Nacional

La caza ‘económicamente necesaria, ecológicamente imprescindible’

Andres Gutierrez RFEC

Debido a la polémica desatada tras el accidente sufrido por S.M. el Rey en una cacería, se ha abierto de nuevo el debate, en algunos medios de comunicación, sobre caza sí o caza no. El presidente de la RFEC ha salido en defensa de ésta y ha declarado en el diario El Mundo del 18 de abril de 2012 lo siguiente:

Establecer el debate entre caza sí o caza no desde un planteamiento de aceptación o rechazo personal de la actividad solo conduce a la imposición y, como algunos pretenden, a la prohibición y por tanto a la violación de la libertad y los derechos de unos ante los postulados y presupuestos presuntamente morales de otros. Habría que señalar a este respecto que el hombre sin caza no sería siquiera hombre y que la ganadería no es sino caza estabulada. Las especies que antes se cazaban, muflones-ovejas, íbices-cabras, uros-vacas o jabalíes-cerdos se han domesticado y estabulado para aumentar y disponer de ellos de manera masiva y asequible para la alimentación, el  vestido y el calzado de la humanidad. Simplemente, y aunque suene a sarcasmo, habría que reflexionar que para comer jamón hay que matar cochinos, que para comer pollo hay que sacrificar gallinas y que las chuletas de lechal, llevando la cuestión a su término, habrían de calificarse de infanticidio.
Pero ese no es ya el debate. La realidad de la actividad cinegética es hoy más defendible que nunca y las razones y hechos probados en que se sustenta quedan fuera de toda discusión racional y científica.
La caza es económicamente necesaria en España, aporta más de 4.000 millones de euros al PIB tanto de manera directa e indirecta en sectores  que van desde la cartuchería, la ropa o la hostelería. La renta agraria depende de las explotaciones cinegéticas de manera creciente y sostenible. El mantenimiento de las poblaciones rurales -esas sí que en verdadero peligro de extinción- está directamente vinculado a la práctica de esa actividad. Hoy nadie puede discutir esto, y cuando en verdad se establece quién aporta a la sociedad un valor, la pregunta había que trasladarla a cierto ecologismo. ¿Qué aportan ellos al mantenimiento del medio rural y de la población que allí permanece? O tal vez queramos contemplar el campo como un lugar donde los urbanitas vamos de paseo, como quien visita una postal, durante nuestro ocio del fin de semana.
Pero hay más. La caza es el elemento esencial de conservación en España. Los cazadores son quienes gestionan y cuidan de más del 80% de la superficie. Son ellos quienes se responsabilizan del cuidado de esos espacios y de que exista una población de especies tanto cinegéticas como las no cinegéticas que predan sobre esas otras.  Los cazadores trabajan por y para la caza todos los días en silencio, pero cuando hay que salir a la calle a defender sus derechos, salen todos juntos. Quedó demostrado el primero de marzo de 2008 en la manifestación en Madrid con el lema, Por la Caza el Campo y la Conservación.
Las dos joyas de nuestra fauna, el lince y el águila imperial, no necesitan de tantos discursos, lo que necesitan es conejos. Hoy, merced a esa conciencia conservacionista que por fortuna se extiende por toda la sociedad y que los cazadores asumen como propia (Rodríguez de la Fuente y Delibes, sus precursores y profetas fueron grandes cazadores) la evolución de nuestra fauna es muy positiva y con los esfuerzos de todos podemos presumir de una biodiversidad incomparable en Europa. Un buen ejemplo es el oso pardo, que ha visto triplicado su número y en cuya defensa los cazadores se encuentran profundamente implicados.
Por supuesto que en un colectivo tan grande, un millón, existen malas prácticas y hasta auténticas canalladas. La RFEC es particularmente beligerante contra el veneno, una plaga que hay que extirpar de nuestros campos, y el maltrato animal. De hecho, denunciamos y nos personamos judicialmente cuando alguna de esas atrocidades se producen, máxime cuando los afectados son los perros, el compañero y amigo del verdadero cazador.
Economía, sostenibilidad y conservación. Esos son los verdaderos argumentos y la verdadera practica de todos esos cientos de miles de personas, la inmensa mayoría de extracción popular y rural. Pretender asimilar la caza al señoritismo de algunas grandes fortunas es tan irreal como demagógico. Por supuesto, como en todos los aspectos de la vida, hay potentados que gozan de espectaculares fincas, como cuando en una playa los hay con yate y una inmensa mayoría con sombrilla. Pues igual en el mundo de la caza, interclasista, popular en grado sumo y que no entiende de ideología, aunque haya una cierta tendencia a su ocultación por considerarse no políticamente correcta. Baste el botón de muestra de sus practicantes en las zonas rurales y que carnét político tiene cada uno. Uno de los más reconocidos galgueros es el viejo luchador comunista Antonio Romero.
La caza es tan imprescindible para el mantenimiento del equilibrio ecológico que cuando esta no se permite ha de ejercerse de una u otra manera. Así sucede cuando en determinados Parques Nacionales, donde está prohibida, la guardería o gentes contratadas y pagadas para ello han de abatir esos excedentes poblacionales que ponen el peligro el parque y a otras especies. La proliferación de jabalíes es letal para el urogallo en los Pirineos, la de cabra montés en Sierra Nevada obligó a eliminar 3.000 ejemplares, y el exceso de cérvidos amenazó Cabañeros y su control dio lugar a prácticas absolutamente intolerables. Hoy planteamos que para ejercer ese control y en vez de un coste bien pudiera haber un beneficio que repercutiera a favor de esos entornos, pues, rigurosa y controladamente, los cazadores harían esa labor y pagarían por ello. Como hacen y es una esencial fuente de riqueza en países como Polonia, Hungría, Rumanía, Sudáfrica, Angola, Mozambique y el ahora tan mentado Bostwana.

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