Nacional

Arturo Pérez-Reverte y Pablo Ortega reciben los ‘Premios 2013 del Real Club de Monteros’


Iñigo Moreno de Arteaga, marqués de Laserna, y presidente del Real Club de Monteros entre los años 1992 y 2007, fue el impulsor de crear desde el Club unos premios anuales que tuvieran mucho que ver con la caza.

Premio Literario Jaime de Foxá 2013

El pasado 2 de abril se reunió el jurado del Premio Literario Jaime de Foxá del Real Club de Monteros, que decidió conceder este galardón en su edición del año 2013, al prestigioso escritor, periodista y miembro de la Real Academia Española, Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez, por el artículo titulado «Colmillos en la memoria»* publicado por el autor el 17 de febrero de 2013, en su columna del suplemento dominical de los diarios del grupo Vocento, XL Semanal.

El jurado de este premio es diferente del de los otros dos premios del Club y está designado a tal efecto. En este caso está compuesto por el Excmo. Sr. D. Alfonso Ussía, como presidente, el Excmo. Sr. D. Rafael Castellano, conde de Priego, como secretario, formando el resto del jurado el Excmo. Sr. D. Iñigo Moreno de Arteaga, Marqués de Laserna, el Illmo. Sr. D. Javier Barcáiztegui, conde del Llobregat, el Sr. D. Juan Delibes, el Sr. D. Pablo Capote, el Sr. D. César Fernández de la Peña, como presidente del Real Club de Monteros, y el Sr. D. Juan José Viola, como galardonado en la edición del 2012.

En 1996, el Club instituyó un premio anual para distinguir el mejor artículo que, a juicio del jurado que lo otorga, exprese, defienda o divulgue de manera sobresaliente cualquier tema de carácter cinegético y haya sido publicado en la prensa nacional. Además del artículo se considera también la trayectoria personal de cada uno de los candidatos al premio, en relación a la caza y a la conservación de la naturaleza.  Dicho premio lleva el nombre de Jaime de Foxá, en homenaje al que fuera nuestro fundador y conlleva una dotación económica y una medalla conmemorativa del Club. (*ver anexo num. 1)

Premio Personalidad Venatoria 2013

El pasado 9 de abril, se reunió el jurado del Premio a la Personalidad Venatoria del Real Club de Monteros, que decidió por unanimidad conceder este galardón en su edición del año 2013, a Pablo Ortega Martín-Rosales*, por su larga trayectoria como apasionado defensor de la caza genuina, que le reconoce al animal la dignidad de su salvajismo.

El Club, fiel a los principios que inspiraron su constitución, instituyó en 1992 este premio, para distinguir a las personas que se han convertido en ejemplo por su buen hacer cinegético, y se concede anualmente. Las propuestas razonadas de candidatos podrán presentarse en la sede social, o en nuestra dirección de correo electrónico, por los socios del Club, asociaciones cinegéticas, entidades artísticas o culturales, y por las personas a quienes se hubieran otorgado anteriormente estos premios. El plazo de admisión de candidatos quedará cerrado el día 15 de marzo de cada año a las 12 horas. 

El jurado que decida los premios serán los miembros de la Junta Directiva del Club en cada momento. Corresponde a su presidente dirigir las deliberaciones y en su caso las votaciones que se produzcan, y a su secretario levantar el acta de las sesiones e interpretar el presente reglamento.

El premio se otorgará a la candidatura que obtenga la mayoría de los votos del jurado. El voto deberá ser emitido personalmente por cada uno de los miembros del jurado, durante las sesiones en las que este se halle formalmente reunido. En caso de empate decidirá el voto del presidente.

Los premios no podrán declararse desiertos, ni concederse a título póstumo.

El premio consistirá en un diploma y en una figura artística representativa del galardón, un bronce que el Club encargó y compró expresamente para este fin, al socio y escultor D. José Antonio Lalanda Mejía. (*ver anexo núm. 2)

La entrega de premios se llevará a cabo en una solemne ceremonia, que se celebrará el próximo 11 de junio a las 14:00 h. en el Real Club Puerta de Hierro de Madrid.

Anexo núm. 1

Texto del Artículo «Colmillos en la memoria», de 17 de febrero de 2013, Publicado en XL Semanal

Acaba de cumplir dos años. Se llama Sherlock, y es un tipo duro, de Segovia. Un buen ejemplar de teckel de pelo fuerte, pardo leonado, con cejas y bigote casi rubios. Lo rubio viene de su padre, que es alemán y se llama Karsten. El pelo recio y perfecto se lo debe a la madre, Berta, que es guapa y española. Una familia, en resumen, de cazadores con larga estirpe, lo que significa muchas generaciones acosando bichos en el campo. Casta curtida, en resumen. Con unos dientes espectaculares que se pasan unos a otros, de generación en generación. Colmillos que da miedo verlos cuando les agarras la boca y se la abres mientras ellos te miran como pensando: «A ver qué carajo quiere éste». Colmillos sólidos, blancos, bien aguzados. De ésos que hacen que te alegres de no ser zorro o jabalí.

