Las brumas del Duero

Rendición incondicional

images_wonke_opinion_felipe_vegueYa sabrán todos ustedes que, para dar respuesta a las imposiciones –por llamarlas de una manera tibia– del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el pasado día 1 de marzo se reunieron en Madrid, en el marco de la feria de caza Cinegética, diecisiete asociaciones de rangos e intereses diferentes para tratar un único tema: el de la grave carga impositiva, obligatoria y con carácter retroactivo de darse de alta en el Régimen General a auxiliares de la montería y rehaleros.

La Mesa de Trabajo de la Rehala y los representantes asociativos expusieron sus conclusiones de lo que hasta la fecha había acontecido y, por primera vez en la historia de la cinegética en nuestra nación (esto es importantísimo), se expusieron en tan corto espacio de tiempo todas las posturas, dependiendo del tipo de interés en la defensa de sus asociados y/o negocio, en el caso de las organizaciones profesionales. Lo allí acaecido deberá tener una lectura posterior dependiendo, y mucho, de los encargados, en nombre de todas ellas, de negociar con la Administración las distintas posturas para que el sector reciba disposiciones claras e instrucciones definitivas que impidan el destape de la caja de Pandora, en la cual se podría convertir la caza deportiva en España. Una Administración que está demostrando tener muchísimas más apetencias, no sólo en legislación y obligaciones, sino también en afán recaudatorio que impedirá, a buen seguro, la práctica de la caza deportiva, incluso en terrenos comunes, y de amplias calificaciones deportivas y de muchos cazadores españoles, atendiendo no sólo al nivel de sus ingresos, sino también a su inclusión en diversas causas, como parados, jubilados o pensionistas.

Lectura muy importante es que los distintos representantes acudieron sin ningún ego personal y abrieron la posibilidad de enfrentarse con la realidad más cruda de la sociedad cinegética, defendiendo (al menos eso se debe intentar) los intereses reales de los cazadores a los cuales se tiene la obligación de defender. Es el momento de demostrar lo dotados que están todos nuestros dirigentes y su capacidad de trabajo en las tareas que al aceptar el puesto tienen aparejadas y abandonar, ciertamente, el inmovilismo que en ocasiones se percibe en ciertos dirigentes que parecen haber obtenido su plaza a perpetuidad.

Si salvamos este escollo de tanta importancia y los representantes, a su vez, de esta Mesa de Trabajo consiguen algunos de los objetivos que ya están perfilados, todos saldremos ganando y se abrirán nuevas vías para enfrentar diálogos constructivos, de los cuales es imposible que se libren los que creen en el diálogo y la unidad aun dentro de la diversificación asociativa.

Por tanto, si perdemos o ganamos en las reivindicaciones del colectivo, si obtenemos concesiones o las tomamos por la fuerza de la razón, con la unión y la unidad de acción, todos mantendremos un estatus necesario para sentir la práctica de la caza como un ejercicio de hombres libres. De no conseguirlo y que traguemos con el resultado que nos impongan, a muy corto plazo puede ser funesto, con la desaparición de una modalidad de caza con perros, por un lado, y al cazador dejándole en manos de un arrendador, que nos tratará como a inquilinos en nuestras sierras, con epígrafe y declaraciones, con asesores fiscales y jurídicos, con obligaciones laborales, fuera del ámbito que siempre nos ha imprimido nuestro carácter: la caza es vehemencia y libertad de elección de la modalidad que más nos apasione, en los amplios escenarios que nos brinda la naturaleza.

No debemos caer en el pesimismo contagioso de toda una sociedad que parece más preocupada en «que me quede como estoy», que valorar justamente lo que la caza nos ha hecho obtener, y no necesariamente por orden, como son percepción real de la naturaleza, amistad y compañerismo y evolución de nuestros sentidos.

Todos son valores humanos que disponen nuestra condición como personas y que obtenemos en el ejercicio de la caza y que pueden ser cercenados, arbitrariamente, sin tan siquiera hacer llegar nuestra voz con fuerza a quienes crean que toda la naturaleza del cazador debe pasar antes por taquilla.

Es, por tanto, el sentido de hombre libre el que debe prevalecer en la propia naturaleza de la caza, demasiado prostituida en discursos políticos y acaparadores, que siempre presuponen la solución de zonas deprimidas, zonas que, hasta la fecha, obtenían beneficios en pequeños negocios de todo tipo e índole, que con la obligación de pasar por vicaría, crearían un monopolio de gran entidad y en manos de pocas empresas imponiendo sus condiciones y donde la rehala se dividirá en dos realidades antagonistas y con intereses muy diferentes, cuyas consecuencias son imprevisibles.

Y no hablemos del cazador deportivo, aquél que vive la semana en su trabajo y familia comportándose en su día a día como tal, deseando que llegue el fin de semana para hinchar sus pulmones y fortalecer sus músculos y sentidos con los escenarios de nuestro pasado más reciente.

 

Por Felipe Vegue.

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