Caza Mayor

Lobo ibérico, entre la caza y la conservación

El lobo ibérico es una de las especies más emblemáticas y controvertidas de la península Ibérica, siendo, junto con el oso pardo y el lince ibérico, los representantes fundamentales de la cúspide de la cadena trófica en lo que a mamíferos se refiere.

Los lobos no dejan indiferente a nadie, provocando diversos calificativos en función de donde procedan, desde animales mágicos y emblemas de conservación, hasta alimañas, bestias inmundas y otros honores difíciles de reproducir en un texto escrito.

Probablemente el lobo sea la especie en la que mejor se escenifica la enorme y creciente brecha social entre la sociedad urbana y rural en nuestra querida piel de toro.

En palabras del reconocido investigador Luigi Boitani (Dalla parte del lupo, 1986), «Existen dos lobos, uno fantástico y otro real. El primero es la suma de una infinidad de historias, leyendas, cuentos, tradiciones, proyecciones de la fantasía (…) El segundo es Canis lupus Linnaeus, 1758, un animal de carne y hueso (…) que constituye el objeto de estudio de la biología».

Un poco de historia

Hasta mediados del siglo XIX, la situación de la especie era favorable, con su presencia confirmada en la práctica totalidad de la geografía hispano-portuguesa y poblaciones que gozaban de buena salud, con datos que indican, por ejemplo, que entre 1855 y 1859 se cazaron en España en torno a 15.000 ejemplares, principalmente en Sierra Morena, Montes de Toledo, Galicia y la Rioja,

Desde ese momento comenzó a producirse un importante declive que provocó que el lobo tocara fondo en torno a los años cincuenta del siglo pasado, cuando quedó confinado al extremo noroeste de la Península y a un pequeño núcleo en Sierra Morena.

Para llegar a esa situación se emplearon diferentes ‘artes’, amparadas por la escasa legislación de la época, que incluso contemplaba la presencia de la conocida Junta de Extinción de Alimañas. Además, estos métodos eran enormemente valorados por los habitantes rurales de la España de la postguerra, hasta el punto de que cada vez que un lobo era abatido en algún pueblo, era paseado por las calles y sus captores recibían reconocimientos en forma de vítores, viandas e incluso dinero.

La situación cambió a partir de 1970, coincidiendo con la publicación de la Ley Nacional de Caza, en la que se catalogó al lobo como especie cinegética y se reguló su aprovechamiento. Fue entonces cuando se produjo un incremento en el control y comenzó una incipiente gestión, de manera que podríamos calificar esta fecha como un punto de inflexión en la recuperación de la especie y su aprovechamiento legal, regulado y sostenible, que fue a la postre lo que contribuyó a su recuperación hasta llegar a la situación actual.

Situación actual

En el momento actual, la amplia distribución del lobo a nivel mundial, genera un abanico de situaciones en cuanto a su estatus de conservación.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en su lista roja de especies amenazadas, clasifica la situación del lobo a nivel mundial como LC (Least Concern o de Preocupación Menor), lo que implica, tal y como se recoge en sus criterios que, a nivel global, no requiere medidas especiales para su conservación. Sin embargo, en la Península Ibérica, la subespecie presente, el lobo ibérico, de nombre científico Canis lupus signatus, presenta una situación diferente. El Atlas y Libro Rojo de Mamíferos Terrestres de España (2007), publicado por el antiguo Ministerio de Medio Ambiente, lo incluye en la categoría NT (Near Threatened o próxima a la vulnerabilidad), lo que implica que la especie no es objeto de medidas de protección especiales, pero su población es escasa, está concentrada en un hábitat muy restringido o amenazado de restricción, o se espera que se presente reducción en la población en los próximos años.

Según ese mismo documento, publicado en el año 2007, podría haber en España unas 250 manadas y otras 50-60 en Portugal, y un total aproximado de unos 2.000 ejemplares.

Como veremos a continuación, la situación real del lobo, según el último censo nacional publicado, se aleja de estas cifras, por lo que, probablemente, sería necesario realizar una revisión de ese estatus de conservación.

