África Internacional

Tres… de los cinco grandes (Primera parte)

354 - Tres de los cinco grandes (1)

Volvemos de un safari Joan y yo. Ya llevamos unos cuantos en la mochila… El año pasado, Joan hizo un gran elefante en el Gonarezhou National Park de Zimbabwe (ver Caza y Safaris nº339). No pude acompañarle y me quedé con las ganas. Ahora me toca a mí. Joan, contrata los dos grandes que faltan. No lleva idea de cazar otro elefante y dice que le apasiona la idea de ir de acompañante. Para él, es más importante que cerrar su cupo. El caso es que el veneno de África, pegado al del paquidermo, le crea dependencia… Cada vez dice que es la última… Y vuelve.

Para contratar un safari en nuestro país tienes distintas opciones. Lo habitual es ir a un orgánico y explicarle qué animales quieres cazar y tu presupuesto. Allí te ofrecen sus ofertas e intentas congeniar los intereses de ambos. El organizador de aquí se busca un organizador de allá. El inconveniente que tiene este sistema es que, habitualmente, ellos eligen el cazador profesional (PH) que te acompañará e intentará que cobres los animales que quieres cazar y los que no quieres. La mayoría de piezas «son trofeos extraordinarios» y «no los hay en ninguna otra parte». Obviamente, por estricto interés comercial. El precio, veremos al final, que en cualquier modalidad viene a ser igual para un mismo lugar. Cierto es que no cuesta lo mismo un elefante del Caprivi en Namibia, que uno del Selous en Tanzania u otro en el Tete de Mozambique. Los precios son tan distintos como los trofeos.

La segunda modalidad es contactar con una agencia del país donde vas a ir, ya conocida de una experiencia anterior o a partir de amigos expertos. Aquí ya sabes el PH con el que vas a cazar. Parece que ahorras un intermediario, pero el coste viene a ser el mismo, porque lo que uno ahorra por un lado, lo carga el siguiente… El inconveniente es el de la reclamación si las cosas no andan bien… La tercera modalidad es la de contratar a un PH directamente. Éste se busca la vida y las organizaciones que le convienen y con ello confecciona el presupuesto final.

El safari se contrata antes del final del año precedente. Lo más habitual es contratarlo de un año para otro.

El lago Cahora Bassa
354 - Tres de los cinco grandes (4)El safari que vamos a contar lo contrató mi hermano Joan directamente al PH Santiago Escobedo, seis meses antes de la cacería. Escobedo es un conocido profesional que tiene su propia orgánica y con el que él cazó el elefante de Gonarezhou el año pasado. Un par de reuniones con tres paellas por medio y llegamos a un acuerdo. Pronto empieza el rosario: visita a Sanidad, preparar ropa pringada con permetrina, vacunas, profilaxis de malaria, botiquín, munición blindada y sin blindar para .375 H&H, estuches para las armas y para la munición… ¡y el 25 de agosto, a Mozambique!

354 - Tres de los cinco grandes (5)Santiago escogió una concesión inmensa de 450.000 ha, adosada a la ribera izquierda del lago Cahora Bassa. El lago, en la trayectoria del Zambeze, creció desmesuradamente cuando en 1960 el gobierno de Portugal construyó una presa en su entonces colonia, Mozambique. Hoy tiene una longitud de 330 kilómetros y en la zona más ancha alcanza los 31 kilómetros. Quinto lago en extensión de África, en él afirman que hay más de un millón de cocodrilos y que éstos son los más grandes de África. Ejemplares de 4,5 metros son habituales en sus orillas, calentándose al sol, compartiendo el espacio que utilizan las nativas para lavar y los niños para bañarse. Hay hipopótamos por todas partes y gentes que pescan montadas en unas canoas de tronco de árbol vaciado, al lado de alguna lancha fantástica de pescadores del pez tigre…

354 - Tres de los cinco grandes (3)Desde hace un par de años esta concesión la gestiona un grupo español que posee diversas áreas de caza en el Camerún y, además de ésta, otra más en Mozambique. Nuestra área de caza se llama Mozambique Safaris. La dirige Pedro Carrascosa Giménez de Córdoba, un ingeniero Agrónomo miembro de una familia con muchos cazadores en su árbol genealógico, que es PH en África. Un tipo eficiente y divertido, capaz de dominar toda una pléyade de gente de color (pisteros, conductores, marinos, cocineros, skinners, taxidermistas…) y conseguir que se cace todos los días en cualquiera de los dos campamentos que poseen: uno fijo y un fly camp a 30 km al que se puede acceder por carretera (2 horas y 20 minutos) o por el lago con lancha. También consigue que la comida esté a su hora en la mesa y que sea excelente, que impere horario y organización británicos.

