El conejo de monte, común o europeo (Oryctolagus cuniculus), es uno de los mamíferos ibéricos con mayor importancia ecológica y económica, siendo a la vez presa para numerosos depredadores y una de las especies cinegéticas más apreciada por los cazadores.
Sus poblaciones se han visto mermadas de manera generalizada debido a la incidencia de dos enfermedades virales: la mixomatosis y la enfermedad hemorrágico-vírica (RHD). Otros factores como la pérdida de hábitats óptimos o la presión cinegética también podrían haber contribuido a su declive en la Península Ibérica. Además, es necesario tener en cuenta que en la última mitad del siglo XX el paisaje mediterráneo ha sufrido grandes cambios por el abandono de usos tradicionales, la deforestación, el sobrepastoreo o la intensificación de la agricultura, entre otras causas, y muchos de estos cambios pueden haber sido perjudiciales para el conejo.
Sin embargo, y de forma paralela, los conejos están provocando daños a los cultivos en algunas zonas, donde la gestión busca disminuir la abundancia de esta especie o incluso intentar erradicarla. De este modo, en territorios relativamente pequeños pueden estar implementándose medidas de gestión con objetivos contrapuestos (aumentar o disminuir las poblaciones de conejo), lo que probablemente resta eficacia a cada estrategia por separado y, sobre todo, ayuda a aumentar la tensión social. Esto es especialmente cierto en áreas cinegéticas donde, según la legislación española, los cazadores (que están interesados en mantener poblaciones de conejo para su caza) son los encargados de controlar los conejos cuando causan daños a la agricultura, mediante los métodos de caza que autorice -excepcionalmente o no- la administración responsable.
Éste es un ejemplo típico de conflicto asociado a la gestión de fauna silvestre: se trata de una especie que causa daños a la agricultura, pero que a la vez es importante por su valor ecológico en el ecosistema o por alguna otra razón para otros sectores de la sociedad.
En este artículo se muestran algunos de los resultados de un estudio cuyo objetivo fundamental es evaluar la percepción social del conejo y su gestión en los sectores fundamentales implicados: cazadores y agricultores. El trabajo es fruto de una colaboración entre un proyecto de WWF –con apoyo de la Fundación Biodiversidad- y el proyecto de investigación Ecología, sociedad y gestión de fauna: el conejo en la Península Ibérica (CGL2013-43197-R) llevado a cabo en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC), con la participación de investigadores del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC; CSiC-UCLM-JCCM), y las Universidades de Córdoba y Sevilla.
Metodología de trabajo
Para el estudio, se ha encuestado a cazadores y agricultores en dos zonas distantes donde se producen importantes daños económicos de conejo a los viñedos: la Campiña Cordobesa y la comarca tarraconense del Alt Camp. Además, en cada una de ellas habita una de las dos subespecies del conejo de monte: Oryctolagus cuniculus algirus, en Córdoba, y Oryctolagus cuniculus cuniculus, en Tarragona.
A los encuestados se les preguntó sobre los conejos y los daños agrícolas, las medidas de gestión de daños, el papel e interrelaciones de los sectores implicados, las compensaciones y coste económico de las medidas preventivas, el papel de la administración y sobre el valor del conejo en el medio natural.
Dividimos a los encuestados en tres categorías: agricultores sin licencia de caza (que llamamos simplemente ‘agricultores’), cazadores que no trabajan la tierra (‘cazadores’), y personas que eran simultáneamente agricultores y cazadores (‘agricultores-cazadores’).
Tabla 1. Número de personas encuestadas en función de su origen (Córdoba o Tarragona), y tipo (agricultor, cazador, o ambos).
Resultados
La distintas figuras son la representación de los valores medios en el grado de acuerdo con la afirmación que se muestra en la parte superior. Un valor positivo indica un mayor grado de acuerdo, mientras uno negativo indicaría desacuerdo. El asterisco verde indica que el tipo (agricultor, cazador o ambos) resultó significativo. El asterisco amarillo indica que la provincia resulta significativa. El asterisco azul indica que la interacción provincia*tipo resultó significativa.
