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Temporada abierta de caza en los Alpes

Fuente: swissinfo.ch / Terence MacNamee

La temporada de caza es un punto culminante del año en los cantones de montaña, como los Grisones. A pesar de que las personas ajenas pueden verlo como un deporte sangriento, hay poco conflicto entre los cazadores locales y los naturalistas.

Rony Frank cree que lleva la cacería en la sangre. “Es una enfermedad. Una pasión. Una adicción. Son tres semanas en medio de la Naturaleza”, dice a swissinfo.ch.
 
Procede de una familia de cazadores de Domleschg (Suiza), el valle a través del cual fluye la rama inferior del Rin.
 
“Todos cazamos”, dice Röbi, su hermano. Recuerda que el abuelo también lo hacía y que él aprendió de niño esa tradición cuando salía con su padre.
 
Ha sido cazador durante veinte años, uno menos que su hermano. Trabaja como instalador de suelos y su afición le ocupa casi todas las vacaciones. Rony es carpintero.
 
Ambos solamente tienen tiempo para la caza mayor, que tiene lugar en septiembre, de ciervos y gamos (la menor, de pequeños mamíferos y aves, se lleva a cabo en octubre y noviembre).
 
Röbi caza por afición, por la actividad en sí misma, pero también por el contacto con la naturaleza y el placer de ver a los animales, además de, por supuesto, la carne que comen en casa. Rony comenta a swissinfo.ch que pretende transmitir ese amor a su hijo, que tiene diez años, y ya va de caza con el grupo familiar.

Diferentes intereses
La caza es una tradición y una institución en los Grisones. Fue consagrada legalmente en 1526 y la posición oficial del cantón es que es ecológicamente necesaria: la población de ciervos, por ejemplo, aumenta cada año y esa actividad evita un colapso ambiental.
 
Miles de cazadores tienen licencia para la temporada de otoño. Para obtener el documento tuvieron que aprobar un difícil examen y efectuar horas de trabajo de conservación. El permiso tiene que ser renovado cada año.
 


Herbert Schönhart es otro entusiasta cazador. Dedicado a la educación especial, vivió y trabajó en los Grisones y en San Gall. Austriaco de nacimiento, también acude a cotos de la República Checa y Alemania. En Estiria, de donde viene, su padre también era cazador. Una actividad claramente hereditaria.
 
“La cacería está hoy muy mezclada con distintos intereses en juego, incluidos la conservación de la naturaleza y la gestión forestal”, dice.
 
Ahora se entiende que cazar –o no cazar– ciertos animales en particular tiene un efecto sobre otros aspectos de la naturaleza. El ordenamiento de la fauna plantea exigencias especiales. Schönhart dice que es difícil acostumbrarse a disparar a las hembras y a los animales jóvenes, como se requiere en una caza controlada. “Mi padre solamente disparaba a los animales machos”.

Breve e intenso
“Los cazadores de los Grisones lo tienen más difícil debido a que la temporada es tan corta que salen con cualquier tipo de clima”, explica Schönhart.
 
En esa actividad, de gran concentración, hay una gran cantidad de emociones asociadas, añade. “Algo de caza y de tiro es maravilloso. Como cuando marcas un gol en el fútbol o cuando un alpinista llega a la cima. También se siente como en el día de pago, cuando uno se dice a sí mismo “ahora puedo alimentar a mi familia”.
 


Justo antes de la caza, Robi Frank siente una “alegre anticipación, lo que es quizás lo mejor”. Luego, durante la temporada misma, la experiencia de estar en la Naturaleza y el suspenso. “Es bueno ver a los animales, es toda una experiencia. Y es también un poco de estrés”, añade.
 
Su hermano está de acuerdo. Justo antes de la caza “no se puede dormir, los nervios suben y bajan. Hay 6.000 cazadores por ahí también, así que la presión de la competencia es alta. Y es que vas a disparar. De lo contrario, no llevarías el rifle, sino una cámara”.
 
Y añade: “Es cierto, has matado a un ser vivo, pero la vida sigue, y se da cabida a una nueva vida”.

Los críticos de la caza
Los defensores del bienestar animal, así como la Asociación Suiza para la Protección de los Animales de Caza critican esa actividad y piden su abolición, principalmente por razones morales, aduciendo que es inhumana.
 
También advierten sobre el peligro de personas disparando armas de fuego en todo el campo. Rechazan que la caza sea necesaria para controlar la población animal y señalan que el cantón de Ginebra la abolió desde 1974.
 
Los naturalistas de los Grisones, por otra parte, no se oponen. Trabajan con los cazadores en la persecución de una estrategia común de conservación. Un ejemplo es la participación del Grupo Ornitológico de Trabajo de los Grisones, una asociación de observadores de aves que busca conservar las poblaciones de aves de caza.
 
“En los Grisones tenemos una situación especial y, en mi opinión, ideal”,  dice el presidente del grupo, Christoph Meier, a swissinfo.ch.
 
“Algunos de nuestros miembros son cazadores, además de que trabajamos con el departamento (cantonal) de los peces y la vida silvestre. Muchos guardas de caza han tomado nuestros cursos y nos proporcionan datos periódicos sobre sus observaciones de aves, como las rapaces y las lechuzas. Los guardas están allí todos los días y son observadores muy buenos.
 
Así que, básicamente, no tenemos ningún problema con la caza”.

Rony Frank participa en la asociación local de la caza, por lo que es consciente de la dimensión política del deporte. Se encuentra con las críticas y dice que los que condenan esa actividad, en su mayoría, viven en las ciudades, aunque también hay opositores locales en los Alpes.
 
El argumento a favor de la caza solía ser que la gente la necesitaba para su subsistencia. Ahora el argumento es que se requiere para la conservación de la Naturaleza.
 
“La gente solamente ve la parte de los disparos –dice Frank–, Pero tenemos que disparar a los animales jóvenes y viejos, por razones de conservación, para controlar la población”.

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