Panorama montero

‘Dehesa de Navalacedra’, organizada por A&G Imperial

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A&G Imperial volvía a reunirnos, esta vez en Aldeaquemada (Jaén) para montear Dehesa de Navalacedra, una finca que había despertado todo mi interés dado que la cacé a rececho el año pasado cobrando dos bronces, un gamo y un muflón, que se cazaría con treinta puestos y diez rehalas, con un amplio cupo de tres venados, un gamo, tres muflonas, tres ciervas y tres gamas.

A las 09:00 h. nos fuimos reuniendo en el lugar indicado por Roberto González en las piscinas municipales, donde degustar las tradicionales migas que llenaran los estómagos que teníamos llenos de mariposas por las buenas expectativas que había levantado en el evento. Muchas caras conocidas, muchos de los que ya coincidimos en El Albercial el pasado 5 de diciembre , volvíamos a reunirnos, lo que habla bien a las claras de cómo hace las cosas A&G Imperial, pues, cuando repetimos, por algo será.

Roberto (deA&G Imperial) y Manuel (alcalde de Aldeaquemada y gestor la finca) nos daban la bienvenida y nos daban precisas instrucciones sobre las especies abatibles, haciendo hincapié en que la expresa prohibición de tirar sobre los ejemplares de venado “negro” (2 machos, 2 hembras y 2 varetos) y sobre el gamo albino. Rezamos un Padre Nuestro y tras los vivas a nuestra patria y nuestra patrona, comenzó el sorteo.untitled9a&g imperial - dehesa de navalacedra - montería

Me correspondió en suerte el nº 3 de La Tamujosa y, tras consultar con Manuel e indicarme su ubicación, me embargó una inmensa alegría pues conocía la zona y el puesto iba a ser de los buenos.

Iban saliendo las armadas y los tres afortunados que integraríamos la armada de La Tamujosa nos arremolinamos junto a los coches que ya habíamos juntado, departiendo con los secretarios que nos adjudicaron sobre las posturas, el estado de la mancha, etc. Nos íbamos impacientando deseando que nos llegara el turno de partir a los puestos. Me acompañarían en el puesto mi amigo Sergio y El Pieles, el secretario que me habían adjudicado, un veterano avezado en la caza con un sorprendente parecido con el Marqués de Del Bosque (nuestro querido seleccionador nacional de futbol), buen conocedor de la finca y de las querencias de las reses que nos sería de gran ayuda, El Pieles se hace llamar, pues gusta de elaborar bonitos adornos en asta de venado, o de gamo, uno de esos artistas que nos ayudan a decorar nuestros sombreros con pines con motivos cinegéticos, y broches con penachos de pelo de jabalí o relojes sobre la palma del asta de un gamo que todos nos estamos imaginado en este momento, actividad que hace por puro placer y en la que, nos confesaba, invierte gran parte de su tiempo libre cuando las vedas no nos permiten cazar.

untitled6a&g imperial - dehesa de navalacedra - monteríaDe camino a la postura la adrenalina se nos disparaba al ver las carreras de las reses que, sobresaltadas por el ruido de los coches y presagiando un porvenir poco halagüeño, ponían pies en polvorosa. A las 11:30 h. estábamos colocados en el puesto, bajo una vieja chaparra de las que salpican la bonita dehesa con suaves lomas que cazábamos. Un puesto con un tiradero amplísimo, protegidos de los otros puestos por la ondulada orografía de la finca que nos proporcionaba barreras naturales, dotando al puesto de absoluta seguridad. Nada más llegar y casi antes de tener tiempo de montar ‘los trastos de matar’ rompía por nuestra izquierda, a unos 150 metros, una enorme piara de ciervas, varetos y venados de menor entidad, compuesta de no menos de cincuenta ejemplares. La excitación era máxima y, raudos, aceleramos la carga del rifle, repetía con el R93 en 9,3×62 y mi viejo FN semiautomático en calibre .270W para los tiros más largos, que tan buen resultado me ha dado en ocasiones anteriores.

El paso de reses era incesante, un piara inmensa de muflones, mezclados con algunas hembras de gamo, nos sobresaltaban de nuevo. Había un par de muflones espectaculares, pero la cosa no iba con ellos en esta fría mañana de enero, así que nos conformamos con observarlos con los prismáticos, deleitarnos con su imponente presencia y dejar volar nuestra imaginación como si los gemelos fuera un visor y nuestra boca la de un Blaser emitiendo un pumm vocal e imaginando al carnero rodar patas arriba.

