Caza Mayor

Regalamos nuestra montés a Francia

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España es un país que en lo cinegético se diferencia del resto de Europa y del mundo por algunas modalidades y especies únicas que hacen que cada año cientos de cazadores foráneos se desplacen hasta nuestros cotos y reservas buscando disfrutar de esas prácticas y trofeos. Estos cazadores dejan por el camino unos cuantos miles de euros muy necesarios en los momentos en los que nos encontramos, más si cabe cuando gran parte de ese dinero va directamente a parar al medio rural.

Sí, ese medio con el que algunos de nuestros dirigentes se llenan la boca y lo acompañan de las inevitables palabras «desarrollo sostenible», sin saber siquiera lo que eso significa de verdad y, muchas veces, sin conocer el propio medio rural y sus gentes, gentes que, por otra parte,son los principales artífices de la conservación de espacios de elevado valor ecológico y de muchas especies amenazadas.

En lo que a caza menor se refiere, destacan sobremanera los ojeos sobre nuestra querida y cada vez más escasa perdiz roja, mientras que si hablamos de caza mayor podemos considerar sin miedo a equivocarnos que la montería española es una práctica única, que sorprende a quienes vienen de fuera a practicarla por primera vez, les engancha y hace que repitan de nuevo la experiencia.

Especies únicas

Tan únicas como la montería, son dos especies de ungulados cinegéticos: el rebeco, o sarrio si nos encontramos en los Pirineos y, por supuesto, la cabra montés, especie protagonista de este artículo.
La cabra montés es una especie endémica (originaria y única) de la península Ibérica, hasta hace poco sólo presente en nuestro territorio y, por tanto, muy apreciada. Tanto que existen citas ya desde hace un par de siglos de cazadores franceses e ingleses que cruzaban nuestras fronteras con el único objetivo de dar caza a un gran macho montés, hecho que se ha mantenido hasta nuestros días, siendo muchos los cazadores extranjeros que año tras año visitan zonas como la Sierra de Gredos en busca de ese trofeo que en ningún otro sitio podrían conseguir.

Por todo ello, podemos considerar a la cabra montés como una parte de nuestro patrimonio natural, un patrimonio de todos y que, por tanto, todos estamos obligados a conocer y a conservar y, sobre todo, a proteger. De este modo, estaremos también favoreciendo muchas otras cosas de forma paralela, entre ellas, el desarrollo rural sostenible, un argumento de peso incluso para ésos que se postulan como anticaza y se echan las manos a la cabeza cuando, por ejemplo, alguna orden autonómica plantea el imprescindible control de perros y gatos asilvestrados, ¿dónde están ahora?

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Se las regalamos a Francia

Sin embargo, parece que esa responsabilidad se ha pasado por alto en los últimos meses y nuestros dirigentes han permitido durante el verano pasado una translocación de ejemplares a Francia.

Mientras tanto, nuestros queridos vecinos, aprovechando la inocencia ministerial y con la falsa justificación de que estarían recuperando con ello una especie autóctona pero extinta allí años atrás, aspecto falso como apuntaremos a continuación, se frotan las manos viendo llegar cajones cargados de animales que van a enriquecer, sin duda, su medio natural y, sobre todo, sus bolsillos, porque seguro que van a saber explotar su valor de forma eficaz.

Desde hace ya unos años veníamos leyendo noticias sobre rumores que hablaban de compromisos políticos al más alto nivel para permitir este ultraje, aunque, como casi siempre cuando se sospecha o se sabe que lo que se está haciendo no es correcto, el secretismo se apodera de aquellos que lo llevan a cabo y, así, no han sido muchos los que pudieron conocer esta noticia de antemano.

Sin embargo, diferentes medios franceses se hicieron eco durante los meses de julio y agosto de sendas sueltas, ya en territorio galo, de un grupo de ejemplares que, según un plan publicado por el Gobierno francés, no es más que el inicio de un macroproyecto de recuperación de la especie en Francia con un total de 160 ejemplares procedentes de España, que serán soltados allí hasta el año 2020.

La conclusión parece evidente y no es otra que la pérdida de exclusividad de ese patrimonio ibérico, nuestro macho montés y, por tanto, de la fuente de ingresos que la importante demanda de su caza por parte de aficionados foráneos con un notable poder adquisitivo.

Mientras tanto, en España nos seguimos entreteniendo con autonomías diferenciadas, inventando razas ganaderas autóctonas de cerdos, vacas, cabras y hasta de caballos o gallinas que distingan esos ‘históricos’ territorios, mientras dejamos escapar lo que de verdad es endémico y diferente en nuestro maltrecho país… pues sí, así nos luce el pelo.

Sucederá, entonces, lo que con las ovejas merinas, que tras venderles la lana a nuestros queridos vecinos del Norte, luego les comprábamos la ropa al doble de precio. Ojalá nos equivoquemos y nunca suceda, pero sería muy triste que, a la vuelta de unos años, las principales reservas y cotos españoles tuvieran que acudir a los Pirineos franceses a recomprar ‘cabras francesas’ para mejorar las poblaciones autóctonas españolas.

Plan de restauration du Bouquetin

Como apuntamos antes, para justificar en Francia la llegada de las cabras españolas han desarrollado lo que denominan el Plan de restauration du Bouquetin (Capra pyrenaica) dans les Pyrénées Françaises 2012-2020, si bien han olvidado el pequeño detalle de que la subespecie que ocupaba los Pirineos era el bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), presente tanto en la vertiente francesa como en la española, y que, por desgracia, se extinguió en el año 2000 en España y unas cuantas décadas antes en Francia, por lo que difícilmente se puede realizar una recuperación cuando no existen ejemplares vivos para ello. Aparte del bucardo, no existían en Francia otras especies de Capra pyrenaica. En España, por el contrario, además del mencionado bucardo, existen dos subespecies de cabra montés:

Capra pyrenaica hispanica, presente en las cordilleras más orientales de la península Ibérica, destacando las poblaciones de Sierra Nevada.

Capra pyrenaica victoriae, presente en las cordilleras del centro y norte de España con su principal población en la Sierra de Gredos y ahora también presente en el Sur de Francia.

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¿Y, ahora, qué…?

La verdad es que es complicado responder a esta cuestión, al igual que cuando Napoleón se paseó por España siglos atrás y, aun a pesar de que conseguimos recuperar nuestra identidad, hubo muchos objetos de valor incalculable que no volvieron nunca, nos da la sensación de que en esta ocasión está ocurriendo lo mismo, si bien parece difícil comprender o justificar esta medida por parte de técnicos o políticos implicados en semejante actuación.

Nos consta que se ha intentado solicitar información al propio Ministerio, pero sin éxito, al menos hasta el cierre de esta edición. Además de eso, sería bueno que hubiera transparencia y se explicasen cuáles han sido las causas reales que han dado lugar a esta translocación, los criterios técnicos seguidos que han posibilitado el expolio de un patrimonio de todos y que, por tanto, los que nos dirigen tienen la obligación de conservarlo, protegerlo y velar por el interés general, aspecto que en esta ocasión a todas luces parece no haberse cumplido.

Líbrenos Dios de que a alguien se le antoje la Catedral de Burgos o la Torre del Oro de Sevilla, porque, quizá, haciendo las gestiones oportunas, haya que ir comenzando a marcar las piedras para iniciar el traslado…

 

Por Equipo Técnico de Ciencia y Caza (www.cienciaycaza.org).

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