Armas y munición

«6,5 creedmoor, un millennial que pega duro», por Michel Coya

Recién entrado el siglo, exactamente en el 2007, Hornady, siempre volcada en la creación y desarrollo de nuevos productos, lanza el 6,5 Creedmoore. Atreverse a poner en el mercado un nuevo cartucho es sencillo; conseguir triunfar dentro de un abanico de posibilidades tan extenso, realmente muy difícil.

Para ello, el recién llegado debe cumplir unos requisitos que obligará a los diseñadores a tener, digamos, las ideas muy claras. No se trata de sacar lo más potente, no se trata de intentar conseguir lo más preciso, sino que se trata, simplemente, de completar el mercado con algo que no exista ya, cubriendo la necesidad de un gran grupo de aficionados.

La estrella que hoy traemos nace precisamente de ahí, de los sentidos puestos en intentar dar un paso siguiente en la búsqueda de altas prestaciones para los tiradores de arma larga. Como en todo proyecto se acotan unos requerimientos que pasan por cuestiones como conseguir retrocesos menores que el .308 Winchester, pudiendo utilizarse en acciones cortas con trayectorias tensas propias de mágnum. El reto tiene su miga, más cuando llegamos a la velocidad que se arroja en boca, a todas luces muy moderada. ¿Dónde está el secreto, entonces? Claro amigo, claro, en el diámetro ‘mágico’, en los seis y medio, esa cota capaz de arrojar altísimos coeficientes balísticos y densidades seccionales extremas.

Basta dar un repaso por los nombres propios de los .264« para encontrarnos con algunos de los más reconocidos dentro de las disciplinas y modalidades donde la larga distancia es el reto, tanto de tiro como de caza.

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Nosler vs. Weatherby

Un ejemplo clarificador de tanta virtud es una de las últimas ‘guerras balísticas’, refiriéndome con ello a la librada entre Nosler y Weatherby, dos gigantes ante los que sólo queda descubrirse cuando hablamos de cartuchería.

Nace el .26 Nosler en 2013 con la pretensión de ser el cartucho más rasante y potente jamás fabricado comercialmente para este diámetro. El Nosler es un cartucho fino se mire por donde se mire, una apuesta a ganador que bebe de las bondades del .404 Jeffery, el padre también de sagas tan conocidas como los Remington Ultramag.

Toma el guante, entonces, el ‘jefe’ de la hipervelocidad, lanzándose de lleno al proyecto que doblegue al .26 Nosler, apareciendo en 2016 su último guerrero, el potentísimo 6,5-300 Weatherby Magnum. Luchar contra Jeffery requiere cuando menos tirar de historia, haciéndolo de una forma tan habitual en ellos como es la de aprovechar una de sus vainas, en este caso la de su buque insignia .300 Weatherby Magnum, ni más ni menos que Holland&Holland a escena, en este caso la herencia del ‘Super Treinta’, el .300 H&H Magnum. Y es que a poco que nos detengamos no es por casualidad esta guerra, es sin duda, la materialización de esa búsqueda de opciones que están aún por llegar.

Estudiando el catálogo de los seis y medio, hasta los llegados, por arriba, el .264 Winchester Magnum ocupaba el peldaño superior. Desgraciadamente, su difusión está en horas tan bajas que, en la práctica, se ha acabado por convertir casi en un marginal. Detrás, el 6,5×68 Shüler, un alemán que, a pesar de sus virtudes, llega con dificultad, quizás tanto por la escasez de cargas como por las recámaras que lo montan.

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Ante el panorama, toca reconocer a uno de los protagonistas del impulso, apuntando a un ‘joven’ que demuestra sus virtudes a lo largo y ancho de cazadores y canchas, el 6,5-284 Norma, sin duda, para mí, el germen que genera la ‘revuelta’ de los seis y medio, con un aspecto en el fondo muy similar al Creedmore. ¿A qué me refiero?, simplemente. a la adopción de la vaina de un adelantado a su tiempo, el .284 Winchester, un contenedor con ‘enanismo’ con un fuerte ángulo de hombro, idéntico esquema a lo hecho con la genialidad de los mágnums cortos, tanto Winchester Short Magnum como en los Ruger Compact Magnum o los Remington Short Action Ultramag, pero, eso sí, esta vez con grosores de vaina estándar.

De esta forma, se posibilita su recamarado en acciones cortas, con una mejora balísitica importante y muy perseguida, hacer más eficaz el quemado. ¿A qué me refiero? Muy sencillo, al hacer mucho más abrupto el ángulo del hombro potenciamos de alguna forma el frenado de los gases con la creación de turbulencias internas, ayudando a que la columna de propelente queme mejor. Si a ello añadimos que, además, esa columna será más corta, el resultado final es que un altísimo porcentaje de la pólvora contenida será iniciada y quemada, generando todo el gas que potencialmente tiene capacidad de empujar. En definitiva, lo perseguido es conseguir el mismo resultado que una vaina mayor, con un contenedor más pequeño y menor cantidad de propelente, intentando que nos entregue toda la velocidad de la que es capaz, incluso sin vernos obligados a utilizar un cañón muy largo.

