Caza Mayor

El Navazo… montería de las de toda la vida



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Cuando ves el calendario montero, en los comienzos de temporada, El Navazo es una de esas monterías con las que siempre se te van los ojos, de las que siempre sueñas con ir… aunque sea a trabajar. Y este año tocaba. Gracias a la amabilidad del equipo de Gescaza –los Antonios, padre e hijo, y Pilar, que nos trata siempre como a ellos, su familia– y del propietario de la finca, Juan Valdivia, tuvimos la suerte de poder acudir a esta preciosa finca, en Aldeaquemada, en las primeras estribaciones de la Morena Sierra, y disfrutar, con la cámara fotográfica y los ojos, de un magnífico espectáculo montero.

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Tras dar buena cuenta de un excelente desayuno, de magníficas migas, que no siempre se puede decir, de un sorteo peculiar, con las recomendaciones sabias del ‘director de montería’, Antonio Vargas,  –que no se dejó en el tintero, además de las correspondientes recomendaciones de seguridad, la advertencia insistente de tener espe

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cial cuidado con los linces, que ésta es tierra lincera, y con algunas piezas especiales, como algún gamo blanco– y de departir con los monteros sobre las muchas expectativas que deparaba la jornada… salimos hacia la mancha y contemplamos la hermosura de la finca.

El director de montería

Nos es que queramos ir aquí de listos e inventar un nuevo término dentro del rico lenguaje montero… Nos explicamos. Junto con Antonio hijo y nuestro compañero Luis de la Torriente, nos acoplamos en el Gator, el espectacular vehículo de John Deere –que trepa en el monte como los gatos– y recorrimos la mancha mientras se colocaban las armadas, hasta alcanzar el punto más alto de la misma y desde la que divisamos un espectáculo impresionante. A nuestros pies, como si de una gigantesca maqueta se tratase, se extendía todo el escenario en el que se iba a desarrollar la jornada de montería.

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Contemplábamos, al alcance de nuestra mano, nueve de los diez puestos, las puertas por las que iban a entrar las cuatro rehalas, dos y dos, y el espectáculo, imponente, de las reses moviéndose por toda la mancha… ‘toreando’, en muchas ocasiones, a los perros.

Y entonces fue cuando el ‘director de montería’ hizo su aparición. Como si de una película se tratase, Antonio, al ‘estilo Almodóvar’, dirigía la acción de una forma magistral, con todos los componentes de un escenario gigante moviéndose a sus órdenes con el único objetivo para el que se había escrito el guión inicial: cazar de una forma ordenada y cumpliendo todos los objetivos. Y se cumplieron.

Sencillamente, el espectáculo fue magnífico y nunca habíamos visto, disfrutado, de una montería pudiendo observar, y fotografiar, el desarrollo de todos y cada uno de sus momentos: sueltas, lances, yerros y atinos, ladras… y, nos repetimos, la conmovedora demostración del instinto de las reses a la carrera, luchando por su supervivencia. ¡Increíble!

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El resultado, tan reclamado, a veces no es lo fundamental. Si se cumple, mucho mejor, y se cumplió. Pero, como tantas veces hemos dicho en este medio, lo importante… es estar cazando. Y disfrutando.

El resto, también, de película: el almuerzo que echó Antonio, hijo, en medio del monte; la comida, sobre todo el aperitivo, de lujo… El plantel y los resultados están en la página siguiente. Y la conversación, las risas, los recuerdos, la evocación de los lances y la amistad… por encima de todas las cosas. ¡Gracias, amigos! CyS

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