Namibia, la ‘tierra grande’ –eso significa su nombre en el dialecto khoekhoe–, tierra de arena y soledades, testigo de recuerdos, tan ancianos, que el tiempo los perdió en su memoria. Tierra indómita, áspera y difícil para hombres y bestias, tierra forjada por el viento, el sol y la mar…
Cuna de antecesores imaginados, aún no hallados. Pero tierra, también, amable, como lo es el África al sur del Sahara si, yendo más allá del calor, el polvo y las moscas, le sabes hablar a su espíritu: insondable, altivo, intemporal y salvaje.