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El descaste como arma de gestión

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Por Antonio Mata y Cesáreo Martín
Fotografías: Cesáreo Martín

A vueltas con el conejo

En esto de la gestión de las especies silvestres, que no quepa duda, a todo hijo de vecino le gusta hacer su agosto en julio. Cuando de conejos se trata, las opiniones se enconan y cada cual, según sus propios intereses, arrima el ascua a su sardina. Lo que si es cierto, ateniéndonos a los datos, es que los paganini, siempre suelen ser los mismos. Y así no hay quien gestione.

Si hace algún tiempo voló el confirmado rumor, que dicen es la antesala de la noticia, de que en algunos lugares de nuestra geografía –Caparroso, en Navarra, o Collserola, en Cataluña– los cazadores se estaban negando a cazar, por los abusos de la gestión administrativa los unos y por ‘el cazo’ que ponen los agricultores los otros, ahora, a mediados de este tórrido junio, se escucha por los mentideros que varios cotos de Castilla-La Mancha se van a quedar sin cazar la próxima temporada y algunos otros, bastantes, se lo están pensando seriamente. ¿La razón…? Están hasta las narices de apechugar con unos daños que están mermando en grado sumo su ya de por sí devaluada economía.
De un tiempo a esta parte se ha convertido en ‘deporte nacional’ evaluar unos daños en las cosechas –con peritos propios y sin contar con los arrendatarios del coto–, hacer ‘la minuta’ y pasar por caja. Esto, hasta no hace mucho, cuando los conejos eran más bien escasos, vaya que vaya; pero ahora, cuando media Hispania (según algunos Tierra de conejos) se debate entre declarar o no declarar la plaga –Medio Ambiente de Andalucía, sin contar con el beneplácito de la Federación Andaluza de Caza, ya lo hizo–, las cantidades que se están pagando resultan absolutamente desproporcionadas, injustas e, incluso, de dudosa legalidad, obligando a las economías menos favorecidas a replantearse sus principios cinegéticos.

EL MÁS QUE FAMOSO RES NULLIUS
¿Quién paga, por ejemplo, los daños, en los sembrados de cereal de las grullas? ¿Quién los de las distintas especies protegidas? Que sepamos, la Administración acoquina religiosamente las ansias pedigüeñas de nuestros agricultores (¡ojo!, con razón, que esa no hay quien se la quite). ¿Y por qué nos toca a nosotros, siempre, apencar con los daños de las especies cinegéticas (léase conejo o jabalí) incluso en las carreteras.
El pago de los muchos cánones cinegéticos que soportamos nos capacita para ejercer la actividad, haya o no haya especies cinegéticas, y, lo que es peor aún, cacemos o no cacemos. Pero, ¿de quién son las especies? ¿Nuestras? En el caso de la caza mayor, en muchos casos, que no en todos, sí. Pero en el caso de los conejos… aquí no está tan claro el asunto. Y, si el conejo no es mío… ¿es lógico, es justo, es legal, que me toque pagar a mí? El debate tendría mucho hilo que cortar, pero, con la que está cayendo, no nos extraña, en absoluto, que muchos se lo estén replanteando. A lo mejor debíamos hacerlo todos y darle un susto de muerte a más de uno, porque ¿se han planteado qué podría pasar si estamos un par de añitos sin cazar conejos, o jabalíes, por ejemplo?

EL ‘DESCASTE’ NECESARIO
Ante semejante tesitura, y a la vista de la ‘manta’ de conejos que pulula por algunos de nuestros campos, a la espera de que algún genio de la lámpara aporte una solución mejor, se nos antoja que el descaste es, mientras no se demuestre lo contrario, una excelente arma para evitar desastres mayores (quien dice desastres dice rascarse el bolsillo con cantidades desmesuradas).
Si, ahora que están tiernos, somos capaces de realizar una buena gestión de descaste, en el futuro nos evitaremos futuros males mayores y peores desembolsos. Eso sí, bien harían nuestras administraciones en facilitar dicha gestión y evitar los cientos de trabas que, en función de las cientos de leyes que soportamos, cada día nos hacen más difícil realizarla. Al fin y al cabo, somos nosotros los que evitamos que paguen ellos, por lo que no estaría demás que nos diesen facilidades, porque, insisto, ¿qué pasaría si nos negásemos a cazar? ¿Y a pagar…?

Decálogo ‘conejero’ de verano
• Aunque haga calor, la ropa larga, (pantalón y camisa) –hay víboras, alacranes o insectos y tábanos que te pueden dar un disgusto.
• Una gorra o sombrero no vendrá mal para soportar mejor el calor en la cabeza; lo más recomendable es la paja, suda menos.
• Calzado ligero pero siempre antideslizante, no necesariamente gore-tex.
• Escopeta con los caños abiertos.
• Munición suave, 9ª u 8ª. No es necesario de 7ª; el gazapo en verano es muy ‘blando’ y cae como las codornices. Se caza a tenazón.
• ¡Recoged las vainas! ¡Qué se note que somos lo ecologistas que decimos!
• El colgador de conejos no es práctico, pesan mucho. Mejor una mochila y si es de red mejor todavía. Nunca en bolsa de plástico para evitar que nos manche y que con el calor se cueza la carne.
• Vaciar el conejo (eviscerar) antes de una hora y si seguimos cazando, colgarlos a la sombra de un árbol, evitamos peso, se conservan mejor, y luego los recogemos con el coche.
• Si los metemos en la nevera mejor congelados, siempre en bolsas de congelación por aquello de las garrapatas
• La piel no debe desprenderse hasta el momento de cocinarlos, se conservan mucho mejor.

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