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La seguridad y la responsabilidad en el ejercicio de la caza

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La seguridad y la responsabilidad en el ejercicio de la caza
Por Albeitares Consultores SL / Gabinete de Peritación Veterinaria / www.albeitares.es

La práctica de nuestra afición cinegética debe ser un ejercicio de satisfacción, que cumpla nuestras perspectivas de ocio y especialmente que se ejercite bajo estrictas medidas de seguridad que no solo vengan a velar por nuestra integridad y de los que nos acompañan sino que libre a nuestra responsabilidad de situaciones de reclamación que menoscaben la satisfacción de ejercitar el noble arte de la caza.
La experiencia de nuestro gabinete de peritación en la elaboración de informes periciales y de valoración de daños derivados del ejercicio de la caza nos hacen poner de manifiesto en el presente artículo las situaciones más comunes de reclamación y las medidas de seguridad, protección y correctoras que a modo de ejercicio preventivo, consiguen disminuir e incluso desaparecer situaciones de riesgo generadoras de accidentes y reclamaciones hacia nuestra responsabilidad como cazadores u organizadores de una actividad cinegética.
Los accidentes de tráfico por fauna silvestre, se ha convertido en una situación de máxima siniestrabilidad, la actual legislación –única en Europa. al considerar responsable al coto de cualquier siniestro generado por fauna salvaje– está generando situaciones de elevación de la prima aseguradora e incluso retirada de las compañías, provocando  importantes situaciones de riesgo para los cotos. Este tema, ya de por si importante para un solo artículo, merece la pena prestar atención a las obligadas informaciones por señalización de la practica cinegética. Nuestra responsabilidad se cubre con estas señalizaciones, pero nuestra seguridad debe ir a incrementar las mismas más allá de los límites precisos de la montería, gancho o cualquier otra actividad y señalizar en todo el curso de vías de nuestro coto. Sólo con la cobertura de todas y cada una de las vías de transito de nuestro coto podemos advertir de la situación de riesgo que se genera.
En un segundo nivel de riesgo, es el generado por los perros en el ejercicio de la caza, en especial en lo referente a las recovas o rehalas, hemos de indicar la obligada notificación a los ganaderos y explotaciones que se encuentren ubicadas en la mancha que vamos a cazar sino a aquellas limítrofes o que por movimiento de las piezas pudieran ser objeto del tránsito de nuestros perros de caza. Deberíamos indicar la recomendación de la recogida y albergue de dichos animales, señalizando a los perreros la ubicaciones de estos corrales de albergue y recomendar prestar especial atención y cuidado con ladras en dichos lugares.  Los perros en el fragor de la caza llegan a atacar a reses domesticas, alcanzando graves daños e incluso provocar la muerte de muchos animales de producción y domésticos.
Colateral a este riesgo esta una situación que vemos proliferar en las monterías, se trata de la inclusión de perros de rastro de determinados cazadores que llegan a acompañar al montero en su puesto de caza. Esta situación no solo supone un punto de alerta de piezas al aire del canido en el puesto sino que por descuido puede salir de dicho puesto y además de estropear los lances del propio puesto genera las mismas molestias a los puestos colindantes. La personalidad de estos perros de rastro supone a veces encuentros agresivos con las realas al paso generándose daños al perro del montero como a perros de rehala. Nuestra recomendación es la del depósito del perro en nuestros vehículos, con las medidas adecuadas de alimentación, bebida y aireación y solo su salida a la finalización de la montería y practicar la verdadera esencia de su acompañamiento, el rastreo de piezas heridas y su cobro rápido y efectivo.
El uso de armas de fuego en el ejercicio de la caza es el riesgo común más conocido por todos los que la practicamos, cada temporada se conocen situaciones de accidentes fatales, consecuencia de usos siempre inapropiados de un arma, tanto en su tenencia como en su uso. A continuación referimos las situaciones más comunes que observamos inadecuadas e incluso infractoras en el manejo de armas de caza durante el ejercicio de la practica cinegética.
Aunque es una práctica por todos conocida como ilegal y generadora de infracciones, aun observamos manejo de armas en lugares públicos (al lado del coche, en los sorteos, en el montaje de las armadas). Debemos y estamos obligados a llevar el arma enfundada hasta el puesto o al iniciar el recorrido de caza menor, nunca debemos permitir bajo ninguna escusa llevar el arma desenfundada, por mucho que su mal portador no asegure de su desarme.
En los recorridos de caza menor o en recechos, al franquear obstáculos por nimios que nos parezcan, debemos descargar nuestro arma, no debemos cederla a un compañero y menos aun utilizarla como apoyo en la salvaguarda de estos obstáculos.
La visualización de la pieza de forma completa e inequívoca debe ser lema de obligado cumplimiento, determinando previo al fuego la trayectoria o de nuestro proyectil incluso mas allá de la posible pieza. La presencia de una posibilidad de daño en dicha trayectoria debe obligarnos a cesar en la acción y esperar líneas absolutamente seguras. El disparo ante movimientos de vegetación, ruidos o sombras son generadoras de accidentes, las respuestas a «crei que» o «pense que» son siempre antesalas de «lo siento». Siempre visualizar de forma completa e inequívoca la pieza y en el caso de armas rayadas definir la entrada del proyectil en el suelo, su velocidad y capacidad de alcance les hacen ser eficaces en daños a largas distancias.
En caso de monterías, jamás moverse del puesto hasta la finalización de la misma, no existe justificación para estas salidas, ni el remate a piezas heridas, la mejor medida de seguridad es la de no moverse. Una de las situaciones de máximo riesgo es la retirada del puesto sin el acompañamiento del postor, debemos obligar y solicitar que el postor retire siempre la armada.
En caso de apoyar en descanso el arma, debemos hacerlo siempre descargada, no vale con dejar abiertas las escopetas, siempre descargarlas. No emplear el arma para golpear retamas u otros elementos, este uso genera perdida de fijación y control. El año pasado actuamos en doce situaciones de reclamación  de daños ocasionados por disparos «accidentales» al caerse el arma de su lugar de apoyo., cuatro de ellos hacia personas, gracias dios ninguna con fatales consecuencias para personas, pero en tres de ellas ocasionaron la muerte de perros.
Como ultimo riesgo, observamos una práctica generalizada y que en nuestra opinión debemos esforzarnos en erradicar y no es otro que el  consumo de alcohol en los momentos previos al ejercicio de la caza. En todos los sorteos observamos el ofrecimiento y el consumo de alcohol, con productos de alta graduación (licores, anises, coñac, etc…) y en muchas ocasiones acompañamos en nuestro zurrón nuestra típica bota con vino, sin duda de calidad extraordinaria. El consumo de alcohol y la práctica de la caza deben ser elementos antagónicos, fuera de toda conexión. La caza y el manejo de armas obligan a tener en funcionamiento todos nuestros sentidos y el alcohol sólo provoca la disminución de dichos sentidos y su mal empleo, desterremos de nuestro ambiente el alcohol en el momento de la caza.
Y a modo de resumen final, indicar un lema que en la actuación de experiencia pericial que nuestros equipos tienen y que nos hacen ser eficaces en nuestro ejercicio y es aquel que dice «No existen los accidentes, siempre hay una imprudencia, una temeridad o una negligencia«, la seguridad debe ser la máxima siempre en toda practica cinegética, sin ella no hay disfrute de un noble arte, base de la conservación y mantenimiento de nuestra naturaleza y el aprovechamiento socio económico de gran parte de nuestra sociedad rural.
 Disfrutemos de la caza pero hagámoslo pudiendo contar lo mucho que la hemos disfrutado.

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