América

Recechos a los cola blanca en Perú con Craig Boddington

Craig Boddington con el bonito cola blanca que cobró en ‘El Angolo’.
Por Craig Boddington  Traducción J. Thomas Saldias
Llegamos a la casa en el rancho en la mitad de una tarde calurosa. Logré conciliar el sueño en una pequeña siesta mientras sudaba copiosamente. Un poco después… llegó el momento de la verdad, el momento de salir a cazar.

Caminamos aproximadamente una milla por el lecho de un río y nos acomodamos cerca de una charca con poca agua. Lo primero que pensé, a la vista de la situación, es que esto no era otra cosa que una de las muchas artimañas que se suelen inventar para mantener al gringo ocupado durante la primera tarde, dejando pasar el tiempo. Pero tengo que reconocer que me equivoqué y tuve que cambiar de opinión en cuanto vi acercarse al primer venado.

Era una hembra. Se acerco despacio, bebió y se alejó. Pero cual no sería mi sorpresa cuando detrás de la  primera comenzaron a llegar más en procesión hasta bien entrada la noche. Los machos entraron de a dos y de a tres. Algunos para beber y desaparecer; otros, para comer algo alrededor y luego beber en la charca. Esto, sinceramente, no me lo que esperaba. ¡Perdí la cuenta de las hembras y de las crías que entraron! Machos, estaba seguro, había  tres de muchos puntos, y el resto pequeños, pero como lo que pretendía era cazar un venado pequeño, todos los venados con una cornamenta desarrollada eran interesantes. Mis anfitriones me aseguraban que veríamos cosas mucho mejores, pero yo lo dudaba.

Venado sudamericano
Existe una impresionante variedad de razas y subespecies de venado. Una autoridad en la materia, Kenneth Whitehead, identifica 38 subespecies, 30 de las cuales están distribuidas al norte del Canal (de Panamá) y otras ocho hacia el sur, desde Centroamérica hasta la Cuenca amazónica. La especie que yo pretendía cazar era, probablemente, el Odocoidelus virginianus peruvianus, el venado cola blanca peruano, que se encuantra dentro del espácio geográfico que va desde Ecuador al occidente peruano.

Los venados latinoamericanos no son más grandes que un coues, un cola blanca. Sus densidades suelen ser bajas y las líneas de separación entre una y otra especie son muy imprecisas. Actualmente, Perú ofrece las mejores oportunidades, con licencias para extranjeros disponibles en las últimas temporadas. Opté por cazar con el operador argentino Marcelo Sodiro y su padre que, además de sus concesiones principales en el norte de Argentina, también ha estado ofreciendo cacerías en Perú durante algunos años, alcanzando un éxito notable.

Tras una parada nocturna, muy corta, en Lima, el viaje continuó por la mañana, muy temprano, hasta Piura, localizado en el región noroccidental del Perú cerca de la frontera con Ecuador. Estaba un poco mareado cuando Marcelo me recogió. Le pregunté de inmediato si íbamos a buscar algún ocho puntas y él simplemente se sonrió. La verdad es que buscábamos un macho de seis puntas, con algo de masa, y una puntuación razonable, que es lo más apropiado para un macho adulto en la zona. Cualquier cosa más grande… es bastante inusual.

La propiedad donde íbamos a cazar está gestionada por una importante compañía con base en Piura. Necesitábamos detenernos en su oficina central, camino de la ciudad, y vi que tenían varios venados en grandes corrales. Uno de ellos era un precioso macho adulto, pero Marcelo me indicó de inmediato que no veríamos ninguno como él. A ese animal le habían estado alimentado durante toda su vida. El tamaño de su cuerpo sigue la regla de Bergmann, con su teoría que dice que, cuanto más cerca del Ecuador, los individuos de una especie se adaptan a un cuerpo más pequeño porque con esas características tienen mejor capacidad para disipar el calor.

Como estábamos muy cerca del Ecuador, estos venados eran pequeños, y no tenían las orejas grandes y las colas largas –tan características del coues– cosa que también ayuda en la disipación del calor. Durante la cacería vi muchos venados que se parecían y se comportaban como coues, con las orejas y las colas pequeñas y consistentes. No puedo explicar esto. Sólo puedo decir que los venados, que insisto en que generalmente no son abundantes, están distribuidos a lo largo de toda la geografía del Perú.

