Gastronomia

«Del Amalato a la Moncloa» Pinchitos y té moruno en Tanger

 

Convocadas por Paquita Saavedra  salimos para Tánger, para asistir a la presentación en el Instituto Cervantes, de su libro «Del Amalato a la Moncloa». Partimos  desde el puerto de Tarifa, atravesando el Estrecho  de Gibraltar hacia la ciudad blanca, envueltos en turquesas y verdes de espuma. El alminar de la mezquita y la aguja de la  catedral nos sirven de guía. Tan sólo catorce kilómetros separan estas dos ciudades. Dos continentes… dos culturas…dos mundos…Tan cercanos, pero tan lejos.

Ya en  el puerto,  después del atraque del barco, cogemos un taxi para ir hasta el centro donde se encuentra nuestro hotel. Subimos  por la Avenida  de  las Fuerzas Armadas Reales, antes Avenida de España.

Tánger tiene el bullicio, el olor y el  colorido de las ciudades marroquíes. Nada  que ver con la internacional ciudad que fue hasta el final de los años cincuenta, por la que circulaban personajes de leyenda, como Paul Bowles, Bárbara Hutton, pintores,  artistas, millonarios, espías de todos lados, elegantes tiendas francesas y salones de té, como madame Porte o el Café  de Paris; frecuentados por elegantes señoras  y  hombres de cine. Aquel Tánger en donde la primera frase del día era preguntar: ¿A cómo está el cambio?

Nada más dejar las maletas en el hotel, salimos presurosas a callejear por la ciudad: El Boulevard Pasteur, El  cine Goya, el Jardín Público, el  Lycée Régnault, el antiguo edificio del Diario España, la Plaza de Francia, el Consulado francés, el Consulado español….y  ya bajando hacia el Zoco Chico, el fabuloso mundo del hotel Minzah preámbulo del antiguo Tánger  moruno. Los olores se hacen intensos, hierbabuena, especias, cuero y  jazmines, envuelven el  ambiente,mientras nos adentrarnos en callejuelas y vericuetos.Tomamos un té en el Minzah y nos arreglamos para ir a la presentación del libro.

En el Instituto Cervantes nos recibe amable su directora, Cecilia Fernández  Suzor, abrazamos a  Paquita Saavedra y saludamos a Manuel Cruz, último director del diario España de Tánger, fundado por Gregorio Corrochano en el año 1938, por encargo del general Beigbeder. Le acompaña su deliciosa esposa Pilar y  el matrimonio Castillo: Rafa y  Rosachu. La conversación surge fluida, encantados con el encuentro.

La sala se va llenando y el ambiente  es totalmente tangerino variopinto  e interesante:  La familia Ouazzani, descendiente del profeta y a su vez  descendiente  también del cherif de Ouazzane,  gobernador   que fue de Tánger y  Rabat; guapo e inteligente árabe de ojos azules, del que Paquita fue secretaria en el Amalato. Para los no iniciados en temas marroquíes, el Amalato fue el Gobierno civil que se creó después de la independencia; también estaban presentes el Arzobispo  de Tánger monseñor Santiago Agrelo.   La Sra Canciller del Consulado General de España, el  ex Cónsul de Portugal  señor Benchekroum,  y de  la comunidad judía pudimos ver a  la Sra  Vda. de Azagury y a Dª Rachel  Muyal. La  Sra. Groudov, búlgara, estaba también entre otros. ¡Lo que se dice un ambiente totalmente Tangerino!  Entramado de lenguas, culturas y  religiones .

Manuel Cruz hizo una presentación  amena y ágil, sumando el conocimiento que posee de la historia de la ciudad, con la biografía de la autora a la que le une una gran amistad y admiración. A continuación la intervención de Paquita es cercana. En ella hace hincapié en que el libro publicado, no es una biografía de su vida y que tampoco busquemos en él secretos o datos de tipo político, a los que tuvo acceso en Moncloa, tanto en el equipo de Calvo-Sotelo, como en el de Felipe  González. Es, nos dice, un rosario de anécdotas vividas desde sus raíces y de la interesante trayectoria laboral llevada a cabo, especialmente  en el  Amalato  y en la Moncloa.