La mayor parte de los encuestados reconoce que los conejos en estas áreas agrícolas suponen un problema económico para los agricultores, y que el daño económico puede llegar a ser realmente importante (Figura 1). Sin embargo, posiblemente influidos por el desastroso efecto sobre las poblaciones de conejos de la enfermedad hemorrágica, y en particular desde la aparición hace algunos años de la nueva variante (RHD-b/2), los cazadores tienden a considerar que los daños son algo del pasado, estando muy distantes en este punto con respecto a la opinión de los agricultores (Figura 2).
Prácticamente cuatro de cada cinco entrevistados (79,5%, N=649), independientemente de la provincia o de si son cazadores o agricultores, consideran que incluso aunque haya descastes los daños solo desaparecen cuando los conejos son poco abundantes por otras causas (por ejemplo, enfermedades). De igual modo, la mayoría (70,5%, N= 570) también se mostraron de acuerdo en considerar que la declaración de ‘emergencia cinegética’, y la consiguiente autorización de caza durante todo el año, es una herramienta útil para paliar los daños de los conejos. Sin embargo, los agricultores tendieron a apoyar más esta idea que los cazadores (85% y 67% respectivamente).
Existe bastante grado de acuerdo en los cordobeses encuestados en que hay demasiados daños en los cultivos porque los conejos no tienen comida natural en el medio agrícola, creciendo el grado de asentimiento entre los cazadores. Sin embargo, esta afirmación no parece ser aceptada entre los tarraconenses, y menos aún entre los cazadores de esa zona (Figura 3).
Tanto agricultores como cazadores concuerdan en que la actividad cinegética no es eficaz para controlar los conejos porque éstos encuentran refugio en algunas zonas donde está prohibida su caza (por ejemplo, zonas de seguridad como vías férreas, carreteras, etc.; Figura 4).
Además, con la única salvedad de los cazadores cordobeses, casi todos también consideran que la caza con escopeta no es eficaz para controlar los conejos, por lo que es necesario el empleo de hurones (Figura 5).
El control de depredadores parece uno de los aspectos que más polariza a agricultores y cazadores cordobeses (Figura 6): mientras que los primeros consideran que reducir el control de depredadores permitiría regular las poblaciones de conejo, los segundos discrepan.
Cada grupo se auto-exculpa de responsabilidad a la hora de evitar los daños. Por el contrario, todos coinciden en señalar a la Administración como la principal responsable de los mismos, opinión si cabe más extendida entre los agricultores y en el Alt Camp (Figura 7). También se considera de manera generalizada que la Administración tiene criterios demasiado conservacionistas (Figura 8) y no presta atención a los problemas de los conejos en la agricultura (Figura 9), opiniones algo más frecuentes incluso entre los encuestados en la campiña cordobesa.
Es interesante destacar que la mayor parte de los entrevistados, y en particular los cazadores, consideran que la ausencia de conejos puede ser un problema para el medio natural, y concretamente para la caza (Figuras 10 y 11).
Conclusiones
El estudio ha encontrado una amplia coincidencia en las respuestas de cazadores y agricultores a la mayor parte de las cuestiones planteadas, especialmente a la hora de reconocer la gravedad de los daños y al asumir la primacía de los intereses de los agricultores sobre los de los cazadores. Un resultado similar se obtuvo con un estudio previo en base a entrevistas personales y en grupos reducidos realizado en las mismas zonas, y que sirvió para diseñar el cuestionario analizado en este artículo.
A pesar de estas coincidencias generales, cazadores y agricultores tienen algunas discrepancias notables en cuanto a la valoración del problema, sus causas y las posibles soluciones. El grupo de agricultores-cazadores suele situarse en posiciones intermedias, aunque tiende a ser más próximo a las opiniones de los agricultores cuando se les pregunta por daños y problemas económicos, y a las de los cazadores en cuestiones que tienen que ver con la gestión de los conejos, así como su valoración del medio natural. Por eso son un grupo de especial interés si se pretende mediar ante posibles conflictos entre agricultores y cazadores.
Los daños provocados por los conejos a los viñedos tanto en la Campiña Cordobesa como en el Alt Camp tarraconense son relativamente recientes. Paradójicamente, dichos daños empezaron mientras la irrupción de la RHD provocaba el declive de los conejos en muchas áreas naturales peninsulares. A pesar de ello, la reciente aparición de una nueva variante del virus de la RHD, mucho más patógena que la considerada ‘clásica’, parece haber contribuido a disminuir el problema de los daños, al menos en opinión de cazadores y agricultores-cazadores, y probablemente a reducir la tensión social.