Qué dicen los censos oficiales

A principios de este mismo año, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), publicó los datos del último censo nacional del lobo ibérico en España, realizado entre los años 2012 y 2014, y que actualiza los datos del último censo oficial disponible a nivel nacional, que era de los años 1986-1988 y que señalaba la presencia de 294 manadas en nuestro país.

Según este último censo nacional, basado en el análisis combinado de varias metodologías, tal y como indica el informe publicado por el propio Ministerio, España contaría con un total de 297 manadas, situadas en su mayoría en Castilla y León (179), seguida de lejos por Galicia (84), Asturias (37) y Cantabria (12).

Este censo fue elaborado en base a los censos regionales efectuados en las diferentes comunidades autónomas en los últimos años. Según esos datos aportados, el lobo se mantiene o aumenta su presencia, tanto en censo como en área de distribución, en prácticamente todas ellas, salvo en Andalucía, donde no estaría ya presente o sería testimonial.

Por ejemplo, en el caso de Castilla y León, comunidad con el mayor número de lobos de toda la Península, y donde se practica su caza, el censo autonómico muestra un aumento en las poblaciones del 20% en comparación con datos del último censo en esa región que era del año 2001, así como una notable presencia en áreas del sur del Duero, donde había desaparecido.

Historia de un conflicto

A pesar de la disparidad de datos y la dificultad para su interpretación, podemos inferir que la situación de la especie parece estable o creciente a lo largo de los últimos treinta años.

Sin embargo, la conflictividad, a tenor de lo recogido en diferentes medios de comunicación, en su mayoría ‘generalistas’ aumenta mucho más rápidamente año tras año, haciendo de nuevo patente la enorme brecha existente entre el medio rural y el medio urbano en nuestro país.

La causa de esta situación no se debe, por tanto, a un aumento desmesurado de las poblaciones loberas en España, sino a una expansión constatada, con la recuperación de territorios donde no campeaba desde hace más de cincuenta años o era testimonial. En esas zonas, sur de Castilla y León, Madrid o norte de Castilla-La Mancha, entre otras, que además coinciden con manejos ganaderos extensivos, el número de incidentes se multiplica y se magnifica en un complejo caldo de cultivo aliñado con la prohibición de la actividad cinegética, el sensacionalismo mediático y la realidad de la ganadería actual con precios bajos, falta de relevo generacional, problemas sanitarios o aislamiento cada vez mayor del medio rural entre otros.

Situación legal

En la actualidad, la situación ‘legal’ del lobo ibérico en España es ciertamente compleja, de manera que es considerado como una especie cinegética al norte del río Duero, mientras que al sur se encuentra protegida. Esta doble consideración se estableció legalmente mediante la Directiva Hábitats de la Unión Europea, aprobada en el año 1992 y asumida por la legislación española en el año 1995, puesto que en aquel momento se perseguía la protección de las escasas poblaciones andaluzas, únicas presentes al sur del Duero en España.

Esta situación no ha sido revisada desde entonces y supone la principal fuente de conflictos en la gestión del lobo al sur del río Duero, puesto que obliga a que las únicas medidas de control de la especie tengan que ser efectuadas por personal propio de la Administración, con lo que eso supone para poblaciones locales que conviven día a día con el lobo, a lo que hay que añadir la constante presión por parte grupos ecologistas para impedir estos controles. Por otro lado, es necesario destacar que el grado de implicación en la gestión de la especie es diferente en función de la comunidad autónoma en la que nos encontremos. Así, por ejemplo, Castilla y León o Galicia cuentan con un Plan de Gestión y Conservación del Lobo y Andalucía o Castilla-La Mancha lo consideran o están a punto de hacerlo como una especie protegida.

En cuanto a la actividad cinegética, de nuevo cada comunidad autónoma establece las fechas hábiles y modalidades autorizadas para la caza del lobo en aquellas donde se considera especie cazable.