354 - Tres de los cinco grandes (6)Quiero decir aquí que Joan y yo preferimos cazar en communal lands (espacios donde los animales peligrosos conviven con la población y, de su coexistencia y furtiveo, resulta una fauna especialmente agresiva y esquiva) antes que en safari areas, donde el cazador puede pasar más inadvertido por las fieras salvajes y, sin duda, el confort es menor. Quizás la caza más auténtica (y económica) se dé en las communal lands.

Hemos pisado tierra del África austral en muchas ocasiones. Además de las veces que lo hemos hecho para practicar los safari games, hemos realizado distintos acercamientos en el ámbito de la cooperación. Nunca como ahora el factor humano nos había impactado tanto. La situación de ignorancia, dejadez, desamparo, miseria, miedo, superstición… de estas gentes ha ultrapasado el límite de lo tolerable. Éste es un relato de caza y no pretende ser otra cosa, pero que quede bien claro que, en nuestra piel, las marcas de la situación de estas personas han quedado más grabadas que las de la misma caza. Vamos allá…

«Nuestro barco va lleno de personas, maletas, alimentos y cachivaches. A Joan le pareció vislumbrar la cabeza de un cocodrilo justo al borde de la embarcación…»

25-08-2013. Día menos 3
Hace dos meses, la agencia de viajes que gestiona los vuelos, desde Sevilla, insistió en que voláramos con Fly Emirates. En vez de salir desde Barcelona, para nosotros infinitamente más cómodo, partíamos desde Madrid. El desplazamiento hasta la capital del Estado lo teníamos que hacer con el AVE. Desde Barcelona (Joan) y desde Tarragona (yo). Empezaron los problemas con las armas y la munición. Sabido es que no pueden ir juntas con el pasajero a través de este medio…

354 - Tres de los cinco grandes (8)Dos meses antes montamos una estrategia para que las armas pudieran estar a nuestra disposición en Madrid, en la salida hacia África. Llegamos al aeropuerto con un adelanto (normal en nuestra costumbre) de ocho horas. Nos presentamos en el check out de Fly Emirates, y… ¡ya nos tenían echado el ojo! Se presenta un señor de traje negro que nos dispara: «¡Aquí dice que no pueden traer munición!», mostrándonos un cuestionario impecable.

 

¡Toda la tarde! anduvimos con la caja de la munición en la mano, de oficina en oficina y haciendo llamadas telefónicas nacionales e internacionales. Ni por ésas. Las 21:00 horas de un domingo, una caja de munición con conocimiento de la Guardia Civil, que teníaa la amabilidad de recordarnos que no podíamos dejar la caja a nadie que no tuviera permiso de arma rayada, y el avión que partía en dirección a Lusaka, previa escala en Dubay. ¡Qué carajo se hace con la caja de marras! Finalmente, uno de los hijos de nuestro PH, que vive a 40 kilómetros de Madrid y que ya nos había acompañado en el viaje de la estación del AVE al aeropuerto de Madrid, y que nos había traído las armas y municiones, vino a recogerla. Gesto de generosidad que agradecemos…

Salimos para Dubay y, una vez allí, nos apartan de la fila de la salida hacia Lusaka, y nos preguntan: «A ver, ¿qué han hecho con la munición? ¿Dónde la han escondido?». Tuvimos que jurar por la gloria de nuestra (común) madre, que la dejamos en Madrid, después de haber superado un interrogatorio de nivel 3. Con la duda de que hubieran cargado los rifles y el equipaje, partimos hacia Lusaka. Noche en el avión.

