SCI latinoamérica

De cacería en Australia

Mi vuelo salió de Lima Perú a las once de la noche con destino a Houston, Texas, EEUU, donde tomaría una conexión a San Francisco, EEUU. De este punto saldría a las 10 p.m. el vuelo a Australia que dura catorce horas. Llegué a Sydney retrocediendo en el tiempo, porque llegué el día 18 en la mañana.

De Sydney tomé otro vuelo a Brisbane donde alquilé un vehículo y conduje tres horas al oeste, a un pequeño pueblo en el medio de la nada llamado Millmerran, donde la esposa del guía nos salió el encuentro. Le seguimos a ella por unos 45 minutos hasta llegar a su rancho, que tiene una expansión de 600 millas cuadradas, lo que vienen a ser 155,400 hectáreas. Llegamos de noche, así que no podíamos ver nada y después de la cena nos fuimos a dormir.

Día 1

Salimos bien temprano. Lo primero que haríamos sería disparar las armas para comprobar que estuvieran bien centradas y no se habían movido por el viaje. Luego iríamos a buscar mi venado rusa, ya que son difíciles de encontrar. El guía nos llevó en la camioneta por unas pampas de pasto salvaje muy extensas, y por donde mirabas lo único que se veía eran ¡canguros, canguros y más canguros!, de todas las especies, wallaby, red neck, walaroo y el canguro negro estaban entre los más comunes.

Condujimos toda la mañana parando cada vez que veíamos una manada de venados para ver si había un macho trofeo. Vimos ciervos de las especies javan rusa, molluccan rusa, sambar, chittal y venado hog. También vimos gamo y ciervo rojo y, por supuesto, búfalo de agua. No todos en la mañana del primer día, puesto que éstos los vimos durante toda la estancia. En la mañana no vimos más que hembras del javan rusa y del gamo.

Después del almuerzo salimos a seguir buscando, pero estaba lloviendo un poco, así que no vimos ningún venado; lo que sí vimos fueron jabalíes, una manada de unos doce. Yo no quería cazar uno, pero mi hermano sí, por lo que se bajó de la camioneta y empezó a acecharlos. Estaría a unos 300 metros y estos jabalíes estaban dentro de una quebradita donde había agua y pasto verde. Se acercó a unos 150 metros sin ser detectado y luego uno de los jabalíes lo sintió y hechó a correr, lo que causó que todo el resto estuviera en alerta y se empezaran a alejar, así que, rápidamente, yo saqué la cámara de vídeo y mi hermano se preparó para disparar. “Falló el primer tiro de la emoción y adrenalina”, es lo que dijo él, pero con un segundo tiro cayó el primer jabalí de la cacería. El tiro le dio detrás de la oreja y el jabalí murió al instante. Mi hermano disparaba un rifle CZ en .243 con una mira Leupold 3-9x40mm. Después de tomarnos unas fotos, regresamos al lodge.

De cena la esposa nos preparó un plato típico del campo, deer pot pie, que, básicamente, es asado de venado dentro de una masa de pastel y luego horneado. Estaba muy rico y como hacía bastante frío, ya que es invierno en Australia, nos calentó muy bien.

Día 2

Salimos bien temprano a seguir buscando mi venado fantasma. No vimos nada hasta las 10 a.m. cuando vimos una manada de cuatro gamos, todos machos y muy buenos. Uno en particular resaltaba, yo no quería cazarlo porque ya había cazado uno en Chile en el 2012, pero mi hermano menor nunca había cazado uno, así que él se fue con el guía a pie para tratar de acercarse lo más posible. Yo los seguí de lejos con la filmadora y la cámara. Estos ciervos estaban dentro de un bosque de eucalipto comiendo pasto. El viento soplaba a nuestro favor y, como habían tantos árboles, nos pudimos esconder muy bien; nos acercamos y, cuando estaba a 165 metros, el ciervo grande levantó la cabeza, el guía le hizo señas a mi hermano para que disparara y le disparo detrás del codillo izquierdo directo al corazón, un tiro perfecto usando una Remington 700 en .270 Win. El ciervo corrió 10 metros y luego cayó. Tomamos fotos, le felicitamos y le mostré el vídeo, que salió perfecto.

