En la prensa

Talibanes en Castilla-La Mancha

Fuente: abcdesevilla.es

Son 3.635 millones al año. Esa es la riqueza que genera la caza en España, beneficiando a unos 30.000 trabajadores. Dinero originado por las 850.000 personas que practican ese arte en España; al hacerlo crean riqueza en zonas a las que no acude otro turismo y contribuyen a mantener un equilibrio medioambiental. Frente a este negocio se han alzado en los últimos años los agentes forestales de las comunidades autónomas y, lo que es más triste, el Seprona, una unidad de la Guardia Civil. Con ambos hay múltiples ejemplos de su fundamentalismo destinado sólo a perseguir la caza: no hay afán alguno de proteger el medio ambiente. Mencionaré un ejemplo del pasado 15 de febrero que protagoniza el Seprona de Talavera de la Reina.

 

Quince cazadores se reúnen en un coto privado para abatir –con armas de fuego y armas blancas– jabalíes, especie muy destructiva. Entre todos ellos reúnen al menos 52 licencias, permisos y guías varias que se requieren para realizar esa actividad. Además, la propiedad ha tenido que completar nueve trámites administrativos. Entre unos y otros los cazadores han pagado en tasas, seguros y veterinarios para poder estar allí ese día al menos 2.597,83 euros.

A las 9.00 de la mañana un cabo primero de la Guardia Civil y dos agentes del Seprona aparecen en la finca y cotejan todos los permisos que corresponde gestionar a la propiedad. No hay pega. Antes de comenzar el gancho, a las once de la mañana, revisan uno por uno los papeles de cada cazador. Tampoco hay objeción. Y cuando los monteros y alanceros se dirigen a sus puestos, el coche patrulla de la Benemérita se dirige a la mancha para apostarse junto a ella. Inverosímil. Habrá quien crea que podían intuir la comisión de algún delito, pero, dado que aparcaron junto al puesto del marqués de Griñón, quien por su edad y gobierno difícilmente puede pasar por delincuente, habrá que convenir que el objetivo del Seprona al colocarse en el camino de huida de los jabalíes era reventar la cacería. Porque los jabalíes serán guarros, pero no son tan idiotas como para huir en dirección a un coche patrulla del Instituto Armado. ¿Puede alguien creer que a la Guardia Civil le falten medios para desempeñar su labor cuando tres agentes dedican tres horas y media a vigilar una montería con once armas de fuego y todos los papeles en regla?

Por desgracia, este fundamentalismo del Seprona es constante. Y sus trazas estaban a la vista de los monteros ese mismo día antes de empezar. Cuando todos se reunieron a rezar, pidiendo la protección de la Virgen de la Cabeza, los agentes asistieron sin descubrirse de sus viseras. Como los talibanes, que rezan con turbante –y ese pesa mucho más que la visera que ha reemplazado al tricornio–. Y cuando los asistentes dieron vivas al Rey y a España, los agentes del Seprona guardaron silencio. El Rey y España ya no deben de estar en sus ordenanzas.

Por Ramón Pérez-Maura

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