26-08-2013. Día menos 2

Llegamos a Zambia. Vamos a la policía para recoger las armas. Los anteriores líos fueron el preludio de lo que sucedió allí. Los ‘papeles’ no estaban bien. Anduvimos buscando en el aeropuerto al PH, que prometió esperarnos a la llegada pero no estaba. Al tiempo, después de unas llamadas telefónicas, aparece. Él (a quien ‘las’ agentes del orden increparon por no haber entrado por la puerta adecuada –le hicieron salir y volver a entrar por la puerta de al lado–) y el gerente de la empresa concesionaria de Mozambique. Empieza un estira y afloja entre el susodicho y las policías del control de armas… Trajeron papeles nuevos, pero tampoco eran del agrado de las agentes del orden. El número del rifle de Joan no era el correcto (no lo fue nunca y pasamos por un sinfín de aduanas sin que nadie se percatara). Pactaron/mos volver al día siguiente con los papeles rehechos. Afortunadamente, las galanterías de Pedro con la autoridad nos sacaron –parcialmente– del atolladero.

Finalmente, salimos del aeropuerto. Nuestro PH y el gerente de Mozambique Safaris, también PH de los cinco grandes, y del que de ahora en adelante vamos a llamar PH2, ya habían comprado munición para nosotros (que, obviamente, tuvimos que volver a pagar y a precio de guiri, que es lo mismo que a precio de jamón ibérico y sin todas las sofisticaciones de las que adquirimos en nuestras ciudades y que no se utilizaron ni se utilizarán nunca más). Tenían pendiente parte de la compra de la intendencia del safari y nosotros nos fuimos al Hotel Intercontinental de Lusaka, donde descansamos unas tres horas.

354 - Tres de los cinco grandes (10)Vaya por delante que voy a sentar cátedra. Toda mi vida he dicho que en la próxima salida de caza fuera del territorio nacional,no voy a llevarme mis armas. Alquilo una (¿50 US$/día?), pago la munición (¿10 US$/bala?) y aquí paz y allá gloria. Nunca cumplí esta promesa. Fue ésta la última vez. Si hubiera o hubiese una próxima salida, también por la gloria de mi madre, que no me llevo ni armas ni munición ni una gorra de cazador a la vista. Iré disfrazado de turista anglosajón, con pantalón corto y chanclas, y seguro que el viaje es cien veces más fácil.

Llegó el crepúsculo e invitamos a cenar a los PP HH a un steak house que conocía Pedro y que resultó ser excelente. La carne de ternera en Zambia es de una calidad extraordinaria. Las patatas, también, casi tan buenas como las del Limpopo. Tomamos un vino tinto sudafricano, monovarietal de una cepa de allí, llamada Pinotage. Era una reserva de 2011 de Winemaster’s de la bodega Nederburg. Una delicia.

Empezó allí el típico y lógico tira y afloja: «¿Cómo se presenta la caza…?». «El leopardo se da bien. El hipopótamo, está chupao. Elefantes no se ven, pero seguro que en uno o dos días ya llegan y se quedan en la concesión…». ¡Ya empezamos…! «¿Pues no había unos doscientos en la concesión?». «Sií, pero este año se están demorando…». Ésta fue la de arena, pero también hubo una de cal. Santiago dijo: «Nos han llamado de una concesión cercana, que hay un león para abatir. Ha matado a un indígena. Lleva un lazo en una pata y una estaca en la otra parte del alambre». A Joan se le pusieron los ojos como platos. Sabido es que le gusta a él esto más que comer con los dedos… Y con este regustillo agridulce, nos retiramos al hotel a dormir…

27-08-2013. Día menos 1
A los PP HH les faltaba comprar los alimentos frescos. A las 08:00 horas nos tenían que traer el papel del rifle de Joan. Íbamos a recoger el arma en la aduana y a salir por carretera en dirección a la frontera de Mozambique.

354 - Tres de los cinco grandes (2)África sigue siendo África. Salimos a las 12:15 horas. Íbamos en un Mitsubishi 4×4. Fuimos por una carretera asfaltada durante 250 kilómetros y luego por una pista endiablada de otros 70 kilómetros, siguiendo en paralelo el cauce del río Lwanga hasta su desembocadura en el Zambeze. En este bello punto estratégico, coinciden tres países: Zambia, Zimbabwe y Mozambique. Una hora y media tardamos en realizar el papeleo de pasaportes y armas en la salida de Zambia y la entrada a Mozambique, atravesando el río Lwanga que separa ambos.

