Armas y munición

La sombra del halcón. Cartucho .17 HMR (II)

Foto Apertura.

Y por fin estamos en el cazadero. Atrás han quedado muchas horas de tiro, de cálculos, muchos cartuchos quemados intentado optimizar un sistema crítico en extremo. Créanme si les digo que me ha desvelado esta prueba como pocas que recuerdo. La obligación, auto-impuesta, de poner luz en tanta sombra, chocaba frontalmente con la religión básica que todo cazador ha de tener sobre el respeto a la pieza. Actualmente, el Reglamento de Armas permite su guía como cartucho de caza mayor; pero, ¿realmente es capaz el .17 HMR de cobrarla? Llegado a este extremo, el aterrizaje puede ser de absoluta emergencia, sencillamente porque la caza es caza, quedando muy lejos de lo que supone una cancha de tiro. Me explico: cuidado en extremo el reglaje y estudiado a fondo el comportamiento del cartucho, salta la duda de la incertidumbre final, del lance en sí, que lejos de tener un guion prefijado, surgirá como surja…

Balística del .17 HMR y distancia de uso

Estaba claro que ante la inminencia de la cacería había que fijar unos márgenes para saber ante qué nos íbamos a enfrentar. La pieza estaba decidida: el corzo. Así que sólo quedaba tratar de encontrar dentro de lo ofertado, lo que mejor se adaptase, para luego, encontrar el rango de distancia donde pudiésemos considerar que aún teníamos capacidad. De algún modo, esa resolución trabaja en función de una característica donde el .17 HMR es todo un fuera de serie: la precisión. Siempre que fuésemos capaces de colocar el diminuto proyectil en el lugar adecuado a una velocidad aún relativamente alta, el resultado debería ser positivo.

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Tengo tres cargas sobre la mesa, dos puntas idénticas de plástico con cola de bote de 17 grains –las Hornady V-Max y las Remington AccuTip-V– y una de 20 grains –las Winchester XTP HP–. Las primeras abandonan el brocal a unos 778 m/s, bajando las segundas a 724 m/s. En un primer vistazo no parece determinante la diferencia de peso entre ellas y sí deseable la velocidad. Una reflexión más profunda me hace decantarme, en cambio, por las más pesadas, fundamentalmente por su balística terminal más conservadora, menos explosiva, en definitiva, más consistente. He disparado en muchas ocasiones con estas pequeñas puntas de plástico y sé que se convierten en polvo al menor contacto. Sobre córvidos y roedores son tremendamente letales, pero realmente su longitud de canal es mínima, produciendo heridas superficiales a poco que aumentemos el tamaño de la pieza. Si observamos detenidamente a estas Tip, nos daremos cuenta que estamos ante una punta con un orificio de enormes dimensiones, en relación al diámetro total del proyectil, tapado por la nariz de plástico. En cambio, la punta de Winchester es un proyectil semiblindado con la punta ligeramente hueca. Realmente, más que una galería es una concavidad, produciéndose la expansión de una forma menos violenta, más gradual, amén del descenso de velocidad respecto a las anteriores.

Las tres cargas probadas: Hornady V-Max de 17 grains, Remington AccuTip-V de 17 grains y Winchester XTP JHP de 20 grains.
Las tres cargas probadas: Hornady V-Max de 17 grains, Remington AccuTip-V de 17 grains y Winchester XTP JHP de 20 grains.

Decidida entonces la punta, saltemos a la distancia de uso. Para ello marco una premisa: la única ventaja que este cartucho puede darnos está en lo sencillo que es colocar con precisión milimétrica sus pequeñas puntas. Analizando su trayectoria, fijo como máxima una altura sobre la visual de 5,5 cm a 100 metros. Puesto así sé que hará cero a unos 140 metros y hasta algo más allá de los 155 m, seguiré con esa ventana máxima de 11 cm –5,5 arriba y 5,5 abajo–, menos que el corazón de la pieza. Algo que debemos recordar es la balística tan pobre que tienen las puntas ligeras y pequeñas como ésta. La tensión de trayectoria se mantiene hasta unos determinados metros, a partir de los cuales cae literalmente en picado. Esa caída coincide con la pérdida brusca de velocidad que, además, le resta capacidad de matar. Considero entonces el tamaño de la pieza a tirar y el blanco vital que me ofrecerá. Creo con seguridad que puedo alargar la distancia de uso con total confianza hasta los 170 metros, pues, como mucho, el proyectil caerá unos 10 cm. Pues eso, que sinceramente creo que éste es el límite de uso, como mucho, pues dentro de él la precisión que nos ofrece, aunque se resiente, es asumible, impactando aún por encima de los 400 m/s. Este último dato nos habla ya de la crítica capacidad letal, mínima desde la boca por su poco diámetro y peso. De todas formas, hemos de contar con una herida similar a la de un arma blanca, que debe entrar justo en el sitio adecuado para causar un efecto rápido. Lógicamente, a partir del momento en el que la velocidad baja la barrera del sonido, esos 343 m/s, su capacidad letal, ya de por sí escasa, llega a su límite, pues aunque un proyectil subsónico mate, uniéndolo al mínimo peso y diámetro, a la falta de energía y de densidad seccional, aunque pueda entrar y entre, o la fortuna nos sonríe con la colocación o sólo conseguiremos herir y eso en caza es pecado.

