Desde el pulpitillo

¡Ay, de nosotros!

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¡Ay, de nosotros!, si los socialistas siguen a estas alturas teniendo alguna representación en el Parlamento Europeo. El desprecio que estos representantes de una parte del pueblo español han demostrado reiteradamente hacia los cazadores y hacia nuestra afición, puede costarnos caro. Pero lo triste es que noy que nos creemos que con no ir a votar es suficiente para mostrar nuestro desacuerdo. Pero la realidad es terca y nos demuestra que el voto es nuestro derecho y que, si no lo ejercemos en una dirección concreta, se nos volverá en contra como un boomerang que dará al traste con todas nuestras buenas intenciones.

En fin, ¿qué le vamos a hacer?, tendremos que seguir luchando también en este frente para defender nuestros  intereses. Tendremos que incluir en el catálogo de depredadores al europarlamentario de izquierda moderada y radical, y mientras no los erradiquemos del parlamento, nuestra afición estará permanentemente amenazada como si no erradicamos de nuestros cotos a todos los depredadores oportunistas que los invaden y que, en muchos casos, superan con su población la de especies cazables.

Estamos en época de control y hay que andarse listos, hay más zorros que perdices y juro que no es una forma de hablar. Hay cotos donde es mucho más fácil avistar un zorro que una pareja de perdices con nido. Es impresionante verlos patrullar a la caída de la tarde por el borde de masas de agua, arroyos o ríos buscando los nidos de las anátidas para darse un festín de huevos.

El panorama en cotos en los que hace años hubo núcleos de población diseminada por cortijos y majadas es desolador. Los edificios que antes fueron casa de familias enteras que dependían de la agricultura y la ganadería, hoy son restos de construcciones derruidas por el paso del tiempo, que ocupan todo tipo de alimañas. Como en los humanos, los seres más dañinos son los más capacitados para adaptarse al medio y utilizar la ruina de generaciones anteriores de otras especies, en su propio beneficio.

Pero de esto también tienen una parte importante de culpa los urbanitas verdolagas, ecolobrones, ecologetas y cobracomisiones a costa de ‘su’ medio ambiente.

Estos que dedican medio año a criticar a los cazadores y el otro medio a vivir de las subvenciones, son los que no tienen inconveniente en llevar al gatito que compraron en Reyes, y que era simpático y cariñoso, a dejarlo en medio del campo, porque en la casa estorba y no quieren ni pensar en practicar la eutanasia activa ni en seguir responsabilizándose del cabrón del gato que araña los muebles, destroza las cortinas y se mea por las esquinas en época de celo. Solución: gatito al campo, mientras le cuentan a los niños lo bien que vivirá entre otros congéneres disfrutando de su libertad. Al niño no le explicarán que Micifú no tendrá quien le ponga de comer cada día y que si quiere llenar la barriga lo tendrá que hacer a costa de otras especies animales. No tardará el gatito mimoso en buscar refugio en algún cortijo abandonado, donde coincidirá en poco tiempo con una gatita abandonada y entre los dos, en apenas un año, habrán convertido el lugar en un criadero de gatos que acabarán con todas las expectativas de cría de la avifauna y pequeños mamíferos en doscientos metros alrededor de su guarida.

Los perros abandonados, y no precisamente de caza, son legión en nuestros campos, llegando a constituir verdaderas jaurías que representan un peligro incluso para el ganado, pero los propietarios que los abandonaron en una gasolinera, en medio de la carretera, o directamente en el campo, duermen con su conciencia muy tranquila porque no llevaron a su estorbo al veterinario para que lo eliminara de una forma civilizada. Los cazadores somos los malos del cuento, porque nos toca apechugar con el desastre y poner control al crecimiento descontrolado de especies domésticas en los lugares donde deberían criarse especies salvajes.

Los tejones siguen siendo especie no cazable y protegida, y el caso es que hay cantidades industriales por nuestros campos. Pero como son animales de costumbres nocturnas no llaman la atención con su presencia; eso sí, donde haya una tejonera no quedará un nido de ningún ave esteparia en cien metros a la redonda, arrasarán cualquier gazapera, y harán menú de cualquier lebrato que nazca cerca de su domicilio. Estos son otros que, al carecer de cualquier depredador natural y de cualquier tipo de control, campan por sus respetos arrasando lo que pillan a su alcance. Y con este panorama desolador los cazadores nos dedicamos a poner bebederos, comederos y refugios para los pocos supervivientes, en la esperanza de que haya una cría razonable que nos permita practicar nuestra afición.

Si no teníamos bastante con la cruzada contra todos los depredadores oportunistas que invaden nuestros campos, ahora tenemos que luchar también contra todos los depredadores, más oportunistas todavía, que pueblan los despachos de la administración y, especialmente, los que han dado con sus huesos en el cementerio de elefantes que para algunos partidos de nuestra izquierda es el Parlamento Europeo: un cortijo en buen estado, donde abandonar al parlamentario que ya no es útil en nuestro país, para que allí haga unas cuantas gilipolleces y, entre todos, le paguemos el sueldo.

Debería estar prohibido abandonar gatos en el campo, y políticos tocapelotas en Europa. Por lo menos, los gatos tienen que buscarse la vida como pueden. A los otros se la costeamos entre todos.

 

Por Carlos Enrique López.

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