El Angolo
El área donde cazamos se llama El Angolo, técnicamente coto de caza, pero con una historia única. Hace mucho tiempo formaba parte de un gran rancho – de quizá un millón de hectáreas–  propiedad del empresario peruano Calixto Romero. Fue nacionalizado en 1975, con 65.000 ha separadas para lo que es el parque y coto de caza. Parece ser que los esfuerzos de conservación no funcionaron de forma adecuada porque en 1994 el mismo Calixto Romero fue invitado a tomar el control del área y administrar su fauna silvestre. Desde 1996 el área ha sido cuidadosamente manejada como un coto de caza. Su administración es similar a la de un coto de caza en los EE UU, con objetivos de abate y unos estándares mínimos y con un pequeño número de permisos disponibles para extranjeros o no miembros del club.

La casa-hacienda está adornada con trofeos –tanto cabezas como cráneos– abatidos durante sus 16 años de cacerías, y conseguidos por los miembros peruanos de El Angolo. Entre las varias docenas de trofeos, había algunos realmente monstruosos y que tendrían una excelente valoración comparados con sus primos los coues. El resto eran básicamente seis puntas, variando en la masa y el tamaño de sus cuernas. Marcelo me dijo directamente que ésa era la clase de venado que esperamos ver y que no debería dejar pasar.

El tamaño mínimo establecido en El Angolo es una cuerna de cinco puntas (comparado con el método de medición del este). Todos los venados abatidos son llevados a la casa enteros, y son cuidadosamente pesados y fotografiados. Un macho que pesa 45 kilos (99 libras) está considerado como un macho grande. No obstante, el largo de sus colas variaba entre los cuatro machos que pude examinar, y eran bastante cortas. Estos venados también ‘avisan’ con sus colas, como sus congéneres, pero no es posible llamarles ‘cola de bandera’ como comúnmente se les llama a los coues y a los venados de las Montañas del Carmen.

Según algunos informes, las licencias para venados cola blanca se han venido emitiendo durante algunos años para cazadores extranjeros. Sin embargo, me tuve que presentar en persona (junto a Marcelo) en la oficina encargada de la emisión de las licencias en Piura, aunque la emisión de la misma fue simple y rápida. En el momento de escribir este artículo, el venado cola blanca es el único animal de caza mayor disponible para los cazadores extranjeros, pero no es el único animal de caza mayor de interés cinegético en el área. En los Andes tienen al huemul del norte (conocido por taruca, un venado de alta montaña) y al oso de anteojos. En la región amazónica tienen al jaguar, la corzuela, al tapir y otros muchos más. También ocelotes y pumas están ampliamente distribuidos en El Angolo, aunque se suelen ver muy poco. Y existe el oso hormiguero, una belleza de animal que se suele ver con frecuencia. Algunos de estos animales están considerados como especies en peligro de extinción y con muy poca probabilidad de caza en el futuro, pero Peru tiene un gran potencial.

Igualito a los coues… casi
Camino a Piura atravesamos cultivos de banana, maíz e incluso arroz. Eventualmente comenzamos a subir a través de terrenos que incrementaban su aridez y muy poco poblados. A lo lejos se divisaban las montañas hacia donde nos dirigíamos. De repente… me sentí como en casa, estas colinas se parecían mucho al territorio familiar del coues en la zona norte del estado de Sonora.

Desde que observé la configuración del terreno me convencí de que cazaríamos estos venados de la misma forma que lo hacíamos con los coues, utilizando los binoculares. Esa primera tarde, sentado frente a una charca con agua, me convencí de que no iba a ser así en lo absoluto. El venado coues es la adaptación del venado cola blanca al desierto y, normalmente, ignoran los puntos de agua, aplacando sus necesidades con la humedad de las plantas. Estos venados tropicales eran diferentes: el agua era muy importante para su supervivencia.

Al día siguiente salimos campo a través, usando los binoculares y moviéndonos… tal como se hacía con los coues 30 años atrás, antes de la aparición de los excelentes prismáticos que se usan en nuestros días. Esta técnica de caza no produjo los mismos resultados que la tarde anterior, cerca de la charca, pero es la mejor forma de ver machos adultos, los que son menos propensos a visitar los puntos de agua durante el día. Otra gran sorpresa: la brama estaba en su clímax. Los enfrentamientos entre machos eran evidentes y los vimos siguiendo a las hembras. Marcelo comentó que el clímax de la brama se presenta a finales de julio y primeros de agosto, con una reducción de la actividad si se presenta un clima caluroso. En el hemisferio sur este período es comprable a febrero o marzo, un ciclo completamente diferente a todo lo que yo estaba acostumbrado.

