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Gamos y muflones, la ‘otra’ caza mayor

Nos encontramos inmersos en plena temporada de caza mayor y es común escuchar noticias, leer comentarios y analizar lances y abates sobre ciervos y jabalíes. Sin embargo, no lo es tanto respecto a otras especies de gran interés cinegético como el gamo y el muflón.

Ungulados ambos –el primero cérvido y el segundo bóvido– que cuentan con un número de aficionados menor, probablemente por su distribución y abundancia más reducidas, aunque protagonistas casi siempre de emocionantes jornadas entre los que disfrutan de su caza.

Se trata de un cérvido de tamaño intermedio entre el gran ciervo ibérico y el pequeño corzo, con pesos que oscilan entre los 70 kg que pueden alcanzar los grandes machos y los 50-60 kg a los que pueden llegar las hembras, y una altura a la cruz de entre 70-80 cm.

A caballo entre Asia y Europa

El origen del gamo se centra en Europa, si bien durante la última glaciación sus poblaciones quedaron reducidas a Asia Menor, hasta que en el siglo XV fue reintroducido en muchos lugares, entre ellos la península Ibérica, donde en la actualidad cuenta con una distribución heterogénea, estando presente en prácticamente todas las regiones, aunque, en general, en poblaciones aisladas y gestionadas con fines cinegéticos.

Como ocurre con otros cérvidos, el gamo renueva su cuerna anualmente, alcanzando su máximo desarrollo a finales del verano, con el comienzo del periodo del celo que, por el sonido característico que emiten los machos durante sus cortejos, se denomina ‘ronca’.

Al igual que otros ungulados, el pelaje del gamo varía en función de la estación del año. En el verano se distingue un vivo color rojizo y moteado claro junto con una línea blanca en el costado, para en el invierno tornarse a colores más claros, desapareciendo el moteado blanquecino. El escudo anal es blanco con dos líneas negras y junto con la cola, de color negro en su parte superior, constituye una característica morfológica de gran utilidad en el campo para diferenciarlo de corzos y ciervos.

“Es posible que a mayor escala este fenómeno estuviera afectando a la distribución de ambas especies, dado que aquellos lugares que son ‘abandonados’ por el corzo podrían ser ocupados por el gamo”.

El trofeo de gamo

La diferenciación de sexos es sencilla, los machos presentan cuernas durante la mayor parte del año, tienen un cuerpo más compacto, especialmente el cuello, y cuentan con un penacho en el pene. Las hembras no presentan cuernas y son más pequeñas, con el cuello más fino. Cuando los machos no tienen cuerna (generalmente en abril), muestran dos protuberancias que delatan fácilmente su sexo.

El trofeo del gamo, como el de otros cérvidos, es la cuerna, que se compone de luchadera, candil y, en vez de vara, presentan una ‘pala’ de grandes proporciones. La cuerna comienza a desarrollarse a partir del año de edad, formada por dos varas. Desde el segundo año la cuerna comienza a desarrollar más puntas, hasta completar su desarrollo a los cuatro-cinco años y alcanzar su máximo esplendor en torno a los 8-10 años. Las cuernas caen en abril y completan nuevamente su desarrollo aproximadamente en julio, siendo posible observar en este período los frotamientos de los gamos en árboles para deshacerse del terciopelo o velvet.

La diferenciación de edad se basa en el análisis dentario y en el desarrollo de la cuerna en los machos. Las crías son bastante parecidas hasta los seis-nueve meses, cuando ya comienzan a observarse las protuberancias en la cabeza que darán lugar a las varas. Hasta los dos años el análisis dentario nos será muy útil, ya que los gamos van sustituyendo paulatinamente la dentición de leche por la definitiva. En los machos, como en otros cérvidos, es arriesgado relacionar el tamaño de las palas con la edad, ya que factores como la disponibilidad de alimentos y condiciones climatológicas suelen estar muy relacionados con dicho crecimiento. Tanto en hembras como en machos, el análisis del desgaste dentario con el animal en la mano nos ofrecerá datos más fiables sobre la edad.

En cuanto a su reproducción, el gamo es polígamo, con cierta similitud al comportamiento del ciervo, dado que durante el año se mantienen en grupos de sexos separados pero durante el celo los machos intentan copular con varias hembras (poliginia).

El celo sucede en septiembre-octubre, la ronca, momento en que los machos emiten este bramido para defender las hembras de su harén y expulsar los posibles machos competidores, siendo frecuentes las peleas. Una de las particularidades del gamo es que la actividad sexual puede prolongarse hasta finales del invierno, dado que si las hembras no quedan preñadas al principio de la estación reproductora éstas continúan ovulando, aunque el celo en estas fechas es menos frecuente.

