Armas y munición

El yerro o fallo. O como tomárselo con calma…

353 - Yerro o Fallo (1)

Acicate del cazador y esencia de la cacería. Sin fallo no hay caza. Evita la perfección y humaniza al cazador. Aguijonazo al ego. Baja humos y exaspera ánimos. Pone en marcha la centrifugadora mental. Volver a empezar. Desconcierto total. La pregunta: ¿por qué…? Reactiva el ánimo de volver a intentarlo, de subsanar el error…

Existen varios tipos de fallos y, en función de su naturaleza, el alma y ego del cazador sufren en mayor o menor medida. Veamos algunos…

 

Ego del tirador

El que afecta exclusivamente al ego del tirador, cuando en un puesto yerras limpiamente una res. Si se produce con testigos, es decir, con publicidad, ¡jode y mucho! Estamos en presencia de la denominada chambonada… Pero no deja de ser un error puntual, con un animal al que no conoces y el encuentro queda saldado con la huida del animal. No más. Si la siguiente res sobre la que disparas cae abatida, el reencuentro contigo mismo se produce y la paz se instala de nuevo en tu ego. Error sin importancia… piensas.

 

Error por precipitación

El más tonto y, por ello, uno de los que más duele. Da igual que el animal errado sea perdiz (de pico o atravesada) o un venado que cumple a la postura.

Sabes por qué has errado: porque veías y considerabas muerta la pieza y, sin embargo, escapó indemne. No encuentras explicación alguna y una cierta picazón con sabor a desazón invade tu ser.

En los próximos lances retomas con mayor ahínco los puntos y procuras por todos los medios que el exceso de confianza quede en la recámara. Se puede tardar un tiempo en volver a la normalidad y retomar la confianza en los disparos.

Si se produce sólo de forma ocasional no suele dejar secuelas, pues lances certeros siguientes son el mejor remedio para este mal.

 

Error por nervios

Es el más bonito, si es que un yerro puede ser bonito para algún cazador. Es fruto del exceso de ilusión, afición y ganas. Propio de cazadores noveles. Los latidos del corazón alcanzan tal intensidad que llegan a producir oscilaciones en el pulso, provocando el yerro. Ése y no otro, es el motivo y origen de estos fallos.

Son necesarios para el currículo del cazador y sin ellos la caza pierde su esencia y sabor. Si desde los primeros lances todo son éxitos, la ilusión decae y las ganas ceden ante un acto automático y seguro que no deja margen al error –fallo–. Es probable que el tirofijo de turno abandone pronto la caza por falta de motivación.

 

Yerro múltiple 

Y consecutivo… Poco común, en términos generales. Por su reiteración en un breve lapso de tiempo acaba matando la ira, instalando el ánimo del cazador en la abulia más absoluta.

Reconoces que eres un pésimo tirador y la autocomplacencia te consuela. Tal vez un desajuste del visor… En tiradas de aves, recomiendan los ‘psicólogos’ bajar el arma, intentar recuperar concentración, descansar unos minutos y reanudar la actividad como si nada hubiera ocurrido y, desde luego, afinar. Bajar la primera ayuda y ¡de qué forma!

 

Yerro dubitativo

Se produce con ocasión de caza de trofeo o selectiva. No tienes claro si disparar o no, el trofeo ofrece dudas y no sabes a qué palo quedarte… Al final, disparas y yerras. «¡Bueno, en el fondo no quería matarlo!». Rápido y fácil consuelo justificado. Un ‘sí no es’, que diría un castizo.

Error a espadas

353 - Yerro o Fallo (2)Es el equivalente a una faena de dos orejas en Las Ventas rematada con un pinchazo: ¡pérdida de trofeos! Te quieres morir y alcanzas unas cotas de enojo sublimes y exasperadas. Desde luego, con razón, sí señor. Si llevas días tras un animal, pongamos que hablo de caza mayor, y al final consigues, tras un lance meritorio y esforzado, colocarlo en el visor, no digo en la cruz, errándolo por la tensión, los nervios, la ansiedad, la desazón de encontrarte, por fin, frente a frente con la res anhelada, ¡tu cara de cazador podría romper cualquier espejo!

