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¿Salvaremos los leones y otros animales prohibiendo la caza legal?

¿Salvaremos los leones y otros animales salvajes africanos prohibiendo la caza legal deportiva? Ésta es la pregunta que deberían hacerse todos aquellos que, a raíz de la controvertida cacería del león Cecil en Zimbabue, piden la prohibición de la caza legal deportiva.Naturalmente estoy muy apenado, como la mayoría del colectivo de cazadores, de las ilegalidades en que parece que incurrieron los protagonistas de esta cacería, a pesar de que los resultados definitivos de la investigación no se han publicado aún de manera oficial por parte de las autoridades del país, pero el problema sobrepasa el simple hecho del abate de Cecil. El verdadero problema está en que una parte de la sociedad ve con muy malos ojos el deporte de la caza y es nuestro deber, en tanto cazadores conservacionistas, el explicar lo bien fundado de su práctica.

Recordemos que la caza deportiva de trofeos, y como tales de animales machos y adultos, mueve mucho dinero y da trabajo a mucha gente. Por ejemplo, en España la caza deportiva mueve más dinero que todo el negocio del aceite de oliva.

Pero en el mundo occidental, en donde los derechos de los animales les convierten casi en humanos, estamos ante el deber de pedirnos si aún es lícito cazar. O mejor dicho, ¿prohibiendo la caza, vamos a preservar a los animales que pretendemos proteger? ¿Es que la prohibición de cazar leones, elefantes, leopardos, va a impedir su desaparición? ¿Es que todos los males vienen de parte de los cazadores que practican su deporte? ¿Es que prohibiendo la caza vamos a impedir el furtivismo, el tráfico ilegal de cuernos de rinoceronte, de colmillos de marfil o de vesículas de oso? ¿Es que tenemos en cuenta, nosotros occidentales, la opinión de los habitantes de los países en que estos animales existen? ¿Es que todos los comentarios anticaza, en la prensa, radio televisión, en Facebook y de organizaciones ecologistas, van a servir para proteger de manera durable a los animales salvajes? ¿Habremos liberado con la prohibición de cazar a las comunidades locales africanas del imperialismo de los cazadores extranjeros?

¿Saben ustedes que las autoridades responsables del Parque Nacional de Hwange, Zimbawe Parks and Wildlife Management Authorithy, en donde vivía el león Cecil, obtiene la mayoría de sus ingresos para la conservación de la fauna gracias al dinero engendrado por la caza deportiva de trofeos? ¿Saben ustedes que si la caza deportiva en Zimbabue cesa, no habrá más dinero para los parques nacionales ni la protección de los animales salvajes? ¿Saben ustedes el número de animales que mueren todos los días de forma horrorosa a causa de lazos de los furtivos en los parques nacionales de toda Africa y no a manos de cazadores deportivos? ¿Saben ustedes que el número anual de elefantes obtenido por los cazadores deportivos, menos de 300 ejemplares en toda África estos dos últimos años y por los cuales los gobiernos y comunidades locales reciben buenos ingresos, es ínfimo cuando lo comparamos con el de la caza ilegal por furtivos para abastecer los mercados en marfil de Oriente medio y Asia, y que es actualmente de unos 1.000 elefantes al mes?

Permítanme que les dé algunos ejemplos: en Namibia, más de la mitad de las llamadas Community-owned conservancies, equivalentes a cooperativas agrícolas y forestales, habían desaparecido o estaban en bancarrota porque los ingresos provenientes de la agricultura y del turismo no eran suficientes para mantenerlas viables. A raíz de esto, estas cooperativas han apostado por proteger activamente la fauna dentro y alrededor de los parques nacionales, con el consiguiente aumento del número de elefantes, leones, búfalos, antílopes e, incluso, rinocerontes negros, y mediante una gestión equilibrada de la fauna, vendiendo limitados permisos de caza para estas especies, están obteniendo importantes beneficios, que fueron de casi 18 millones de dólares namibianos en 2013, con los cuales han podido construir dispensarios médicos, escuelas, carreteras y formación y empleo para los 530 guardas para la lucha contra el furtivismo y la protección de las especies.

Ahora la presión internacional pide que no se pueda cazar más en estos territorios y los habitantes de estas comunidades están desanimados y furiosos; sus ingresos se van a reducir drásticamente y su poder de decisión en sus tierras está siendo aniquilado por grupos de presión extranjeros que se autoproclaman ecologistas y democráticos. ¿Qué les parecería a los suizos si los zimbabuenses convencieran a los países africanos y asiáticos que se debería prohibir, por razones ecológicas, la práctica del esquí o a los españoles si los cameruneses pidieran la prohibición de ir a nadar a las playas?

Las comunidades, al no tener más el incentivo económico engendrado por la caza deportiva, ya no van a tener interés alguno en proteger a la fauna y combatir los furtivos; es más, en muchas ocasiones existe el riesgo en que sus habitantes se conviertan en traficantes como ha ocurrido, desgraciadamente, en otros países.

Recordemos el descenso dramático de la fauna en Kenia desde que se prohibió la caza deportiva en 1977 o lo que ya está empezando a verse en Botsuana, en donde la población de elefantes aumentaba del 6 al 7% de forma anual cuando su caza estaba permitida y su descenso rápido, en sólo dos años, del más del 20% de su población desde que el gobierno decidió, por las presiones exteriores y por motivos políticos, que no se pueden cazar más legalmente.

Sintámonos tristes de la muerte de Cecil, hagamos aplicar la ley a los que cometen infracciones y delitos, pero pensemos muy mucho en lo que deseamos y hacemos para la protección del mundo salvaje animal.

Por Dr. Miguel Estade. Presidente del Capítulo Balear del SCI. Asesor del Comité para Asuntos Internacionales y Desarrollo del SCI

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