Rondaban las 12:00 h. cuando nos sorprendió otra piara, esta vez con venados y ciervas, era difícil apreciar la calidad, pues éramos conscientes que los verdaderos protagonistas serían los gamos, que los hay en cantidad y de gran calidad, pero no así los venados que ya recordaba yo de mis recechos en la finca que no eran de gran calidad, sino unos bonitos venados de montería (130-150 puntos), y el número y la velocidad de la carrera dificultaban el examen de los ejemplares y la elección del deseado. Mi amigo Sergio me gritó: “Al segundo, al segundo del grupo de atrás, ¡tírale! ¡tírale, que es bueno!», le apunté, y le sacudí un zurriagazo que dio con sus huesos en el suelo. Quedaba tapado con una de las ondulaciones, lo que nos impedía comprobar la calidad del venado, qué resultó ser malo, muy malo, no sé si por error de mi amigo Sergio, por el mío propio o porque en el último instante se cruzara otro venado dejándose la vida y salvando la de su compañero de mejor porte, ya nunca lo sabré, pero, con independencia de la calidad de su trofeo, el lance fue inmejorable, tenso, vibrante… no lo cambio ni por un medalla, y tendrá un hueco en una de las paredes de mi despacho, donde van a parar aquellos que me han proporcionado un lance de esos que, cuando los miro, revivo y revivo, una y otra vez.

Empezamos a oír a lo lejos las ladras de los perros que salían de sus camiones para batir la mancha, tendrían un día de esos que gustan, viendo a sus objetivos de largo, en un terreno agradecido, limpio, llanito con suaves ondulaciones, sin mucho monte que les golpeen las trufas en sus persecuciones, una de esas fincas que ninguno de los perros olvidará.

untitleda&g imperial - dehesa de navalacedra - monteríaSe escuchaban tiros por todas partes, parecía una verdadera guerra, más de 500 se contabilizaron al terminar la jornada, pero los buenos eran los más próximos, los que te ponen en guardia, los que hace que los sentidos multipliquen su capacidad, el corazón triplica su trabajo ordinario, los escalofríos recorren nuestra médula espinal de arriba a abajo y de abajo arriba. Además, que el puesto vecino, el nº 2 de nuestra armada, estaba ocupado por mis amigos Toñín y Carlos, y nos alegrábamos por el tiroteo que tenían. Mientras, a nosotros nos seguían cumpliendo reses y decidí contribuir a controlar la densidad de hembras, abatiendo una gama a toda carrera a unos 140 metros con el .270W, en un buen lance, una pena que las hembras no nos dejen un recuerdo físico que nos permita recordar el lance al verlos.

Era una piara de muflones la que cumplía seguidamente, y le pase el .270W a Sergio para que hiciera chicha. Iban largas y veloces, seguramente le costó decidirse por un ejemplar concreto, el caso es que descargó el cargador y las muflonas seguían su camino. Poco después entró una piara de ciervas y cambio de herramienta, cogió el Blaser, y ahí él es el amo, le sacudió un tiro en la tabla del cuello, a poco le separa la cabeza del resto del cuerpo, la buena de la cierva pasó a mejor vida sin enterarse de qué había pasado.

Ahora los gamos y ¡sorpresa!, ahí estaba el ejemplar blanco, ¡qué bonito! ¡cómo destacaba con el resto de la manada! Y no sólo por el color, sus amplias palas y la envergadura de sus defensas hacían difícil sujetarse. Tal era el deleite con el animal que nos quedamos sin tirar otro bonito ejemplar que le escoltaba en la manada, invadidos de rabia por la ocasión perdida, tratamos de sobreponernos y lo pagaron las muflonas que acertaron a visitar nuestra postura casi al instante. Elegí una muflona del rebaño, me aseguré de que no hubiera un macho cerca y… ¡zacabuuuum! Trallazo de mi .270W y la muflona mostrando su blanco vientre patas arriba pataleaba, pero.. ¿cuántas patas tenía? ¿Ocho? ¡Vaya! Había hecho ¡un dos por una! Me embargó la preocupación de poder haber abatido accidentalmente un macho, que no estaban permitidos, me eché los prismáticos a la cara y comprobé que era otrauntitled4a&g imperial - dehesa de navalacedra - montería hembra… ¡ufff! Sosiego, no, lo siguiente es lo que sentí, porque el respeto por las normas en la montería es algo que tengo a gala de cumplir de forma escrupulosa.

