Caza Mayor

A vueltas con la tuberculosis

Apertura

El pasado año 2015 no fue un año fácil para la caza. Desde un punto de vista biológico, la prolongada sequía, las temperaturas elevadas en la segunda mitad del año y un invierno extremo en lo que a nevadas se refiere en buena parte de la Cordillera Cantábrica, hicieron que tanto las especies menores como las mayores se vieran resentidas en buena parte de España.

Desde un punto de vista social, cada vez es más complicado defender la imagen de nuestra pasión. La presión ecologista organizada en torno a medios generalistas y redes sociales, junto con la lamentable imagen ofrecida por algunos estamentos cinegéticos, complica enormemente la posibilidad de ofrecer una idea de lo que supone en realidad la caza para muchos de nosotros, amigos, familia, valores y sentimientos que sólo el que ha podido vivirlo puede ser capaz de identificar.

En nuestra opinión, el sector cinegético carece de capacidad para defenderse y organizarse en torno a un frente común que detenga el lento, pero constante deterioro de la imagen de cazadores y gestores y la lacra que no cesa de furtivos e insensatos pegatiros que combaten su frustración e incapacidad contra especies protegidas.

La enfermedad amenaza

Por si fuera poco, a todo este cóctel, explosivo tenemos que añadirle la presencia de enfermedades de relevancia, que suponen una amenaza real para la caza de muchos territorios.

Por citar algunas, la nueva variante de la enfermedad hemorrágica vírica ha diezmado poblaciones cunícolas en territorios históricos, la sarna sigue acechando a los ungulados cantábricos, la tularemia se mantiene en los campos castellanos desangrando las poblaciones lebreras que no acaban de remontar, la leishmaniosis se difunde a partir de los lagomorfos en la Comunidad de Madrid y la ganadería comparte con jabalíes y venados tuberculosis y brucelosis en niveles cada vez más preocupantes en regiones como Extremadura.

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Son todas ellas enfermedades que destacan por uno o varios aspectos, por sus elevadas mortalidades, por su capacidad de transmitirse a las personas y por su importancia desde un punto de vista de sanidad animal, ya que su presencia puede comprometer la viabilidad de explotaciones ganaderas de por si maltrechas por la situación del sector.

Todo ello hace que algunas administraciones públicas pongan en el punto de mira al sector cinegético al que no rechazan abiertamente por el riesgo que supondría sacrificar unos cuantos miles de votos, pero tampoco lo apoyan por la misma razón.

Mientras tanto, esta milenaria actividad genera decenas de miles de empleos en el medio rural, fija población y es una herramienta esencial para mantener el equilibrio de muchos ecosistemas en los que participan no sólo diferentes especies de mamíferos o aves, sino también anfibios, reptiles e incluso endemismos botánicos que podrían verse limitados por una sobrepoblación de determinadas especies.

Si nos centramos en la sanidad animal, como uno de los ejemplos que generan más dolores de cabeza entre propietarios y titulares de cotos y fincas cinegéticas, podemos darnos cuenta de que, además de las bajas que suponen las enfermedades, habitualmente se producen situaciones de ‘desconcierto’. Esto se debe a que, en ocasiones, existe la sensación de que la adopción de medidas de control son desproporcionadas, difíciles de adoptar y muchas veces muy costosas para muchos profesionales que tampoco han sido ajenos a la profunda crisis de los últimos años.

El coste añadido de los SANDACH

Así, por ejemplo, el pasado mes de octubre, ante el importante incremento en las tasas de prevalencia de tuberculosis en la cabaña ganadera extremeña registrada durante los últimos meses, la Dirección General de Agricultura y Ganadería de la Junta de Extremadura firmaba una resolución que obligaba a que todos los subproductos de origen animal no destinados a consumo humano (SANDACH) generados durante batidas, ganchos y monterías, fueran eliminados mediante una empresa de gestión autorizada, con el objetivo de impedir la difusión de ésta y otras enfermedades desde jabalíes o venados potencialmente afectados.

Esta medida supone un importante coste económico que organizadores y propietarios deben asumir y, además, provoca una notable reducción de una fuente de alimento fundamental para multitud de aves necrófagas, en una época del año de gran interés desde un punto de vista biológico para ellas. Es durante la temporada de caza cuando se incrementa la condición corporal con la que estas aves puedan pasar el invierno y afrontar la primavera con vistas a la reproducción.