Lo crió un cazador joven que se ocupa de esta clase de perros. Un tipo experimentado, que sabe lo que hace. La camada de cinco cachorros era espléndida. Elegí a Sherlock porque era el más tranquilo de sus hermanos. Me miraba sereno, flemático, con esos ojos grandes y negros. Como preguntándome qué pasa contigo, chaval, no se trata de que tú me elijas a mí, sino también de que yo te elija a ti, así que vamos a llevarnos bien. Y fue lo que hizo: elegirme. Pasado el tiempo de cría, lo traje a casa. Y empezó a crecer. A adaptarnos el uno al otro. La vida en familia. Al cabo de un tiempo apareció su vena sentimental. Lo pasaba mal solo. Lloraba. Así que le buscamos compañera. Y llegó Rumba, toda una señorita. Pelo rizado, pizpireta, lista y destrozona como la madre que la parió. Tímida al principio -había sido maltratada-, no tardó en hacerse la reina del asunto. Sherlock, flemático, la deja hacer. Por no discutir, ni le gruñe. Ella se lo trajina bien. Le lame el pescuezo cuando está tenso, lo relaja. Lo putea, a ratos. Creo que son felices juntos.

Sin embargo, Sherlock no nació para la vida doméstica. Y se le nota. Es un buen chico en casa, adora a Rumba. Nos adora a todos. Es cariñoso de lametones y se traga Mad Men sin rechistar, acurrucado en el sofá contra mi costado, sobando plácidamente. Nada que objetar por ahí. Pero vino al mundo a cazar jabalíes. Tiene tristezas específicas, nostalgias de lo suyo, como un marino arrojado del mar o un soldado sin batallas. Lejos de la acción como vive, las aventuras de sus antepasados, inscritas en su instinto perruno, afloran en forma de singular melancolía. A veces, mientras duerme a mi lado, lo veo agitarse, mover las patas y gruñir sordamente, muy bajito, y adivino lo que tiene en la cabeza. Lo mismo ocurre cuando en ocasiones, sin motivo aparente, se aparta de mí y de todos, Rumba incluida, para ir a un rincón donde se queda quieto, hosco y solitario, mirando el vacío como Humphrey Bogart en su bar de Casablanca. Entonces sé, o creo saber, que rumia nostalgias de cazador, olor a tierra húmeda, hierba verde y rastro fresco de animales. Quizá piensa en sus hermanos, que se quedaron en el campo y ahora tendrán el hocico lleno de marcas y los colmillos desportillados de pelear. Quizá, desde el confort de la vida doméstica, Sherlock envidia sus vidas lejanas, colmadas de recuerdos apasionantes; ésos que los perros de caza se gruñen unos a otros en las noches tranquilas mientras recuerdan a los colegas -«¿Te acuerdas de Pancho, al que mató aquel jabalí, o de Chispa, que nunca salió de aquella peligrosa madriguera?»- mientras envejecen con los huesos maltrechos y el pellejo lleno de costurones, calentándose en fuegos de leña junto al amo que acaricia sus orejas deformadas por mordiscos de jabalí. Su pelaje surcado de cicatrices que Sherlock nunca tendrá.

Estoy seguro de que, cuando se aísla de todos y mira la nada, recordando lo que jamás vivió, él huele el humo de esa leña, siente la nostalgia del frío, la incertidumbre, el peligro. Segrega adrenalina, o lo que segreguen los perros. Corre con la imaginación y la memoria genética por un bosque embarrado, bajo la lluvia, junto a sus hermanos, tenaz, incansable tras el rastro de un animal salvaje. Un jabalí con el que, pese a que un teckel no levanta dos palmos del suelo, peleará a muerte, con bravura inaudita, cuando le dé alcance. O un zorro en cuya madriguera se introducirá sin dudarlo, valiente hasta la locura, para morir allí o para sacar al enemigo fuera, aferrándolo por el cuello a dentelladas, rojo el hocico de sangre propia y ajena. Como le ordena su naturaleza. Como mandan las viejas reglas.

Un tipo interesante, Sherlock. No les quepa duda. Con densidad psicológica y sólidos silencios. Comprendo a Rumba cuando se acerca a él, se tumba a su lado y le apoya la cabeza en el lomo. Si yo fuera perra, me lo follaría.

Anexo núm. 2

Notas biográficas sobre Pablo Ortega Martín-Rosales

Nació en 1959, en Madrid, en el seno de una familia donde confluyen una antigua tradición cazadora –no en vano su estirpe puede vanagloriarse de ser titular de una rehala que, bajo dueños con un mismo apellido, se mantiene en activo desde mediados del siglo XIX– con otra literaria, pues su bisabuelo –el novelista Ortega Munilla– fue académico de la lengua, su familia creó y dirigió el periódico «El Imparcial» y el filósofo Ortega y Gasset era hermano de su abuelo. 

Su vocación venatoria se manifiesta tempranamente ya en la niñez, y ha ido ascendiendo con los años todos los peldaños de la afición al campo y a la caza: desde la infantil captura de pajarillos con liga o ballesta hasta el elevado rececho de alta montaña, desde el tiragomas al rifle de caza mayor.