Y así transcurría la montería, que había bajado de intensidad en nuestra zona y llevábamos ya media horita de tranquilidad inquietante, cuando diviso un movimientos lo largo, le pido a Sergio los prismáticos y… ¡oh, oh, oh! ¡qué pedazo de gamo! No, perdón, de ¡GAMO! (con mayúsculas). Puff, ¡es inmenso!, está acompañado de otros cuatro, pero hay uno que destaca claramente. Están en la falda de la ladera de la loma que tenemos delante, a 412 metros (calculados con el medidor), parado, atento, mirándonos… el corazón volvía a coger ritmo de jaleo, dudé, dudamos todos, ¿qué debíamos hacer, esperar la llegada de los perros y que éstos les apretaran y rompieran al tiradero? ¿Era mejor intentar jugar a francotirador? El .270W tiene fama de balear muy bien y muy tenso…, esto es lo que me pedía el cuerpo, pero El Pieles me sugería esperar y Sergio no se decidía, cada minuto me aconsejaba en una dirección distinta, había tensión y se podía acariciar con los dedos. Decidí seguir el consejo de mi secretario, que ya sabéis lo que dice el refrán, “Más sabe el diablo por viejo…”, pero yo miraba aquel monstruo y veía como él también examinaba mis pupilas dilatadas con sus prismáticos innatos, tenía la sensación de que me incitaba, de que me estaba midiendo, pero decidí seguir el consejo de El Pieles y sujetarme. Cedió un tanto la tensión, pues el lance duraba ya más de quince minutos y no hay cuerpo humano que lo resista, pasaban los minutos, se hacían eternos y la duda seguía haciendo trizas mi cabeza, hasta Basel (mi teckel) se daba cuenta y gemía, ¿lo habría visto él también?, ¿o es que respiraba la tensión? A los 35 minutos de espera, sin quitarle ojo, asomaban los primeros canes por el viso de la loma, al pie de la cual estaban los astiplanos, quietos, inmóviles, atentos… astutos, muy astutos, era una gamo viejo, lo era de verdad y listo como él solo, eso le había permitido alcanzar la edad que debía tener –ocho años decía El Pieles que debía tener el bicho–, seguían llegando perros que venían persiguiendo unas ciervas, pero no se decidían a bajar. De pronto, los gamos se echan al suelo, se aplastan, ¡es impresionante, cómo agachan las cabezas a hasta tocar con la barbilla en el suelo! dejan de mirar en nuestra dirección dirigiendo sus miradas hacia arriba de la falda de esa loma, quietos, absolutamente quietos, tenían los perros a no más de 20 metros y ni se inmutaban, cuando, de repente, uno de los canes se recibe los vientos de los animalitos y se les acerca y les ladra llamando a sus compañeros, momento en el que los astutos animales capitaneados por el ladrón de mis sueños se irguieron y rompieron en dirección a los perros, ladera arriba, en dirección contraria a mi postura, ¡qué coraje!, ¡qué desolación!, ¡qué ocasión había perdido! …

La hora que siguió aquel lance infructuoso se me hizo muy larga, no había carreras, no se veían reses, no se oían perros y en mi cabeza la ocasión que había dejados escapar. No soy de esos que tienen trofeítis, pero ese gamo no se me va a olvidar en la vida.

