En la prensa

El duende que repuebla los bosques alcarreños

Hace poco más de treinta años dos pueblos linderos daban una batida en las faldas de los montes que se rebajan hacia el Henares, allá por donde las Alcarrias se asoman a las sierras del Norte.

Un viejo cazador se quedó apostado sobre una fuente por buen nombre la del Puerco a la espera de que algún jabalí hiciera honor al nombre y asomara por allí la jeta. Cerdoso no apreció ninguno y pocos tiros se oyeron, pero cuando llegaron los perros al puesto el veterano comentó sorprendido al rehalero: «Cochinos ni verlos, pero se me han presentado ahí mismo dos cabrillas. Al verme han pegado un bote y en cuatro perchos, ¡vaya blincos daban!, se han metido en aquellos robles. Salir ni remontar a la alcarria las he visto después».
«¿Cabras dice usted?», preguntó el perrero, ducho en monterías por la Sierra Negra, barruntándose lo que podían ser.
Llegaron otros cazadores de los puestos vecinos y se comento la cuestión. Decidieron meter los perros al robledal y no tardó en resolverse la duda. Una pareja de corzos brotó rauda de la lena y como una exhalación, seguida por la rehala, a la que dejo atrás, remontó a los llanos del alto y se perdieron de vista.
Son corzos. Ya han llegado hasta aquí. Se han ido recorriendo desde la reserva de Sonsaz y han ido cruzando los ríos. El Bornova, el Cañamares y ahora ya están a este lado del Henares.
Aquella jornada, en la comida los cazadores tomaron una decisión. Más allá de la prohibición legal de la caza se lancé el aviso a los socios de que a los corzos «ni regañarles», que durante un tiempo, cinco años o los que fueran, se les protegería por ser si se asentaban y medraban. Y ya lo creo que medraron. No menos de doscientos habrá ahora tan solo en uno de aquellos y la sociedad de cazadores derecho a ocho precistos de machos y a cazar también un parecido numero de hembras pues ya la población no solo lo permite sino que lo necesita.
Lo sucedido allí ha sido algo repetido por todas las  tierras de Guadalajara, por la que nadie en muchísimos tiempos había visto un corzo. Se sabía que había algunos por la reserva de Sonsaz en la Sierra Negra, pero era un animal del que no quedaban apenas recuerdos por la mayor parte de la provincia. Ahora no hay comarca donde no esté presente, sea Sierra, Señorío, Alcarrias o Campiñas, y por llegar ha llegado hasta la Fuente de la Niña en la misma capital de Guadalajara, hasta se le ha visto por algún jardín de Aguas Vivas  y cuando se hicieron obras en el mismísimo Fuerte de San Francisco hubo que capturar una pareja que hasta allí se había introducido.
El pequeño cérvido es hoy la especie de caza mayor más extendida y abundante de nuestra provincia. Es más, Guadalajara se ha convertido, por la calidad de sus trofeos, su abundancia, los parajes y paisajes donde se practica su caza en uno de los destinos favoritos y deseados de los cazadores de toda España.
Lo cierto es que el corzo ha encontrado en sus diferentes ecosistemas, pero con el común denominador, de monte, arbustos, siembras intercaladas y corrientes de agua, sotos y lugares frescos un verdadero paraíso donde además goza del silencio de unos campos cada vez menos transitados, pues donde antes labraban cincuenta yuntas se valen ahora dos tractores  ahora mediterráneo. Hoy, como hemos descrito está en todas partes, asoma por todos los rincones, y no duda en presentarse en los huertos de los pueblos para disgusto de quien ve que le han madrugado la ensalada. El duende del bosque como es llamado por su sigilo, su capacidad de aparecer tan repentinamente como la de difuminarse en un santiamén, su inquisitiva mirada, su delicado ramonear buscando siempre el bocado más tierno y exquisito, y su curiosidad que en ocasiones le pierde, ha repoblado la provincia y su caza es hoy, ha comenzado precisamente el 1 de abril y estará permitida hasta el 31 de agosto, una de las pasiones  cinegéticas más en boga. Para los pueblos ha significado en muchas ocasiones fuertes ingresos pues su presencia ha revalorizado esos cotos y que nadie pretenda conseguir los derechos en alguno por menos de los 6000 euros, y de ahí para bastante más arriba, al igual que los  1000 euros no son tarifa excesiva por precinto y pieza. El hecho de que muchos de los mejores trofeos se consiguieran  en nuestras tierras, el récord nacional llegó a estar en ellas, con un corzo cazado en la comarca de Sigüenza, y que los pastos calizos de las Alcarrias y de las serranías de Atienza parezcan hacer crecer mejor que ninguno sus afilados cuernos, han contribuido a su fama y prestigio.
Guadalajara tenía, y sigue teniendo famas de duros y bien armados jabalíes, de los poderosos navajeros señores de la noche y el monte, pero hoy el corzo compite con ellos en los deseos y los sueños de los monteros. El venado, en nuestra provincia, está limitado a algunas zonas, en particular del Señorío de Molina, donde ha proliferado incluso en exceso en ciertos lugares y se permite una caza continua para aminorar los daños en los cultivos.
La caza del corzo en nuestra región solo esta permitida en rececho, esto es, el cazador, a pie, buscando a la pieza en sus querencias, aguardándola en sus pasos de salida o entrada hacia la espesura o buscándole las vueltas en sus despistes del celo. La demostrada afición de corzo por frecuentar unos determinados lugares de su gusto, sus hábitos territoriales y sus fiebres amorosas son los puntos flacos de la esquiva pieza. Durante bastante tiempo solo se podían abatir machos, que son los que poseen cuerna, que tiran  y cambian anualmente, pero la creciente población y los daños a la agricultura han hecho que en los últimos años para controlar su número se autorice también cazar hembras. Su carne pasa por ser la más exquisita de todas las de la caza mayor pero requiere de sabiduría y maña para prepararla.

Publicado en latribunadeciudareal.es, por A. PÉREZ HENARES.

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