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Esta resolución ha provocado un enorme malestar en el sector cinegético, mientras que los ganaderos afectados por intensos controles sanitarios encaminados a erradicar estas enfermedades ven con satisfacción una medida que a ellos se les exige desde hace más de un lustro, cuando aparecieron las primeras noticias sobre los primeros casos de encefalopatías espongiformes, el denominado ‘mal de las vacas locas’. En ambos casos el problema es común y, por desgracia, parece que mal de muchos…

Qué es la tuberculosis y por qué preocupa tanto

La tuberculosis es una de las enfermedades infecciosas más importantes, tanto en el hombre como en los mamíferos domésticos y silvestres, debido principalmente a dos aspectos:

Es una enfermedad capaz de producir una alta mortalidad en animales afectados.

Produce pérdidas millonarias para el sector ganadero por las restricciones comerciales que genera su presencia

Es una zoonosis que afectó a más de 5.000 personas en España en el 2013.

Cuenta con un programa de erradicación que se lleva desarrollando desde los años sesenta para eliminarla de la cabaña ganadera, que supone una gran inversión económica (en torno a unos ocho millones de euros anuales) e incluye el sacrificio de los animales positivos.

Por tanto, supone no sólo un riesgo sanitario sino también económico e incluso ecológico.

La tuberculosis está causada por una bacteria de género Micobacterium, que cuenta con diferentes especies, siendo la más habitual en ungulados silvestres Micobacterium bovis y, en menor medida, Micobacterium avium en jabalí.

Presenta un crecimiento lento, de incluso meses, pero con una supervivencia elevada en el ambiente. Sobrevive a la desecación aunque no a la luz solar directa, por lo que para su gestión y control tendremos que hacer mayores esfuerzos de desinfección en zonas umbrías si es necesario. Todos los ungulados silvestres son susceptibles de ser contagiados, si bien la resistencia natural varía en función de la especie, de modo que, por ejemplo, la cabra montés o el muflón son más resistentes que el ciervo.

El contagio principal es por vía aerógena, es decir, contacto nariz con nariz de los animales, por lo que elevadas densidades de población favorecen su dispersión, así como la presencia de puntos de concentración de reses, como comederos o puntos de agua, en ocasiones compartidos con animales domésticos.

Un segundo punto de entrada es la vía oral, por ingestión de alimento contaminado. Este caso se produce cuando animales infectados eliminan secreciones con una alta cantidad de bacterias en comederos, infectando el alimento que será ingerido por otros.

Destaca, además, la presencia de especies reservorio, que pueden albergar la bacteria sin presentar signos clínicos, aunque sí son focos activos de contagio a otros individuos, jugando un papel muy destacado en el mantenimiento del proceso. Contamos con diversos ejemplos, como los tejones en Reino Unido o los posum en Australia (unos marsupiales de tamaño medio).

El desarrollo puede presentar dos formas clínicas fundamentales, dependiendo de la vía de entrada y del hospedador afectado.

Si la vía de entrada ha sido aerógena es probable que se desarrolle una tuberculosis tipo pulmonar, con grandes acúmulos de pus, compuestos por tejido necrosado, células linfáticas y bacterias, envueltos en una capsula fibrosa que asila la lesión del resto del tejido. Esta cápsula es más o menos fuerte dependiendo de cada individuo y de su estado inmunológico. Además, las secreciones cargadas de bacterias pueden ser deglutidas, generando, posteriormente, un cuadro gastrointestinal.

Si la vía de entrada ha sido oral, este mismo tipo de lesiones se presentarán en los ganglios mesentéricos produciendo un aumento de su tamaño.

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También es posible encontrar estas lesiones granulomatosas, a modo de nódulos de diferentes tamaños, en otros órganos y tejidos (riñones, hígado, útero, testículos, tejido muscular, miocardio o tejido nervioso).

En ocasiones estos nódulos pueden  calcificarse como estrategia defensiva del animal afectado para tratar de impedir la proliferación de las micobacterias. Es frecuente encontrar este tipo de lesiones calcificadas en los ganglios retrofaríngeos en jabalí.