untitled3a&g imperial - dehesa de navalacedra - monteríaSe acercaba el final de la montería, daban las 14:30 h. y a esto no le quedaba mucho y yo no tenía mi gamo, había desperdiciado dos buenas ocasiones y mi semblante no era tan afable como al principio, estaba frustrado, enfadado conmigo mismo, había sido contrario a uno de mis principios (“arrepiéntete de lo que haces, pero nunca de lo que no haces”), había dejado escapar la ocasión, pero, con mi optimismo natural, empecé a ver el vaso medio lleno, a 400 metros seguramente le habría fallado o lo habría pinchado porque mi calidad como tirador no alcanza para asegurar un tiro mortal a esa distancia, y a lo mejor tenía otra ocasión, aún quedaba tiempo, poco… pero quedaba. En ese momento algo me hizo volverme hacia la loma que nos cubría por la espalda, algo sentí y allí pude atisbar movimiento que no me permitía distinguir si eran hembras, muflones o ciervos o gamos, sólo intuía sutiles movimientos entre las hojas de las chaparras que se interponían entre lo que fuera aquello y yo, de pronto ¡los vi! Un clarito me permitió ver que eran los gamos, no sabía si estaba el “ladrón de sueños” o no, pero eran ellos iban caminando sigilosamente a media ladera de izquierda a derecha, según yo les miraba, y empecé a rezar para que tomaran el camino que antes habían seguido las reses que tenía muertas en el tiradero. Pasaban los minutos y no había señal de ellos, ¿se habrían vuelto a echar? Ya no vendrían perros… ¿habrían tomado otro camino? Me embargaba un pesimismo que no me es propio, pero no perdía la esperanza cuando… un estruendo me hizo recuperar la mirada perdida, ¡ahí estaban, rompían al tiradero! Uno, dos, tres… no está el grandísimo, pero el segundo parecía ser bueno, me encaré, le adelanté un metro y le sacudí con el 9,3×62 a unos 160 metros a la carrera y… ¡cayó! ¡sí, había caído, le había dado! Pero se levantó con sus manos y, recordando el episodio con el venado de El Albercial que tuve que pistear y esperar varios días para que me lo encontraran los guardas de la finca, cogí el .270 para no hacer mucha pupa en el carne y le sacudí dos tiros de remate casi simultáneos, consecuencia de la adrenalina, supongo, porque no suelo tirar tan rápido, solté a Basel que salió como una moto hacia el animal latiéndole y evitando sus envestidas, me acerqué cuchillo en mano y comprobé que tenía una pala muy buena, pero la pala derecha estaba rota y era deforme. Después Israel, el hijo de Manuel me comentó que ese gamo tenía tres palas, y que la tercera la habría perdido no hacía mucho porque le vio pocos días atrás y me enseñó las fotos del animal que os acompaño.

Feliz como una perdiz a pesar de que no había hecho el cupo y que los animales abatidos no eran los esperados en cuanto a la calidad, si bien es cierto que no tenía el cupo por exceso de prudencia o de avaricia, porque animales de sobra me habían cumplido para hacerlo.

En la junta de carne se reunieron 190 animales, hembras incluidas (80 venados, 24 gamos, 88 hembras y 2 cochinos) con una buena calidad en los gamos, destacando el ejemplar que abatió mi amigo Carlos que, en verde, le calcularon 175 puntos (plata), pero defraudando la calidad de los venados, que no había nada que objetar en cuanto a su densidad, pero cuya calidad no cumplía las expectativas creadas, ya de por sí modestas, pues todos sabíamos que no es una finca que albergue medallas en los venados, pero sí esperábamos que la mayoría de los que se abatieran rondaran los 140-150 puntos y la realidad del plantel ofrecía unos venados maluchos, en general, con excepciones, pero nunca sobrepasando los 140 puntos.

El resultado de mi puesto: 1 venado, 1 gamo, 3 muflonas, 2 gamas y 2 ciervas. Más de 200 animales avistados en el tiradero. El día, no obstante, había sido genial, se pudieron contabilizar más de 500 tiros, y yo en concreto disparé en 27 ocasiones; Carlos y Antonio, otras 30; Pepe, 34; Gonzalo, 24… Es decir, que el día cumplió sobradamente y la pena esa calidad de los venados, pero esto es la caza.

Agradecer el trato de A&G Imperial y Manuel, Excmo. Sr. Alcalde de Aldeaquemada (Jaén), por el magnifico día que pudimos disfrutar gracias a su buen saber hacer y gracias a también a mis amigos Sergio, Carlos, Antonio, José y Gonzalo que me hicieron disfrutar de su compañía, su salero y su cariño. Y gracias especialmente a Roberto González que es el verdadero responsable de que yo haya podido disfrutar de un día como este, una vez más.

Una crónica de Carlos Martín-Tarascon

FICHA
Organiza: A&G Imperial SC
Finca: Dehesa de Navalacedra
Fecha: 14 de enero de 2016
Localidad: Aldeaquemada (Jaén)
Puestos: 30
Rehalas: 10
Resultado: 80 venados, 24 gamos y 2 cochinos

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