Las brumas del Duero

Carta abierta al Ministro de la cosa

images_wonke_opinion_carlos-elopez_carlos-enrique-lopez-foto-portadaQuerido Ministro, la berrea es una manifestación de los señores del territorio, una forma de declarar suyo el terreno donde pisan, donde pastan, donde conviven con los demás, pero donde, a fuerza de fuerza, imponen su santa voluntad al resto de individuos de su especie.

¡No, hombre no! (no sé si es, porque sois así de mal pensados, o porque ya me vais conociendo), no estoy hablando de Arturo Mas. Estoy hablando de los venados (¡vaya!, algunos pensaran que esto también le pilla). Pero, de verdad, me refiero a los venados de cuatro patas, ésos que tienen bastante más luces, más clase y más elegancia que el que habíais pensado.

A los que yo me refiero es a esos señores de la sierra, que a estas alturas ya habrán proporcionado más de una satisfacción a los cazadores, que habiéndolos respetado cuando tenían menos maera, ahora se los han tropezado hechos unos pavos de ésos que alimentan la leyenda. A ésos que unen alrededor de su caza auténticas fortunas que se subdividen en salarios, que caen como agua bendita por todas nuestras sierras. Esas propinas que saldrán generosas de agradecimiento de los bolsillos de los cazadores, para premiar a los que le han cobrado un macareno legendario en el fondo de un arroyo entre órganos de piedra, donde ya lo habían dado por perdido. Esas propinas a los que el Sr. Montoro ya les quiere poner IRPF.

¡No me joda, Ministro! ¿Quién ha sido el tontoelculo que le ha hecho caer a usted, hombre inteligente, en semejante gilipollez? ¿Se imagina, siquiera, la cantidad de almas que están hasta la entretuerca de tanta imbecilidad administrativa? ¡Oiga!, que aunque no se lo parezca, los que empezamos a tener escoceduras en las partes pudendas, de tanto como nos las están tocando, somos votos. Y no de castidad, no. De ésos que a ustedes tanto les preocupan cuando faltan seis meses para las elecciones y que, sin embargo, se los dejan robar durante los tres años y medio anteriores, escuchando consejos de quien no debería dar ni opiniones.

La caza, Sr. Ministro, genera un movimiento de dinero muy superior al de otras muchas actividades a las que ustedes entregan subvenciones y, además de pagar al Estado, no genera gastos al erario público. En los presupuestos, venga pasta para sindicatos y partidos políticos, y claro, tanto les preocupa llenar los bolsillos de los de su cuerda que no tienen más narices que buscar dinerillo donde lo haya, y que mejor idea que reclamar que los perreros se den de alta como autónomos, o que los secretarios tengan contrato a tiempo parcial.

Mire usted, Ministro, yo no quiero darle ideas, que comprendo que es como poner un revólver en manos de un mono harto de aspirinas y Coca-Cola, pero sí sería capaz de comprender que se impusiera la obligación de que en todas las monterías fuera obligatorio emitir una factura con su IVA correspondiente a cada cazador que abona el importe de un puesto. De esta forma, el cazador podría reclamar legalmente en caso de no recibir lo prometido y esos dineros, más negros que el ala de un grajo, que corren por cuerdas y sopiés de nuestra geografía, serían convenientemente controlados.

Pero lo de putear a los perreros, para lo único que debería servir es para poner en su casa al ínclito asesor de la patria al que se le ocurrió la idea. ¡Se lo juro, Ministro! No se puede ser más necio ni más ignorante de la realidad de la caza.

Alguien sin certificado de ‘imbécil público’ debería coger la calculadora y sumar lo que pagan los cotos de caza mayor cada año; lo que suman los recargos de caza mayor que cada autonomía ingresa como consecuencia de esta afición; lo que aporta al erario público el IVA de los impuestos de las transacciones de carne procedente de monterías; lo que se recauda como impuestos de la venta de rifles y munición para los mismos; lo que genera en puestos de trabajo la ropa de caza, los complementos, las armas y la munición, que sólo se mueve de manera exclusiva en torno a la caza mayor.

Pero, sobre todo, alguien sin diploma de ‘tontoelculo emérito’, debería analizar la sangría de votos que en época de elecciones suponen para el Gobierno de la nación las decisiones de estos iluminados con sueldo de asesor, que ponen en marcha medidas encaminadas a joder al que menos culpa tiene, con el único objetivo de demostrar la brillantez de ideas que les sujetan al sillón de las comisiones y la mamandurria.

Malo era cuando dedicaban la mañana a leer el As y el Marca, pero peor es darles tiempo a pensar.

Queridos sorbesopas, tontosdelculo, desocupaos, dormidores del congreso, cobracomisiones, tarjetistas y nombrados a dedo: dejad de joder a los perreros, que sin perros no hay caza mayor y, en consecuencia, los votos y los ingresos, ¡a tomar Fanta, gilipollas! (Si alguien lo requiere estaré encantado de explicarle quién era don Gil).

¡Hasta más ver!

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