Al final nos aposentamos en una canoa con un motor de 200 caballos, ya de noche y sin ninguna luz, sólo con una linterna de bolsillo. La noche negra como el azabache. Nuestro barco va lleno de personas, maletas, alimentos y cachivaches. A Joan le pareció vislumbrar la cabeza de un cocodrilo justo al borde de la embarcación… Salimos a toda pastilla, un feroz trayecto de unas dos horas. De vez en cuando, el capitán (PH2) encendía una linternilla y podíamos vislumbrar canoas pescando y embarcaciones grandes llenas de gente, tan a oscuras como nosotros, que estaban peligrosamente junto a nuestra embarcación.

En el asiento de delante, tres pisteros (¿trackers de río?) le iban indicando el trayecto a nuestro piloto, señalando con la mano a derecha o a izquierda y con mayor o menor intensidad en función de los movimientos de los dedos. La embarcación, de vez en cuando, se ponía a volar, y luego, obviamente, caía con estrépito sobre el agua. Las leyes de la Física, la prudencia, el orden, la legalidad y el buen hacer las transgredimos todas. Una a una. Personalmente, llegué a abstraerme tanto que, salvo el susto de algún remojón de vez en cuando, hasta pude haber descabezado un sueño.

Todo en la vida tiene su final y este viaje también. Llegamos a un paraíso terrenal con luz de placas solares y generador, sillones, palmeras, banderas y una mesa puesta para cenar. Un par de cervezas rematadamente frías dieron paso a una cena reparadora. Pollo de corral asado con french fries de Zambia. Tomate del huerto de Pedro con cebolla aliñados con sal en escamas y aceite de oliva andaluz. Macedonia de frutas y plátanos locales –cortos, pero exquisitos–. Un excelente vino sudafricano Nederburg bivarietal. Mañana ya se caza. A la cama, rápido.

28-08-2013. Día 1
La diana suena a las 07:00 horas. A las 06.00 ya estoy haciendo fotos de la salida del sol en el lago Cahora Bassa. El campamento está a unos pocos metros del lago. Desde cualquiera de las casitas dormitorio o de los sillones del área de reposo se puede observar y disfrutar de él. Acostumbrados a vivir con el mar Mediterráneo lamiéndonos los pies, es como estar en casa. Pero sin teléfono. El lago se comporta como un mar. Tiene sus oleajes, sus calmas chichas y sus marejadas violentas. A menudo ves pasar un cocodrilo por su superficie –de esto en el Mediterráneo, poco–. Dicen que hay un millón de ellos, pero Pedro afirma que hay muchos más. Muy grandes. Ejemplares de 4,5 metros, como dije, son frecuentes.

Atracadas en la arena de la playa están las tres lanchas que tanto servicio nos harán en los próximos días. Hemos desayunado como británicos y, a continuación, hemos centrado los rifles. Se habían descompensado ambos. Costó poner el mío a punto. Con el trabajo realizado, hemos empezado la caza. Hemos ido a comprar cabras a los poblados para alimentar los cebaderos del leopardo (interesantes, los poblados). Los hemos preparado.

354 - Tres de los cinco grandes (9)Se nos ha acercado un pistero y nos ha relatado un avistamiento de huellas de leopardo. Nos ha traído un trozo de madera con el tamaño de la huella. Grande sí es, sí. Hemos bajado del coche y nos hemos ido a ver si el leopardo había comido de nuestro cebo. Hemos preguntado si estaba cerca a lo que nos han contestado: «¡Está aquí mismo!». Echamos a andar, camina que caminarás y a una velocidad de vértigo. También por los cauces de los ríos atiborrados de arena producto de la piedra arenisca que allí domina, con la sensación de que lo hacemos por el desierto del Sáhara. Pasamos por una zona de cultivos de maíz… Allí preparan la tierra con unos huecos de menos de un metro de diámetro. Colocan dentro las semillas, tres o cuatro granos. Y… empezamos a ver plantas de cinco hojas por brote. Por todas partes. Tengo la sensación de que aquí el concepto de maíz es más amplio… Sí es cierto, según me manifiesta Pedro, que no tienen el concepto de que hagan nada mal cuando fuman hierba. Nunca nadie les dijo si aquello era bueno o malo para su organismo. Qué le vamos a hacer… Muy malo no será.

Finalmente, llegamos al lugar donde está la cabra. ¡Qué peste! Observamos que el leopardo se ha comido una buena parte del cebo. Santiago pone manos a la obra y, con todos los pisteros, que hoy son muchos, se preparan para reconstruir el blind que ya existía. El trabajo es muy profesional y preparan un habitáculo confortable con accesos al lugar donde, presuntamente, el leopardo puede quedar abatido, con los caminos limpios e impolutos.