La gestación dura unos 230 días y según varios estudios los partos parecen concentrarse en las horas centrales del día para evitar la presencia de predadores. Al igual que otros cérvidos, la cría permanece oculta durante los primeros días siendo amamantada en varias tomas. La lactación se prolonga más allá de los ocho meses, permaneciendo la cría macho con la madre hasta el año de vida, cuando son expulsados para formar grupos de machos, mientras que la hembra hermane con su madre y podrá incluso reproducirse al año de vida.

Distribución en España

El hecho de ser una especie introducida explica un patrón de distribución disperso en España, ligado en la mayoría de ocasiones a fincas privadas de gran extensión y, en ocasiones, poblaciones libres fuertemente gestionadas. De este modo, podemos encontrar gamos en Segovia, Toledo, Cuenca, Gerona, Cáceres, Asturias, Ávila, Lérida, etc. Hay poblaciones emblemáticas, como la del Parque Nacional de Doñana, Riofrío, en Segovia, y Monte del Pardo, en Madrid. Los paisajes preferidos por el gamo son bosques y dehesas, siempre con zonas abiertas en las que el pasto esté disponible, especialmente gramíneo y leguminoso, sin menospreciar cobertura arbustiva.

Competencia con el corzo

Según estudios recientes el gamo parece desplazar al corzo en ciertos entornos en los que se produce competencia directa por el alimento.

En comparación con otra especies de cérvidos, el gamo prefiere pastar frente a ramonear, por lo que cuando el pasto esté disponible será un componente principal en la dieta. En todo caso, en paisajes con fuerte presencia forestal y arbustiva también aprovecha con facilidad otros alimentos menos nutritivos, especialmente en condiciones desfavorables.

Se ha sugerido que los gamos pueden desplazar a los corzos en ambientes en los que ambos ‘conviven’, produciéndose una competición por el alimento en zonas de pasto. Un interesante estudio realizado por Ferreti y colaboradores en 2011 en Italia, abordó la posible competición interespecífica entre dos especies de cérvidos, corzo y gamo, que en muchas ocasiones suelen compartir hábitat.

Los investigadores realizaron el estudio en una reserva de más de 6.000 hectáreas, un paisaje mediterráneo típico con especies vegetales del género Quercus, pinos, olivares abandonados y tierras de cultivo y barbechos en menor proporción. Para determinar la presencia de ambas especies se realizó un conteo de heces en verano e invierno, seleccionando 196 lugares concretos en todo el lugar donde se realizó el estudio.

Tanto los corzos como los gamos prefirieron los hábitats de ecotono, es decir, lugares de transición entre el paisaje arbustivo y el paisaje más abierto, como pastos y olivares abandonados. Según los autores, esta elevada densidad por parte de ambas especies se corresponde con el mayor éxito reproductor que los cérvidos tienen en estos lugares de ‘transición paisajística’, donde encuentran cobijo y alimento.

El hallazgo más interesante de todo el estudio fue que, allá donde el gamo fue más abundante, la presencia del corzo fue menor. Los autores sugieren que el corzo evita aquellas áreas en las que hay muchos gamos y, por lo tanto, podría estarse produciendo competición interespecífica. Además, es posible que a mayor escala este fenómeno estuviera afectando a la distribución de ambas especies, dado que aquellos lugares que son ‘abandonados’ por el corzo podrían ser ocupados por el gamo.

Este estudio nos confirma la importancia de los ecotonos para el corzo y el gamo y nos da un toque de atención sobre hechos a los que no se suele prestar atención pero que son determinantes a la hora de una correcta gestión cinegética. Un buen gestor tendrá que tener en cuenta que, a parte de gestionar el hábitat, los predadores y a las propias especies cinegéticas en cuestión, hay que tener otros factores que a veces pasan desapercibidos, como la competición interespecífica.

A la caza del gamo

Son dos los periodos y modalidades por excelencia los que caracterizan el aprovechamiento del gamo: su caza a rececho durante los meses de septiembre y octubre según la ubicación de las poblaciones, y en batidas y monterías durante el periodo de veda general, entre octubre y marzo, allí donde los planes cinegéticos incluyen el aprovechamiento de la especie en estas modalidades.

«La diferenciación de edad se basa en el análisis dentario y en el desarrollo de la cuerna en los machos».