En cancha con el .17 HMR

Dispongo de dos carabinas, una CZ 455 con culata laminada Tumbhole, cañón Bull Barrell y visor Meopta Artemis 3-12×50 sobre monturas fijas. Como segundo equipo me llega un Marlin XT-17VSL con culata laminada y acero inoxidable, visor Delta Titanium 2.5-15×56 y monturas BAT tipo Weaver desmontables. Ambos equipos muestran en un primer vistazo que son creados para darnos ante todo precisión, son puros Varmint, armas para tirar a piezas diminutas a gran distancia. Gruesos cañones y visores potentes hacen que su peso sea elevado y más teniendo en cuenta el cartucho para el que están recamarados. Paso por cancha un montón de veces, tirando con ambos equipos. Lo primero que sorprende cuando se dispara con un .17 HMR es su nulo retroceso, no se mueve nada y eso permite que afinemos aún más. Disparando con cartuchos potentes es inevitable tener cierto grado de tensión ante lo que se nos viene encima cuando se suelte el disparador, crispación que, en el caso de no estar muy habituado, pasa factura a modo de una mayor dispersión. Ese problema desaparece con nuestro protagonista pues ni el sonido del disparo, parecido a un .22 WMR, es capaz de romper la concentración de un tirador normal.

Los dos equipos probados durante este tiempo: CZ 455 Tumbhole Bull Barrell con visor Meopta Artemis 3-12x50 sobre monturas fijas y Marlin XT-17VSL con visor Delta Titanium 2.5-15x56 sobre monturas BAT tipo Weaver desmontables.
Los dos equipos probados durante este tiempo: CZ 455 Tumbhole Bull Barrell con visor Meopta Artemis 3-12×50 sobre monturas fijas y Marlin XT-17VSL con visor Delta Titanium 2.5-15×56 sobre monturas BAT tipo Weaver desmontables.

La culata del CZ 455 permite una posición perfecta sobre mesa y torretas. El asimiento que entrega la Tumbhole que monta, es de una perfección tal que sólo se me ocurre definir como ‘de guante’. Para unas manos pequeñas como las mías, la sensación de presa completa con una distancia justa al disparador sólo puede materializarse en buenos disparos. Cargo primero con las Remington, Meopta Artemis a 12 aumentos y diana a 50 metros. En cuatro disparos toco el centro. Luego viene tirar a 100 metros, comprobando cómo es fácil pegar los disparos a los anteriores. Se me ocurre entonces darle algo más, una prueba que le permita ver realmente cuánta precisión es capaz de regalarnos este pequeño gigante. Regulo entonces a 100 metros este equipo con las Winchester de 20 grains y, tras ello, coloco un céntimo de euro sujeto con una grapa a un recorte de pino. Disparo y desaparece. Trato en vano de encontrarlo. Repito la jugada hasta cuatro veces más con idénticos resultados. Decido entonces mostrarles grupos sobre dianas. No me tomo tiempo, tan sólo fijar la cruz encima del centro y tensar. Los grupos por debajo del centímetro son lo habitual, el mejor de ellos tiene tres disparos en apenas 5 mm ¡casi nada!  Por último, ya que andamos enredando en este baño de ‘sencilla alta precisión’, se me ocurre colocar cuatro vainas del 9,3×62 a esa misma distancia, a 100 metros. Lleno el cargador y en cuatro disparos consecutivos desaparecen dando una prueba más de lo que podemos llegar a conseguir con el .17 HMR en caza sobre pequeños blancos. Está claro que como arma de entrenamiento habitual para caza mayor es inigualable, balística idéntica a la de los cartuchos habituales de caza mayor –en cancha– y precio de munición supercompetitivo. Marcho, entonces, un par de veces más al campo de 200 metros.

