Los últimos de Filipinas

Dimisiones en la Federación Gallega de Caza

Creo que para trabajar por la caza y los cazadores nadie sobra. Es una mala noticia que Manuel Martínez haya dimitido de sus cargos en la Federación Gallega de Caza y se marche de una forma tan áspera y dolorida. Espero que ello no signifique una amputación definitiva.

La caza social necesita de todos y los personalismos, en un sentido u en otro, sólo nos llevan a un pretendido culto al líder, mas propio de Corea del Norte que de otra cosa. Yo no creo ni en Manolo Martínez ni en Javier Nogueira, ni siquiera creo en mí mismo como una especie de líder en posesión de la verdad absoluta. La época de las monarquías absolutas y personalismos ha pasado. Sólo creo en los equipos y en la unión de capacidades individuales para conseguir el bien común. Creo en la lucha por los derechos de la caza. Una federación de caza debiera ser más parecida a un partido de fútbol que a un encuentro de tenis. No se puede chupar balón y pretender meter goles, salvo que no importe meterlos en propia meta. El problema de la Federación Gallega no es Javier Nogueira ni Manolo Martínez. Ellos, yo, o el mismísimo Andrés Gutiérrez, sólo somos pobres, débiles e imperfectos hombres. El problema de la Federación Gallega es que un lobby de intereses comerciales crece a las faldas de la estructura federativa. Se apoya en sus fines sociales, para favorecerse en sus legítimos intereses económicos privados. No puede un representante de una empresa de gestión cinegética entrar y salir como Perico por su casa de las oficinas de Federación e, incluso, no debe ostentar un cargo de representación federativa, por muy legal y democrático que sea su nombramiento, porque, simple y moralmente, es indecente. La estructura de Federación no sólo debe ser honrada, sino parecerlo. El que hoy, entre otras cosas, en la Fedederación de Pontevedra exista un ejemplo de que los intereses comerciales cinegéticos, sean los que nos representan en un comité de caza es, desgraciadamente, similar a tener al gerente de una industria petrolera en un hipotético ministerio de energía. Será legal, pero es indecente.

 

Esos son, entre otros, los problemas de la Federación Gallega de Caza. De estos problemas y otros similares debiera preocuparse su presidente. Que don Manuel Martínez se marche hoy de la directiva de Federación no es lo importante, aunque siento que ocurra; tampoco es importante que se marche mañana don Javier Nogueira; ni siquiera es importante que se marche o no don Andrés Gutiérrez de la RFEC. Lo importante es que prevalezca el fin social de la caza en la RFEC y en la Federación Gallega de Caza. La institución tiene que estar por encima de personalismos y para que no se llegue a espectáculos esperpénticos como los ocurridos en la RFEC, no se puede consentir que los intereses comerciales dominen estructuras que debieran de estar fuera de toda duda en cuanto a su pulcritud. Prefiero no mentar a la mujer del César, por considerarlo una obviedad.

Desde estas líneas, mi máximo respeto a Manuel Martínez y sus motivos. Mi máximo respeto a Javier Nogueira y a su trayectoria, pero espero que él sepa ver y calibrar que fueron las peligrosas sombras de las inadecuadas compañías las que trajeron la desgracia sobre la RFEC y, aprendiendo en cabeza ajena, no siga permitiendo que eso se produzca también en la Federación Gallega de Caza.   

A todo eso, nadie se acuerda de un presidente provincial electo, magnífica y buena persona, a quien profeso todo mi cariño y respeto, que se llama Francisco Couselo Castiñeira, el cual, me temo, termine convirtiéndose en un muñeco de trapo roto en medio de un cúmulo de intereses ajenos a la Federación, a la caza social y protectores de enchufismos diversos.

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