Caza Menor

Tiempo de descaste

355 - Descaste (1)
La precaria situación del conejo hace que el descaste sólo deba autorizarse si, de verdad, es estrictamente necesario.

No nos cansamos de repetir que la situación del conejo es un tanto precaria, por no decir preocupante. De no tomar las medidas oportunas -y si las enfermedades no remiten- podemos llegar a lamentarlo tanto como estamos lamentando la situación de la perdiz roja. Nos toca realizar un nuevo ejercicio de responsabilidad y no cazarlo en el descaste, salvo en lugares en que sea estrictamente necesario.

Tiempos de descaste… necesarios cuando lo son. Llegan los calores y, tal vez por la creciente necesidad, individual, de salir a ‘matar el gusanillo’− enterrado desde los últimos fríos de febrero−, descolgamos la paralela y miramos, con más ansia que nostalgia, los calizos cerros resecos socavados de huras, que en las horas frescas de la amanecida, y al lubricán, bullen de lagomorfos (que no roedores, como alguno se empeña) que parecen querer hacernos burla y decirnos «¡quieto parao, que toavía no te toca…!».

¿Descaste por daños…?

Pero ya toca… o debiera tocar porque, tal vez este año, en un ejercicio de responsabilidad que nos honre, como en tantas ocasiones hemos hecho, habría que aguantarnos las ganas, sopesar las situaciones y dejar, mal que nos pese, colgada la paralela, al menos hasta la media veda.

La situación del conejo es preocupante, como poco. Desde hace dos años, con la llegada de una nueva y maldita ‘plaga de Egipto’ –al pobre conejo parece que le han caído todas aquellas maldiciones bíblicas que Moisés le preconizara al faraón Ramsés II−. La variante, o mutación, del virus de la vírico hemorrágica, RHD, que parecía superada unos años atrás (proporcionando unas buenas perchas y muy divertidas jornadas que, además, servían de ‘escudo’ a la patirroja), nos ha vuelto a dejar en precario y con ganas de mirar al cielo reclamando…

355 - Descaste (2)
«Si la consejería de turno declara la emergencia, ¿no es lógico que antes de declararla envíe a los técnicos a comprobar daños y, sobre todo, densidades de las poblaciones que los producen…?».

En algunas zonas muy conejeras de La Mancha (extensible este ejemplo a Extremadura, Castilla y León e incluso Andalucía), en la pasada temporada, se cazaron cuatro conejos −lo decimos por experiencia propia en nuestras carnes−. Entre los problemas de la perdiz (que no vienen a cuento, pero joden) y las enfermedades de las liebres, la situación en muchos cotos, en los que la única fuente de regocijo era el conejo, fue tan desastrosa que la mejor solución fue, con dolor en el alma, colgar la escopeta y si te he visto no me acuerdo… Eso sí, tras haber pagado todo lo habido y por haber, que a muchos les da igual que les da lo mismo la situación de la menor y nos siguen sajando ‘los higaditos’.

Pero… y aquí queríamos llegar, resulta que, cerrada la veda, en muchas de las mismas zonas en las que ocurría lo que acabamos de contar, se tenía que declarar al conejo como plaga de los daños agrícolas y hubo que empezar a capturarlo, con ‘bicho’ y capillo, e incluso cazarlo a destajo con escopeta, porque estaba produciendo unos daños irreparables –reparables tan sólo soltando la ‘pasta’ para contentar a los de siempre−. Algo no cuadra…

Sin control

Para empezar a entender algo, en muchas zonas de viñedo, y nadie quita razones, en cuanto aparecen cuatro cepas roídas –la viña es sagrada− ya estamos ante una plaga. La siembra… también, pero menos; eso sí, la cepa es intocable. Y allá que nos lanzamos a pedir a la ‘madre consejería’ permisos de descaste por daños, que no duda en otorgarlos a diestro y siniestro.

Y, claro, aquí empieza la picaresca (o el descaro o la insensatez) de muchos de los nuestros que, haberlos, haylos. Si están dando permisos por daños, ¡en marzo, abril y mayo!, yo voy, los pido y me aprovecho. Y capturo sin control, e, incluso, los cazo, y, para colmo, los vendo sin ningún tipo de control sanitario y, por supuesto, sin guías legales de traslocación. Parece increíble, pero es cierto y pruebas habemus…

La primera consecuencia nefasta es el esparcimiento de la enfermedad en lugares donde, posiblemente, no había afectado, ¡chúpate esa!

La segunda… pues que en zonas en las que había pocos o muy pocos, ahora quedan menos o ninguno.

¿Y la madre consejería…? Pues, salvo en alguna zona muy determinada, donde mandó a los forestales a parar este dislate (y nos consta que en algunos sitios no lo pararon), siguió dando permisos sin, ni tan siquiera, enviar a los técnicos para comprobar in situ si lo de los daños era cierto. Y se siguió capturando y traslocando sin la intervención –porque delito había– ni del Seprona, para impedir que se siguiera con este disparate y dar un merecido escarmiento, por vender, que no por cazar…

Cierta irresponsabilidad

El quid of the questión de todo este affaire, es: ¿quién es el/la culpable de que se produzcan estas situaciones que, en el fondo, nos afectan a todos…?