Pruebo ahora la Marlin, ya que será la que utilice para cazar. El motivo está claro, el visor que monta, el Delta Titanium, con un máximo de 15,5x, puede ser determinante llegado el momento de un tiro extremo. Lo afino primero a 100 metros dejándolo esos 5,5 cm por encima, comprobando luego que a 200 m, con las Winchester, cae aproximadamente esos 25,3 cm teóricos, aunque, a decir verdad, con una mayor dispersión. Soy consciente del error de tener que apreciar a ojo la corrección y, por ello, trataré de evitar llegar a estos metros, aunque sé que en caza todo puede ocurrir. El comportamiento del rifle es impecable, la suavidad de su disparador fantástica.

La urraca

Tengo la suerte de aprovechar los últimos días de temporada para poner al .17 en el campo. Quiero comprobar su eficacia como arma Varmint y que mejor que nuestras dañinas urracas para ello. Utilizo esta vez la carga madre, la que lanzó al estrellato al .17 HMR: los Hornady V-Max de 17 grains. Descubro la urraca en una pradera limpia. Mido distancias y me aproximo hasta unos 120 metros. Tumbado y sobre una saca de arena, el córvido entra en el cristal. Los 15,5 aumentos me la traen grande, perfecta para apuntarle con total precisión. Ajusto el corrector del paralaje y espero a que pare. Ya sabemos cómo funcionan estos pájaros: saltos y más saltos, siempre alerta. Algo llama su atención en el suelo y aprovecho esa parada. Le fijo la cruz en el medio y pum… queda seca. Me acerco y me hago las fotos de rigor que certifiquen la prueba. Entiendo ahora la satisfacción de la caza de pequeñas alimañas y roedores. El nivel de precisión exigido ante unas piezas tan esquivas como pequeñas e inquietas, ha traído, con este cartucho, una nueva forma de entenderlo y disfrutarlo, alejada de los rimfire habituales y más cerca del fuego central.

Pruebo con una urraca sus virtudes como cartucho Varmint. A 120 metros me demuestra por qué se ha ganado en tan poco tiempo tan buena reputación.
Pruebo con una urraca sus virtudes como cartucho Varmint. A 120 metros me demuestra por qué se ha ganado en tan poco tiempo tan buena reputación.

Cazando con el .17 Hornady

Pero volvamos al principio. Ya estamos montados en el todoterreno, dentro del cazadero, rumbo al lugar escogido por la orgánica –Iberhunt– para comenzar el rececho. La idea es llegar con el coche a medio kilómetro del lugar donde supuestamente anda un buen corzo para, desde allí, entrar a pie recechando. Llegado al lugar, en caso de no haberlo visto, haremos una espera hasta que caiga el día. Les machaco a preguntas con la distancia a la que posiblemente tiremos, preocupado con el aspecto técnico más crítico de la prueba. Parece que me voy tranquilizando al ver el cazadero, un tremendo pinar muy abierto que raramente deja ver más allá de los 150 metros.

Y pasa lo que siempre pasa cuando vamos de caza y tenemos previsto hacer las cosas de una forma determinada: frenazo brusco al encontrarnos al famoso corzo a escaso 60 metros del coche y fuera de su territorio. Bajo rápido, desenfundo el rifle, meto el cargador y trato de apoyarme como puedo sobre el morro del coche. El cámara salta también dispuesto a inmortalizar el instante.

Ya sé que no es muy ortodoxo, lo sé, me hubiese gustado que fuese de otra manera, pero ya ven, tengo el rifle cargado y estoy intentando que consigan meterlo de una vez por todas en la cámara para poder tirar. Entre tanto, el corzo se va alejando entre pinos y pinos y Mariano que no es capaz de verlo.

