caza de corzos en Hungría, expedición 2016

 cazador rececho  Te ansiaba desde lo más íntimo de mi ser. Eran ya tres días detrás de ti, anhelándote, y en las tres ocasiones habías ganado la partida. Pero para esta última oportunidad me había preparado a conciencia para no volver a cometer ningún fallo. Por primera vez durante esta expedición venía Felipe conmigo, para mayor disfrute y responsabilidad. Me recogí la noche previa a primera hora, obviando los whiskeys que se presumían largos después de la opípara cena a base de pata asada de guarro.

Entre sueños, hice balance de los lances vividos contigo las jornadas previas. De mis ventajas y aciertos, pocos, y de mis carestías o errores, múltiples. Una sola conclusión: el momento que ansiaba estaba por llegar y tenía que esperarte ya calmado y en posición antes del alba, rezando para que la diosa Fortuna y la magia del bosque se aliaran y encadenaran tu última aparición, mi querido duende.

Dos días antescorzo

Deduzco que Atila –mi guía en esta ocasión– ha hecho bien los deberes de prospección durante las jornadas previas a nuestra llegada, pues desde la primera salida comenzamos a bajar cupo, y a lo largo del día voy observando y deduciendo su comportamiento –ya que la comunicación verbal con el pueblo húngaro es bastante complicada, por no decir imposible– entrando una por una, de forma metódica y matemática, por las querencias concienzudamente estudiadas, resultados obtenidos gracias a un trabajo analítico anterior ‘de campo’.

Es ya última hora de este primer día tras los corzos de bosque húngaros y después de una corta caminata entramos andando sigilosamente por una zona bastante cerrada de alameda baja y pinar en hilera a una verde siembra rectangular, de unos 250 metros de largo por unos 100 metros de ancho. En la esquina más próxima a la entrada a la siembra hay dispuesta una torreta de madera en la que el paso del tiempo y la termita ya han hecho su trabajo y, además de tener varios de sus peldaños partidos, se escora peligrosamente hacia la derecha. Subimos. La madera cruje con dolor lastimero, pero aguanta. Al menos, si no nos movemos nada. A aguantar nosotros también.

Tenemos casi dos horas por delante hasta la caída total de la luz para esperar que algún buen corzo dé la cara en esta siembra oculta en lo profundo del bosque. No hay nada que hacer, sólo esperar sin mover músculo alguno y disfrutar de la calma del paisaje de esta bellísima zona de Hungría. El bosque que nos envuelve ofrece una melodía constante de cantos y misterios, destacando los cantos de faisanes y cucos entre el concierto que ameniza la espera.

D4 Subiendo a una de las torretas para hacer una esperae repente, dos corzos jóvenes, aún con borra, hacen aparición justo en la esquina opuesta a nuestra posición. Les ‘echamos’ el tubo a 250 metros y disfrutamos con la visión de su plácido comer, aunque siempre en constante tensión sensorial analizando los ruidos y olores que los vientos les acercan.

Un par de hembras se unen a la bucólica escena y tras comer y juguetear un rato, comienzan de nuevo a retirarse al bosque de donde salieron y las sigo con los prismáticos, hasta que poco a poco se van perdiendo entre la lúgubre maleza… Y, de repente, te vi. Con la última luz de la noche, metido en la seguridad del bosque, te vi rascándote al pie de un árbol las últimas borras de tu cuerna a unos treinta metros en el interior del bosque que se situaba en el extremo opuesto de la siembra en la que te esperaba.

Distancia, unos 300 metros aproximadamente –que ya son metros para un corzo– e infinidad de ramaje interpuesto en la trayectoria del tiro que lo desaconsejaban por completo, por lo que ni me lo planteé.rececho corzo

Apareció a tu lado un machete más joven, quien, en juegos, vi que te desafiaba un par de veces y al cual pusiste en su sitio en ambas ocasiones. La luz se fue por completo y la oscuridad se tragó tu tenue silueta. Sin más, nos retiramos  en silencio. Pero ya te había visto. Ya te quería.

cazador rececho en un bosque de hileraUn día antes

El plan era intentar sorprenderte con las primeras luces del alba, si es que aún estabas. Sin embargo, unas pequeñas fiebres nocturnas, quizá provocadas por el cansancio acumulado, provocaron que llegáramos a nuestro lugar de ‘reunión’ en las segundas luces, y no en las primeras, como debería haber sido. Ya amanecía (05:30 h.) cuando entrábamos a la siembra de tus dominios y descubríamos con nerviosismo como allí estabas, fiel a nuestra cita, pero cansado ya de esperarnos y harto de comer, iniciabas tu retirada al bosque en el preciso momento de nuestra llegada a escena.

1auto foto tomada con Felipe tras cobrar el corzo del artículoSin tiempo para mucha meditación ni colocación, y queriendo evitar el subir a la sonora y peligrosa torreta y pudieras descubrir mis intenciones a casi plena luz día, me apoyé como pude en una bala de paja medio deshecha que había a los pies de la torreta y te localicé de inmediato a través del visor. Estabas a punto de retirarte al bosque a descansar el resto del día.

