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Cazando venados, gamos y jabalíes en el país de los Tracios

A la izquierda, Sergio, y a la derecha el autor del artículo, con uno de los venados de Sherba.
Por José María Losa
Con la idea de conocer otros destinos cinegéticos, en la Convención de mayo del SCI Catalunya Chapter mi amigo Sergio pujó y se adjudicó la donación hecha por Elka Vassileva consistente en seis días de estancia y cinco de caza en Sherba, una finca estatal de Bulgaría de reconocido prestigio, para la cacería de venado en berrea.

Una vez adjudicada la donación nos pusimos en contacto con Elka, quien pacientemente intentaba cuadrar su calendario y el de la finca a las necesidades de Sergio, ya que durante el mes de septiembre, época recomendada por ella, tenía múltiples compromisos de diversa índole.

Cerramos fechas y quedaron fijadas para los días 10 al 13 de septiembre, reduciendo los días de caza a tres y por tanto disminuyendo también las posibilidades de éxito, si bien  no me preocupé excesivamente al ver que Elka tampoco lo hacía, siendo ella la que realmente conocía el “terreno”.

Me acompañaron a este viaje el adjudicatario de la donación, Sergio Corridori, y mi colega Javier Puga, que aprovechando el viaje alargaría conmigo la estancia en Bulgaria por motivos profesionales.

Como es habitual reservé con antelación suficiente el vuelo e informé a la compañía de nuestra intención de viajar con armas y munición sin que en ningún momento pusieran problema alguno. Con los deberes hechos, el 10 de septiembre, a las 4:30 am, nos encontrábamos en el aeropuerto del Prat para volar destino Varna, ciudad situada al este de Bulgaria y a orillas del Mar Negro, haciendo escala en Viena.

Primer problema: sí al rifle, pero no a la munición
Bromeando como siempre, se hicieron las 6:30 horas dirigiéndonos a la puerta de embarque cuando oímos por megafonía que me llamaban. Nos acercamos a la puerta donde nos informaron que, si bien la compañía lo había autorizado, el “señor comandante”, haciendo uso de sus atribuciones, nos permitía viajar con el rifle pero no con la munición. A pesar de los esfuerzos de la Guardia Civil y del personal de tierra no hubo manera de convencer al “señorito de la aeronave” y tuvimos que partir sin munición.

Tras la escala en Viena embarcamos nuevamente, esta vez con la compañía Bulgarian Air, con destino Varna, donde tomamos tierra a las 14:00. Tras pasar por los preceptivos trámites para importar el arma nos reunimos con Elka y un chófer, que nos esperaban en el aeropuerto para desplazarnos a la finca estatal donde debíamos pasar los siguientes tres días.

A la llegada nos recibieron los directores de la finca, ambos ingenieros forestales, el subdirector Ilko Iliev, que ha estado gestionando la finca durante 24 años, y el director Alexander Penkov, que se encuentra al frente de la gestión desde hace 6 años. Por supuesto, lo hicieron con la munición para el rifle de Sergio que habían conseguido en Varna, la ciudad más cercana a la finca, a unos 50 minutos por carretera.

Llegada a la finca y primeras salidas infructuosas
Sherba se encuentra en el este de Bulgaria, a orillas del Mar Negro, ostentando una superficie de 20.000 hectáreas repartidas entre 16.000 hectáreas de bosque y 4.000 hectáreas de campos de cultivo, parte de los cuales no se cosechan en beneficio de las distintas especies cinegéticas que pueblan el área. El alojamiento, integrado por dos casas, una con tres habitaciones, y la otra, la principal y en la que dormimos, compuesta de dos suites y cuatro habitaciones dobles con servicios como sauna y baño turco; y lo mejor, un gran salón donde compartir las peripecias diarias pasadas con el resto de compañeros.

La cena de la primera noche prometía, además de unos días interesantes de caza, unos días de gastronomía local nada despreciable. Nos dieron a probar baritza, un pastel salado típico; y sarmi, plato compuesto de arroz y especias envueltas en hojas de parra que se sirven con salsa de yogurt búlgaro, setas rellenas y pasteles típicos de hojaldre. Por fin, después de dormir una pequeña siesta, salimos a cazar, sin que en la primera tarde hubiera suerte, volviendo bolos, repitiéndose lo mismo a la mañana siguiente.

