Armas y munición

En el punto de mira. Equipo para batida de jabalí en montaña (y II)

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Seguimos subiendo y esto parece que no acaba…aún nos queda un cuarto de hora para coronar la pasada de la peña, ¿qué le parece si aprovechamos para poner más luz en el equipo? Después de ese recorrido por el rifle y la cartuchería, nos queda aún mucho peso que quitarnos de encima, mucho complemento que hay que cambiar. El paso de los años y a base de sofoquinas, al menos nos va dejando claro todo ese cargamento superfluo que lo único que consigue es agotarnos. La verdad, en cambio, es muy distinta y, al menos yo, parece que no aprendo. Me he puesto en alguna ocasión a repasar lo que llevo en la mochila, dispuesto a eliminar sin miramientos, y acabo peligrosamente muy cerca de un cuadro del síndrome de Diógenes. Y es que o simplemente somos prácticos o acabamos pensando que todo es imprescindible.

La óptica

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El visor ideal para esta modalidad debe ser ligero, pequeño y variable. Los objetivos cercanos al 40 mm, siempre cazaremos de día. Los clásicos americanos 3-9×40 se muestran como la opción ideal.

Cazar en montaña en batidas de jabalí, como dejé claro en la primera parte de estas letras, nos pone ante puestos tan variables que tenderemos que cubrir desde una riega a diez metros a un collado a más de trescientos. Por ello, y al menos que en nuestra cuadrilla los puestos se adjudiquen a dedo, pudiendo elegir en función del equipo que porte cada cazador, el visor es un complemento obligado. No necesitamos grandes objetivos, los polivalentes 32, 36, 40 o 42 mm, serán perfectos, siempre cazaremos en pleno día. Los tubos de 1” y los aumentos variables de al menos 8 o 9 de máximo.

Está claro, viendo los requerimientos exigidos, que la clásica combinación americana 3-9×40 se adapta como anillo al dedo, ¿por qué? Pues, sencillamente, porque nos permite cubrir cualquier tipo de puesto con suficientes garantías de capacidad óptica y todo ello con el mínimo peso y tamaño.

De aquí hacia abajo ni un paso, los visores de batida convencionales, puntos rojos, holográficos y elementos metálicos son demasiado críticos en distancias largas como para utilizarlos como elemento de puntería únicos. Es evidente que un buen holográfico o punto rojo, sobre todo si se trata de un modelo ‘mini’, no ocupan casi nada de espacio y pesan tan poco que llevarlos como complemento del visor es toda una opción. Está claro que un visor de los nombrados con el zoom al mínimo nos permitirá funcionar bien en disparos muy cortos, pero siempre seremos mucho más efectivos con uno de estos otros sistemas.

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El telémetro, siempre que sea de pequeño tamaño, es muy útil para acotar las distancias del tiradero. Con ambientes tan nítidos y grandiosos, el cálculo de distancias a ojo suele llevarnos a cometer grandes errores durante los lances.

Hacia arriba podremos subir siempre que guardemos precauciones en dos sentidos: primero, el peso, y segundo, los mínimos aumentos. Los visores del tipo 2.5-10×50 o 3-12×56 son una excelente opción, sobrada de objetivo, pero con una potencia extra de agradecer en puestos muy largos. Algo distinto es cuando nuestro visor se mueve en los mínimos de 5 o 6 aumentos. Claramente estaremos ante visores especialistas en recechos largos y, tarde o temprano, en algún puesto corto y cerrado, nos darán un disgusto…amén de su casi seguro excesivo peso.

¿Y prismáticos, nos los llevamos? Pues mire, yo los llevo algunas veces, pero a decir verdad, las menos. De tener que elegir unos para estos menesteres, lo apropiado sería algo con pocos aumentos y objetivo pequeño, 7 u 8x y 20 mm, suficiente, vamos, los conocidos como de bolsillo… Pero la realidad es que acabamos cargando con nuestros todoterreno x42, siendo, en general, más un engorro que una ayuda, principalmente por las pocas veces que los necesitaremos. Algo parecido, aunque no es lo mismo, me pasa con el telémetro. Llegar al puesto y acotar tiraderos es una garantía llegado el momento de jugar lances. En parajes de montaña, muy abiertos, es muy fácil equivocarnos al juzgar las distancias a ojo. La grandiosidad y la nitidez de la atmosfera nos hacen creer que estamos más cerca de lo que en realidad es y un telémetro siempre nos ayuda a saber con qué márgenes estamos jugando, sobre todo en los adelantamientos. Si no se tiene no pasa nada, pero dejarlo en casa significa, con seguridad, acordarnos de él cuando lleguemos al puesto.

En nuestra mochila no puede faltar la navaja o un pequeño cuchillo. Suelo decantarme por skinners o navajas desolladoras, lo mismo te sirven para pelar una manzana que para eviscerar un jabalí, ambos son pequeños y pesan poco. El cuchillo de remate aquí no tiene sentido, es solo un estorbo.
En nuestra mochila no puede faltar la navaja o un pequeño cuchillo. Suelo decantarme por skinners o navajas desolladoras, lo mismo te sirven para pelar una manzana que para eviscerar un jabalí, ambos son pequeños y pesan poco. El cuchillo de remate aquí no tiene sentido, es solo un estorbo.