Temprano, por la mañana, vimos lo que parecía un macho excepcional cubriendo a una hembra en el borde de un matorral. Le vimos a unas 300 yardas. No hubo tiempo para contar puntas, pero su cuerna rebasaba las orejas y parecía tener algo de masa. Me preparé para el disparo pero… me demoré más de lo que debía.

El esfuerzo de llevar un arma al Perú excede todos los requerimientos para obtener una licencia de caza. Me prestaron un modelo 70, en .270, con un Leupold 3-9X. Verificamos las miras al llegar al rancho y estaban una pulgada por encima, a 100 yardas, con balas Remington 150-grain Core-Lokts. Dudé por algunos segundos, calculando la caída y, mientras presionaba lentamente el gatillo, el venado se volvió y desapareció entre los arbustos hacia el fondo del barranco.

A lo largo de la mañana vimos algunas hembras y algunos machos más pequeños. No hay escasez de venados en la zona y me pareció que, más que cazar los escasamente distribuidos coues, esto se parecía más a cazar venados en las colinas de Texas. Marcelo tenía planeado una estancia de tres o cuatro días. Yo me mostraba bastante excéptico, pero había una gran abundancia de individuos y era solo cuestión de cubrir el terreno.

Con el calor del día llegamos a lo alto de una colina para usar los binoculares a través del valle. Nuestro guía local, Mario, rápidamente vio moverse algunos ejemplares a unas 700 yardas. Localizamos una hembra… y luego vimos a un macho siguiéndola. La distancia era muy grande para medir la cuerna, pero tenía unas buenas astas y parecía tener alguna masa. Siguió a la hembra durante un tiempo pero ella se retiró y él le perdió interés y se echó en la base de un enorme árbol.

Marcelo y Mario discutieron la situación mientras yo mantenía la boca cerrada. El viento estaba a nuestro favor. El problema no era acortar la distancia sino ver al macho en ese terreno cerrado antes de acercarnos. Yo hubiese hecho un lance directo, pero probablemente también me hubiese equivocado. Mario nos apuntó hacia una cresta baja del lado izquierdo en el que se encontraba el venado, insistiendo que ese punto nos daría una buena posición a corta distancia. Acertó. Cuando alcanzamos la cresta, el macho estaba aún bajo el árbol, de costado, a 130 yardas exactamente. Tenía una perfecta cuerna de seis puntas, con una razonable masa y tamaño de astas. Estaba en el claro, con el codillo izquierdo perfectamente visible – salvo que tenía una rama cubriendo sus zonas vitales–. Tomé posición apoyándome en la mochila, aunque era difícil y no había forma de estar seguro de no darle a la molesta rama. Tenía que esperar a que se parara, pero esperar es muy duro para los nervios y, con las brisas de media mañana comenzando a zumbar, una situación mortal se podía deteriorar en un instante.

Mientras el macho rumiaba en su sopor matutino, Marcelo se arrastró hacia la izquierda y Mario hacia la derecha, buscando un mejor ángulo. No lo había. Podíamos obviar esa molesta rama, pero otros arbustos, aún más molestos en este lado de la cresta, nos causaban problemas mayores. Mario estaba retrocediendo cuando el macho escuchó el débil sonido del arrastre, aguzó sus orejas y se levantó para mirarnos. En ese momento, cuando su hombro estaba en el claro apreté suavemente el gatillo. El macho corrió una docena de yardas… y lo encontramos abajo, en el barranco. Comparado con los venados norteamericanos su tamaño no era impresionante, pero en Sudamérica era un maravilloso ejemplar.

Marcelo Sodiro a la entrada de ‘El Angolo’, la concesión de caza de Perú donde tuvo lugar la cacería.
Ésta es la charca donde Boddington se llevó las primeras sorpresas del rececho.
El autor gemeleando antes de iniciar la aproximación al cola blanca.
El disparo del .270 con el cazó el autor se produjo a una distancia de unas 130 yardas.
Ante el impacto, el cola blanca sólo andó 12 metros…
… pero acabó en un barranco y hubo que bajar a recuperarlo.
Uno de los bonitos ejemplares de oso hormiguero que pueden encontrarse en ‘En Angolo’, y que son típicos de la fauna peruana.
Craig reponiendo fuerzas junto a Marcelo Sodiro y Deb y Ralph Cunningham.

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