Por último, cabe destacar también la posibilidad de una forma de presentación miliar, es decir, cientos, incluso miles, de pequeñas lesiones (de milímetros de diámetro) calcificadas en diferentes órganos, como el hígado, riñón o pulmones.

Es posible realizar el diagnóstico mediante la observación de lesiones en cadáveres de animales afectados, por lo que una formación adecuada de cazadores y, sobre todo, la participación de veterinarios, es importante para ejercer una adecuada vigilancia de la enfermedad.

Es esencial considerar que, por tratarse de una zoonosis, si sospechamos que un animal puede tener tuberculosis, hay que extremar las precauciones utilizando ropa de protección lavable y desinfectable, gafas de protección, guantes y, por supuesto, mascarilla para evitar contagios.

Apuntes de gestión

El punto de partida para resolver este conflicto no debe ser otro que la búsqueda de convergencias en cuanto a la adopción de medidas de investigación, análisis y gestión aplicada, tanto en la ganadería como en la fauna silvestre.

Es esencial contar con un programa integral de control de enfermedades que incluya de forma decidida a la fauna silvestre y, en especial, a las especies cinegéticas, y que se base en la realización sistemática de controles veterinarios, aprovechando los datos que nos pueden aportar los miles de reses abatidas cada año en todo el país y que permitan determinar la incidencia de tuberculosis o brucelosis en ciervos o jabalíes de cada una de las fincas y cotos.

Conocida la situación epidemiológica se podrán investigar los ciclos silvestres de la enfermedad para tratar de determinar si existen otras especies implicadas en el mantenimiento del proceso en el medio natural, como zorros, tejones, ginetas, meloncillos o incluso aves y el papel que juegan en su transmisión. Para ello, es imprescindible contar con veterinarios especialistas en fauna silvestre bien formados y dedicados a esta importantísima labor de vigilancia y control, así como aprovechar otras fuentes de datos, por ejemplo, los Centros de Recuperación de Animales Silvestres.

Como hemos apuntado en la descripción de la enfermedad, las bacterias responsables son resistentes en el medio natural, si bien existen algunas posibilidades para favorecer su eliminación como la acción de la luz solar directa, de modo que si contamos con una finca o coto en la que la incidencia del proceso es elevada podríamos, por ejemplo, centrar nuestros esfuerzos en gestionar adecuadamente la ubicación de comederos y bebederos en lugares soleados, al menos en las épocas menos calurosas del año.

También será fundamental para atajar el problema conocer el estado sanitario de la cabaña ganadera que comparte pastos con las reses silvestres e investigar en qué sentido se produce la transmisión para tratar de atajarla, por ejemplo, limitando determinados espacios o parcelas.

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La presencia de venados o jabalíes raquíticos, con un mal aspecto general, puede hacernos sospechar que se trate de un posible animal enfermo y difusor de la enfermedad que presenta, por lo que será fundamental tratar de eliminarlo, tomar muestras y analizarlas para conocer cuál es el problema.

Las monterías y otras modalidades de caza colectivas son una fuente inagotable de información en este sentido y ante la polémica surgida por la mencionada obligatoriedad para la eliminación de subproductos mediante un gestor autorizado, podríamos proponer como alternativa el construir recintos acondicionados a modo de muladares en zonas adecuadas y con acceso limitado para los mamíferos, de modo que sólo las aves pudieran consumir esas vísceras y despojos, limitando la posible difusión de la enfermedad. Esta actuación ya estaba contemplada en normas españolas e incluso europeas, en vigor también en Extremadura hasta el mes de octubre, y beneficiaría, como apuntábamos al principio del texto, no sólo a gestores y titulares de cotos, sino también a especies amenazadas, como buitres, alimoches o milanos.

A esta propuesta podríamos añadir la prohibición de utilizar en esos muladares los restos de animales que presentaran lesiones evidentes de alguna enfermedad infectocontagiosa y que sí tendrían que ser eliminados de la forma exigida por la legislación para restringir la difusión del proceso.

Es evidente que la preocupante evolución de la prevalencia de enfermedades como la tuberculosis o la brucelosis en determinados territorios provoca la adopción de decisiones excepcionales. Si bien es esencial considerar la repercusión de estas medidas con una visión global sobre otros sectores, sobre el medio natural y, ante todo, evaluar su posible eficacia frente a otras alternativas menos lesivas. CyS

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