Escopeta negra

La caza en parques nacionales: canguelo ministerial

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No hay peor cuña que la de la misma madera, dicen los que gustan de beber de ese pozo sin fondo de sabiduría, tan ancestral como barata –y tan poco usada para lo poco que cuesta–, como lo es el acerbo popular. Y razón no les falta.

La astilla, del susodicho leño, no es otra que aquellos que se empeñan, erre que erre, en ‘defender’ la naturaleza, su naturaleza, bajo unos postulados, sus postulados, que no les dejan ver más allá de sus propias antojeras. Y, cual burro que pilla la linde, trotan y trotan hacia ninguna parte, aunque la linde, la senda, la trocha, la vereda, el camino o la utopista se acabe y tengan una señal de prohibido el paso. Ellos siguen.

Desde un tiempo a esta parte, en todos los ámbitos relacionados con la naturaleza, el mundo rural, la defensa del medio y la biodiversidad, y la caza –y todos incluye hasta la opinión de políticos muy cercanos a la cumbre ministerial e, incluso, la del propio Ministro, que nos ha llegado de buena tinta– se pone en cuestión la gestión, sobre todo cinegética, que se lleva a cabo en los parques naturales y nacionales, y se habla, vox populi, de gestionar su caza. Los dichosos santuarios para preservar la biodiversidad, según algunos, no pueden, como se ha querido hacer ver hasta ahora, vivir de espaldas a los auténticos gestores de los mismos, aquellos que, gracias a su trabajo a lo largo de siglos, han hecho posible que éstos lleguen hasta nuestros días en un estado inmejorable de conservación y que no son otros que las personas, sí personas, que habitan, y cohabitan, en dichos parques y sus entornos más cercanos. El hombre no es tal sin su medio y éste no puede ser ajeno, por mucho que queramos disfrazarlo de lo que sea, a la acción humana, del tipo que sea.

El dejar la naturaleza a su libre albedrío, podría estar muy bien, por ejemplo, allá por el Cretácico, en la era Mesozoica, y tampoco porque algo harían los dinosaurios para que la madre naturaleza se encargara de dar cuenta de ellos. Pero a partir, también por ejemplo, del Homo habilis, unos dos millones y medio de años antes de ayer, en el Pleistoceno, la interferencia del humano con el medio es algo consustancial con la especie –si no se hubieran descuajaringado los bloques de silex para hacer las primeras hachas de mano, posiblemente alguno de los que defienden ‘ciertas teorías’ no estarían ahora tocando… la gaita, constantemente, defendiendo lo indefendible–.

Todas estas elucubraciones vienen a cuento a raíz de las últimas noticias aparecidas, hace apenas un rato, en torno a la autorización del MAGRAMA para realizar monterías y recechos en lugares tan emblemáticos, gestionados por el Organismo Autónomo de Parques Nacionales, como Quintos de Mora, Lugar Nuevo y Contadero-Selladores –que no son parques nacionales–. De inmediato, porque están al acecho, han saltado los talibanes en busca de su carnaza (léase subvención) predicando las vilezas de la gestión cinegética en ‘sus santuarios’. Desde que se va a acabar con la gestión ‘ejemplar’ llevada a cabo durante más diez años, a que en las monterías jienenses, en territorio del lince, se van a abatir algunos gatitos ‘para trofeo’. ¿Se puede ser más idiota? Sí, seguro.

Supongo que la dichosa ‘gestión ejemplar’ no se referirá a la llevada a cabo en el Parque Nacional de Sierra Nevada, santuario donde los haya, en el que, hace algunos años, hubo que realizar una masacre, ¡pagada por el bolsillo de los contribuyentes!, con las monteses porque ‘su gestión’ había provocado una auténtica y amenazante epidemia de sarna. Y poco hablan y mucho callan, estos… trincaperas, de la gestión de especies protegidas, como el ‘lindo gatito’, en las fincas cinegéticas de Andújar, por ejemplo, en las que caza y conservación cohabitan desde nuestros ancestros y en las que dichas especies protegidas, en convivencia con la caza, proliferan de forma natural, sin ‘proyectos LIFE’ de a reo tropecientos (millones) como ocurre unos cuantos kilómetros, en las marismas, más a al sur.

Y, claro, los canguelos ministeriales, ante la presión de los cuatro perroflautas de turno (que parece que tuvieran la mayoría absoluta en el Parlamento) –esos mismos que no ven con malos ojos una posible ‘caza técnica’ en los parques nacionales, pero que no admiten bajo ningún concepto la ‘caza deportiva’, generadora de ingresos–, se han apresurado a afirmar que la caza en parques nacionales «Está prohibida hoy y seguirá vetada en el futuro», en contra de organizaciones –como la RFEC, APROCA o la ONC, que representan a más de un millón de cazadores– que, con toda la lógica del mundo, piden que esa caza se gestione y sea, como lo es, una fuente inconmensurable de riqueza, tan necesarias como imprescindibles para el medio rural, en particular, y para las arcas, en general, de este nuestro tan hermoso como maltrecho país.

Porque… ahora surgen las preguntas incómodas. Si por celebrar unas monterías y unos recechos en los citados lugares autorizados, el Estado se ingresa la nada despreciable cifra de 167.265 euros… ¿Cuánta pasta se podría ingresar con una gestión cinegética, buena, regulada, legislada, controlada, y todos los ‘adas’ del mundo, en los dichosos santuarios que sólo sirven para generar problemas y subvenciones? ¿Está este país en condiciones de menospreciar semejantes ingresos con la que está cayendo? ¿Alguien puede a explicar ‘esto’ a las personas que viven, miserablemente en muchos casos, en los medios rurales de los entornos de los parques nacionales, en particular, y a los cinco millones de parados, en general? ¿Alguien puede programar, gratis por supuesto, desde algún organismo oficial un curso acelerado para perrosflauta, en el que se les explique lo que es una gestión , buena, regulada, legislada, controlada, y todos los ‘adas’ del mundo, de los recursos naturales? Y, más aún, si cabe, ¿habrá alguna vez en este país un gobierno con dos… pelotas, que se plante ante esta caterva de inquisidores y les pare los pies en aras del bien común, del beneficio de ¡todos! los españoles y, por supuesto, en beneficio de una gestión buena, regulada, legislada, controlada, y todos los ‘adas’ del mundo, de los recursos naturales, del medio ambiente y la biodiversidad? Porque crear parques zoológicos, por muchas hectáreas que tengan, y le pese a quien le pese, nada tiene que ver con la protección de la naturaleza, con la de ¡todos! Con la suya no lo sé, pero me atrevo a dudarlo.

¡Ya está bien de tanto canguelo para unas cosas y de tanto atrevimiento para otras!

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