En el caso del rececho, a pesar de que los aspectos fundamentales en cuanto a planificación y gestión, son similares a los de otras especies como el venado, cuenta con connotaciones particulares que hacen que aquellos que practican esta modalidad, sean verdaderos apasionados y disfruten de ella enormemente. El hábitat del gamo ya descrito, su inteligencia y su capacidad para detectar la presencia de cualquier elemento extraño en su entorno hacen del rececho del gamo una modalidad que debe ser ejecutada con gran cautela y sigilo hasta alcanzar la distancia adecuada a la res elegida.

Por otro lado, las características del trofeo, carentes de un dato tan objetivo como el número de puntas para las cuernas del ciervo, hace que, de no elegirse el animal con la paciencia y experiencia suficiente, podamos cometer el error de abatir un ejemplar de menor calidad, puesto que el tamaño corporal, la actividad durante el celo, las luces y sombras o la propia vegetación puede confundirnos. No siempre los machos más corpulentos o más activos son los que portan las mejores palas.

El muflón, pariente  silvestre del ovino doméstico

Como el gamo, el muflón es otra de las especies de caza mayor que no cuenta con tantos adeptos como el ciervo o el jabalí, si bien, aquellos que se deciden a practicar su aprovechamiento también disfrutan de interesantes lances e importantes trofeos cuando las poblaciones son bien gestionadas.

“Introducido en Europa a mediados del siglo XIX, en España, los primeros datos de introducción del muflón se remontan a 1953, con animales procedentes de Córcega que fueron liberados en Cazorla”.

A diferencia del anterior, el muflón no es un cérvido, no cambia la cuerna anualmente, sino que es un bóvido, por lo que cuenta con cuernos de desarrollo continuo a lo largo de la vida del animal.

Se trata de una especie originaria de Asia, desde donde fue introducido a Europa a mediados del siglo XIX. En España, los primeros datos de introducción de la especie se remontan a 1953, con animales procedentes de Córcega que fueron liberados en Cazorla.

En la actualidad, según el Atlas y Libro Rojo del Mamíferos Terrestres de España, publicado por antiguo el Ministerio de Agricultura y Alimentación y Medio Ambiente, actual MAPAMA, se encuentra presente de forma dispersa en numerosas áreas gestionadas para su caza, principalmente del centro y sur de España, Serranía de Cuenca, Montes de Toledo, Sierra Morena, Extremadura o Beceite, en Tarragona. Fue introducido también en Canarias donde es considerada especie invasora y sometida a un plan de control y erradicación.

Destacan en el muflón las extremidades finas y el cuello largo, orejas prominentes, cola corta y presencia de cuernos desarrollados en los machos. La altura a la cruz está en torno a los 70 centímetros, con pesos que no suelen superar los 45 kilogramos en los machos y rondar los 20-30 kg en las hembras.

Como en otras especies de rumiantes silvestres, el pelaje cambia en función de la estación del año, aunque en general el pelo se mantiene corto y tupido, salvo en el pecho de los machos adultos que es largo. En invierno es de color pardo oscuro mientras que en verano tiende a ser más claro. Destacan en ambos sexos la mancha facial de color claro que va variando en función de la edad, así como el color blanco del disco anal, patas y vientre. Además, los machos muestran una mancha adicional en el dorso que se asemeja a una silla de montar.

En cuanto a la determinación de la edad, en los machos se recurre al análisis de los cuernos, en concreto a la presencia de medrones, tramos de crecimiento anual de los cuernos, separados por un surco que refleja la detención de este progreso durante los meses de invierno de cada año. Además, con la edad irá incrementándose el tamaño de la mancha facial en ambos sexos, llegando a los ojos a los cinco-seis años y por encima de ellos a partir de los diez años, hablándose de ‘máscara’ en animales viejos.

Hábitat mediterráneo

El hábitat del muflón es claramente mediterráneo, con una adaptación muy notable a diversos paisajes extremos, aunque los autores señalan que las precipitaciones copiosas, sean en forma de nieve o lluvia, no suelen agradar al bóvido, seleccionando, además, ambientes variados que alternen superficie forestal y arbustiva con zonas más abiertas con pastos. Su reproducción nos va a recordar, en parte, a la de otras especies como el ciervo o el propio gamo, dado que es polígamo y el macho va a intentar copular con varias hembras.

 

Como bóvidos que son, tienen cuernos que crecen durante toda la vida, aunque el desarrollo en espiral es mucho más notable en los machos. En consecuencia, la diferenciación del sexo no suele ser problemática.

La madurez sexual en ambos sexos se alcanza al año y medio de vida, pero los estudios sugieren que la participación en la reproducción no sucede hasta los cuatro años. El celo comienza entre octubre y diciembre.