Aquí entra en juego el taco, el exabrupto y toda palabra malsonante, aderezada con espuma bucal fruto, tal vez, de la ira, estado del ser humano consustancial a estos trances. El insomnio la primera noche es de rigor y obligado cumplimiento. No necesitas airear el yerro entre los cofrades de San Huberto para que sus efectos sean plenos. Te bastas y sobras tú solito para maldecirte, recriminarte, autoexaminarte e insultarte con generosidad y largueza.

¿Alguno de nosotros aguantaría de terceros, sin montar bronca, tal elenco de insultos e improperios? Manifiestamente, no, ni de lejos; pero a nosotros mismos, no sólo nos lo permitimos, es que lo necesitamos, es un intento absurdo y vacuo de balsamizar la situación, el estado psicológico en que te encuentras, de desesperanza in crescendo a medida que pasan los minutos.

No quieres saber de nada ni de nadie, sólo importa machacarte, inculparte, condenarte al fuego del fracaso que difumina la moral y el orgullo venatorio. De nada sirven cientos de éxitos precedentes. Todo queda eclipsado ante esta situación, es la única importante, la que cuenta, la que es objeto de mil repasos mentales al aire, pues ninguna respuesta que nos demos acertará en la causa del yerro, simplemente, porque esa causa resulta ahora evanescente y volátil, ciertamente inexistente.

La definición de este tipo de yerro puede resumirse en: «¡Tanto y todo, para nada…!». El cazador cazado. El dolor, la pena y el sufrimiento para él. La res campa victoriosa en sus dominios, ha ganado y tú has perdido, y el fracaso es consustancial a la cacería. Sin fracaso no hay caza. Sin fracaso están de más las ganas, el tesón, el coraje, la perseverancia y la ilusión, aptitudes todas ellas ínsitas al acervo venatorio.

 

Pero no es para tanto…

Pero no todo deben ser consecuencias negativas a partir del yerro. Aspectos positivos tiene…

353 - Yerro o Fallo (3)Confirma que sientes la caza, que la vives y que el corazón palpita al jugar el lance. Hay vida venatoria pues. Estás vivo en lo tocante a la cacería. Has cazado pero no has matado, que diría Ortega.

Agita y espolea las ganas de volver a intentarlo, mañana mejor que el próximo fin de semana. Reestablecer el estado anímico y el ego del cazador es fundamental. En tanto aquél no alcance este estado, la quemazón persiste y puede horadar seriamente la moral venatoria y la autoestima cinegética y, el siguiente paso a la pérdida de autoestima es la depresión…

Supone la ingesta de un analgésico infalible para la cura del defecto de humildad y la presunción. ¡Eres humano y por tanto yerras! La sanación del vicio nos coloca en lugar moderado y ahuyenta fantasmas en exceso instalados en nuestro ego venador.

La única medicina que puede sanarnos y apacentarnos con nosotros mismos es repetir lance similar y rematarlo con éxito. En tanto no lo consigamos, el periodo de convalecencia permanecerá socavando ego, vanidad y vida cazadora. El tiempo, siempre el tiempo, es un buen compañero del tratamiento, reduciendo posibles secuelas.

Es un lance que, comentado y divulgado, ayuda a paliar los efectos nocivos por él provocado. Cada vez que lo relatas a un compañero, un punto de ira abandona tu cuerpo, ayudándote a caminar hacia el sosiego deseado. Divúlgalo, pues…

En conclusión, el fallo es necesario mal que nos pese. Horada el ego, pero no lo mata, ataca a la moral sin llevarnos al pecado, difumina vanidades sin romper pedestales y sirve de acicate para continuar practicando el arte de la venatoria.

 

Por Raúl Guzmán López Ocón.

 

 

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