Después de una mañana agitada, hemos ido a comer al campamento los sándwiches que nos habían preparado para el refrigerio móvil del mediodía. Por la tarde hemos cogido la embarcación e ido a por los hipopótamos. La estrategia consiste en acercarse a las pequeñas bahías en las costas del lago y, a baja velocidad o remando, hacer acercamientos. Hemos estado cerquísima de un hipopótamo que de vez en cuando nos resoplaba, pero que nunca llegamos a ver.

En las zonas remansadas del lago, unas inmensas superficies de plantas flotantes, sirven de refugio a los hipos y a decenas de otros animales. Hemos visto facocheros en la orilla, un antílope del bosque (bushbuck), gansos (a los que hemos disparado una docena de balas del 22 magnum, sin poder hacer carne para el campamento…), gallinas de Guinea… Un segundo hipopótamo que sí hemos logrado ver esta vez no ha sido del agrado de Santiago. De vuelta, por el interior del lago, la naturaleza nos ha brindado una puesta de sol fantástica. Las cámaras fotográficas echaban humo.

Al llegar al campamento, una agitación entre las personas de color que allí había, nos ha llamado la atención: «¡Los elefantes han entrado por la frontera oeste de la concesión!». Los PPHH, contagiados de la movida: «¡Mañana diana a las 04:30 horas y salida hacia el fly camp!». Unas cervezas con bill-tong, gazpacho andaluz y spaghetti bolognese. Rápido, rápido…

29-08-2013. Día 2
El anuncio del día anterior convirtió al grupo en una fiesta. Prisas en montar el traslado por agua y tierra (también hay que trasladar la pickup al fly camp y, con ella, comida, platos, cubiertos y vasos, bebida, grupo electrógeno, bombillas, ropa de cama…). Abandonamos todo el trabajo de los cebos del leopardo en el área de Kawanda. Rápido, rápido… «¡Seguro que los elefantes ya se han quedado…!».

A las 04:15 horas, en vista de que no nos llamaban, Joan, que andaba desde las 03.00 paseando por Kawanda Camp, nos despertó. Desayunamos y salimos hacia el fly camp. Era negra la noche. Al cabo de una hora, llegamos a destino. Allí, pisteros y personal de servicio, que partió la noche anterior –¡vaya paliza!–, ya estaban acabando de montar el campamento. Nada más llegar, pillamos la pickup y salimos zumbando ‘a cazar el elefante’. No habíamos recorrido ni tres kilómetros en dirección oeste, paralelos al lago, cuando vimos los primeros excrementos. La adrenalina se puso a tope. Los pisteros y los PPHH hacen la lectura de las huellas: «Han entrado de noche, han bebido y se han ido».

354 - Tres de los cinco grandes (11)Seguimos por la carretera hasta la concesión vecina. Allí giramos al norte, por la carretera que separa ambas concesiones. Hemos dejado atrás cuatro poblados indígenas. A los dos kilómetros escasos del cruce, paramos el vehículo al ver nuevamente las pisadas. Los pisteros hicieron una evaluación del tamaño de las huellas tratando de ver si había en la manada algún gran ejemplar. Hicimos un cálculo de los animales que viajaban juntos. Las huellas de machos, de hembras y de las crías son obviamente distintas. En unos minutos nos enseñaron a leer los excrementos: los hay de macho, cilíndricos, y de hembra, desestructurados. En función del estado de la costra, se puede atisbar el tiempo que ha pasado desde la deposición. El calor que desprende, la presencia o no de orina. Todo nos lleva a pensar que los animales se han pasado al otro lado, esta misma noche. Decepción.

Nos cuentan que éste es el comportamiento habitual de las manadas de elefantes en aquella área. Técnica mejicana de «dos pasitos p’alante, María, y un pasito p’atrás». Primero prueban a entrar, comer, beber («En la otra concesión no hay ni comida ni bebida…», dicen) y largarse. Más tarde se quedan a comer plácidamente y van llegando parientes… El discurso no es solamente el de una parte de la gente de allí. Lo afirma la mayoría de pisteros y las gentes de los poblados lo confirman.

