Europa

Irlanda… Experiencia tras las feral goats

 

Nuestra expedición irlandesa, acompañada de nuestros amigos, Carlos y Andrea, comienza, en realidad, un miércoles, ya que la salida de nuestro vuelo a Londres era el jueves a las 06:00 horas.

 

 De las dos opciones para llegar, escogimos la del vuelo Madrid – Londres (desde 200 euros, aproximadamente) y un segundo vuelo de una hora hasta casi la zona de caza, aunque esta opción no es una alternativa para los que quieran viajar con su arma.

 

Tras un corto segundo vuelo, y viendo las tierras más verdes y cautivadoras a nuestros pies, aterrizamos al sur de Irlanda. Un pequeño aeropuerto, sin más complicación que dos mostradores y una cinta para maletas, nos acogió.

 

La próxima vez elegiremos para ir la segunda opción: un vuelo directo de Madrid a Dublín (desde 90 euros ida/vuelta), para alquilar allí un coche y recorrer, durante poco más de tres horas, tierras irlandesas hasta llegar a nuestro destino. Esta elección será la idónea para transportar nuestras propias armas.

 

Un amable irlandés, con extraño y complicado acento, que nos hacía dudar si realmente hablábamos tanto inglés como pensábamos, nos recogió con una puntualidad impecable en el aeropuerto.

 

No fue un simple trayecto a nuestro alojamiento, sino que nos mostró un recorrido tan maravilloso que, automáticamente, nos enamoramos de su tierra. Interminables valles verdes, altas montañas y lanosas ovejas blancas de cara negra que complementaban perfectamente ese paisaje de cuento.

 

Al girar a la izquierda entre esas verdes llanuras y casas llenas de encanto, apareció delante de nosotros un precioso jardín con conejos, cuyo camino nos abría paso a un pequeño castillo de piedra, con torreones a los lados, que te transportaba a la época medieval. Al entrar, una curiosa decoración con algún que otro animal disecado, variados cuadros, clásicos muebles tallados y la obligada moqueta.

 

Íbamos a compartir casa con él, pero al enseñarnos nuestras habitaciones, completamente independientes, supimos que no iba a ser pared con pared. Un ala de la casa, sólo para nosotros. Varias habitaciones a elegir, todas muy completas, con cama grande, lavabo, calefacción y armarios. Teníamos nuestro baño, cocina propia completamente equipada con todos los electrodomésticos, y un salón-comedor de reunión que presidía una chimenea central y un curioso alce disecado.

 

Parecía que íbamos a descansar un poco cuando… ¡un conejo irrumpió en el jardín! Por supuesto, empezó a hervir la caza en nuestras venas y John nos propuso cazarlo. Era la primera oportunidad de cazar del viaje y pintaba divertido. Nos dejó una escopeta, salimos a rececharlo en completo silencio. Nos acercábamos lentos, pero seguros. Nos miraba incrédulo y pacífico, cuando salió corriendo y… desapareció.

 

Después de esto, el anfitrión nos propuso cenar con él y nosotros aceptamos encantados.

 

Tras organizar el posterior día de caza, las zonas a las que iríamos cada uno, hablar de los rifles (a disposición del cliente), calibres y expectativas, todos nos fuimos a descansar esperando ansiosos que amaneciera.

 

Sin mucho madrugar, desayunamos y salimos camino al campo de tiro, donde pudimos probar el .270 Win y el .308 a unas distacias que serían las habituales, entre 25 y 250 metros.

 

Ya no había más tiempo de espera, nos dirigíamos a nuestro cazadero. 

 

Llegamos a una increíble área, una combinación de denso bosque, woodland, con altas montañas, que se abría paso entre el espesor, para dejar entre ver una pintoresca casa de madera, frente a un eterno lago.

 

Pensábamos que iniciaríamos el ascenso desde la parte baja de la casa. Cuál fue nuestra sorpresa, cuando Joe se acercó a la barca y nos invitó a subir… Pues allá que subimos, chubasquero en mano, cámara de fotos y rifle preparados.