En el caso concreto de Castilla y León, la última Orden Anual de Caza, establece para el lobo ibérico que el periodo hábil al norte del río Duero, desde el 1 de septiembre hasta el 26 de septiembre únicamente a rececho o aguardo/espera y desde el domingo, 27 de septiembre y hasta el domingo, 21 de febrero en todas sus modalidades. Exclusivamente para las modalidades de rececho y aguardo/espera se amplía el plazo hasta el 29 de febrero.

La gestión de estos aprovechamientos, a tenor de lo recogido en el Plan de Gestión y Conservación de Lobo en esta comunidad, se realiza de forma comarcalizada, estableciendo una serie de cupos anuales en cada una de las regiones donde es posible cazar el lobo. El pasado año se autorizaron 143 ejemplares, cupo que no se alcanzó según los datos oficiales.

En el caso de Galicia también existe un plan de gestión del lobo y la especie es considerada como cinegética, autorizándose su caza después de haberse constatado daños a la ganadería.

Asturias, también cuenta con un plan de gestión y a pesar de que la especie es considera no cinegética, en general, se establecen unos planes anuales de control poblacional e, incluso, en las reservas de caza los cazadores podrán abatir lobos en cacerías de otras especies «como apoyo para alcanzar los cupos asignados».

En Cantabria  se considera especie cinegética, con planes anuales en la Reserva de Caza de Saja, y órdenes anuales de caza, considerando los controles de población como actuaciones excepcionales.

En el País Vasco se considera no protegido en Álava y cinegético en Vizcaya, de manera que en la primera existe un plan de gestión cuyo objetivo es mantener el territorio en el actual estatus de contención del lobo, mientras que en Vizcaya se incluye en la orden general de vedas, estableciendo cupos en función de los daños ocasionados.

Por último, en La Rioja se considera especie cinegética y se incluye en las órdenes anuales de caza.

Perspectivas de futuro

Es evidente el enorme conflicto existente en torno al lobo ibérico entre la sociedad urbana y la rural, que, lejos de favorecer la gestión sostenible de la especie, está desencadenando reacciones extremas que no hacen sino perjudicar al propio cánido.

Existen núcleos de población bien conservados, como ocurre en Castilla y León, donde la actividad cinegética es una realidad necesaria para la correcta gestión de la especie, generando una importante riqueza para el entorno donde se realiza, sin que las poblaciones se resientan.

Es imposible negar que la caza es en sí misma una actividad económica de gran importancia para nuestros entornos rurales y que supone un evidente elemento dinamizador y de desarrollo rural cuando es bien gestionada.

Sin embargo, para lograr este difícil equilibrio es necesario contar con una actitud decidida por parte de las administraciones responsables que han de ser capaces de mantener los aprovechamientos de la especies en base a la situación real, según censos oficiales y estableciendo planes integrales de gestión que permitan analizar la situación en su conjunto evitando sensacionalismos y, sobre todo, incorporando los últimos conocimientos científicos, que garanticen una caza selectiva y sostenible.

Además, es necesario fomentar la prevención de daños mediante medidas de apoyo a la presencia de perros en los rebaños, pastores, vallados y manejo del ganado.

Tampoco debemos obviar que es una realidad palpable la creciente demanda de personas interesadas en disfrutar de la observación del lobo ibérico en libertad, en su hábitat natural, para poder impregnarse de una cultura de coexistencia y conservación real de la especie, con todos sus condicionantes, tanto positivos como negativos.

Esta demanda genera también un importante beneficio económico para el medio rural que, aunque aún se encuentra muy lejos del generado por la propia caza, cuenta con un enorme potencial que también debe ser considerado.

Por todo ello, por el bien del lobo y de los habitantes de nuestros pueblos –responsables únicos de que hoy tengamos la enorme suerte de disfrutar de una especie tan emblemática, sorprendente y apasionante–, la actividad cinegética, el turismo de naturaleza y la conservación están condenados a entenderse y a transmitir de una forma sensata y coherente la imagen del gran depredador ibérico. 

Por Carlos Díez Valle y Carlos Sánchez García-Abad – Equipo Técnico de Ciencia y Caza (www.cienciaycaza.org)

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