Varios estudios apuntan que el comportamiento de la hembra es determinante en periodo, dado que en dependencia del tipo de hábitat, el riesgo de depredación y la disponibilidad de alimento, las hembras pueden disgregarse en grupos pequeños, que no superan los cinco animales, forzando a los machos a recorrer más terreno. Por el contrario, poblaciones en las que no exista una elevada presión de depredación y el alimento sea más disponible, los grupos de hembras serán más grandes, agrupándose los machos en torno a estos rebaños de hembras, sucediendo en ocasiones las peleas, cuernos con cuernos, que finalmente resultan en un macho dominante que se apareará con la mayoría de las hembras y que defenderá su harén frente a intrusos.

La gestación dura unos cinco meses (150-155 días), agrupándose los nacimientos en las poblaciones desde finales de invierno hasta avanzada la primavera, pariendo por lo general una sola cría. La lactación comprende como media los 3-4 primeros meses de vida, permaneciendo la cría con su madre durante el primer año de vida, aunque a veces puede prolongarse más. En primavera hay una separación de sexos, de modo que los machos se agrupan por una parte y las hembras y crías por otro.

Otra característica del muflón es su adaptación a los recursos tróficos del hábitat y, aunque tenga predilección por las gramíneas, puede aprovechar otros alimentos más bastos como cortezas, hojas y musgos.

El muflón es sedentario y de marcado carácter gregario, con un fácil crecimiento de sus poblaciones si las condiciones son favorables. No obstante, tenemos que recordar que las poblaciones ibéricas son introducidas y en muchas ocasiones se encuentran en fincas valladas, luego, su dinámica poblacional está más condicionada por el manejo que por condiciones ecológicas.

En poblaciones no introducidas se apuntan a las condiciones climatológicas desfavorables como principal factor limitante, especialmente la nieve. Por otro lado, los autores apuntan que el muflón puede incrementar su densidad en periodos de tiempo relativamente cortos (menores de cuatro y cinco años), pero que le ‘cuesta’ mucho colonizar nuevos territorios y expandirse, de ahí que su ubicación en la Península se encuentre tan delimitada.

A la caza del muflón

La caza se autoriza desde octubre hasta finales del invierno e incluso primavera. Las modalidades contempladas en las comunidades autónomas en las que existen poblaciones son la montería, batida y el rececho, si bien esta última es que la que goza de mayor popularidad, dado que el rececho permite abatir ejemplares con buenos trofeos, aunque el carácter gregario de la especie y su comportamiento esquivo, en muchas ocasiones, puede obligarnos por el tipo de hábitat que ocupa a llevar a cabo tiros largos y complejos, que hacen que los lances sean de interés para muchos aficionados.

“Las poblaciones ibéricas son introducidas y en muchas ocasiones se encuentran en fincas valladas, luego, su dinámica poblacional está más condicionada por el manejo que por condiciones ecológicas”.

Para la homologación del trofeo del muflón se tienen en cuenta aspectos comunes a otras especies, como la longitud del cuerno, envergadura y perímetro, al igual que su belleza en cuanto a color, presencia de anillos marcados o curvatura, mientras que son aspectos penalizadores las asimetrías, orientaciones anómalas presencia de cuernos demasiado cerrados.

Apuntes para la gestión cinegética de ambas especies

A pesar de las numerosas diferencias entre gamos y muflones, cuentan con algunos aspectos coincidentes de enorme interés para su gestión y que conviene destacar a modo de conclusión.

Se trata en ambos casos de especies sociales, con poblaciones relativamente aisladas, que comparten territorio en grupos que pueden alcanzar importantes densidades, por lo que el control de éstas va a ser determinante para la viabilidad futura. Problemas sanitarios, genéticos, de escasez de alimento o incluso de degradación del hábitat pueden aparecer en caso de no ser cuidadosos.

Además, una mala gestión de esas densidades, al igual que un aprovechamiento exclusivo de machos, común hasta hace no mucho en otras especies, o un ajuste inadecuado de las fechas de realización de los aprovechamientos, fundamentalmente cuando se trata de caza selectiva mediante recechos, puede desencadenar un deterioro de los trofeos presentes en las poblaciones hasta, incluso, llegar a perder el interés cinegético y, por tanto, económico y social, de manera que es imprescindible ser minuciosos y contar con una visión práctica de gestión a medio o largo plazo.

Por Carlos Díez Valle y Carlos Sánchez García-Abad – Equipo Técnico de Ciencia y Caza. (www.cienciaycaza.org) Fotografías Redacción

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