 

Por suerte, había un bonito sol sobre nosotros. Nos alejábamos cada vez más de la casa para adentrarnos en el lago y aproximarnos a las distintas zonas en las que podíamos avistar algo.

 

Tras las feral goats

Nuestro objetivo era dar con un grupo de feral goats, pero íbamos pendientes de dar también con algún elegante sika que nos permitiera un bonito lance.

 

Ésta es la zona europea con más densidad de ciervo sika con grandes trofeos. Sin duda, las mayores garantías de abate con los mejores precios de Europa. Se puede cazar a rececho en la montaña (sólo para los amantes de la caza dura y, a veces, muy dura) o en espera para los que anden menos. 

 

El sika es uno de los cervidos más complicados de cazar. Muy astuto, con los sentidos de la vista, oido y olfato muy desarrollados. Es un animal realmente esquivo y desconfiado, y con una asombrosa resistencia a los disparos. Se recomienda cazarlos en el celo, desde el 20 de septiembre hasta la primera semana de noviembre.

 

Ya que nuestra intención era otra, únicamente prestamos atención a un grupo de hembras de sika, que comían en el alto de una montaña.

 

No tardó mucho en dejarse ver el primer grupo de cabras, aunque ninguna de ellas cumplía nuestras expectativas: serían trofeos bonitos en apenas dos años.

 

De repente, se nubla, se levanta un intenso viento, diluvia y, por suerte, vuelve a salir el sol. Joe decía: «Esto es Irlanda. Pasan las cuatro estaciones del año en unos minutos». Qué razón tenía. Nos pusimos y quitamos el chubasquero unas quince veces, hasta que decidimos que lo más práctico era dejárselo puesto, por lo que pudiera pasar…

 

Nuestro guía decidió atracar la barca para comenzar el rececho en lo alto de una montaña más elevada de lo que pensábamos.

 

Nos adentrábamos en esos bosques encantados, en los que no podías parar de mirar a cada lado, buscando las cabras y, al tiempo, admirando esos espectaculares parajes.

 

Poco más de media hora después, pudimos ver unas esquivas cabras que desaparecieron en el horizonte. Joe fue a ojear la zona. Entretanto, comenzó a diluviar y nos tuvimos que resguardar en un interminable árbol, que nos aisló un poco de la lluvia.

 

A su vuelta, nos sugirió acercarnos a otro grupo de machos cercano que acababa de localizar, que contaba con un bonito trofeo.

 

Nos aproximábamos sigilosamente, cuando un resbalón alertó a la cabra, que agradeció el aviso y salió volando, no corriendo.

 

Tras horas caminando entre resbaladizo musgo, enormes terrenos pantanosos, donde los pies como mínimo se hunden hasta la altura del tobillo, nos íbamos desanimando.

Después de decidir que la próxima vez llevaríamos botas de agua hasta la rodilla, preguntamos disimuladamente a Joe cuánto faltaba para llegar a la barca y cambiar de cazadero.

 

Unos 500 metros», aseguró. Felices por la proximidad, la segunda pregunta fue cuánto tardaríamos. Nuestras caras cambiaron al explicarnos que serían unas dos o tres horas e indicarnos con el dedo la cumbre de la montaña a la que debíamos subir para, luego, bajar al lago…

 

Sugerimos una pausa para comer y beber algo. En esta mínima parada Joe tenía la esperanza que, en esa zona, podía localizar algún otro grupo. Dando los últimos mordiscos, llegó corriendo para decirnos que, a cinco minutos, estaba el ansiado grupo. Nos acercábamos poco a poco y se empezaban a ver cuernos. Nunca imaginamos que la belleza de estos animales fuera tan notable: preciosa cornamenta, bonita combinación de colores y unas imponentes barbas que daban al animal gran majestuosidad.

 

Joe nos contaba que en esta zona hay una población muy saneada de feral goat irlandesa, con grandes trofeos, que en ocasiones pueden superar los 80 cm. Estos animales llevan cientos de años viviendo en las montañas, por lo que su comportamiento es puramente salvaje. 