Nos separaban unos complicados 270 metros de distancia en rasante con ondulaciones en el terreno, pero deseaba con obsesión hacerme con tu trofeo. Metí al corzo como pude en la cruz y le lancé poco confiado la bala de un .270 Win. Short Magnum que voló a través de la ondulada siembra y debió quedar enterrada en alguno de sus peldaños de cultivo. A través del propio visor comprobé con desazón como reaccionabas altivo al tiro, entrando, de dos saltos imposibles, en el impenetrable bosque y enviándome desde lo profundo de él una despedida bien definida por cuatro potentes ladridos, desafiantes e hirientes, en los que, seguro, que te jactabas de mi afrenta y torpeza.

Una tarde antes

corzoDecidimos dedicar la penúltima salida, ya que nuestra expedición se acercaba a su fin, en intentar volver a verte, pero fuiste listo y no te presentaste. En venganza por la osadía de esa mañana, decidiste no aparecer en escena, ni tú ni ningún otro macho que pudiera poner tensión cazadora a la espera y dejaste como castigo que la tarde pasara baldía, tediosa y con poca gloria. Pero no por ello te olvidé. Todo lo contrario. Se acrecentó el deseo. Soñaba con que aparecieras una vez más a través de la espesura y me dejarás verte sólo una última vez más e intentar retar de nuevo la consecución de tu trofeo, si era humilde merecedor de él.

En nuestro bolo regreso, mediante señas y el traductor de San Google, trazamos un último plan y decidíamos estar antes de primera hora listos en posición. En la caza hay que ser constante y creyente. Y tú lo merecías, yo creía en ti. Era la última mañana en Hungría y, por tanto, nuestra última oportunidad. Si te presentabas, jugaríamos la partida. Si no, habrías ganado la batalla para siempre.

3 corzo de bosque de luisDía de hechos

Llegamos a las 05:00 h. al escenario de marras. Felipe me ha dado una inmensa alegría esta mañana cuando, sin avisar, ha saltado al coche y me ha dicho que se venía conmigo a disfrutar juntos de la última salida. Pues eso, a disfrutar… Con la oscuridad de la noche recorremos a pie los últimos 500 metros por lo denso del bosque hasta llegar a la siembra tratando de hacer ruido el menor ruido posible. Un palo está a punto de sacarme un ojo. Hay que ir con cuidado. A veinte metros de llegar a la siembra abierta, y aún desde lo profundo del bosque, nos paramos para escudriñarla con los prismáticos para ver si has venido.

Y, efectivamente, allí estabas. Noto como comienzo a bombear la sangre a un ritmo mucho más rápido de lo normal. Miro para atrás y me doy cuenta de que Felipe ya no está ahí, está a mi derecha, rodilla a suelo, valorando al animal con sus prismáticos y girándose me dedica una sonrisa cómplice. No sabe . Nuestro protagonista está parado, a mitad de siembra, con su mismo compañero del otro día: el machete joven y con borra. De nuevo me impresiona tu porte altivo, que muestras incluso al estar ocupado y distraído en labores de alimentación matutinas. «Ahí lo tienes», espeta Felipe.

cazador recechoMi guía, sabedor que la trampa del terreno ondulado que hay oculto bajo la hierba podía derivar en tiros fallidos, me aconsejó sin titubeos intentar la última aproximación y subir solo a la torreta, amparado en la oscuridad cada vez menos presente, como así afronté con todo el cuidado y sigilo posibles, en busca de mejorar el encare desde aquella desvencijada atalaya.

Y no me viste ni oíste. Y ahí te gané la mano –ése fue mi triunfo– aunque siendo sinceros… ¡a estas alturas de la historia el éxito aún no está garantizado!

Con toda la delicadeza y rapidez del mundo me quité el abrigo y lo dispuse a modo de apoyo sobre la traviesa de pino de la escorzada torreta. Te diré, ahora sí, que te estuve viendo y disfrutando durante cerca de dos minutos a través del visor mientras me ofrecías buen flanco, a unos razonables 130 metros de distancia. No me habías descubierto y me regodeaba en la belleza de tu trofeo y en la previsible sencillez del lance que iba a suceder en cuanto el corzo diera un paso una cuarta a su derecha. Sólo un pasito más. Y en cuanto lo diste y paraste de nuevo, ofreciéndome tu costado por entero, disparé confiado, viendo salir polvo justo tras tu espalda. Sin embargo, algo iba mal: durante los siguientes tres segundos, densos y lentos, no moviste ni un solo músculo, descubriendo horrorizado como el tiro se había ido inexplicablemente alto, pasando por encima del lomo. Entonces, al cuarto segundo, llegó tu lógica reacción escapatoria. Saliste lanzado en busca del bosque mientras yo maldecía mi existencia y metía desesperado con el cerrojo la segunda bala en la recámara, sin dejar de mirar como te ibas. Y de tu altivez, llegó tu error.corzo

Sorpresivamente tras el tiro y primera carrera de huida, el corzo se frenó bruscamente 10 metros antes de entrar al bosque, y en posición de passing shoot –en argot tenístico– a unos 110 metros de separación se dirigió hacia nosotros dedicándonos un último gran ladrido, como jactándose de nuevo de nuestro infantil error o despidiéndose, ahora ya sí, para siempre, vaya usted a saber.

