«Son cosas compatibles cazar y amar a los animales. Lo que nos impone nuestra moral es no emplear ardides ni trampas. Mi cuadrilla y yo hemos abandonado el campo cuando la canícula o las circunstancias meteorológicas hacían la caza demasiado fácil y la enervaban. Cazar no es matar, sino derribar piezas difíciles tras dura competencia. Esto explica que uno regrese más satisfecho con dos perdices abatidas contra pronóstico que una docena a huevo».
Miguel Delibes