Después de esto salimos a una pampa grande donde habían mucho canguros y el guía nos dijo si queríamos hacer una ‘corrida de canguros’. «¿Qué es eso?», le preguntamos y él nos explicó que nos quedáramos escondidos tras los eucaliptos, al final de la pampa, él bajaba en la camioneta, bordeando la pampa, y luego conducía hacia nosotros, espantando los canguros y, cuando ellos estén cerca de nosotros, empezábamos a disparar…

«Maten todos los que puedan, no hay límite, son plaga…». Palabras mágicas las que dijo el guía, mi corazón se aceleró a mil por hora y nos acomodamos los cuatro (mis dos hermanos menores, mi primo y yo) cada uno con un rifle y cada uno detrás de un árbol separados unos 25 metros. Pasaron unos 20 minutos y empezaron a aparecer los canguros saltando a toda carrera. Venían directos a nosotros y cuando estaban a unos 50 metros les di la señal: «¡Disparen, disparen!». Las balas volaban y los canguros saltaban, mi hermano menor tumbó dos de arranque, pero falló a los siguientes tres y luego paró para recargar; mi otro hermano falló los cinco tiros y tuvo que recargar, y mi primo falló el primero, pero no el segundo; pero el segundo canguro estaba tan cerca de nosotros que el perro del guía se cruzó y mi primo casi le dispara y él no pudo seguir disparando, ya que el perro no dejaba de morder al canguro muerto. Yo disparé y maté dos canguros y el tercero lo fallé. No es tan fácil como habíamos pensado, ya que los canguros no corren parejo, sino que saltan, y saltan mucho, un metro de alto por tres de largo, y para acertar el tiro uno tiene que disparar donde ‘va a estar’, no donde está….

Después de recoger los animales nos dirigimos al lodge para pelarlos y sacar algo de carne para comer. Yo me quería traer las pieles para curtirlas y quería que la esposa del guía nos preparara el canguro para cenar. La carne se tiene que colgar un día para que sea más suave, ya que es pura fibra y no tiene nada de grasa. Así que, la comeríamos el día 3. Todo los desechos de los animales cazados los llevábamos a un punto lejos, donde había un riachuelo, y los esparcíamos por esa zona, donde los jabalíes venían de noche y de madrugada a comerlos. 

Día 3

Salimos temprano y, a eso de las 9 a.m., vimos un jabalí bien grande, solitario, en una pampa, caminando en dirección a donde dejamos los desechos de los canguros. El jabalí era grande, así que mi hermano dijo que lo quería cazar. Se bajó de la camioneta y empezó a recechar, pero el jabalí nunca dejó de caminar y mi hermano no tiene tanta puntería, así que no quería hacer un tiro de más de 150 metros por miedo a fallar, por lo que él seguía caminando, escondiéndose detrás de los eucaliptos. Nosotros lo seguimos medio kilometro y, como estaba garuando y hacia frío, nos rendimos, pero mi hermano no se quería quedar atrás. Él siguió caminando detrás de ese jabalí y lo siguió por más de un kilómetro. Cuando nosotros llegamos a la camioneta ya estaba lloviendo y, unos cinco minutos después de llegar, escuchamos un disparo a lo lejos. «¿Le habrá dado?», nos preguntamos y condujimos en dirección al sonido. Avanzamos 2,2 kilómetros para ser exactos y vimos a mi hermano saltando, con una sonrisa de oreja a oreja… Le dio… El jabalí paró una fracción de segundo y mi hermano realizó el tiro, que entró por las costillas de la izquierda y salió por la mandíbula inferior… Un tiro en un ángulo muy cerrado y a unos 110 metros. Es el jabalí más grande que he visto y, definitivamente, el más grande que ha cazado mi hermano.

Día 4

Salimos temprano para seguir buscando a mi venado javan rusa. Durante los días anteriores habíamos visto varias manadas y muchas especies, pero no el trofeo que yo quería. Yo quería un javan rusa grande, uno para los libros de récord SCI, un venado medalla de oro. A eso de las 11 a.m. vimos una manada de cabras de monte y mi hermano menor quiso cazar una, así que él se fue detrás de ellas. Fue un tiro fácil porque el lugar donde estaban era tan tupido que no se veía casi y se pudo acercar a 80 metros. La cabra estaba sobre un tronco y el tiro de dio en el corazón, el animal nunca supo qué le pasó…