355 - Descaste (3)
“Cerrada la veda, en muchas de las mismas zonas en las que ocurría lo que acabamos de contar, se tenía que declarar al conejo como plaga, de la otra, de la de los daños agrícolas, y hubo que empezar a capturarlo, con ‘bicho’ y capillo, e incluso cazarlo a destajo con escopeta“

Primero, ¿quién, y por qué, declara una zona de emergencia cinegética? Si se producen daños –que luego hay que sufragar de nuestro propio bolsillo– lo suyo es que, efectivamente, se declare emergencia y se den permisos. Hasta aquí todos de acuerdo, suponemos. Pero, si la consejería de turno declara la emergencia, ¿no es lógico que antes de declararla envíe a los técnicos a comprobar daños y, sobre todo, densidades de las poblaciones que los producen…? No tiene mucho sentido que, en este caso, en temporada se abatan cuatro conejos y, en cuanto acabe, ‘haya plaga’. Y, si la hay, pues que se compruebe y se concedan los permisos para aquellas áreas en las que única y exclusivamente se estén produciendo daños de verdad, cuantificados y valorados.

No se puede, ni se debe –y de esos barros estos lodos– dar permisos generalizados para todo un término municipal, o para todo un coto (menos aún para zonas compuestas de varios cotos y pueblos, como ha pasado), porque, aprovechando que el ‘Pisuerga pasa por Jerez’, los presidentes de turno de las sociedades (a otros, sin generalizar por supuesto, que hay que señalar con el dedo) se lanzan a pedir permisos a destajo, sin sopesar las consecuencias y (salvo en los ‘casos de venta’) sólo por el mero hecho de ‘cazarlos’.

Pero no es menos cierto que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar, y ahí sí interviene la responsabilidad de las consejerías correspondientes, que son las que tienen que evaluar detenida y detalladamente dónde, cuándo y cómo es necesario descastar para evitar daños demarcando exhaustivamente las zonas en las que haya que hacerlo, evitando cualquier intento de descastar por cazar, sobre todo en beneficio de la especie y controlando que ningún ‘espabilado’ pueda hacer su ‘agosto’ en julio.

La paralela… colgada

Hablábamos, y mucho, el mes pasado de la situación actual de nuestro querido lagomorfo. Hablábamos de posibles vacunas para cambiar su situación, pero hablábamos, sobre todo, de gestión, de una gestión necesaria e imprescindible para intentar paliar, y recuperar, los daños que las dichosas enfermedades están causando, y que han logrado que en muchas zonas se llegue a la extinción. Tenemos que echar el resto si no queremos que el conejo llegue, y está llegando, a la situación actual por la que atraviesa la perdiz roja…

Por eso, es necesario aplicar el más común de los sentidos, que dicen, y que muchas veces, en nuestro caso, deja mucho que desear, y a las pruebas de la anterior situación citada nos remitimos.

355 - Descaste (4)
«Pedimos un ejercicio de absoluta responsabilidad general para que no se cace en este próximo descaste, que ya está en las puertas, en aquellas zonas, muchas, en las que no haya daños evidentes debidamente cuantificados».

De la misma forma que en tantas ocasiones, y como es nuestra obligación, hemos salido a defender nuestra caza y nuestros cazadores con uñas y dientes, en este caso hacemos lo mismo en defensa y por la recuperación de la especie, pidiendo un ejercicio de absoluta responsabilidad general para que no se cace en este próximo descaste, que ya está en puertas, en aquellas zonas –muchas– en las que no haya daños evidentes debidamente cuantificados y en las que las densidades sean cuando menos suficientes como para poder
prever dichos daños.

Las directivas de las sociedades de cazadores, como responsables de las situaciones de los cotos, deben plantearse muy seriamente el pedir los permisos por los citados daños y solicitarlos única y exclusivamente allí donde sea estrictamente imprescindible. Nadie está pidiendo que se paguen los daños, sólo se pide controlar las zonas con problemas reales.

355 - Descaste (5)
«Las directivas de las sociedades de cazadores, como responsables de las situaciones de los cotos, deben plantearse muy seriamente el pedir los permisos por los citados daños».

El tercer actor de este acto tienen que ser las consejerías y los técnicos. Si no hay conejos no se les puede cazar, pero para conceder los permisos, insistimos, hay que conocer y controlar las zonas, ser muy conscientes de las densidades poblacionales y no conceder ni un solo permiso que no sea necesario. Si para esto hay que realizar mil y una inspecciones, pues habrá que hacerlas, pero una decisión mal adoptada, como ha pasado en la pasada primavera, puede dar al traste con cualquier intento, bien por gestión, vacunación u cualquier otra actuación, de recuperar la especie en muchas áreas en las que ya está en auténtico retroceso, si no en peligro.

Por último, y aunque sea triste decirlo, debemos ser, como responsables que somos, la auténtica ‘policía’ de nuestros cotos y, mal que nos pese, denunciar las actuaciones, vengan de donde vengan, que no se ajusten a las situaciones antes comentadas. Y, por descontado, ser conscientes de que la venta y traslocación de animales sin las garantías sanitarias correspondientes, sólo traerá perjuicios y lamentaciones.

En una recientes jornadas cinegéticas en las que tuvimos ocasión de participar, reputados veterinarios insistieron una y otra vez en la necesidad de una vacunación adecuada, antes de cualquier posible traslocación o movimiento de animales, básicamente porque, de no hacerse, lo único que haremos será contribuir a esparcir las dichosas enfermedades.

Seamos responsables, como en tantas ocasiones lo hemos sido, sacrificándonos una y otra vez, y, por favor, no descolguemos aún la paralela, salvo en casos estrictamente necesarios. Tiempo habrá no tardando… y la propia naturaleza, y nuestros cotos de caza, nos lo agradecerán.

 

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