En la prensa

Las rehalas en la montería española

Las nuevas normativas que la Administración está exigiendo a las rehalas va a traer como consecuencia directa que muchas recovas no puedan cazar en la próxima temporada montera.

Dentro de las informaciones relativas a las actividades cinegéticas en nuestra provincia, vamos a descubrir una pieza clave en las batidas de caza mayor. Las rehalas. Son en definitiva un conjunto de perros criados principalmente para esta labor de diferentes razas, que son conducidas por un guía que se adentran en los espesos montes e intentan conducir a las presas hacia la situación de los puestos, publica latribunadetoledo.es
Todo ello que a primera vista parece muy sencillo, lleva detrás un gran trabajo de amantes de la caza y los animales. Personas que durante todo el año cuidan y crían a estos canes para ser usados únicamente durante los cuatro meses escasos que dura la temporada de caza mayor. La base principal de una rehala es el podenco andaluz, de una talla importante, pero en diferentes casos se suele cruzar con otras razas que lo hagan más duro y resistente al trabajo montero que deben hacer. Se usan perros bastardeados de mastines y grifones que son un tipo de sabueso, todos ellos de pelo duro que desarrollan cualidades innatas para sus funciones. Pero la caza del jabalí hace que se incorporen algunas razas más especializadas como los Podencos de Paterna y los valdueza.

En la montería española del ciervo y el jabalí, se usan rehalas que están compuestas por un número entre 10 y 12 colleras de perros en parejas lo que las hace componerse de un máximo de 24 animales. La cantidad de canes a utilizar depende de la extensión de monte a batir, pero generalmente son varias las rehalas que participan en los lances, conducidos por los guías, que conocen a la perfección el terreno y son los que marcan las órdenes a los perros.
Estos perros cazan en equipo y utilizan olfato, vista y oído para detectar a sus presas. Generalmente no rastrean o rastrean muy poco, tendiendo a captar el olor directo del animal a través de la brisa con el hocico alto.
Todo cuidado es poco y para ello los titulares de rehalas deben de llevar consigo la documentación que exige la ley, y que podrá ser requerida por los agentes forestales. Los perros deben tener microchips y para ello se les puede requerir su identificación, lo que denota sus datos, procedencia y propiedad, haciendo más difícil el usar animales robados o fuera del sistema sanitario requerido.

Protección.

Los guías que conducen a las rehalas se preparan para batir el monte ataviados con protecciones en piernas y torso por las agresiones de jaras y ramas que son constantes. El uso de los zahones, fabricados en cueros vacunos y de gran resistencia les previene de lesiones y accidentes. Además estas personas son las primeras que llegan a los animales abatidos y muchas veces tienen que auxiliar a los propios perros que han sido embestidos por las reses salvajes.
Finalizada su función en la montería, se reclaman con sonidos determinantes a los perros que son agrupados y comprobados si han sufrido daños, que de ser así son atendidos con premura por los veterinarios que auxilian y curan las posibles lesiones.
Los rehaleros ya defendieron en junio de 2014 su participación en la caza mayor como una actividad deportiva, aunque el Ministerio de Empleo lo vio como un negocio. Esto les hizo manifestarse y expresar que ellos mantienen a decenas de perros todo el año, con los consiguientes gastos veterinarios y de licencias lo que no les compensa con los escasos ingresos de los cuatro meses de caza.

Publicado en latribunadetoledo.es

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