 

Quien dude, que venga a verlo y probarlo por sí mismo, y comprobará el poco ‘miedo/respeto’ que le tienen a las alambradas del ganado bovino de la zona, que saltan sin prácticamente darse cuenta de la altura. 

 

Tras verlas y contemplarlas, aseguro que es un trofeo que no debe faltar en ninguna colección. Se recomienda cazar en el celo, desde finales de septiembre hasta noviembre, aunque se pueden abatir todo el año. 

 

Al ver tres animales, dos negras y una grisácea, el guía nos dijo que un gran macho podía estar allí… Una grisácea de cara negra llamó nuestra atención. Tras unos segundos de colocación y avistamiento, la bala salió del rifle y dio de lleno en el animal. Al mirar al guía nos dimos cuenta que no era ésa la más grande. Iba herida y se metió de nuevo al monte.

 

Nos abrimos ligeramente, para tener mayor campo de visión y ángulo de tiro, y poder rematarla. En ese momento, corrió hacia el claro para salir corriendo e intentar alcanzar a las cabras negras…

 

Inesperadamente, la cabra herida sacó sin querer el gran macho blanco del monte. Tras rematar a la primera, la blanca se llevó el siguiente disparo. Los nervios de ver a este gran animal, hicieron que ese primer disparo fuera fallido… Recuperando la calma, salió la segunda bala, que fue certera, y el gran macho de feral goat cayó fulminado. Era el momento de acercarnos a ver los trofeos.

 

La primera tenía un precioso pelaje y unos cuernos de aproximadamente 50 cm. Nos quedamos maravillados con ella. El viaje, ya había merecido la pena.

 

Eso creíamos hasta que llegamos a la segunda que, vista de lejos, parecía un extraño marco polo, por la forma de los cuernos y su rubio color de pelo. Tenía las barbas más grandes que habíamos visto y una gran belleza. Su trofeo superaba los 80 cm de cuerna.

 

Mientras saboreábamos estos dulces momentos, Joe –que como guía era incansable– se había volcado hacia el lado opuesto porque había visto algo. Nos propuso acercarnos al otro grupo y, a pesar de nuestra ya satisfecha experiencia, nos aproximamos sigilosos.

 

Allí había una pareja de feral goats machos en un alto. Uno de ellos bonito y el otro, precioso. Sin dilación, otro disparo se efectuó. Afortunadamente, fue certero.

 

No sé si fue el cambio de paisaje o el pelaje de ésta última, pero nos dejó cautivados. Intermedia de cuerna entre las otras dos, superó todas nuestras expectativas.

 

Esperamos a que nuestros amigos vinieran con John a sacar el pecho a las cabras y a comentar su éxito y abate de dos feral goats en colores oscuros y bonitas cornamentas.

 

Todos volvimos con un buen sabor de boca y una insuperable experiencia de caza en tierras irlandesas. 

 

A la mañana siguiente, Carlos y Andrea fueron a otra zona para intentar abatir una tercera cabra, mientras nosotros visitamos al taxidermista para concretar cómo hacerlo y ver su trabajo, que era bastante bueno y escrupuloso en su llevar a cabo. Los precios eran buenos: preparación y desinfectado de cráneos, 50 euros, aproximadamente, y preparación y salado cráneo y piel, unos 80 euros. Envío de trofeos en 24 horas, y no es nada caro.

 

Caza menor

Es obligado hablar de una opción muy interesante para los amantes de la caza menor, ya que éste es uno de los mejores lugares del mundo para cazar la becada y agachadiza, el gran reto de los cazadores de escopeta y cartucho.

 

Se cazan con perros en grupos de dos, tres y cuatro cazadores. En días buenos llegamos a disparar sobre más de 40 becadas y/o agachadizas, en terreno cómodo de andar. 

 

Estas especies de caza menor se pueden combinar con algo de faisán y conejo, pero sus poblaciones sólo son representativas.

 

Irlanda, las feral goats y sus gentes, enganchan. Y, si os animáis, ¡no olvidéis las botas de agua y el chubasquero! CyS

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