Teniendo tiempo suficiente entre el regreso al refugio y la comida, decidimos visitar la ciudad de Varna, tercera ciudad de Bulgaria y la capital marítima del país. Es una ciudad de historia milenaria conocida desde la época de los colonizadores griegos (siglo V D.C.) bajo el nombre de Odesôs, que significa “ciudad sobre el agua”. Se encuentra situada en la parte norte de la Riviera búlgara y cuenta entre otras cosas con un aeropuerto internacional, 60 kilómetros de centros de veraneo y spas, siendo el punto de partida a balnearios tan conocidos como Zlatni Piastatzi (las arenas de oro), Sv Konstantin y Elena y los campos de golf de Kavarna.

A la tercera salida va la vencida
De vuelta a la finca y después de una opípara comida salimos por la tarde, que debía consistir en recechar a primera hora para acabar en una torreta tomada por los cochinos después. Sin embargo, no hubo tiempo para ello, ya que no habíamos hecho más que iniciar el rececho cuando oímos cómo berreaba un venado al que no tardamos en avistar. Sin pensárselo demasiado, ya que su cornamenta nos pareció magnífica, nos acercamos a distancia de tiro y Sergio lo abatió de un certero tiro en el codillo. Cuando me acerqué al venado me pareció más bonito incluso que cuando lo estábamos cazando, lo malo era que el ciervo se quedó en un lugar complicado para sacar el trofeo, como así fue.

Tras la sesión de fotos nos fuimos a disfrutar de la cena que nos habían preparado, consistente esta vez en Ensalada shopska de tomate, pepino, pimiento rojo asado, cebolla y queso blanco rallado; y kavarma, una cazuela típica a base de pollo, ternera y cerdo con verduras y setas y un huevo escalfado.

Después de un merecido descanso comenzamos el segundo día con un rececho que volvió a no dar fruto. Parecía que el sino de Sergio era cazar por las tardes, siendo las mañanas de todos los días infructuosas, a excepción de un chacal que cazó a primera hora de la mañana pero que no entraba en los objetivos marcados inicialmente.

Por la tarde nos fuimos nuevamente de rececho, abatiendo otro venado completamente distinto en la forma de cuerna a la del ciervo obtenido el día anterior. La pasión traicionó al venado, más pendiente de las hembras de su harén que del acercamiento que estábamos efectuando. Sesión de fotos y descanso hasta el día siguiente, que por ende iba a ser el último que podía dedicar a la caza en Bulgaria, quedando todavía para cumplir con lo deseado, un gamo y un jabalí. Los técnicos de la reserva comentaban la dificultad de conseguir los trofeos, y más aún cuando por la mañana, no pudo abatir animal alguno.

Un precioso gamo y un gran jabalí
Por la tarde me comentaron los gestores de la finca que tenían preparadas varias torretas donde entraban respectivamente gamos y jabalíes, siendo el primer objetivo “el paleto”. No habíamos llegado a la torreta cuando el gamo ya estaba en el engaño. Sin necesidad de subir a la misma, desde el suelo, Sergio derribó el precioso gamo que dio un peso de cuerna de casi 4 kg.

Rápidamente nos cambiaron de torreta en espera del preciado suido. Sergio subió a la torreta y a última hora entraba un jabalí enorme que pasó a engrosar la lista de abates. Una vez extraídos los colmillos, ambas navajas dieron 23’5 cm, alcanzando oro internacional.

Celebramos el éxito de la cacería con un poco de caviar de salmón que habíamos adquirido en Varna. Después el director de la finca, Penkov, nos explicó las especies cazables en ella -muflón, becada y codorniz-, además de las especies cazadas y los pormenores de las cacerías de cada una de las especies. Tras la interesante charla con Penkov nos retiramos a descansar, ya que la salida del vuelo de Sergio con destino a Barcelona salía a las 9 de la mañana y debíamos llegar al aeropuerto a las 7 de la mañana, y teniendo casi una hora de camino desde la finca nos tocaba madrugar.

Para acabar de felicitar a la Austrian, el rifle de Sergio llegó un día más tarde y, una vez más, gracias al bien hacer de la Guardia Civil, recogió el arma al día siguiente. Solo me queda agradecer a Elka y a los directores de la finca Sherba las atenciones recibidas y la donación hecha al Chapter que resultó, como dice el tópico, «mejor imposible».

Sergio con otro de los ciervos abatidos en la berrea búlgara.
Además de pasar unos días interesantes de caza, el grupo pudo disfrutar también de unos días de gastronomía local nada despreciables.
Con los buenos gamo y jabalí cobrados el último día de cacería.
Vista desde una de las torretas a donde los jabalíes acuden a comer.
Sergio, con el gamo de 4kg de cuerna que logró en Sherba.
José María Losa, Sergio y uno de los guías con uno de los dos venados de Sherba.

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