África Internacional

Nyala, belleza sublime (II): equipo, calibres y colocación del disparo

En especial para la caza de este bello antílope todo nuestro equipo va a depender del hábitat en que se desarrolle la cacería. En el caso concreto del nyala, casi en el 100% de los casos, se producirá en una sabana arbustiva muy densa o en bosques, por lo que deberemos adaptar todo nuestro material a ese tipo de biotopos.

Comenzando por la vestimenta, personalmente aconsejo prendas ligeras y resistentes a las acacias, puesto que el roce con las mismas será casi siempre una norma. Los diferentes tipos de verde junto con los nuevos camuflajes adaptados, suelen dar un gran resultado cuando pretendemos pasar inadvertidos en los acercamientos a los animales.

Unos buenos guantes e incluso unas gafas serán de vital importancia cuando recechamos en zonas muy cerradas de matorral. Me viene a la memoria una cacería que realicé en Pongola el pasado verano, donde intentábamos encontrar animales en un bosque impenetrable de acacias. Al acabar la jornada y llegar a la habitación del lodge, tenía mi cara completamente arañada y tuve que quitarme del orden de una docena de espinas de las manos con ayuda de un alfiler y unas pinzas.

En lo que a rifles se refiere, mi experiencia me dice que nos encontramos ante uno de los casos donde tiene más sentido un rifle sintético

Acordémonos de llevar en nuestras mochilas crema solar y espray antigarrapatas. En determinados momentos de nuestra cacería, tanto si nos encontramos apostados para una espera como si avanzamos entre el monte, nos percataremos, a base de picotazos y enrojecimientos de la piel, que hemos sido, literalmente, conquistados por un ejército de pequeñas garrapatas y pulgas.

En lo que a rifles se refiere, mi experiencia me dice que nos encontramos ante uno de los casos donde tiene más sentido un rifle sintético. Su ligereza y la dureza de la goma en contacto permanente con el roce de la vegetación nos serán de gran utilidad para este tipo de recechos.

La elección del calibre también va a estar directamente relacionada con el hábitat en que se desarrolla la cacería, ya que, en el caso de nuestro protagonista, nos encontramos ante un animal que no destaca por su dureza a la hora de encajar el disparo.

Particularmente, pienso que una buena opción sería un calibre .308 Winchester cargado con una punta blanda de 180 grains, o el polivalente .30-06 con sus clásicos 200 grains. No obstante, mi elección personal sería la utilización del .375 H&H. Aunque a muchos lectores les pueda parecer excesivo, a mí me ha dado excelentes resultados cargado con puntas blandas de 270 grains. Eso nos va a permitir poder realizar disparos lejanos cuando se dé el caso y poder combatir la densa vegetación.

En la misma cacería que he comentado anteriormente, viví en mis propias carnes un claro ejemplo de lo comentado en este párrafo. Andábamos tras un precioso macho que conseguimos ver desde una atalaya rocosa. Al hacerle la entrada, nos adentramos en un mar de acacias sin apenas poder avanzar ante tal frondosidad. Por fin, localizamos al animal a no más de 80 metros de nosotros; se encontraba tranquilo descansando, ya que había entrado de lleno la mañana. Cuando me colocaron los bastones de tiro e intenté apuntar al animal, mi visor se llenó de ramas secas entrecruzadas sin poder encontrar un hueco para realizar el disparo. En aquella ocasión, me habían prestado un .30-06 cargado con munición de 180 grains de la marca sudafricana PMP. Cuando, por fin, al entender que tenía espacio suficiente, me decidí por disparar, vi que el animal realiza una espectacular cabriola que le hacía girar sobre sí mismo, cosa que me puso en completa alerta. Aun a pesar de haber apuntado a la zona vital de mi objetivo, éste recibió el impacto en la terminación del intestino con una de las patas traseras.

En materia de visores, todo rango que esté entre los 1,5–6 x42 hasta los 2,5-12×50 podría encajarnos en este tipo de cacería

Como se pueden imaginar el calvario que vivimos aquella mañana de agosto nos llevó a seis horas de insufrible y desesperante pisteo hasta que, con las últimas luces del día, logré acabar el lance con todo nuestro equipo totalmente exhausto. Sólo la profesionalidad de los pisteros y el PH me llevó al éxito en un rececho donde únicamente había impactado en el animal un pedazo de esquirla de la bala, que se había fragmentado al impactar con una ramita de acacia.

En materia de visores, todo rango que esté entre los 1,5–6 x42 hasta los 2,5-12×50 podría encajarnos en este tipo de cacería, aunque mi opinión me lleva a decantarme por la polivalencia de este último; nos será de gran ayuda cuando cacemos con condiciones de luz algo más precarias e incluso cuando, rara vez nos enfrentemos a un disparo más lejano.

En el caso de la ubicación del proyectil, deberemos buscar como única opción un disparo de pulmones/corazón. Su zona vital cuando tenemos al animal de costado lo formará aproximadamente un cuadrado de 25 centímetros por lado, mientras que, cuando nos lo encontramos de pecho, tendremos algo más de diez centímetros para intentar ubicar nuestra bala con total garantía.