Después de ese tiro salimos del bosque a una pampa grande e íbamos conversando con el guía. Él nos decía que nosotros disparábamos bien y preguntó quién tenía mejor puntería de los cuatro. Yo le dije que nadie disparaba mejor que yo, pero mi hermano menor me dijo: «Apuesto que te gano». El guía dijo que la forma más simple de solucionar eso era con un buen canguro a 150 metros. Paró la camioneta y nos dijo en esa pampa había tres canguros. Cada uno tomó una bala y caminaríamos hasta estar a 150 metros del animal, usando el range finder, y luego le dispararíamos en la cabeza. La cabeza de un canguro es un poco más grande que una papaya, y la baja y la sube cada tres segundos para comer pasto, por lo que el tiro no sería fácil. Mi hermano disparó primero y falló, y los canguros salieron corriendo. Seguimos conduciendo, encontramos otra mancha y me tocó a mí. Me acerqué y, arrodillado, le disparé. El tiro le entró por el ojo izquierdo y salió por el lado derecho. El canguro cayó seco a 150 metros. Gané la apuesta…

Después del almuerzo salimos a buscar mi venado. A eso de las tres de la tarde subimos a una loma bien grande desde donde se podían ver kilómetros de bosques y pampas. Una vista espectacular. A lo lejos vimos una manada de venados, unos diez animales en total, pero no estábamos seguros de qué especie eran. Nos acercamos en la camioneta a un kilometro de distancia y pudimos ver que eran javan rusa, ¡justo lo que estaba buscando! Con los binoculares alcancé a ver dos machos bien grandes y el guía me dijo que los siguiera. La pampa donde estaban sólo tenía un eucalipto, pero muy grandes, así que nos tendríamos que esconder usando el pasto alto para poder acercarnos y tener una oportunidad de tiro. Mis hermanos y mi primo se quedaron atrás tomando fotos y vídeos.

El guía y yo caminamos casi arrastrándonos entre el pasto, unos 400 metros hasta un tronco viejo. Miramos con el range finder y vimos que nos quedaban unos 200 metros más para llegar al árbol. Pero se notaba que los venados ya nos habían visto, y ellos estaban a 300 metros. Muy lentamente nos acercamos al árbol, completamente agachados para que no nos vieran. Cuando llegamos al árbol me apoyé para preparar el tiro al venado que yo quería, que se había echado en el suelo a descansar y sólo se le veía la cornamenta. El otro macho estaba parado, pero sólo se le veía el lomo y la cabeza, ya que el pasto era tan alto que no me dejaban ver el pecho para el tiro. Esperamos más de 45 minutos a que los animales se movieran y el venado mío se levantara. Mientras, discutíamos cuál era el más grande con el guía. Uno tenía la cornamenta bien alta, pero no ancha, y el otro la cornamenta no se veía tan alta, pero sí estaba bien ancho.

El guía insistía que el que estaba echado es el más grande, pero yo lo estaba dudando. Pero él es quien caza estos animales más habitualmente, así que tenía que hacerle caso. De todos modos, el venado estaba tumbado y no le podía disparar. Cuarenta y cinco minutos después, cuando por fin se levantó, se quedó mirando en nuestra dirección y no me daba el tiro de costado que quería. El pasto siendo tan alto que sólo me permitía ver la base del cuello. Este tiro era difícil y si fallaba la bala pasaría rozando los órganos vitales y se podía escapar herido el venado. Respiré profundo tres veces y, al final de la tercera, apunté en el centro del cuello, en la base. La bala debería perforar la traquea y darle en el espinazo, destrozando la columna vertebral justo donde se junta con los hombros y así dando en el sistema nervioso del venado un tiro fulminante. Tiré del gatillo muy despacio y ¡boom! El venado no estaba… Tres segundos después el guía me dijo: «Creo que le diste… El tiro lo estaba mirando a través de la cámara y luego desapareció… La manada de venados estaba corriendo pero faltaba un macho…». Mis hermanos saltaban y gritaban a lo lejos… Caminamos hasta donde estaba el animal y encontramos el paso, el pasto siendo tan alto lo cubría y el venado muerto no se había ni movido un metro. Ese tiro es muy efectivo cuando es bien disparado. Usé una Ruger 77 en calibre 6.5 creedmoor, con mira 3-9×40 Leupold.

La cacería en Australia fue lo máximo. El paisaje, las comidas, toda la aventura… Valió la pena viajar tan lejos. La taxidermia me lo van hacer en Australia y luego me mandarán los animales ya terminados. Si las leyes en Perú permitieran traer nuestros trofeos en seco, salados, ya estarían aquí…. 

Por Angelo Tavera

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