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De caza en España: tras los machos monteses en la Sierra de Gredos

El autor del artículo con el bonito macho típico de Gredos que cazó.
Por Pablo y Celilia Lupis, SCI Central Peru

Pablo había contactado con la empresa del señor Ignacio Navasquez Torroba hacía tiempo para tener la oportunidad de cazar uno de los ejemplares emblemáticos de España, la cabra hispánica o macho montés. Queríamos hacer coincidir el viaje cinegético con uno personal que teníamos pendiente. 

Llegamos a Madrid a eso de las cinco de la tarde y fuimos recogidos por Carlos Merello. En más o menos dos horas y media llegamos al pueblo de Gredos, donde nos hospedamos para pasar esa noche en una cómoda y típica casa española con patio sevillano. La casa contaba con una vista espléndida.

En el pueblo de Gredos, en Extremadura, hay un restaurante (El visitamos) que aparentemente es el más importante. Allí se sirve una picada de jamones ibéricos deliciosos, un vino de Ribera del Duero  inmejorable, unos quesos manchegos espectaculares, un queso caliente con una salsa de membrillo, y una carne excelente; Pablo pidió un chuletón de la zona, especialmente buena, que no pudo acabar. Así empezó nuestra experiencia en Gredos, para prepararnos de cara a la caza del emblemático animal.

A la mañana siguiente, después de un agradable descanso, partimos a las 6:30 de la mañana rumbo a la casa del guarda principal, Javi, una vivienda de media montaña situada en plena sierra de Gredos. Llegamos con un precioso amanecer. Allí nos esperaba un delicioso desayuno preparado por Antonia, esposa de Javi, además del Land Rover con el que nos transportaríamos, y dos perros, Bribón, un pastor alemán, y Junco, un perro pequeño del que no recuerdo la raza. A este último parecía que le hubieran contado que era un gran danés y se lo había creído por cómo se comportaba, aunque luego se mostraba como un excelente rastreador, muy cariñoso además.

Búsqueda a caballo
Partimos hacia el cazadero a las 7:30 acompañados del ‘concierto’ de la berrea de los ciervos en pleno celo y de los gamos. Durante unos cuarenta minutos subimos la montaña con el Land Rover hasta un claro donde nos esperaban unos robustos y preciosos caballos, en los que montamos en dirección hacia las cumbres pedregosas de Gredos. Bueno, yo iba a caballo y Pablo prefirió ir andando, me sorprendió su estado físico.

Estuvimos caminando más o menos hora y media, con una vista maravillosa a nuestros pies, con pantanos y campos verdes. Tratábamos de divisar un grupo de cabras que días atrás habían estado en la zona, pero lamentablemente no estaban allí. Seguimos andando hasta llegar a un manantial natural, donde paramos a tomar agua y a esperar noticias de Antonio, otro guía de la zona que partió hacia las otras quebradas.

A medio día el todo grupo se reunió nuevamente junto al manantial para disfrutar de una deliciosa merienda, salida de las alforjas como si de magia se tratase, que consistía en jamón serrano ibérico, diferentes embutidos, queso manchego, panes campesinos, una deliciosa y jugosa tortilla de patatas preparada por Antonia, el infaltable vino, unas frutas maravillosas e, incluso, una barra de chocolate suizo. Después de ese ‘castigo’ emprendimos una buena siesta española bajo los arbustos de la montaña.

El lance
Como a las cinco de la tarde, después de nuestra reparadora siesta acompañada de la incesante berrea de los ciervos, apareció el bueno de Javi y Antonio, que habían divisado un grupo de cabras con un buen macho, por lo que emprendimos nuevamente el camino a caballo.

Alrededor de una hora y media más tarde vimos un grupo de cabras en la otra banda de la quebrada. Nos bajamos de los caballos y Pablo y Javi partieron rampando para acercarse y acechar al macho; todavía recuerdo la voz de emoción de Pablo y de Javi al ver al grupo. Carlos y yo nos quedamos ocultos para no hacer ruido. Al cabo de unos veinte minutos escuchamos un disparo y Carlos me comentó «le ha dado», le pregunté cómo lo sabía y me dijo que fue por el sonido del golpe de la bala. En efecto, fue un certero disparo en la paleta alta de la cabra que la dejó seca, de una banda a otra.

Pablo me relató así el instante del disparo: «Javi me indicó dónde se encontraba el macho, estaba detrás de una piedra grande, junto con otros dos más pequeños. El terreno era bastante escarpado y lleno de piedras, y a pesar del esfuerzo la adrenalina me embargaba. Javi me dijo «síguelo y en cuanto se pare tírale»; no terminó de decir esta palabra cuando ya había jalado el gatillo de mi Blaser .300 Magnum. Levanté la vista y ví que el macho estaba seco, me sentí feliz».

Luego Pablo pidió que me acercara al lugar del lance, algo que creo fue la experiencia más fuerte de la cacería, pues los precipicios eran enormes y el caballo iba prácticamente de cabeza hasta que llegamos al lugar, donde me encontré a un orgulloso cazador con su presa en espera de la foto.

Igual que el ciclo de la naturaleza, después de llevarnos la cabeza, los lomos, la piel y las piernas, el final de mi recuerdo de la cacería es la vista de una docena de buitres esperando su deliciosa merienda.

Emprendimos el viaje de regreso ya haciéndose de noche, y llegamos con el Land Rover a la casa del guarda,donde Antonia nos esperaba con la cena ya lista y una ducha caliente. Después descansamos felices tras haber logrado el propósito de nuestro viaje. Por supuesto, esa noche no faltó la tertulia con los comentarios de la cacería, viendo también fotos del Rey Juan Carlos y de otros cazadores con unos machos ejemplares cazados en la misma zona.

Fue una experiencia preciosa con un cielo celeste, un aire puro, la naturaleza a nuestros pies, los animales en su hábitat, una inmejorable organización y atención, y por lo menos un par de kilos de más que nos traemos de vuelta a casa.

Vista de la sierra de Gredos, donde Pablo y Celilia disfrutaron de una cacería inolvidable.
El impresionante espectáculo del amanecer en Gredos.
Tras 40 minutos de travesía en Land Rover tomamos unos robustos y preciosos caballos en dirección hacia las cumbres pedregosas de Gredos.
Estuvimos tratando de divisar un grupo de cabras que días atrás habían estado en la zona, pero lamentablemente no estaban allí.
El orgulloso cazador con su presa, en espera de la foto
Estuvimos caminando más o menos hora y media, con una vista maravillosa a nuestros pies, con pantanos y campos verdes.
Pablo junto con Javi, guarda de Gredos y guía del rececho, con el buen macho abatido por el primero.

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