En la prensa

Los secretos de la nueva Diana Cazadora de la Gran Vía

Una enorme escultura de cinco metros se eleva sobre el número 31 de la Gran Vía desde hace unas meses. Representa a la diosa Diana en un momento de caza, acompañada de cinco perros. Y su arco apunta directamente al fénix que se encuentra al otro lado de la calle. Muchos madrileños han alzado la vista para ver a su nueva vecina que se dibuja el cielo de la ciudad, pero pocos conocen su origen, dónde nació, cuál es la historia que narra y quién es responsable de este nuevo icono de la capital.

El conjunto escultórico se ideó solo a unas manzanas de distancia, en la Escuela de Arte la Palma, en pleno corazón de Malasaña. Allí estudiaba Natividad Sánchez (Jaén, 1960), una arquitecta y escultora a la que, a finales de 2014, una familia de empresarios mexicanos -los Díaz Estrada- pidieron bocetos de una figura femenina para coronar su hotel, similar a la fuente de Diana Cazadora ubicada en México DF. “Fue un flechazo instantáneo, a ellos les gustaron mis dibujos y a mí el proyecto me entusiasmaba, enseguida nos pusimos a trabajar en él”, cuenta a Somos Malasaña la autora de la primera escultura hecha por una mujer en la Gran Vía.

Todo en este proyecto es muy femenino, desde el icono de Diana hasta las personas que trabajaron en él, un grupo de entonces cuatro estudiantes de la Escuela de Palma, lideradas por Natividad y apoyadas por muchos docentes del propio centro, conscientes de la envergadura del proyecto. El resto del equipo lo componían Marta Castañeda (también arquitecta), Vega Bautista (restauradora) y Cristina Rojas. Juntas sumaron talento y ganas para hacer realidad una idea que se inició con una estatuilla de 50 centímetros y que fue creciendo hasta llegar a un grupo escultórico de seis piezas. “La escultura siempre se ha visto como una disciplina muy masculina, pero para una mujer no hay límites, solo los que quieras ponerte”, afirman Vega y Marta.

“El proceso entero nos ha costado muchísimo trabajo, pero lo hicimos con muchísima ilusión”, explica Natividad, una arquitecta a la que la crisis económica le permitió replantear su formación con un grado superior de Escultura en la Escuela de La Palma (la única que lo imparte en Madrid) y para la que la Diana de la Gran Vía fue su primer encargo como escultora profesional. “Acepté sin dudarlo, trabajando de arquitecta había hecho proyectos grandes, como estaciones de Metro, y no me iba a echar para atrás”, suelta con naturalidad. “Fue como un máster añadido a los dos años de curso”, bromea.

Los modelos para este grupo escultórico fueron un perro braco americano llamado Checo y una de las hijas de Natividad, que prestó su rostro a la nueva diosa de la caza madrileña. “Natividad dibuja muy bien, es de la vieja escuela de arquitectura, y además tiene muy buena capacidad proyectual”, dice sobre ella su profesor y tutor Ángel, también presente en la charla y que alaba el resultado final, al que se llegó después de muchos moldes, planos, tres esculturas de Diana a diferentes escalas, escalado de figuras en la que ayudó Krum Stanoev, lijados, retocados… hasta el vaciado final, que se elaboró en Aranda de Duero y se compone de resina de vinilester, con carga de polvo de bronce, que le da un acabado clásico.

En el cielo de Madrid desde octubre

La Diana Cazadora subió a lo alto de la Gran Vía el pasado octubre. Fue el momento de mayor tensión del proyecto: había que elevar una escultura de 5 metros y 900 kilos de peso y fijarla contra viento y marea. “Ahí me asusté un poco, pero quedó anclada de un modo muy seguro”, relata Natividad. Allí está desde entonces, delante de las nuevas cúpulas que los dueños del edificio han construido y que guardan cierta armonía con su entorno. Y allí permanecerá hasta que se abra el hotel de lujo que ocupará el número 31 de la calle, probablemente hacia finales de año.

Una nueva mitología para la Gran Vía

Dentro del proyecto escultórico de la Diana Cazadora se desarrolló una nueva historia mitológica, que Natividad y su equipo desarrollaron para justificar que su creación estuviera apuntando a la escultura de la Unión y el Fénix que corona el edificio del Primark, justo enfrente.

“Ella es una Diana femenina y enamorada”, explica antes de detallar que, en su imaginación, intenta clavar una flecha al fénix que lleva en su lomo a Endimión, un joven pastor que ella visitaba a escondidas cada noche, al bajar de la Luna. Su amor prohibido -Diana debía ser casta- llegó hasta oídos de su padre, Zeus, quien envió al ave fénix para que secuestrara a Endimión y lo mantuviese oculto durante toda la eternidad.

Pero el fénix necesita regenerarse una vez cada 400 años, y ese día es el que ha de aprovechar Diana -acompañada de sus fieles perros- para dar muerte al ave con su arco y recuperar así a su amado para toda la eternidad. La estatua de Gran Vía capta justo ese momento, el del lanzamiento de la flecha con el que salvará -¿o no?- a Endimión.

Fuente: somosmalasaña.com

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