Para terminar, un consejo de seguridad que debe imperar en todos los casos y, especialmente, en el cazador del nyala. Al igual que ocurre con su primo el bushbuck, deberemos tener cierta precaución ante el animal herido. No son pocos los casos donde la imprudencia del cazador en el acercamiento, ha producido un accidente con consecuencias graves.

 

Rasgos, distribución y alimentación

En lo que su fisionomía se refiere, existe un claro dimorfismo sexual. Me gustaría aportar un cuadro identificativo a efectos pedagógicos, cuyos valores numéricos deben de ser entendidos como aproximados.

Un estudio realizado en la Reserva de Ndumo (Sudáfrica) en 1976 mostraba que el nyala en cautividad podía llegar a edades superiores a los 16 años. Mientras tanto, la expectativa de vida en libertad rara vez supera los 12 años para los machos y los 14 para las hembras.

Este antílope se alimenta selectivamente tanto de pasto como de hojas dependiendo del momento del año y la disponibilidad de alimento. Uno de sus más buscados sustentos lo ofrece el árbol salchicha (Kigelia africanus) cuyas flores son un auténtico manjar para la especie. Tampoco hace ascos a los frutos de marula (Sclerocarya birrea) y a un pasto que crece en el área de Durban y que recibe el nombre científico de Dactyloctenium australe.

Nos encontramos con animales que viven en grupos familiares guiados por una hembra o un grupo de ellas junto a sus crías de diferentes edades. Ocasionalmente, se pueden ver numerosos animales alimentándose en las riberas de ríos, principalmente a finales de la estación seca.

En cuanto a los machos, no son territoriales, compartiendo su territorio con otros machos, salvo en los momentos del celo cuando defenderán sus territorios mostrándose ante otros competidores con conductas como erizar la crin o caminar de una forma muy característica en la que las patas permanecen completamente rígidas.

Es típica su conducta de echar una larga siesta durante las horas centrales del día. Y lo hacen permaneciendo inmóviles en las sombras de las zonas más espesas de monte especialmente en los meses de más calor. Esta sólo suele ser interrumpida para ir a beber, hábito que se suele suceder antes del mediodía.

Con unos sentidos del olfato y oído muy desarrollados, su vista es más bien corriente. Están estos antílopes muy afectos a los parásitos como las garrapatas y pulgas, por lo que deberemos tener mucho cuidado a la hora de manipular nuestro trofeo una vez abatido para las consabidas fotos o el transporte a las zonas de evisceración.

En cuanto a los machos, no son territoriales, compartiendo su territorio con otros machos, salvo en los momentos del celo

Entre sus depredadores naturales debemos destacar animales como los licaones o perros salvajes africanos (auténticos maestros en su caza), los caracales (los cuales pueden depredar sobre hembras y crías), los leopardos y, en menor medida, las hienas. Pero, sin lugar a dudas, su mayor problema lo representa el furtivismo. Me viene a la memoria una situación vivida el pasado verano cuando intentaba cazar un macho de suni en las inmediaciones de Hluhluwe. Aquel bellísimo lugar se encontraba literalmente cosido de lazos cuyo principal sacrificado era el nyala. Pude contemplar con tremenda tristeza varios ejemplares muertos e incluso podridos.

Según la opinión de los científicos, parece existir una clara competencia entre el nyala y su primo pequeño, el bushbuck. En lugares donde ha ido evolucionando positivamente el primero, las poblaciones del segundo han tendido a desaparecer o disminuir drásticamente. Tal es el caso de áreas tan emblemáticas como las reservas de caza de Hluhluwe o Ndumu. En estos lugares entre los años 1950 y 1970 existían importantes poblaciones de bushbuck, no siendo raro ver más de 40 animales durante la primera hora de la mañana. Conforme el nyala fue cogiendo fuerza en la zona, se produjo el hecho de la práctica desaparición del pequeño y bravo ungulado.

Sin embargo, en otras áreas como las Rolling Hills de Grahamstown (Eastern Cape), la convivencia entre ambos parece llevarles incluso a una simbiosis, compartiendo hábitat y protegiéndose conjuntamente frente a los posibles depredadores, de tal manera que suelen verse juntos como pudiera ocurrir en los casos de cebras, jirafas y ñus. 

Su carne siempre será apreciada por el cazador, aunque, debido a su alto precio en el mercado, será raro encontrarla en la mesa de nuestras cenas al calor de la hoguera. He podido disfrutarla tanto a la brasa como guisada en albóndigas o ragú, siendo siempre un auténtico manjar para paladares exigentes. Su canal ronda aproximadamente el 55% del peso total de su cuerpo, estando entre los 50/75 kilos para el macho y los 30/38 kilogramos para las hembras. (Continuará).

Por Alfonso Mayoral  / Fotografías: autor y A. Sanz  / Pintura: Iñaki Blanco

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