El pisteo y la evaluación de los excrementos lleva su tiempo. Es chocante ver a personas ‘serias’ tocando y oliendo las heces de los proboscídeos. Cada dos por tres hay un cónclave de PPHH y pisteros. No nos dejan acercarnos a oír la conversación. Resulta paradójico.

Terminado el episodio con los elefantes fuera de nuestro alcance, se descarta el seguir cazando aquella mañana. Nos acercamos a un poblado al noreste a revisar un cebo de leopardo que pusieron un par de días antes. Era el cadáver de un facochero. Los leopardos no se habían acercado a él.

Hacia las 12:00 volvimos sin prisas al campamento. Allí el cocinero, Raúl, nos había preparado sándwiches y bebidas en una mesa grande con cafés y galletas. Aprovechamos las horas de más calor para echar una siesta y a las 16:00 volvimos a la persecución de los elefantes.

Seis pisteros con sus radioteléfonos se situaron estratégicamente en la frontera de las concesiones.

David, el pistero jefe, se queja por el radioteléfono a Pedro del peligro de la presencia de leones en el territorio y comenta que no tienen armas y sí miedo. Pedro le replica que no hay leones en ninguna parte de la reserva, ni los hubo nunca… Dos meses más tarde nos enteramos de que se ha cazado allí un magnífico ejemplar macho del rey de la selva…

Nosotros nos refugiamos con la pendientes de los avisos afirmativos. No los hubo. Ya de noche volvimos al campamento. Raúl nos había preparado una opípara cena y un fuego de campamento delicioso… Después de unas cervezas heladas, hicimos honor a nuestro anfitrión. Una conversación larga y… a dormir.

30-08-2013. Día 3.
Nos levantamos muy pronto. Tomamos un café y salimos zumbando a buscar las pisadas de los paquidermos. Recorrimos las principales carreteras mozambiqueñas (caminos espantosos que zarandean los Toyotas y a todos sus ocupantes, una red exigua que va de poblado en poblado y que, al parecer, nadie ha tenido interés en invertir un penique en tapar un agujero o en arreglar un surco levantado por un torrente. Atraviesan los lechos de los ríos ahora secos, pero, el día que llueva, serán absolutamente intransitables) buscando las pisadas de nuestros amigos. Ni una.

Buscamos por las orillas del lago donde forzosamente abrevarán, si entran. Escogen habitualmente pasos entre poblados indígenas, lo que pone en peligro la integridad física de sus habitantes. Los elefantes aprovechan para hurtar los plátanos que sirven de alimento a aquella pobre gente. Los indígenas intentan asustarlos con disparos de rifles manufacturados e ilegales. Hieren, pero no abaten. La ira que les provocan hace que puedan entrar en estampida. Al lado de un poblado, el peligro es tremendo…

354 - Tres de los cinco grandes (7)A media mañana, una llamada esperanzadora nos advierte de que ha entrado una manada (¿otra?) más al norte de la zona donde hemos explorado. Otra vez agitación y esperanza. Salimos corriendo hacia un poblado que no conocíamos. Allí nos cuentan que han avistado una manada (o que han oído como se desplazaba una manada, nunca nada queda allí excesivamente claro…) cerca del poblado. Pickup, PH, cazadores, pisteros y ‘el fiscal’ (le llaman así al policía del gobierno local que fiscaliza que las cosas se hagan bien, además a mí me lleva el rifle…) y allá vamos.

Tenían razón, enseguida localizamos las huellas y los excrementos. Vamos muy rápido. Hace mucho calor. Hay unas pisadas de elefante macho que sobrepasan los dos pies (míos, uno detrás del otro) de largo cada una de ellas. Pertenece, sin duda, a un animal grande o muy grande… Obviamente, no sabemos qué clase de trofeo posee. No tiene ningún sentido ir corriendo detrás de los elefantes, comenta Santiago. De hecho, cuando vemos en la televisión el andar cansino de una manada de elefantes filmada por National Geographic, la velocidad con la que se desplazan es superior a los 18 km/h, un ritmo inalcanzable para nosotros.

Nos informan los pisteros que, como conocedores del terreno que son, van de cabeza a un gran charco que hay en el cauce de un río ahora seco.

Empieza una persecución a todo trapo por las arenas del cauce del río. El camino es complejo por la falta de adherencia del suelo y por el calor del mediodía. Llegamos a la balsa…

 

Continuará…

 

Por Josep Giné i Goma.

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