Internacional

De caza… en las riberas del limpopo

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Por extraño que pueda parecer, este safari comenzó en medio de la Lezíria do Ribatejo, en compañía de las lezírias. Después de uno de las monterías míticas y tradicionales organizada por el portugués Club de Monteiros, se llevó a cabo un sorteo para todos los socios presentes –en el que nos presentó un safari a África del Sur– con el que tuve el privilegio de ser la agraciada. Ésta sería la tercera vez que acudiría a cazar a Sudáfrica.

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Un buen comienzo

Organizado el viaje y con los billetes de avión comprados, mi padre y yo, nos embarcamos en otra aventura en el continente africano. Esta vez íbamos a cazar con Dumukwa Safaris, una concesión de caza cerca del río Limpopo al lado de Botsuana.

Llegamos al campamento de Dumukwa Safaris. Era un hermoso lodge, desde la decoración de las habitaciones a la sala donde realizábamos las reuniones y comidas. Al lado de la sala, había una terraza sobre el río Limpopo, a pocos metros de Botsuana. Cocodrilos, hipopótamos y elefantes eran algunas de las especies de aquel precioso lugar. En esta ocasión tenía algunos objetivos, como ir a cazar un buscbuck, un klipspringer o saltarrocas de montaña y, por supuesto, no podían faltar los facoceros.

Llegó el esperado primer día de caza, a las 05:00 horas sonó el despertador para comenzar nuestra jornada. Iba cazar con mi arma habitual, el Blaser R93, del calibre 30-06. Después de una breve vuelta en el Jeep, empezamos a caminar por la selva, al lado del río de Limpopo, dábamos cada paso con el mayor de los cuidado… ¡podía oír el agua golpear piedras y el eco de cada paso en la selva!

Después de caminar durante dos horas, apareció la primera pieza, el esperado busbuck. Iba acompañado de una hembra, que son perspicaces y muy rápidas. El profesional que nos acompañaba, Joane, me dijo que era un hermoso ejemplar. Con el viento a nuestro favor, traté de engañarle. Después de unos minutos, vimos que estaba a unos 70 metros, ¡era mi oportunidad! Centré al busbuck en la mira… y apreté el gatillo. ¡Zas!, cayó seco.

¡Era magnífico! ¡No podía estar más contenta ni haber empezado mejor!

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Un padre orgulloso…

El segundo día decidimos ir a hacer esperas a los facoceros… adoran las charcas cuando el calor aprieta. Horas y horas de espera para intentar escoger el mejor. Monos, facos e impalas, se mezclaban en la charca para saciar su sed. Esperamos aún más, hasta que llegó el más grande que habíamos visto en toda la mañana. ¡Era mi ocasión! Bebió, bebió y bebió… siempre tapado por los monos o los impalas ¡Imposible tirar!

En algún momento dejó de beber por lo que pensé que había que rececharlo antes de que se fuese. Así fue. De puntillas, con Joane detrás, ¡allá que me fui! Se detuvo un momento y sólo tuve tiempo de arrodillarme y dispararle. Acusó el disparo, pero salió huyendo a toda velocidad. Eso sí, yo tenía la absoluta certeza de que el tiro estaba bien colocado. Mientras lo pisteábamos, fuimos encontrando bastantes gotas de sangre muy grandes, por lo que pensé, con alivio, que muy lejos no podía estar. Tuvimos que caminar bastante para encontrarlo. ¡Era soberbio, el mayor que había conseguido hasta entonces! Yo estaba feliz, pero mi padre estaba muy orgulloso… y babeando.

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Por la montaña

El tercer día subimos hacia las montañas tras los klipspringer. Lo de subir es cierto porque subimos, subimos, subimos y subimos… Tengo que confesar que no esperaba que fuese tan complicado. Vimos el primero, pero Joane me dijo que había mejores ejemplares. Entre subidas y bajadas, en pasajes en los que se pierde la vista, caminamos más de dos horas. A las tantas, avistamos un precioso macho. Con el nerviosismo, mezclado con el cansancio, hice un disparo… sin pensar que estaba a 200 metros. Por milímetros, ¡no conseguí acertar! Me quedé muy decepcionada porque las oportunidades son únicas. Proseguimos la caminata, pero las piernas ya estaban muy resentidas y con muchos dolores. No vimos ningún animal más, pero vi una hiena por la que mereció la pena haber caminado toda la mañana.

El cuarto día también lo pasamos en las montañas… pero no vimos nada. Tuve que hablar con el profesional para que no se preocupase, ya que era muy duro caminar por las montañas sin tener ningún resultado.

Al quinto día, en una de las salidas, avistamos un steenbuck lindísimo… al que no me resistí a abatir. Era mi segundo steenbuck, pero era un trofeo ejemplar. Al día siguiente fuimos a perseguir a los sables, que eran el objetivo principal de mi padre. Vimos algunos en cuanto bajamos del Jeep, pero no era lo que estaba buscando, muy jóvenes aún… Horas y horas de andar y el ‘elegido’ no aparecía. El día fue pasando entre enormes caminatas bajo el tremendo sol que caía.

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Y un buen remate…

El último día, el séptimo, volvimos a intentar suerte con los sables. Más de lo mismo, horas y horas de persecución y empezábamos a desesperarnos. El tiempo pasaba y no encontrábamos algo que fuese realmente espectacular. Muchos jóvenes, hembras, algunos ejemplares bonitos, pero nosotros queríamos ‘ése’.

Con el sol en retirada llegó nuestro momento… de despedirnos de toda la belleza de África. Entonces apareció ‘él’. No tuvo tiempo de pensar, cargó, apuntó, disparó… y se quedó con él. La alegría, la euforia y las felicitaciones nos llegaron a todos. ¡No todos los días se caza un sable negro… el ‘elegido’!

Sin duda, fue un safari excelente. Las puestas de sol de cada día era sencillamente sublimes. África tiene olores y colores que nos quedan en la memoria y que jamás puedes olvidar. Es tan mágico todo lo que vive en estas inmensas sabanas…

Como dije en otro artículo anterior que escribí: «África tiene el don de encantar a todos los que la visitan y emociones que se pueden sentir y jamás se olvidan».

Quiero agradecer toda la hospitalidad de Berthus, Joane y Portugal Hunting, que nos prepararon un safari inolvidable que recordaremos siempre.

Para acabar este viaje por Sudáfrica, decidimos hacer un poco de turismo. Despues de siete días de caza tomamos rumbo a Sun City, la famosa ciudad perdida. Algo muy improbable de encontrar en África: un palacio perdido en medio de la selva, que nos dio la oportunidad de ver bellísimas esculturas de los animales de la selva, como un elefante a tamaño real… o piscinas, un casino, campos de golf y un santuario de los cocodrilos del Nilo. Un lugar en el que te puedes relajar y pasar unos día maravillosos en familia, sin dejar de sentir que estás en plena selva. Un lugar, sin duda, para visitar.

Ésta fue la mejor y más grande manera de despedirnos de Sudáfrica.

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 Por Sara Rodrigues / SCI Lusitania Chapter 

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