Debe pensar que a igualdad de longitud de tubo tendremos mayor longitud de estriado que si recamáramos una vaina estándar. Puestos a afinar el concepto nacen cartuchos como los 6XC, el 6 mm Norma BR, el 6×47 Lapua, el 6 mm Creedmoore, el 6,5×47 o nuestro 6,5 Creedmoor, todos auténticos especialistas en conseguir meter balas por el mismo agujero a gran distancia. Y es que el reto no deja de ser alto, piense que para un tirador de disciplinas de arma larga a gran distancia lo ideal es tirar con un cartucho que además de, en primer lugar, ser muy preciso, debería ser rasante en la trayectoria y muy suave en el hombro. Apuntar con precisión en términos de competición es difícil, ayudando, sin duda, que el arma tenga poco retroceso y estampido, poco rebufo, ya ve, la cuadratura del círculo. Y ahí es donde entran en juego los larguísimos proyectiles puntiagudos de los 6,5 mm, unas puntas que en pesos medios arrojan unas cifras de su perfil, que, en este caso, les permiten compensar la merma de velocidad de un contenedor tan comedido haciéndolos extraordinarios voladores.

Más importante aún es la capacidad de permitir vuelos idénticos, mucho más sencillo de conseguir cuando la moderación es la tónica general como en este caso. Pues ahí lo tiene, retrocesos mucho más suaves y con precisiones iguales o superiores al patrón .308 Winchester y además con unas curvas mucho más planas.

Para afinar conceptos basta con la comparativa que le sirvo a continuación. La carga recibida es la conocida Swift Scirocco, el reputado proyectil con punta de polímero y cola de bote, camisa acinturada y soldada al núcleo, perfecto para larga distancia. En 6,5 mm y 130 grains de peso su coeficiente balístico es de .571, en .277″ y los mismos 130 grains baja a .450, en .308″ y subiendo hasta los 180 grains .520, aún lejos de nuestro protagonista. Lejos de quedar ahí basta con observar sus densidades seccionarles para darnos cuenta de que las virtudes terminales hacen de él un serio aspirante a caza mayor, con una capacidad sobre piezas pesadas mucho mayor de lo que pudiésemos considerar en un principio.

Sin duda, un equipo de rececho cómodo, suave y preciso capaz de cubrir grandes distancias.

No es ningún secreto lo que acabo de decir, piense que el conocido 6,5×55 sueco ha sido y es un habitual para el alce europeo en el norte de Europa, bastando este ejemplo para ratificar lo dicho. Apoyándonos en las cifras la densidad seccional es la ecuación que compara peso y longitud, indicando la capacidad de generar cavidades largas.

Pues bien, con la misma punta y peso el 6,5 arroja .266, el .270″ .242, el 308″ con 165 grains se queda en .248, superándolo con 180 con .271, siendo exactamente la misma que el 7 mm con 150 grains, una conocida carga que he podido probar varias veces sobre caza mayor a gran distancia, generando siempre un canal larguísimo. Buscando su hueco entre el resto de cartuchería, en el plano cinegético tratan de enclaustrado en un punto intermedio entre los .243 Winchester y el 7mm-08 Remington. A pesar de que, efectivamente, por diámetro ese podría ser el lugar, la realidad de las cifras que acabamos de ver hace que esté mucho más cerca del 7mm-08 Remington que del 6 mm, al menos mirado desde el plano del comportamiento terminal.

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Frente a sus hermanos, sus rendimientos son ligeramente superiores a su parecido 6,5×47 Lapua, con rendimientos similares a los del .260 Remington, 6,5×55 y 6,5×57, con los que disputa velocidades a igualdad de pesos a pesar de tener una vaina mucho más corta, exactamente de 48,8 mm.

Finalmente, en pocos años su éxito le ha llevado a entrar en el catálogo de las grandes marcas, sabedoras de que su popularidad creciente es la respuesta lógica a sus bondades. Ahora mismo fabrican 6,5 Creedmoor desde la casa madre Hornady, pasando por Winchester, Federal, Nosler, Amotic, HSM o Norma, la munición novedad en el mercado que hoy traemos aquí. Con la punta de 130 grains Scirocco de Swift arroja una velocidad en boca de 850 metros por segundo, toda una elección para caza mayor a rehecho de cualquiera de nuestras especies, dándonos, sin duda, también excelentes resultados en disparos de esperas y aguardos por la capacidad de retener peso de esta punta premium.

Tirando con el 6,5 Creedmoor

Y ya estoy sobre las sacas en el campo de tiro con esa emoción que despierta el probar una auténtica novedad.

El equipo recibido está formado por un sintético Sauer 100 Classic XT, monturas Sauer Hexalock y, sobre ellas, un Zeiss V6 Conquest 3-18×50. Quito el cerrojo y aproximo la óptica a través del cañón. Alimento entonces y me dispongo a hacer el primer disparo a 50 metros. El tacto del disparador es seco, sin ningún tipo de enganche ni recorrido, pero eso sí, algo sobrado de peso. El visor a 10 aumentos y el corrector de paralaje ajustado me traen una imagen enorme de la diana.

…y por fin en cancha dispuesto a poner a prueba un equipo tan novedoso: Sauer 100 Classic XT, Zeiss V6 Conquest 3-18×50 sobre Hexalock, 6,5 Creedmoor Norma Swift Scirocco 130 grains.

Sale el disparo comprobando una de las bondades del cartucho, su ligerísimo retroceso y bufido. Un pequeño ajuste y toco el centro de la diana. Subo, entonces, el visor a la máxima potencia y ajusto el paralaje. Desconozco el motivo de por qué las torretas para este fin sólo nos indican 50 metros e infinito, siendo, al menos para mí, difícil encontrar el punto exacto.

Hago así tres series de tres disparos, arrojando la mejor de ellas una separación entre centros de 2,2 cm, precisión Sub-MOA que, a buen seguro, puede mejorarse tras el obligado rodaje y el afinado en peso del disparador.

Vuelvo a casa con una sensación de prueba incompleta, el 6,5 Creedmore se merece una pieza a más de 500 metros… habrá que hacerlo. CyS

Por Michel Coya

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