Finalmente, el buttolo consigue pararlo un instante, el mismo que aprovecho para indicarle la posición exacta al cámara. Se ha alejado mucho, pero no sé cuánto. Intuyo que está aproximadamente a unos 200 metros, el límite máximo impuesto. Tomo la decisión. Apunto por encima del lomo unos tres o cuatro dedos, dejando la barra vertical ligeramente por detrás de la paleta, buscando meterle la bala entre las costillas, a media altura y, sin más, disparo. El corzo pega un tremendo salto acusando el impacto. Por un instante parece que ha quedado en el sitio,  aunque pronto vemos que no ha sido así. Analizo mentalmente el comportamiento al tiro y recuerdo que se ha levantado mucho de atrás, indicador inequívoco de una colocación algo trasera. Mido la distancia y roza los 230 metros.

Suena el teléfono: «¡Michel, ya apareció tu corzo...!». Observen cómo la cuerna derecha es mucho más corta que la izquierda.
Suena el teléfono: «¡Michel, ya apareció tu corzo…!». Observen cómo la cuerna derecha es mucho más corta que la izquierda.

Soy consciente entonces de que no tenía que haber tirado. He errado en la apreciación de la distancia a ojo. Me ha engullido la precipitación del lance con todo el engorro que significa el rodaje. He bajado la guardia, pero, en cambio, ha ocurrido lo que esperaba: he acabado probando de verdad al .17 HMR, sin cuentos ni excusas, en un lance real, sin preparación, donde la verdad más descarnada enseña sus garras, fuera de libros y conjeturas, de teorías y técnica, de éticas y razonamientos. Tratamos en vano de encontrar sangre: un canal balístico tan pobre y un diámetro tan pequeño no la dejan. Tirado con un cartucho mayor seguro que la habría y, posiblemente, lo tuviésemos en un radio bastante pequeño.

Momento de una de las pruebas en cancha.  La ergonomía de la culata Tumbhole del CZ 455 facilita enormemente sacar precisión a este cartucho.
Momento de una de las pruebas en cancha.
La ergonomía de la culata Tumbhole del CZ 455 facilita enormemente sacar precisión a este cartucho.

Dejamos, entonces, para la mañana siguiente nuestra última baza, mi perro Guisante y su nariz de oro. Y a eso de las nueve tengo al teckel sobre el rastro. Lo toma rápido y arranca con decisión, sin dudas. Al cortar el primer camino de arena compruebo que va perfecto, por encima de las huellas del macho. Casi a la carrera olvido el tiempo pegado a la pequeña bola de pelo que parece un tren. Tanta seguridad me indica herida segura, de otro modo no pasaría por alto rastros recientes que ni mira. Tres, cuatro, cinco kilómetros incluso, no sé, mucho, hasta que el sol calienta el suelo y comienza a dudar. El calor es el enemigo del rastreador, del perro de sangre. Cuesta desistir después de un trabajo así, pero llega un instante en que la decisión ha de ser tomada y lo hago. «¿Dónde estamos, Pepe?». «Bufff, pues no sé, creo que tendremos que ir hacia allí». Así lo hacemos y, sorpresa, estamos muy cerca del inicio. Hemos trazado una tremenda ‘C’, una enorme herradura que me reafirma en la seguridad de haber dejado el corzo muy cerca.

Marcho a toda prisa hacia Pendones, sin posibilidad de excusa, el último adiós a mi tito Silvino es mas prioritario para mí que todos los corzos del mundo… pero un corzo con historia es algo más. Cinco días después suena el teléfono: «Michel, ya tienes tu corzo», me dice Pepe al otro lado. No me lo puedo creer… «¿Dónde estaba?». «Cerca, bastante cerca de donde lo dejó Guisante, comido por los lobos, ahora mismo Tomás te manda fotos. ¡Menuda suerte has tenido!». No, le respondo, suerte sois vosotros, vuestro trabajo y tesón.

Conclusiones

La distancia de tiro ha sido extrema para este pequeño cartucho, pero probar significa precisamente eso, llevar al límite, exprimir prestaciones, de otro modo todo lo hecho sería falso. Un cartucho de caza para una modalidad concreta debe funcionar en lances ‘tipo’ como el vivido, y está claro que el .17 HMR se queda corto, no lo hace. Cumple a su distancia, unos 150 metros o poco más; pero, saliéndonos de ella, pierde su magia, pierde tensión y, por tanto, la capacidad de colocar el tiro en el lugar exacto, amén del empobrecimiento de una cavidad balística ya de por sí escasa. No sueñe con prestaciones de cartucho de caza mayor; si es así, mejor olvídese de él, su polivalencia es nula, le defraudará con total seguridad. CyS

Por Michel Coya

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