En la prensa

El Seprona investiga la práctica de la caza muy cerca de una vivienda de Lue, en Colunga

Fuente: lne.es

Fue una novilla, pero pudo haber sido una persona. Este pensamiento circula por la localidad colunguesa de Lue desde que el tiro de un cazador alcanzó a una ternera estabulada en la cuadra de María José Allende y su hijo David Álvarez. Sucedió el sábado y la cuadrilla de cazadores presuntamente responsable de la muerte de la novilla negó haber disparado desde el ángulo del que tuvo que venir la bala, pero un veterinario certificó que el animal presentaba «una herida de arma de fuego».

 

El disparo se produjo entre el mediodía y las cuatro de la tarde, cuando David Álvarez bajó de su casa para preparar un tractor. En ese momento vio a la novilla herida, en un lugar por el que «siempre andamos atrás y ‘alante’», comentó el joven ganadero.
La familia avisó a los cazadores de lo sucedido, que se presentaron en la cuadra y manipularon al animal. La bala no se encontró, por lo que el veterinario que examinó después a la ternera barajó que los autores del disparo se hubieran llevado la bala o que hubiera rebotado en el hueso del animal.
Con semejante herida en la parte izquierda de la espaldilla, la novilla tuvo que ser sacrificada y los ganaderos llegaron a un acuerdo con el coto para que éste les indemnice por la res perdida. Pero el susto no acabó ahí. Poco después del incidente de la ternera, en el tiempo en que Álvarez había ido a avisar a los cazadores de lo sucedido, éstos continuaban tras un jabalí al que finalmente abatieron a unos 140 metros de la cuadra y de frente a la misma, donde se encontraba María José Allende.
La normativa impide a los cazadores disparar a menos de 200 metros de un núcleo habitado y tampoco pueden hacerlo de frente, motivos que han llevado al Seprona a investigar esta segunda incidencia, que los agentes del orden consideraron «muy grave». Con respecto a la primera, el asunto se dio por zanjado con el acuerdo entre la familia y el coto de caza.
Después de todo, aunque estén apenados por un animal al que han criado, lo más grave es que «me podían haber dado a mí o a mi hijo, pasamos por aquí cincuenta veces al día», explicó la madre. Por eso, los agentes de la Guardia Civil, con cuya atención quedaron muy satisfechos, insistieron en que les llamen en cuanto vean a los cazadores de frente. Aunque no es la primera vez que sucede algo parecido, en el pueblo de Lue aseguraron que nunca vieron a los cazadores tan cerca y están realmente preocupados por su seguridad.
Hace unos años, en la misma casa cayeron balas encima del tejado, pero entonces no llegaron a causar daños personales ni animales. Lo que realmente despierta el temor de los vecinos es la posibilidad de que el incidente se repita y, en lugar de a una presa o a una vaca, alcance a una persona.

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