En la prensa

El rito ancestral de la caza

Fuente: diariodemallorca.es 

 

El mes de diciembre es la época de máximo esplendor de la actividad cinegética en Mallorca. Unos 25.000 cazadores salen cada domingo en busca de tordos, perdices o conejos, las especies que se abaten con un mismo patrón y estilo desde hace siglos.

 

 

El sol empieza a asomar por encima de las nubes. La temperatura es gélida, no supera los cinco grados, cuando los cazadores de Mallorca empiezan a preparar sus utensilios para disfrutar de una jornada cinegética. Escopetas lubricadas, munición suficiente para la batalla y trajes de camuflaje verde para confundirse entre la vegetación. Junto a ellos, ansiosos, sus más estrechos colaboradores: los perros que se encargarán de traer las piezas abatidas. Comienza en Mallorca el rito ancestral de la caza. Una afición que, en la mayoría de ocasiones, ha pasado de generación en generación y que desde hace siglos se sigue con el mismo estilo. Un patrón sólo alterado por la tecnología que mejora las armas y permite utensilios de comunicación con los perros. 

Jaume Ripoll, Alejandro Xamena y Antonio Rosselló son tres amigos que disfrutan cazando. Su especialidad son las aves: tordos, perdices, palomas torcaces, becadas, entre otras. El pasado jueves salieron al campo para vivir una de sus pasiones. Se desplazaron hasta la finca de Capocorb en Llucmajor, en las inmediaciones de Cala Pi. Se distribuyeron de manera estratégica entre los matorrales. Es el momento en que los pájaros sobrevuelan los bosques en busca de la primera comida del día. Las especie migratorias, como es el caso de los tordos, vuelan raso sobre los acebuches para alimentarse de los frutos de estos árboles. El mes de diciembre es la temporada de máximo esplendor de este tipo de caza. Desde septiembre a febrero se puede cazar en todas las modalidades. En especial se capturan los zorzales llegados del norte de Europa y el conejo. Poco a poco, pequeñas bandadas de aves se cruzan por la línea de tiro de los cazadores. Los disparos se suceden de forma alterna y caen las primeras piezas. Dos palomas, tres zorzales y varias tórtolas. Al final consiguen capturar una de las piezas más codiciadas: cuatro espectaculares ejemplares de perdiz

Los perros, de raza bretona francesa o perdiguero mallorquín, acuden complacientes a buscar la paloma torcaz o el tordo que ha recibido el impacto de un perdigón. Van ataviados con collares de adiestramiento que se accionan con un mando a distancia. Simplemente con pulsar un botón, el can corre junto a su amo para recibir órdenes. El collar realiza pequeñas descargas eléctricas de diferentes intensidades. El perro sabe que, si la intensidad es floja, debe estar atento y acudir a buscar las piezas abatidas. En cambio, si la descarga es más intensa, su obligación es postrarse junto a los pies del cazador.

Algunas escopetas son verdaderas obras de arte, decoradas con dibujos y inscripciones. Una arma para este tipo de caza puede valer desde 600 euros a 100.000 euros. La munición va en función de la modalidad de caza. Para las aves se suelen utilizar cartuchos con 30 gramos de plomo. En el caso de las becadas y conejos, se aprovisionan las escopetas con cartuchos que incorporan pólvora que dispersa el plomo. Mediante este componente se evita dañar a la pieza. Las becadas y los conejos, al moverse por el suelo, están mucho más cerca de la línea de fuego que un pájaro en pleno vuelo. Por ello, si se utiliza una munición muy concentrada, se corre el riesgo de destrozar el ejemplar.

Un animal contra otro animal

Otra modalidad cinegética ancestral en Mallorca es la caza con perro podenco, popularmente conocido como ca eivissenc. Consiste en un grupo de seis perros que trabajan en equipo. El hombre no lleva armas de fuego y solo va ataviado con bastón y una cantimplora para dar de beber a los perros. Mientras uno de los canes persigue una presa, el resto la rodea y la acorrala hasta capturarla.

Ignasi Garí, a sus 80 años, lleva toda la vida practicando este tipo de caza junto a su amigo Joan Gelabert. «Es la batalla de un animal contra otro. Para mí, es la esencia más pura de la caza», afirma. Garí relata que este tipo de perro actúa gracias a su gran oído: «Estoy convencido de que escuchan los latidos del corazón del conejo. Por ello, en vez de correr, saltan y, cuando están en el aire, localizan la pieza». Lo habitual es cazar en grupos de 6 a 8 perros. Uno de ellos es el líder que dirige la persecución. El resto del conjunto son sus fieles escuderos.

«Hace más de 2.000 años –relata Ignasi Garí– que este tipo de perro está en Mallorca. Llegó a la isla con los romanos y de la mano de Cecilio Metelo. Los agricultores mallorquines se quejaron al gobernador romano de que los conejos acababan con sus cosechas. Cecilio Metelo mandó traer unos perros de Egipto que daban caza a unas pequeñas gacelas que habitaban en las orillas del Nilo. Los perros se adaptaron rápidamente a Mallorca y se encargaron de reducir la población de conejos de la isla».

Un aspecto curioso es que los perros podencos no son adiestrados para cazar. Lo llevan en el instinto. En caso de que uno de ellos no se adapte a trabajar en grupo, es descartado por parte de los cazadores. Para conservar el instinto perseguidor, los criadores han descubierto que la mejor forma es cruzar los canes que llevan los mismos genes, habitualmente entre familiares.

En Mallorca existen unos 25.000 cazadores que los domingos y festivos salen al campo a practicar esta actividad. Jaume Ripoll, presidente de la Federación Balear de Caza, explica que los cazadores son los primeros interesados en la defensa del medio ambiente. «Somos los únicos que pagamos para utilizar el medio natural. Pagamos por los vedados y nuestras licencias dan al Govern unos ingresos de más de medio millón de euros al año». Ripoll se muestra satisfecho de la gestión de Catalina Soler, consellera insular de Medio Ambiente, en materia de caza. Una de las iniciativas del Consell son las repoblaciones de especies como la perdiz. Esta labor permite la continuidad de la actividad cinegética y, al mismo tiempo, incrementar la población de estos ejemplares. El Consell pone a disposición de los cazadores el centro cinegético de Llucmajor.

 

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