Una temprana inquietud conservacionista le acerca en su primera juventud a la Asociación Española de Ornitología, en la que trabaja de anillador ya en 1977, y al pequeño círculo de cetreros creado en torno al Dr. Rodríguez de la Fuente. Las aves, y en especial las rapaces y anátidas, constituyen desde entonces su pasión y debilidad. De aquella época le ha quedado una profunda inquietud por compatibilizar la caza con la conservación de la naturaleza.

Siguiendo la estela familiar, ha practicado la montería española asiduamente desde hace más de cuarenta años, primero como infantil acompañante de su padre y, posteriormente –desde que a la temprana edad de 15 años se hiciera novio con una carambola de cochinas de un disparo de escopeta del 20– como montero en activo u organizador de monterías familiares o de diversos grupos de amigos. En 2004 recibió la Insignia de Plata del Club de Monteros Portugueses y fue nombrado Miembro de Honor del mismo. 

Ha cazado intensamente en España y fuera de ella, habiéndolo hecho con mucha asiduidad en Inglaterra, Austria y Alemania. El descubrimiento de la elevada cultura cinegética europea y su envidiable respeto por las tradiciones ha troquelado imborrablemente su entendimiento de la acción venatoria.

Arquitecto de profesión, publicó en 1982 su primer artículo de caza (con una historia de montería titulada «La sierra era una esperanza» en la revista Caza y Pesca. Desde entonces ha colaborado habitualmente como articulista en todas las revistas de caza españolas (Trofeo, Caza y Pesca, Federcaza, Caza Mayor, Jara y Sedal, Perros de Caza, Caça i Medi Natural…) y en algunas literarias (Leer), así como en los boletines de diversas asociaciones venatorias (ACCA, Segontia, ACE, etc.). 

Durante los años 1985 y 1986, bajo la dirección general del periodista Pepe Medina, fue responsable de la sección de caza de la revista Trofeo, en la que mantuvo durante bastantes años una columna habitual.

En su intensa labor de divulgación y defensa de la caza ha impartido multitud de cursos, simposios y ponencias en universidades, asociaciones de caza y organismos públicos: 

Fundador en el año 2000 de la Asociación del Corzo Español (de la que fue presidente hasta 2004 y actualmente ostenta el cargo de presidente honorífico), ha asistido en representación de esta Asociación a diversas conferencias o encuentros internacionales sobre el corzo, como los de Lancaster (Inglaterra, 2002), Santarem (Portugal, 2004) o Elverum (Noruega, 2009) y también al «VII Congreso Europeo del Corzo» celebrado en Jerez de la Frontera en marzo de 2005. 

Ha participado en numerosos programas de radio y televisión (Hablemos de Caza y Pesca, Salimos de Caza, Linde y Ribera, Canal Campero, Seasons, Caza y Pesca, Jara y Sedal…) con intervenciones sobre temas cinegéticos y ambientales. 

Fue miembro del jurado del Premio Carlos III, del Premio de Periodismo y del Premio de Novela Corta de la Federación Española de Caza en 1998, 1999 y 2000.  

Fue premiado en 1996 en el Segundo Concurso Nacional de Novela Corta, organizado por la Federación Española de Caza, con la obra titulada «Estampas de una temporada (Vivencias de un cazador corriente)», editada en 1998. 

Ha prologado diversos libros de caza («El corzo, pasión por las seis puntas», de Gerardo Pajares, «La caza en la cocina», de Rafael Rodríguez, o «El corzo: cada cosa son cuarenta cosas», de Pedro Domecq).

En 2009 publicó el libro «Cosas de corzos», resumen de sus experiencias y conocimientos sobre la especie. Este libro ha debido ser reeditado en 2010 al quedar agotada la primera edición en pocos meses.

En 2010 coordinó y prologó el libro «Capreolus Deliciosus, del monte a los fogones», editado por la Asociación del Corzo Español, primera y única monografía en español dedicada al aprovechamiento y la cocina de la carne del corzo, que ha resultado ganador en España de los Premios Gourmand World Cookbook 2011.

En 2011 prologó y, en colaboración con su hijo mayor, realizó la traducción y adaptación al castellano del libro del conde Georg de Münster titulado «Los secretos del arte del reclamo, experiencias y vivencias en la caza del corzo», una obra de referencia entre los cazadores de habla alemana.

A pesar de haber cobrado importantes trofeos de caza mayor –tiene en su haber, por ejemplo, el récord nacional de corzo de 1994, por el que recibió el Premio de la Asociación Nacional de Taxidermistas– rechaza el «trofeísmo» al uso. Más bien al contrario, su perfil de apasionado defensor de la caza auténtica, de la caza de siempre, es el que se esboza en los siguientes versos que le dedicó el desaparecido Francisco León:

Poeta y cazador en una pieza;

cazador y poeta, extraña raza,

escondido rincón de la belleza,

dorada ilusión que por fin llega

al encontrar las claves de la caza:

secreto vertebral de Pablo Ortega.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.