Del libro extraemos para nuestra sección de cocina una de las anécdotas relacionadas con la caza del jabalí en el Bosque Diplomático de Tánger, que transcribo:

Otro Gobernador mas…

Después de Moulay Tahar Alaoui, el siguiente Gobernador fue Mohamed Moatassime, este señor también traía un Jefe de Gabinete, Thami Saoud que también era algo particular.  Era de Beni Mellal, una ciudad en el sur de Marruecos. Estaba un poquito bizco y solía aparecer en público con gafas negras, supongo que para disimular su ojo vago. Tenía una sonrisa de niño por la que asomaban unos dientecillos pequeños y separados, de color amarillento, según parece, por los fosfatos que hay en aquella zona, aunque yo diría que tampoco era demasiado aficionado al cepillo de dientes. A lo que verdaderamente era aficionado era a la cacería de jabalíes y, como después no podía comerlos por ser cerdo, me los regalaba por ser la única cristiana en todo el edificio. Con lo cual, mis amigos y yo, que del cerdo nos gusta hasta los andares, nos hinchábamos de pinchitos de jabalí.

En Tánger, en el bosque llamado diplomático, con kilómetros de pinos que llegan casi al borde del mar por la costa atlántica y que nada tiene que envidiar a las playas del caribe, se hacían monterías con mucha frecuencia y el amigo Saoud se aficionó de tal manera que sólo hablaba de eso. En ese lugar se cazaba con mucha facilidad el jabalí.

Saoud estaba casado y tenía una pila de niñas, bastante desaliñadas por cierto, que a mamá, para no perder la costumbre,  le pareció que debía hacerles alguna ropita y, sin decir nada, se puso manos a la obra y les hizo unos vestiditos preciosos que contribuyeron bastante a cambiar el aspecto que traían al principio. Tan contento estaba el padre de las criaturas que nos invitaba continuamente a comer a su casa, pero papá solamente fue una vez porque le ponía nervioso tener que comer con los dedos y procuraba escaquearse. Íbamos mamá y yo que sabíamos bastante bien  utilizar nuestras propias pinzas, que, como me había dicho el Cherif de Ouazzane en su día, nadie más que él había comido “con ese tenedor tan personal” mientras que los otros, aunque fueran de plata,  Dios sabía quién se los había metido en la boca.

Terminada la presentación tuvimos la suerte de compartir una cena de amigos  en la que los temas de conversación se sucedían fluidos e interesantes. Como no podía ser de otra manera la cena fue a base de  unos magníficos pinchitos  y  exquisitas ensaladas árabes. Pedimos la receta y ¡aquí la tenéis!  genuina  y moruna, cedida amablemente por la autora del libro, la misma que hacían en  la barbacoa  los días de fiesta en el Bosque Diplomático .

Receta de pinchitos morunos con jabalí.

Ingredientes para kilo y medio de carne:

  • Una cebolla grande cortada en juliana
  • Una cucharada sopera de perejil picado
  • Una cucharada sopera de cilantro picado
  • Media cucharadita rasa de comino molido
  • Media cucharadita rasa de jengibre
  • Media cucharadita rasa de canela
  • Media cucharadita rasa de pimienta negra molida
  • Una cucharadita rasa de pimentón
  • Sal
  • Medio vasito de vino de aceite de oliva virgen

Preparación:

Cortar a dados la carne después de un par de días de haber cazado el jabalí

Trocitos de sebo que también se aprovechan para ensartarlo en el pincho entre la carne para hacerla más jugosa.

se deja macerar en el conjunto de los ingredientes al menos un par de horas.

Ensartar la carne atravesándola en diagonal para que no se muevan cuando se pongan en la barbacoa, poniendo entre la carne un trocito pequeño de sebo ensartado igualmente en el pincho.

El fuego debe estar a punto: brasas incandescentes sin llama.

Colocar los pinchos encima de una parrilla sobre el fuego

¡Buen provecho!… Bon appétit!

شهية طيبة… Beteavón

Por Yola Corrochano

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