Ropa, botas y complementos

La batida tiene en la premura por la colocación en las posturas, la arista que la separa del resto de modalidades. Casi con seguridad llegaremos a la espera con una buena sudada, debiendo, entonces, permanecer allí al menos un par de horas parados, muchas veces con lluvia y frío, para, a continuación, arrancar de nuevo hasta el siguiente puesto.

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Para el agua y la nieve, categóricamente, botas de goma. ¡Ah!, ¿sabe lo que lleva David en la mochila? Muy fácil, sobre todo ropa.

Habitualmente y aunque es obligado ir ligero para subir, llevo alguna camiseta seca que, al menos, tras el primer sofocón puedo cambiarme. La ropa técnica por suerte ha llegado para echarnos una buena mano, con tejidos traspirables que no se empapan. Así que, ya sabe, departamento de montaña, camisetas térmicas, forros polares e impermeables cortavientos con membrana.

El tema del calzado es otro universo más, aunque aquí sí que soy categórico: con buen tiempo, botas de montaña; con agua o nieve, goma, no hay peor sensación que la de estar en el puesto con los pies mojados y helados. Calcetines finos debajo y térmicos muy gruesos encima, sus pies, y todo su cuerpo, se lo agradecerán…

Y, claro, gorros, unos buenos guantes, bragas o pañuelos para el cuello y, por supuesto, nuestro chaleco de seguridad. Piense que las horas de espera estáticos, si no nos hemos equipado convenientemente, se convierten en una absoluta tortura.

Pero, quieto, Michel, ¿qué más llevas en la mochila que aún pesa un quintal? Es verdad, amigo, el síndrome aparece. ¿Quiere realmente que le diga lo que llevo? Pues, mire, lo primero, una cámara de fotos y otra de vídeo, pequeñitas, eso sí ¿Se imagina echar a rodar el jabalí de su vida y no retratarle como se merece? Luego, la navaja de desollar o un pequeño skinner, la cuerda para arrastrar la caza, mechero, cordeles para atar a los perros, el canuto para el visor, un jersey polar, cascos de tiro, estuche de cuero con las balas, emisora, un paraguas…

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Para ir de batida a la montaña, sea escrupuloso con la elección del equipo, para cazar alguna pieza primero hay que llegar allá. Chaleco, gorra y vara… y no olvide nunca el paraguas.

Y antes de subir al monte

Ya, ya sé que ha estado atento, ya sé que tiene la vara apoyada en la puerta junto a la funda del rifle y su mochila preparada. El hombre del tiempo, compañero de todos en días previos a las cacerías, pronostica un día inmejorable, así que, además, puede dejar en el armario chubasquero y chaquetón. Sé que ha ido eliminando con muy buen criterio todos esos complementos, digamos absurdos, con lo que día tras día cargo yo. Muy, pero que muy bien, usted sí que es un cazador práctico. ¡Pero no cierre la puerta hombre, no se marche aún! Piense un poco que se le olvida lo mejor, ¡a ver si por llevarse los prismáticos va a dejar el bocadillo en casa…! CyS

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Grandes caminatas para llegar a los puestos, sudadas y, luego, quietud y frío. Ésa es la mayor de las diferencias de la batida de jabalí en montaña. Cazamos en zonas de rebecos, apremiados por el tiempo, la elección de un equipo conveniente es la diferencia entre pasar una jornada de caza agradable o, simplemente, estar torturado por el frío y la humedad.
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Hasta bien entrados los ochenta del siglo pasado, la escopeta era la protagonista de las batidas de montaña, al igual que del resto de modalidades. Tímidamente iban apareciendo algunos rifles que, poco a poco, fueron copando el mercado hasta hacer a estas casi desaparecer de la modalidad. En todas las batidas existe algún puesto óptimo para escopeta, pero, tal como se caza hoy en día, o son colocadas siempre en ese tipo de pasadas o el cazador está vendido. Junto a la cuadrilla de Pola de Laviana, donde cazaba mi padre, en un día de suerte, una imagen de La Collada Arniciu, con el célebre Armando, el de Nieves y uno de los primeros rifles que llegó a nuestras montañas.
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¡Cuánto ha ido cambiando el equipamiento! Tejidos técnicos y calzado llegan a unas cotas de aislamiento y comodidad impensables en otros tiempos. Deténgase en la indumentaria de ambas fotos: la cuadrilla de Orlé, en los noventa, con el último rebeco en batida que se cazó en la RRC de Caso contrasta una jornada reciente en La Xerra de Espines.
PicMonkey Collage
Lo que ahora puede parecer casi un imposible era la norma habitual. Rebecos en batida y rececho se cazaban con escopeta. La fórmula era muy sencilla, puestos muy cortos, claves.

 

 

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