Desde el pulpitillo

La palmó la osa

Aquí hay veces que duele el estomago con algunas noticias. A los salvadores de la naturaleza, del medio ambiente, de la vida salvaje y del “Sumsum Cordan”. Se les muere una osa, que nos ha costado a todos los españoles como si hubiéramos comprado veinte osas adultas, precisamente cuando van a liberarla después de haberla cuidado desde el mes de abril de este año como si fuera la última semilla viva del eslabón perdido.

 

Según la noticia publicado por “La Razón”, en el operativo para la reintroducción al medio natural del animalito, participaban nada menos que ¡catorce personas!, a saber, tres veterinarios, ocho agentes medioambientales o celadores y tres técnicos. Y va la osa y se les muere en la excursión. Si la coge un pastor la mete en saco con las patas atadas con cuerda de pita y la carga en un carro, anda la osa media España y no le pasa nada.

Como era de esperar, al buen bicho, le habían colocado un transmisor para saber de sus andanzas posteriores, ya nos enteraremos, si nos enteramos , si no ha sido este uno de los motivos de su pase al paraíso de los osos.

El caso es que este animal pesaba ya treinta y seis kilos y al parecer su estado de salud con nueve meses de vida, era óptimo, según los expertos, para su liberación y reintroducción al medio natural.

La osa, encontrada en abril en los montes de León con apenas tres meses de vida y cinco kilos de peso, había sido “recuperada” y conseguido llegar al estado de gracia que le permitiera volver a sus paisajes originales y mezclarse con los pocos congéneres que le quedan. Pero está visto que los osos no están dotados para el turismo.

Seguramente el fallecimiento se narrará como una desgraciada anécdota. Los Verdes no abrirán la boca salvo para bostezar por el aburrimiento que producen estas noticias y la osa y el pastón que nos ha costado criarla, pasarán al baúl de los recuerdos sin más trascendencia.

Yo, con esa pizquita de mala leche que me caracteriza cuando me irritan, me he parado a pensar en si el guión hubiera sido otro con las mismas consecuencias.

He imaginado a algún concejal de pueblo de montaña gobernado por el Partido Popular, cazando con sus perros tranquilamente por los montes leoneses, viéndose sorprendido por la presencia de un oso que ataca a sus perros.

El hombre, viendo en peligro a sus fieles escuderos, agarra la escopeta por los cañones y le lanza un par de mandobles al oso, que retrocede unos metros para reorganizar su ataque, y pasando de los perros, uno de los cuales yace despanzurrado por sus garras, se dirige al cazador gritando furioso y con las mandíbulas al descubierto. Nuestro concejal, en legítima defensa de sus canes y de su propia vida, se ve obligado a disparar a quemarropa causando la muerte del oso. Afligido por la perdida de uno de sus perros, con los nervios rotos por el encuentro, vuelve a casa con el tiempo justo de dejar al superviviente y el arma y se dirige al cuartel de la capital para dar parte del hecho.

De inmediato, le privan del permiso de armas, con la obligación de depósito de las mismas por un delito medioambiental.

Se le comunica la apertura de diligencias y sale del cuartel como un peligroso criminal, en espera de juicio.

Al saberse en el pueblo la noticia, la única concejal de la oposición, pone el grito en cielo, y comunica el hecho a sus superiores para que actúen con la máxima diligencia. Los diarios generalistas titulan “ Concejal del PP mata a un oso cazando”, los que aprovechan la noticia de rebote ocupan una portada “A un concejal del PP, detenido por la Guardia Civil, le intervienen una escopeta de caza con la que había matado un oso”. Los especialistas anti caza empiezan a hacer hervir las redes sociales: “ Concejal del PP, mata un oso con una escopeta de caza. Este animal había sido recogido por técnicos medioambientales y criado con cargo al erario público para su posterior reintroducción en el medio natural, después de habernos costado a todos los españoles más de quinientos mil euros, un criminal lo acosó con sus perros hasta matarlo con su escopeta de caza. Grinpis se presenta como acusación particular”

Los ecologetas le organizan un “escrache” al pobre concejal y le piden que se inmole en plaza pública. El líder de la oposición pide la comparecencia en el congreso del ministro de Medio Ambiente y exige la dimisión del presidente del gobierno. Mientras tanto en Bruselas los Verdes nos ponen a bajar de un burro y relaciona la subida de la prima de riesgo con la muerte del oso. En Gibraltar, el ministro principal jura “que el peñón ya sería español, de no ser por el peligro que correrían los monos de ser abatidos por los cazadores” La concejal del partido de la oposición en el mismo ayuntamiento, aparece en Prime Time en el programa “Sálvanos de esto” de Telebrinco, y le pagan cien mil euros por jurar en el polígrafo que ella lo vio salir con los perros, de madrugada y con “algo” escondido en una especie de funda. Intentó avisar al cuartelillo, pero no había cobertura.

En fin, esto son solo elucubraciones, cosas mías, pero lo que es cierto es que la osa nos ha costado una pasta, que ha generado no pocos sueldos y que no sobrevivió a la OSAdía del viaje para liberarla. ¿Descansarán en paz los responsables?, sin duda el animalito ya lo hace, y lejos de la leyenda, sin la intervención de ningún cazador. Que si hubiera sido de otro modo…

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