Opiniones Pluma invitada

Patrona de los monteros, salva tu montería y a sus rehaleros

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 «En los despachos se inventan las leyes de cacería, e ignora su señoría que esas leyes ya están hechas entre solanas y umbrías». Así narra una conocida letra de sevillanas que seguro más de uno conoce. Y en referencia al credo que reza dicha letra, creo que nadie le va restar veracidad… a no ser que sea el Ministerio de Empleo y Seguridad Social y su amplio desconocimiento de la causa. Tan amplio como el que tienen actualmente la mayoría de rehaleros españoles sobre el tema de moda, La regulación de la caza con rehala como actividad laboral.

Tengo fe en que, en esta nueva regulación, se tengan en cuenta casi todas las particularidades que a la mayoría de los aficionados rehaleros se le pueden presentar, que no son pocas.

¡Bendita afición la que tenemos! Pero maldita la hora que me entró ese veneno en el cuerpo, habrá pensado más de uno.

Los días que tienen libre de su trabajo, lo dedican a su pasión… se levantan antes de salir el sol, no son pocos los días que se les plantea algún contratiempo técnico, muchos kilómetros en el cuerpo, muchas cicatrices de guerra en esta batalla que acontece entre jaras. Y quieren llamar ‘trabajo’ a  este deporte de riesgo que es caminar entre balas perdidas o imprudentes… A algo que ni siquiera tiene un horario preestablecido, pues sabes cuándo saldrás de casa, pero no cuándo recogerás al último soldado de tu batallón.

Rodeados de poco reconocimiento en su faena, en la mayoría de los casos, si tienen suerte, comen a deshora, lo que queda en cualquier sombría nave cercana al cortijo. Se nos olvida que ellos hacen posible que hasta el más pintado pueda disfrutar de un lance… ¡Y a esto quieren llamarlo ‘trabajo’! Y no sé si vanamente, por no querer ser más papista que El Papa, pero pienso yo, si a todo esto quieren llamarlo ‘trabajo’, para seguir hablando con propiedad, ¿empezarán a llamar a este tipo de trato, discriminatorio?

Sí es cierto que las rehalas prestan un servicio. Siempre se lo han prestado al montero, desde tiempos remotos. Con más o menos gloria se ha ido pasando de ese trabajo mano a mano entre monteros, arrieros y rehaleros, en simple beneficio del disfrute propio de todos ellos, a una ganancia económica. La mayoría de las veces es ganar lo comido por lo servido, aunque ya casi nadie quiere ser pagado en especias, es decir, con puestos. Y es por ello que, hoy, esa ganancia económica vuelve a ser objeto de controversia.

La verdad, y dentro de mi desconocimiento, creo que un poco de control no viene del todo mal. Pero también sabemos que al apretar esta cadena trófica de la montería, caerán presas y predadores. Si vamos a tener que declarar y dar de alta a todos en la seguridad social, habrá que incrementar el valor del producto, es decir, fincas, puestos, etc. para contrarrestar las pérdidas de los de arriba… ¡Y a ver quien compra! y claro, nos encontramos con la pescadilla que se muerde la cola, ¿se querrá incrementar también el alquiler de las rehalas para que éstas puedan estar al corriente en sus cotizaciones a la seguridad social?

Permítanme aún dudarlo… y que no estén manteniendo las rehalas en vano hasta el mes de octubre.