Para la mayor parte de los cazadores tarraconenses, pero solo unos pocos cazadores cordobeses, la abundancia de conejo en áreas agrícolas supone un problema para la agricultura. Los daños agrícolas son percibidos como un serio problema económico para la mayor parte de los entrevistados, pero sobre todo para los agricultores y agricultores-cazadores tarraconenses. Por eso los agricultores, especialmente en Alt Camp, toleran poco los daños y piden un mayor control de la especie. Los cazadores, especialmente los cordobeses, se sitúan en la posición contraria, así que prefieren un control más suave del conejo. Por consiguiente, los agricultores han valorado de manera mucho más positiva las declaraciones de zona de emergencia cinegética en los municipios de estas comarcas, mientras que los cazadores mayoritariamente rechazan medidas más agresivas para los conejos, como prolongar el periodo de caza o suprimir el control de depredadores.
Los cazadores cordobeses achacan parte del problema de daños a los cultivos a la baja disponibilidad de alimento alternativo en las zonas agrícolas, y en parte responsabilizan de ello a los agricultores. Algunos estudios científicos realizados en la Campiña Cordobesa sustentan al menos parcialmente esta opinión. Por el contrario, puesto que, como ya se ha mencionado, la responsabilidad de controlar las especies cinegéticas donde causan daños agrícolas recae sobre los cazadores, los agricultores consideran que el control realizado por el sector cinegético para reducir al nivel las poblaciones de conejo es insuficiente.
Algo en lo que coinciden cazadores y agricultores es en responsabilizar a la administración a la hora de evitar daños y compensar las pérdidas económicas causadas por el conejo. También coinciden al criticar la poca mediación que la administración realiza entre ambos colectivos, la falta de atención a los daños agrícolas, y su excesivo conservacionismo a la hora de autorizar las medidas de control. En este sentido, los agricultores, especialmente los andaluces, son el grupo que se siente menos atendido por la administración.
Aunque se trate de un hecho reciente, los años transcurridos han ayudado posiblemente a que haya aumentado la sensibilización por los daños agrícolas entre los cazadores. Este hecho no es baladí, puesto que además de haber contribuido seguramente a una disminución en las tensiones, también habrá propiciado que el control de poblaciones de conejo mediante la caza se realice con mayor frecuencia y dureza en las áreas potencialmente más sensibles, o donde se prevén daños inminentes. En cualquier caso, parece que el conflicto entre ambos colectivos es ahora menos grave, quizá ayudado por el efecto de la nueva variante del virus de la RHD. Y más teniendo en cuenta que una buena parte de los agricultores consideran la presencia de conejos en su zona como algo importante tanto para la caza como para el medio natural.
Por último, es necesario analizar mejor la relación de infraestructuras como autovías y carreteras con la propagación y persistencia de los conejos en las áreas agrícolas, ya que en dichos lugares su control es difícil o imposible. Además, para reducir los daños agrícolas y disminuir las tensiones entre ambos colectivos, agricultores y cazadores coinciden en que sería fundamental una respuesta más rápida de la administración a la hora de autorizar las medidas de control de conejos. En este sentido, es posible que aplicar normativas más flexibles y no tan excepcionales como las leyes y decretos de emergencia cinegética permita un clima de mayor confianza entre cazadores, administración y agricultores.
Evidentemente, la participación conjunta aumenta la confianza entre cazadores y agricultores, así como la eficacia y coordinación de las actuaciones. En este sentido, sería recomendable promover y potenciar este tipo de espacios y mecanismos. La comisión ‘sobre el terreno’ creada en el Alt Camp a iniciativa de los agentes rurales, el mecanismo de avisos a la sociedad de cazadores a través de la cooperativa agraria de Montilla, o la participación de agricultores (y obviamente agricultores-cazadores) en las reuniones de las sociedades de cazadores, son algunos ejemplos de espacios de encuentro para la colaboración entre cazadores y agricultores que han dado buenos resultados en ambas comarcas.
Un artículo de Jorge Ruiz Ruiz, Miguel Delibes-Mateos, Ramón Pérez de Ayala (WWF), Fernando Garrido, Francisca Castro y Beatriz Arroyo y Rafael Villafuerte
Web de consulta sobre el proyecto SOS conejo: https://conejowwf.es/