Sin embargo, ese fue su vital error. Esa paradita me dio el margen de tiempo justo y suficiente como para, sin haberle quitado el ojo mientras se iba, poder meterle de nuevo en la cruz y disfrutar a través del visor de éste su último gran ladrido de afrenta y desconsideración, tras el que le lanzaba un segundo tiro al codillo y lo veía meterse a la carrera en el bosque, aunque a través de la óptica, en la semipenumbra, me dio la sensación de verlo correr con las manos y cuello muy bajas, buena señal de un buen tiro de paleta.

El corzo protagonista del artículo y autorDesde arriba recuerdo mirar a Felipe, aún emocionado por el lance vivido y asustado por haberlo podido perder para siempre. No estaba al 100% seguro del segundo tiro, al contrario que en el primero, del cual estaba muy seguro hasta que lo fallé estupendamente. La sonrisa esbozada me tranquilizó en cierta forma. Me dijo que él desde su posición no lo había visto, pero sí que había oído impacto- tal es su experiencia- y nos dispusimos a buscarlo yendo al tiro en pos de algún rastro, que no llegamos a encontrar.corzo transporte en coche

Ishban, uno de los tres jueces homologadores de la región, nuestro anfitrión a la vez que experimentado guía este día, no perdía tiempo y en silencio se dirigía a la entrada del bosque por donde te habías perdido, quizá para siempre. A los cinco minutos, cuando el desánimo comenzaba a surgir por no encontrar pista alguna, desde el interior de la espesura nos silbaba descubriendo tu cuerpo y bello trofeo, que guardaré eternamente, con un tiro mortal de codillo que no dio gota de sangre y con el que corrió unos últimos e inexplicables 50 metros para ir a morir al bosque de donde salió, en un lance de un seguimiento y de una belleza ambiental sin igual.

Regresamos sanos y salvos a España, contigo, mi querido corzo, en la maleta de los recuerdos.

Agradecer desde estas líneas la magnífica convivencia vivida por todo el grupo de cazadores y mujeres, Luis, Alberto, Rodrigo, Lisardo, Valentín, Antonio, Manuel, Pepe, José, así como al personal y guías de la estancia, desde el propio Ishban y familia. Los guías Atila y Stephan, y cómo no, a los que hacen posible cada año que esta experiencia sea posible para muchos cazadores y amigos con quienes comparten éxitos y desvelos en su quehacer diario como generadores de caza y actividad cinegética.

Enhorabuena por esta gran oferta y destino corcero internacional de primer nivel, Felipe y Marco, Sierra España. CyS17 Foto del nutrido grupo de cazadores en esta expedición húngara de Sierra España

Por Luis de la Torriente

Hungría. datos prácticos
-Capital: Budapest. Posibilidad de ampliación turística muy interesante.
-Moneda: Forint. El cambio viene a estar de 1:300. Comer en la calle cuesta de media de 10€ a 20€.
-Idioma: húngaro. Comunicación muy complicada con los locales, solventada por la presencia en el campamento base de Adriana, eficiente traductora.
-Inicio de temporada: 15 de abril. Segunda temporada, celo, en verano, mayor peso en las cuernas.
-Cazadero: región de Szeged, dos horas al sur de la capital Budapest, cerca de la frontera con Serbia.
-Organiza: Sierra España, [email protected], www.cazaymonterias.es.
-Resultados primera expedición 2016: 10 cazadores, 90 ejemplares de corzo abatidos.
-Destino clásico y muy cómodo para cazadores de corzo, muy razonables en calidad y precio. Alojamiento en casa rural de lujo, con servicio de pensión completa y altísima cocina casera, llevada con maestría por la mujer e hijas de Ishban.18 ritual de respeto tras el abate del corzo
-Caza en abierto. Alta densidad y calidad.
-Caza a medida: dos modalidades de caza: en llanura, mayor densidad y calidad, tiros limpios y largos por lo general, de doscientos metros en adelante, distancia media de seguridad de los animales; o en bosque, mayor dificultad y emoción, tiros más cortos o medios, en siembras y zonas abiertas alternadas.
-Las tasas de abate son relativamente razonables para corzos hasta 450 gramos (ya deducido el peso de la mandíbula inferior y merma primera, unos 90 gramos, generalmente), punto en el cual su incremento es exponencial. Los corzos incluidos en paquete suelen oscilar entre los 300 y los 350 gramos, siendo estos corzos ya terminados y muy bonitos, de gran perlado en general.

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