¡Y es que no se aclara nada! Para los que están un poco puestos en internet, corre la información como la pólvora. Algunas veces cierta y otras para tergiversar más las cosas… Pero para aquellos, una gran mayoría, abuelos o padres rehaleros, que echaron los dientes entre las peñas de una sierra y los helechos de un barranco, aquellos que llevan 50 años batiendo monte, para aquellos que la información corre más veloz de boca en boca, y las nuevas tecnologías no son el pan nuestro de cada día… para ellos, la angustia es aún mayor, no salen de su asombro con tanto revuelo de información velada. Se echan las manos a la cabeza ¿Su afición convertida en trabajo? ¿Qué está pasando con la  montería…? O peor aún, seguro que todos conocemos, más o menos cerca, algún caso de depresión al llegar a la jubilación, rozando algunos, incluso, casos extremos, por la necesidad de sentirse útil. Aquel que caza, en la modalidad que sea, el perdigón, al salto con su fiel amigo o con sus rehalas, tiene una puerta abierta con resplandor de oro, para sobrepasar ese parón funcional. Y ahora… cuando te jubiles ¿Ya no puedes montear?

Esta temporada todo volvía a tambalearse y los rehaleros salían camino del cazadero con no menos temblor en las piernas que las hojas de un chopo en pleno vendaval. Primero fueron los núcleos zoológicos, luego los pasaportes y microchips, la desinfección de camiones y remolques y un sinfín de temas burocráticos que poco a poco casi todo el mundo fue entendiendo y poniendo en regla para poder seguir disfrutando de esta pasión que si no se conoce, es tan difícil de explicarle a estos señores del Ministerio. Ahora sinceramente, todo es un chismorreo general, que nada aclara a aquellos que realmente lo necesitan para hacer las cosas bien. Así me comentaban que si al menos supiesen qué querían de ellos, qué documentación era finalmente necesaria para cazar de nuevo en regla, podrían valorar su situación, y saber si compensa seguir cazando y luchando por la Montería o por el contrario,  con todo el dolor de su alma, compensa más colgar para siempre el cuchillo y los zahones.

Sin pretensión de sentar cátedra, a la gran mayoría nos gustaría saber el enfoque que se le va a dar desde la Administración, y sería conveniente que de cara a la temporada que entra ésta se pronunciase cuanto antes y facilitase información VERAZ Y ACCESIBLE de todo lo acontecido a los interesados. Pues a los perros mientras tanto hay que seguir cuidándolos y manteniéndolos.

¡Cómo somos las personas!, queremos poner un precio a todo, y eludimos que hay cosas que no se pueden pagar ni con todo el oro del mundo: la cara de tus perros cuando oyen el sonido de las puertas del camión una mañana antes de cargar, una suelta, abrocharse los zahones entre aroma de jaras, el latir de tu puntero, la adrenalina de un agarre, el estruendo del trabuco haciendo eco en el monte, el toque de una caracola a última hora de la tarde…

Aquella montería de antaño, ha evolucionado o involucionado a lo largo de estos últimos años, según se mire. Pero tanto han querido profesionalizar esta pasión, este modo de vivir que tenemos algunos, que además de perder parte de su encanto, está rozando la agonía. Si se llevan a cabo todas estas medidas, será, nada más lejos de la realidad, el jaque mate al perfil tradicional de nuestra Montería Española. Arte, cultura y tradición de un país, que así como los toros, deberían proclamarlo, como mínimo, bien de interés cultural.

Al final el futuro de la montería (toda similitud con el presente es mera casualidad) será una cerca ganadera donde el ganado será abatido por lobos que vendrán de tierras lejanas. El duende de la montería se perderá, porque ya no habrá sentimiento de pasión flotando por el aire. Ya no habrá olor a monte sobre el cuero engrasado, ni ladras, ni caracolas, sólo el sonido de las voces y los metales de batidores que andarán espantando el ganado por la sierra, sin más emoción que la de llevarse unos euros al bolsillo… la montería se teñirá de luto con el resplandor de colores fosforitos en el monte… Pero eso sí, todos regularizados y pagando impuestos.

Aprovecho para dejaros una pregunta en el aire ¿Qué ocurrirá con todos aquellos perros, de los rehaleros a nivel nacional, que no les compense seguir adelante?

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Por Vanessa Barba.

En agradecimiento a Quirico Matamoros y El Colorao de Andújar y Rory Barbudo.

 

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